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Inspirado en la Liturgia de hoy, Monseñor Carlos Castillo recordó que la sabiduría y la prudencia nos ayudan a ser testigos de Cristo en cada circunstancia, reconociendo la presencia de Jesús en la vida y en el tiempo. Nuestro arzobispo señaló que el discernimiento nos permite actuar con paciencia en las diferentes situaciones y problemas; en cambio, el apresuramiento y la ambición por el poder obstruyen nuestra capacidad de amar.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Esta mañana, en Catedral de Lima, Monseñor Castillo reflexionó sobre el riesgo que implica tomar decisiones apresuradas, muchas de ellas, motivadas por la tentación de la ambición: «A veces, somos muy atolondrados en la vida y estamos viendo que, en todas partes, la gente está apresurada y decide sin pensar», recalcó.

En ese sentido, la Liturgia nos recuerda que la sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven con facilidad los que la aman, y quienes buscan, la encuentran (libro de la Sabiduría 6,12-16). Mientras que el Evangelio de Mateo (25, 1-13) nos propone la parábola de las diez vírgenes que esperaban la llegada del esposo a una boda. Cinco de ellas fueron prudentes y prepararon sus lámparas, pero las otras cinco fueron necias y no entraron al banquete.

Sobre ello, el arzobispo de Lima explicó que el apresuramiento nos distrae e impide que podamos estar atentos a las señales de la llegada del Señor. «El problema principal es comprender en qué forma está presente y cómo esperamos al Señor para corresponderle y acogerlo. A veces, está ahí presente, pero no lo reconocemos», indicó.

El Señor se presenta en diferentes rostros, en distintas circunstancias y actitudes que debemos aprender a cultivar. Y la sabiduría nos ayuda a conocer, dentro de la experiencia, qué cosa nos dice el Señor.

El Primado del Perú aseguró que, cuando desarrollamos nuestra capacidad de discernimiento, podemos ser mejores cristianos y testigos de Cristo en medio de la vida. Y dirigiéndose a todos los jóvenes que se preparan para la Confirmación, el Prelado agregó: «Necesitamos jóvenes sabios que sepan poder guiarse en la vida y ayudar a guiar a toda la juventud de un modo interesante».

Otro aspecto a destacar es la prudencia en nuestras acciones y decisiones. Cuenta la parábola que cinco vírgenes prudentes llevaron reserva de aceite para sus lámparas, mientras que las necias no lo hicieron y, en consecuencia, no pudieron recibir al esposo. Monseñor Carlos afirmó que la preparación del cristiano es paciente y perdura en el tiempo para «calmar las situaciones y seguir haciendo discernimientos y pensamientos».

El obispo de Lima llamó a «dejarnos llenar por una mayor sabiduría» en todas las relaciones humanas, en nuestras comunidades, familias, instituciones del Estado y en la propia Iglesia. Solo así podemos desechar la ambición del poder y el dinero que «vuelven a las personas locas» y genera la guerra en el mundo.

Como cristianos y humanos, necesitamos darle ese «sabor» nuevo a la vida, que significa la esperanza y la alegría. Para eso estamos, para llenar de felicidad a la humanidad. Y para eso el Señor nos ha dado la capacidad de amar.

Y encomendándose a la Virgen de la Sabiduría, nuestro arzobispo pidió que la sabiduría ilumine todos los hogares de nuestro país para disponernos a acoger al Señor en cada situación difícil que tengamos.

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