«Nosotros no venimos a enfrentar al mundo sino a acompañarlo, a levantarlo y a mejorarlo, y ésa es la tarea de la Iglesia que es semilla, es sal de la tierra, es luz del mundo,es fermento de la masa y es semilla que crece para que el Reino de Dios reine e inunde toda la tierra» – fueron las palabras del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo durante la Celebración Eucarística de este viernes 18 de octubre en el corazón de la capital limeña.
Desde muy temprano, la Iglesia de Lima se congregó masivamente para acompañar al Señor de los Milagros en su segundo recorrido tradicional por nuestra ciudad. Las puertas de Las Nazarenas se abrieron para dar paso a la imagen del Cristo Moreno cargada en hombros y en medio de aplausos. Así se dio inició a la Celebración Eucarística presidida por el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo. También estuvieron presentes como con-celebrantes Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y Mons. Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima.
«El Señor nos reúne temprano porque quiere también despertarnos. Por eso nos dice: “A ti te digo, ¡Lima Levántate!”, comentó al inicio de su homilía.
Jesús escribió el Evangelio «caminando».
«Hoy también hemos venido levantados porque el Señor nos despierta la alegría de estar identificado con nosotros – prosiguió – y esa alegría la tenemos por siglos, porque el Señor de los Milagros fue la respuesta a diversidad de problemas que tuvimos en la historia, especialmente cuando tuvimos tragedias que, por razones de nuestra zona sísmica, destruyeron nuestras vidas y la de nuestra ciudad».
Por eso venimos cada año sencillamente a caminar con el Señor, porque Jesús hizo los evangelios «con los pies», escribió el Evangelio «caminando». Ese caminar es justamente para que la fuerza de su amor nos penetre.
Mons. Castillo recordó que la procesión del Señor de los Milagros no sólo es «la más grande del mundo», sino también «la bendición más grande que llega a todos los pueblos». Por eso, cuando levantamos entre hombros a Jesús lo hacemos para que toda la ciudad se santifique, para que todo el que crea en Él tenga vida en abundancia (Juan 3, 7-15).
Para ver la novedad de Jesús debemos ser capaces de abrirnos a la maravilla del amor de Dios, y encontrar «alguna chispita en Jesús» como lo hizo Nicodemo.
Reencontrar el camino nuevo de la vida en el Señor
«Jesús es el amor de Dios vivo, es el que revela cómo nos ama Dios hasta la muerte en la cruz» – recuerda el obispo de Lima – el sacrificio de Jesús en la cruz nos muestra que el Padre celestial no es un Dios vengativo que odia al pueblo, por más pecados que tenga, «es un Dios que quiere siempre mostrar su amor y darle la mano al ser humano para que recapacite y reencuentre el camino nuevo de la vida».
«Si eres hijo de Dios, si eres el Mesías, bájate de la cruz» es la última tentación de Cristo. «¿En qué Dios querían creer estas personas? – se pregunta Mons. Castillo – en el Dios que se venga de sus enemigos, que castiga inmediatamente al que obra mal. Pero ese no es nuestro Dios»
Nuestro Dios es el que sabe comprender, tiende una mano y sabe perdonar. Sabe esperar para que las personas puedan recapacitar y reencontrarse. Es un Dios que nos exige profundamente con ese amor, y quiere que nosotros volvamos a recapacitar cuando hacemos algo malo
«Cuando venimos nosotros a agradecerle, a acompañarlo, Él nos acompaña, y nosotros entramos en su Espíritu. Cada octubre nosotros irradiamos el Espíritu de Cristo muerto y resucitado que nos da vida y nos da capacidad de aprender a amar, y de madurar en nuestro amor», expresó.
Somos seres humanos respetables con un valor grande
En otro momento, el Arzobispo de Lima se refirió a la dura crisis que afrontamos como país: «la situación que vivimos nos ha inoculado un veneno terrible, ese veneno se llama corrupción».
«La corrupción principalmente afecta a los pobres, porque permanente se está jugando con la vida de los demás. Esta procesión y este culto al Señor de los Milagros es para aprovechar esta oportunidad única de retomar el camino de la amistad y que el país se reencuentre», añadió.
El Primado del Perú dijo que es necesario que comprendamos que «somos seres humanos respetables, que cada uno tiene un valor muy grande, infinito, que cada uno de nosotros somos hijos e hijas de Dios, y eso significa que cada uno tiene sus cositas lindas que es necesario apreciar y alentar».
Para que esto sea posible es necesario «conocernos» y dejar a un lado los prejuicios: «la Iglesia que reúne a todos, es la casa donde acogemos a todos para encontrarnos y apreciarnos y querernos. Esa es la Iglesia católica, la Iglesia del Señor», subrayó.
El amor de Dios nos abre a ser un milagro para los demás.
Mons. Castillo destacó el lema pastoral del mes de octubre propuesto por la arquidiócesis de Lima: Peruano, peruana. Limeño, limeña. ¡Sé tú un milagro para tu pueblo! – «tenemos que ser un milagro, no solamente pedir los milagros al Señor, sino ser un milagro cada día» – insistió.
«Si cada uno, desde el más pequeñito, puede ser un milagro para los demás, todos podemos reparar, todos podemos restituir, gracias a que el amor de Dios nos abre, incluso aquellos que han corrompido y tienen el dinero de todos: que sean milagro para nuestro país también y devuelvan aquello que se han llevado», comentó.
Reparar nuestras heridas, restituir aquello que no es nuestro, y dar vida a los demás, eso es ser un milagro para los demás.
Y citando el poema ‘El pan nuestro’ de César Vallejo, el Primado del Perú exhortó a no dejar de pensar en el otro, en el que más sufre: ‘Todos mis huesos son ajenos ¡Yo tal vez los robé! – dice Vallejo – Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; y pienso que, si no hubiera nacido, otro pobre tomara este café. Yo soy un mal ladrón ¡A dónde iré’ – «un reconocimiento profundo de nuestro más grande poeta de cómo nosotros nos debemos a los demás».
Finalmente, el pastor de Lima recordó las palabras del Papa Francisco en el Día de San Pedro y San Pablo: ‘celebramos la fiesta de dos pecadores’ – dijo en aquella ocasión – «todos somos pecadores y ésa es la Iglesia de Lima, somos una Iglesia de pecadores en conversión, que ayudamos, porque amamos al mundo como lo ama el Señor, los ayudamos a salir de sus pecados, ésa es nuestra tarea».
Nosotros no venimos a enfrentar al mundo sino a acompañarlo, a levantarlo y a mejorarlo, y esa es la tarea de la Iglesia que es semilla, es sal de la tierra, es luz del mundo, es fermento de la masa y es semilla que crece para que el Reino de Dios reine e inunde toda la tierra.