Aunque la Pandemia no ha terminado, el 2020 ha sido un año de aprendizajes para nuestra Arquidiócesis de Lima, un llamado a la fraternidad, a la conversión pastoral y social. Por eso, desde la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima, queremos compartir esta breve reflexión que expresa nuestro deseo de continuar el camino de aprendizaje y esperanza de una Iglesia sinodal, para que, unidos a todos los peruanos de esta ‘tierra ensantada’, resucitemos como Perú ¡Ahora!
Iglesia de Lima ¿Qué hemos aprendido?
En medio del dolor por la pérdida humana
y la crisis sanitaria de una nueva Pandemia,
en nuestro país renació también la esperanza.
Y aprendimos…
A pesar del confinamiento y el distanciamiento físico,
aprendimos a estar más «cercanos y hermanados».
Aún con los templos cerrados y sin misas presenciales,
aprendimos que evangelizar desde el servicio
y el testimonio son cosas esenciales.
De nuestras parroquias misioneras y solidarias,
aprendimos que el camino de una conversión
es también pastoral, social y humana.
Y juntando menestras y víveres,
aprendimos a unirnos a Cáritas
para preparar las ollas comunes.
Sin andas ni procesiones en octubre,
aprendimos que al Señor de los Milagros
lo podemos llevar «cargado» en nuestros corazones.
Y unidos a las diócesis hermanas en la Plaza Mayor,
oramos por los muertos que se fueron
sin poder decir adiós.
Como sucedió en la primera Navidad,
aprendimos a vivirla con profundidad,
sabiendo que Jesús también nace
en el silencio y en la soledad.
A puertas del Bicentenario,
queremos seguir este camino de aprendizaje y esperanza
de una Iglesia sinodal, para que,
unidos a todos los peruanos en esta ‘tierra ensantada’,
resucitemos como Perú ¡Ahora!