Canta Mamacha: poema dedicado a Mamá

A través del siguiente poema escrito por nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, queremos saludar a todas las madres de nuestro país, especialmente a nuestras madres enfermeras, médicas, bomberas, policías, personal de limpieza y voluntarias. A todas nuestras madres de las ollas comunes y a nuestras madres de la Pandemia que, con sus vidas, continúan dando testimonio de Jesús Resucitado.

Canta Mamacha
Autor: Carlos Castillo Mattasoglio.

Mami…
Un año que no hablamos.
El silencio aún invade nuestros rostros.
Muchos se han ido a donde estás,
y nos hemos quedado anonadados,
solos, tristes, paralizados.

Mamá, ¿Estarás cantando aún
en la grieta de este oceánico pesar?
Pareciera que no,
y, sin embargo, se escucha una música en el fondo,
la voz inmaculada de tu paso por la tierra.
Ésa que nos arrullaba de niños en la noche:
“María lavaba, san José tendía,
los ricos pañales, de la romería”,
así nos dormías para levantarnos felices de mañana.

Cómo quisiéramos sentirte cantar, mamita,
cómo quisiéramos que arrullaras
a Lete y a Felipe,
a Lidia y a Miguel,
a Lucho y a Rosita.
Cómo ansiamos tu arrullo resucitador,
aquel que nos hacía encontrarnos “desayunados todos”.

Parece una esperanza vana sentir tu cantar,
y es que cuando lo musitabas
sabías que dormiríamos para despertar,
sabías que no tiene otro sentido el canto,
sino salir de nuestro lecho y amar.
Nuestro pueblo, tu pueblo, madre, te reclama.
Reclama tu canto que no olvida al niño dormido,
que resucita al pueblo arrasado.

Canta madre, canta como María,
engrandece con tu alma al Señor,
alegra tu espíritu en Dios, nuestro salvador.
Él siempre mira tu pequeñez,
para que todas las naciones te proclamen dichosa.
Canta madre para que se levante tu pueblo de la postración,
y dile a nuestro Señor que sabe hacer en tu favor grandes cosas
porque su misericordia llega siempre
de generación en generación
a todos tus hijos e hijas.

Recuérdale que Él hace proezas con su brazo,
que dispersa a los creídos y autosuficientes,
que derriba del trono a los poderosos,
levanta a los pobres y a tu país.
A los humillados, marginados y abandonados,
a los enfermos y a quienes la Pandemia durmió.
A los que pululan por las calles sin un centavo,
a los que ya no respiran y necesitan tu aliento,
al que ni una cama consiguió.

Cántanos que Dios llena de bienes a los hambrientos,
suscitando el compartir y la solidaridad,
despidiendo a los ricos con las manos absolutamente vacías,
sin tacañería ni mezquindad.
Y que siempre acoge y recuerda a su pueblo humilde,
sin olvidar su misericordia,
con firmeza, pero sin venganza,
como lo anunció a Abraham
y a todos nosotros sus descendientes.

Mamacita, si nos cantas así,
allí donde estás, por más que nos vayamos
y por más que nos ausentemos,
tu canto servirá de encanto,
capaces de muertos, Resucitar.

Tú no llores, canta desde el cielo, madre,
como el canto puro de la Kurku,
que también en ti está Dios cantando,
desde la tierra, desde las heridas,
desde estos abismos sociales,
desde los desiertos y las anchas selvas orientales.

Canta Mamacha, tu canto sirve de encanto,
capaces de muertos, Resucitar.
Estarás triste tú también
por todo lo que sufrimos,
por los enormes egoísmos de algunos
Pero canta Mamacha, cántanos como María,
para no sufrir, para no llorar,
para nosotros también cantar como tú,
cantar para, unidos y solidarios,
Resucitar.