Como María y nuestras madres, acojamos al Espíritu y testimoniemos la verdad del amor

En el día que celebramos a todas nuestras madres, Monseñor Carlos Castillo recordó la importancia de tener presente el don de la maternidad en nuestra humanidad, ya que de nuestras madres hemos recibido el legado de la fe y de la vida. «Con entrañas de misericordia y maternidad, ellas nos han legado su vida y la vida del Señor. Nuestras madres son, podríamos decir, una luz del Espíritu Santo que siempre nos acompaña, y en ella encontramos la manera de ser humanos y de ser cristianos», expresó.

En el domingo que también honramos a Nuestra Señora de la Evangelización, Patrona de la Arquidiócesis de Lima, el prelado aseguró que todos tenemos la misión de ser evangelizadores. «Evangelizar es anunciar a todos que somos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros. Por lo tanto, hemos de amarnos y servir a los humanos con el mismo amor que Dios nos ha servido», dijo en su homilía dominical.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.

Comentando el Evangelio de Juan (14,15-21), Monseñor Castillo explicó que el Señor ha querido manifestar su amor caminando junto a sus discípulos, acompañándolos, alentándolos y adelantándoles que «dentro de poco, el mundo no me verá». Precisamente, para que no haya un tiempo vacío tras su ausencia, sino completamente lleno de su amor, el Señor nos comunica su Espíritu inspirador y consolador, el mismo que recibirán los discípulos para compartir su belleza y grandeza con el mundo.

Este Espíritu de la verdad que anuncia Jesús, es el que nos permite acercarnos a la comprensión de que todos somos hijos de un mismo Padre y, por lo tanto, estamos llamados a hermanarnos y trasnformar nuestra humanidad. Sin embargo, el arzobispo de Lima advirtió que, muchas veces, nos limitamos a pensar que el Señor solamente vino para que cada quien salve su propia alma y no se preocupe por los demás.

«El Señor ha venido para que toda la humanidad se hermane, y si no se hermana, nuestra alma no llegará tampoco al cielo, porque, o nos salvamos todos juntos o no nos salvamos. Todos somos responsables los unos de los otros y, en cierta actitud cristiana y católica, se ha propiciado la idea de la indiferencia: Yo salvo mi alma, comulgo, confieso mis pecados y ya estoy “lavadito”, soy puro. Pero resulta que los demás son indispensables para nuestra salvación», sostuvo.

Acoger el Espíritu de la verdad y anunciar el amor.

En otro momento, Monseñor Carlos afirmó que, al igual que los discípulos, todos podemos acoger el Espíritu de la verdad y anunciar que el amor sostiene la vida y nos puede salvar de las situaciones más difíciles. Pese a ello, el ser humano parece decidido a inventar nuevas maneras de inteligencia artificial y tecnologías que nos alejan de Dios, porque al olvidar que todos somos hermanos, nos olvidamos también del Dios Creador. «Hoy día, con la inteligencia artificial, ya existen unos robots que, si integraran en ellos una mecánica para resolver problemas matando gente, lo harían. Y ese es uno de los peligros, porque los robots piensan con su propia “cabeza”, pero es una cabeza basada en el cálculo, no en el amor, no tienen alma y, por lo tanto, hemos creado un monstruo que nos podría destruir», subrayó.

Cuando uno vive en el Espíritu de la verdad, crea sabiamente muchas cosas interesantes, crea obras que multiplican el amor que el Señor nos ha dado.

El Primado del Perú recordó que, cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, junto al Hijo y el Padre, no estamos huérfanos. «Todo lo que nos ha dado el Señor en su vida, su Espíritu, permanece en nosotros y puede crecer en nosotros para compartirlo con los demás», reflexionó.

Y, aunque no podemos «ver» a Jesús, debemos saber que su Espíritu se manifiesta en forma de amor, «en forma viva de amor divino y humano». Por eso, el Señor anuncia que viene a habitar en nosotros, «no para quedárnoslo, sino para comunicarlo y hacer comprender eso al mundo. Y para eso, necesitamos amar como Él ha amado», precisó el arzobispo Castillo.

Amar misioneramente, caminando y sirviendo.

«El Señor nos ha amado misioneramente, siempre caminando y sirviendo», señaló el obispo de Lima. Y, ¿cómo ha amado María a la humanidad? Entregando a su Hijo, saliendo y corriendo para ayudar a Isabel, acompañando a Jesús en todo su camino y, hasta en el último tiempo, recibiendo la responsabilidad de ser Madre de la Iglesia.

Vamos a dar gracias al Señor que siempre nos acompaña y nos perdona, jamás nos abandona. Eso permite que superemos el miedo, superemos las angustias, veamos cara a cara los problemas y tengamos inteligencia e inspiración para solucionarlos de manera creativa, porque su Espíritu creativo habita en nosotros.

Monseñor Castillo indicó que los problemas se solucionan con sabiduría y amor profundo, ese amor gratuito que recibimos desde que fuimos fecundados, siempre acompañados y acobijados por el calor maternal. Por ello, es indispensable que redescubramos el sentido de la maternidad que tenemos arraigado, para que, iluminados con el Espíritu Santo, aprendamos a vivir con entrañas de misericordia.

Frente a la imagen de Nuestra Señor de la Evangelización, Patrona de la Iglesia de Lima, el prelado hizo un llamado a propagar el anuncio del Evangelio en todas nuestras comunidades, barrios y parroquias, siguiendo el testimonio de entrega de nuestros primeros pastores, como Santo Toribio de Mogrovejo.