En la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, el Cardenal Carlos Castillo hizo un llamado a que, inspirados en las actitudes humanas y cristianas de nuestra santa patrona, vivamos profundamente la fe que nos dejó y nos situemos en la realidad para servir a los que más sufren:
«Rosa nos deja un legado de enraizamiento profundo de nuestra realidad. Su misticismo y laicado nos ha tocado en lo más profundo, en la médula de nuestro ser peruanos», manifestó en su homilía.
Nuestra Iglesia de Lima celebró la Festividad de Rosa de Lima con una emotiva Eucaristía que convocó a diferentes autoridades policiales, militares y civiles. También se hizo presente el Colegio de Enfermeras del Perú y la Hermandad de la Tercera Orden Dominica.
En su homilía, el arzobispo de Lima explicó que la Solemnidad de Santa Rosa es una oportunidad para reflexionar en torno al misterio de su presencia en medio de nosotros: «Ella era una santa mística que vivió intensamente el misterio de Dios en su vida. Y lo hizo intensamente porque así fue como el Padre Celestial nos envió a Jesús, lleno de sensibilidad por nosotros. Él, sabiendo que somos pecadores, nos amó hacia el extremo y nos llevó al camino de la salvación por medio del amor gratuito», aseveró.
El Cardenal Castillo recordó que nuestra santa peruana fue una laica que vivió en medio de los problemas y realidades de nuestra ciudad, como la gran mayoría de laicos que conforman la Iglesia. Y agregó:
«Rosa – como dice César Vallejo – “mustia un dulce desdén de enamorado; debe dolerle mucho el corazón”. Esa sensibilidad impresionante la llevó a contemplar el sufrimiento del Señor en las personas que sufren y a identificarse con ellos. No es un simple maltrato del propio cuerpo, es una identificación a través del sufrimiento humano de cómo hay que prepararse para sentir lo que los demás sienten y para servirlos hasta la muerte».
Rosa unió su sensibilidad por el Señor Jesús y su pasión por la Cruz a las cruces que llevamos desde hace tiempo en el Perú.
También señaló que, desde muy pequeña, Rosa captó que Jesucristo está presente en los que sufren. «Esta experiencia la vivió en Quives durante siete años, cuando vio de cerca el padecimiento de los indios y negros conducidos con cadenas a trabajar en la mina», acotó.
O Dios o el dinero: la opción fundamental de Rosa
Monseñor Castillo afirmó que Rosa fue una mujer lúcida que «supo apartarse de la frivolidad del mundo limeño», abundante en riqueza, pero pobre en dignidad y respeto a los pueblos indígenas, muchos de ellos esclavizados y expropiados de sus tierras.
«Rosa tuvo una actitud de de distanciarse de un modo de trabajar al servicio del dinero», contó el arzobispo. Ella no se dejó seducir, como dice el texto del Eclesiástico, por las «locas fantasías» que «extravían» al ser humano. Este es también un llamado a recapacitar ante la tentación de la frivolidad y el egoísmo.
En otro momento, el Prelado citó las declaraciones María de Oliva, madre de nuestra santa Patrona, cuando Rosa vivía en Quives y su padre trabajaba en la mina como administrador:
«Llevola consigo… un día a la oficina en que se labraban los metales de plata, retirose Rosa y preguntándole si no le movía la curiosidad, respondió que no, que de los minerales se sacaba escasamente el oro de la virtud… Madre, dijo, estos son bienes mentirosos, tienen muchos achaques, y es la moneda que el mundo ofrece para perdernos; los del espíritu son los verdaderos, y en la voluntad nuestra tienen asegurada la duración, pues los tenemos siempre que queremos tenerlos” (Gonzales de Acuña,)»
Testimonio de la india Mariana
Amiga íntima de la india Mariana, Rosa intimó con ella llena de curiosidad por la vida de los indios. Por eso, el testimonio de Mariana nos ayuda a comprender la grandeza de la misericordia de la Patrona de las Américas:
“A la pregunta diez y nueve = dijo que sabe, que era la bendita virgen de grande caridad y amor al prójimo, curaba a todos los que podía y para este efecto, los traía a su casa doliéndose de sus enfermedades, sin reparar que fuesen negros o indios, ni de enfermedades asquerosas. Cuando sabía que alguno estaba en pecado, hacia diligencia para sacarlo de él”, (Hernán Jiménez)
El obispo de Lima sostuvo que la inspiración de Rosa de Lima la hemos comprobado y visto en todas las “Rosas” enfermeras que nos acompañan y están dispuestas a dar sus vidas para salvar las nuestras.
La religiosidad profunda de Santa Rosa
Finalmente, el Primado del Perú citó las propias palabras de Isabel Flores de Oliva, quien, ante las autoridades de la Inquisición, expresó lo que sentía en su corazón. Estas son las palabras textuales de ellas transcritas por Juan Meléndez:
“Cuando me siento como fuera de mí en aquel torbellino deshecho de obscuridades y sombras, llorando, me hallo de repente restituida en brazos de mi amado Esposo, como si de ellos nunca hubiera faltado, entre las claras luces de la unión primera. Siento unos impulsos ardientes de amor, como río o arroyo, que corre sin las prisiones del cauce que detiene su curso, con rápida y violenta corriente, buscando su descanso en la mar. Sopla luego apacible y fresca el aura de la gracia y comienza la tormenta gloriosa, a donde se anega el alma en aquel inmenso piélago de bondad y dulzura, y con transformaciones inefables se transforma en el Amado, deshaciéndose de sí y haciéndose una misma con Él”.
«Que Dios nos acompañe tanto a la Policía Nacional como también a nuestras hermanas enfermeras para que la sensibilidad inunde todo nuestro ser y vivamos de acuerdo con la voluntad de Dios, que nos indica el camino cuando vemos el rostro de los demás», es el mensaje final del arzobispo de Lima.