Este 14 de mayo, VI Domingo de Pascua, el Santo Padre en su alocución antes de rezar la oración del Regina Caeli recordó que, “si invocamos al Espíritu Santo, aprenderemos a acoger y recordar la realidad más importante de la vida, que nos protege de las acusaciones del mal: somos hijos amados de Dios”.
“El Espíritu Santo no nos deja solos, está junto a nosotros, como un abogado que asiste al imputado estando a su lado. Y nos sugiere cómo defendernos frente a quien nos acusa”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Regina Caeli de este 14 de mayo, VI Domingo de Pascua, ante los miles de fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.
Dos aspectos importantes del Paráclito.
Al comentar el Evangelio de este VI Domingo de Pascua, en el cual San Juan nos presenta la promesa de Jesús a sus discípulos de enviarles “otro Paráclito, que este siempre con ellos”, el Santo Padre dijo que, Jesús nos habla del Espíritu Santo, al que llama Paráclito, y de ahí propuso dos aspectos para la reflexión: su cercanía y su ayuda contra quien nos acusa.
“Paráclito es una palabra que viene del griego, que significa al mismo tiempo el que consuela y abogado. El Espíritu Santo no nos deja solos jamás, está junto a nosotros, como un abogado que asiste al imputado estando a su lado. Y nos sugiere cómo defendernos frente a quien nos acusa. Recordemos que el gran acusador es siempre el diablo, que te pone dentro los pecados, el deseo de pecar, la maldad. Reflexionemos sobre estos dos aspectos: su cercanía a nosotros y su ayuda contra quien nos acusa”.
El Espíritu Santo está siempre cerca de nosotros.
La cercanía del Espíritu Santo fue el primer aspecto sobre el cual reflexionó el Papa Francisco este domingo. El Paráclito, dijo el Pontífice, no nos abandona jamás.
“El Espíritu Santo quiere quedarse con nosotros: no es un huésped de paso que viene a hacernos una visita de cortesía. Es un compañero de vida, una presencia estable, es Espíritu y desea morar en nuestro espíritu. Es paciente y está con nosotros también cuando caemos. Se queda porque nos ama de verdad, no finge querernos para luego dejarnos solos en medio de las dificultades. No. Es leal, es transparente, es auténtico”.
El Paráclito nos consuela y nos corrige.
En este sentido, el Papa Francisco explicó que la cercanía del Espíritu Santo se manifiesta cuando nos encontramos en una situación de prueba, ya que Él nos consuela, trayéndonos el perdón y la fuerza de Dios. Y cuando nos pone ante nuestros errores y nos corrige, indicó el Papa, lo hace con suavidad: en su voz, que habla al corazón, están siempre presentes el timbre de la ternura y el calor del amor.
“Cierto, el Espíritu Paráclito es exigente, porque es un verdadero amigo, un amigo fiel, que no esconde nada, que nos sugiere qué cambiar y cómo crecer. Pero cuando nos corrige jamás nos humilla y nunca infunde desánimo; por el contrario, nos transmite la certeza de que con Dios podemos lograrlo, siempre. Esta es su cercanía. Es una bella certeza”.
El Espíritu Santo es nuestro defensor.
El segundo aspecto sobre el cual reflexionó el Santo Padre fue el del Espíritu Paráclito como abogado nuestro, el que nos defiende de quien nos acusa:
“De nosotros mismos cuando no nos queremos y no nos perdonamos, llegando quizá incluso a decirnos que somos unos fracasados buenos para nada; del mundo, que descarta a quien no responde a sus esquemas y sus modelos; del diablo, que es el ‘acusador’ por excelencia y el que divide, y que hace todo lo posible para que nos sintamos incapaces e infelices”.
El Espíritu Santo nos sugiere cómo responder al acusador.
Ante todos estos pensamientos acusatorios, evidenció el Pontífice, el Espíritu Santo nos sugiere cómo responder. ¿De qué modo? El Paráclito, dice Jesús, es Aquel que nos enseña y nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho.
“Él nos recuerda las palabras del Evangelio, y nos permite así responder al diablo acusador no con palabras nuestras, sino con las palabras mismas del Señor. Sobre todo, nos recuerda que Jesús hablaba siempre del Padre que está en los cielos, que nos lo ha dado a conocer y nos ha revelado su amor por nosotros, que somos sus hijos. Si invocamos al Espíritu, aprenderemos a acoger y recordar la realidad más importante de la vida, que nos protege de las acusaciones del mal. Y ¿Cuál es esta realidad más importante de la vida? Somos hijos amados de Dios. Somos hijos amados de Dios: esta es la realidad más importante, y el Espíritu nos recuerda esto”.
Dóciles a la voz del Espíritu Santo y sensibles a su presencia.
Antes de concluir su alocución, y pedir la intercesión de la Virgen María “para que nos haga dóciles a la voz del Espíritu Santo y sensibles a su presencia”, el Papa Francisco invitó a todos a preguntarnos hoy:
“¿Invocamos al Espíritu Santo, le rezamos con frecuencia? ¡No nos olvidemos de Él, que está junto a nosotros, es más, en nuestro interior! Y, asimismo, ¿prestamos atención a su voz, tanto cuando nos anima como cuando nos corrige? ¿Respondemos con las palabras de Jesús a las acusaciones del mal, a los “tribunales” de la vida? ¿Nos acordamos de que somos hijos amados de Dios?”.