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Queridos hermanos y hermanas,

Como Arzobispo de Lima, como Pastor de esta Iglesia, me dirijo a todos los feligreses de la Iglesia Católica, para meditar lo que hemos hecho en esta jornada de hoy.

Quiero decirles que este III Domingo de Cuaresma lo hemos vivido con bastante disciplina y capacidad de comprensión de la situación, sin embargo, necesariamente estamos llamados a enfrentar ahora una situación mucho más grave, y, por lo tanto, llamo a todos los católicos, a todos los creyentes y a todos los ciudadanos a que unidos en esta causa, procuremos hacer este esfuerzo de cuarentena con suma seriedad, unidos sin fallar en la tarea de mantener la distancia adecuada.

La unión no es solamente estar juntos, la unión es también estar en situaciones de distancia, pero unidos en una misma causa, la causa de la vida, nuestro Dios es el Dios de la vida, y todos los que creen en la vida, inclusive no siendo creyentes, saben que esa es una causa universal que requiere el cuidado de todas las vidas de nuestra población.

Hoy estoy muy agradecido porque hemos contribuido al cuidado de la prevención de la enfermedad, y después de consultar en las distintas parroquias, hemos visto que la gran parte de la feligresía católica se ha acogido a la dispensa del precepto dominical que se decretó por la emergencia, y quienes han ido, lo hicieron en condiciones adecuadas, de tal manera que no se ha superado el número de personas permitidas porque ha habido una actitud de oración muy profunda desde las casas que nos enaltece como Iglesia porque aprendemos a vivir de nueva manera nuestra fe cristiana en circunstancias complejas y difíciles.

Quiero felicitar también la actitud creativa de los párrocos que, siendo fieles a la mantención de la fe y del fortalecimiento de la fe en el pueblo, han sabido cuidar la salud física de nuestro pueblo, tratando de organizarse de la mejor manera. Algunos, por ejemplo, han organizado adecuadamente a la gente para que no llenaran demasiado los templos, se ha respetado el saludo de la paz sin tocarse, lo mismo que la comunión en la mano. En algunos casos se han cerrado los templos cuando el peligro era inminente procediendo siempre con cuidado. Mi agradecimiento a los fieles y a los párrocos por esta seriedad y responsabilidad con la que hemos llevado adelante la aplicación del decreto de emergencia que emitimos el viernes 13.

Quisiera reflexionar en el Evangelio de hoy que nos recuerda que los verdaderos adoradores, adorarán en espíritu y en verdad, no en el templo ni en la montaña, en el monte o en Jerusalén, no en esta parroquia o en la otra, sino que en espíritu y en verdad.

Con esta preciosa imagen del agua viva, del agua como un torrente que llena de fuerza e inunda para fecundar el mundo, se nos está diciendo que, si nosotros adoramos al Señor como lo hemos hecho en esta jornada dominical a través de las redes sociales o la televisión, y permanecemos en una unión espiritual, estamos fortaleciendo la Adoración del Señor a través de la vida, y esto es sumamente importante para nuestra Iglesia que en la última Asamblea Sinodal pedía saber vivir nuestra fe en nuevas situaciones para escuchar y estar cercanos a las necesidades de la gente.

Pues bien, hoy hay una necesidad y nuestra Iglesia está siendo cercana, evidentemente con la distancia social que esto requiere, pero con esa cercanía a los problemas que nos hace ser vigentes y que nuestra fe sea relevante, tenga sentido y posibilidades de ser entendida por la población, porque es una fe que acompaña a su pueblo como Dios que no abandona jamás.

Por eso, en nuevas situaciones, tenemos que ir según los signos de los tiempos, recreando nuestra Iglesia, haciéndola renacer en esta situación nueva, porque quizás el Señor nos está permitiendo sentir y vivir lo que la primera Iglesia vivió: empezar la vida de la Iglesia por las casas.

En efecto, la palabra ‘Ecclesia’ significa ‘reunión en asamblea’, pero a la primera Iglesia se le llamaba ‘Ecclesia tou Zeu’ (asamblea de Dios) o también ‘Oikos tou Zeu’ (hogar de Dios), es decir, ‘asamblea de la casa’, y por eso decimos que el Señor se hizo carne y habitó entre nosotros, porque hizo su casa entre nosotros.

Esta experiencia que hemos vivido hoy nos hace ver la enorme importancia de hacer renacer nuestra Iglesia desde nuestra vida familiar, ayudándonos unos a otros a no perturbar el proceso social, sino a contribuir desde nuestros hogares para salir adelante, porque la verdadera fe cristiana sabe adaptarse a los signos de los tiempos.

Este domingo ha sido una especie de ensayo para sentir que como cristianos es posible organizarnos eficazmente para el bien común, y desde nuestra misma manera de adorar el Señor, desde la vida concreta y en situaciones concretas, no estamos como en el templo de Jerusalén apegados a las normas y a las reglas, sino al Espíritu del Señor que nos hace distintos y nuevos cada vez.

Por eso, ante la posible decisión de una cuarentena, es posible que tengamos que tomar algunas medidas más exigentes y duras. Las tomamos con dolor, porque creo que la comunidad cristiana se regocija estando junta, cantando en el templo, haciendo posible que todos tengamos la casa del pueblo de Dios viva y alegre, pero ante los límites que vivimos, necesitamos tener un tiempo de recogimiento para retomar, pasada la pandemia, nuestra vida comunitaria.

A dos semanas de celebrarse la Semana Santa, es posible que tengamos que poner restricciones, de hecho, el Alcalde del Rímac adelantó que se limitarán las peregrinaciones al Cerro San Cristóbal, mientras que las autoridades civiles están tomando nuevas medidas preventivas. Aunque nos gusta festejar en grande y vivir intensamente las cosas, que es lo más peruano y cristiano que tenemos, no podemos seguir corriendo riesgos y ocasionar daños en nuestra sociedad, en vez de ello, debemos tener creatividad y tomar esta especie de retiro con hondura, en silencio y oración.

En ese sentido, quisiera pedir su disposición para las medidas que debamos tomar, y prepararnos para una eventual cuarentena más fuerte en esta cuaresma. De ser ese así, aceptémoslo con esperanza, priorizando la vida de todos y redefiniendo nuestras formas de celebrar la fe en espacios pequeños, para que todos unidos, en un solo espíritu, recemos simultáneamente.

Llamamos a las Iglesias cristianas amigas a unir esfuerzos en este camino, para que sus celebraciones puedan ser hechas con discreción, sin propagar la desobediencia a la autoridad civil y técnica. A las comunidades religiosas no cristianas, las invito a que contribuyamos todos, en una dimensión ecuménica, a luchar y cerrar el paso al coronavirus. Y pido también a todos los medios de difusión que nos ayuden con las misas y las celebraciones espirituales de todas las agrupaciones religiosas.

Todos tenemos que profundizar en ese Dios escondido que se revela en medio de las situaciones difíciles, para salir airosos con el agua viva y nueva de la corriente que inunda de vida nuevamente todo.

Quiero agradecer al Señor porque, en medio de esta adversidad, nos está dando creatividad, como dice el Salmo 4: “En el aprieto me diste anchura” – y el Señor está haciendo renacer la Iglesia con anchura, con un corazón grande para acoger a todos en medio del dolor y el sufrimiento.

Mil gracias a todos. Como Pastor los bendigo con todo cariño y espero que desde el hecho de mi cuarentena, podamos siempre estar unidos y seguirlos para estar al corriente de cada cosa que pasa.

Dios bendiga al Perú, Dios nos permita salir de este aciago momento, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

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