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«Estamos ante una ausencia profunda de valor y amor por la humanidad y por la Creación», fueron las palabras de Monseñor Carlos Castillo en la Misa de esta mañana en Catedral de Lima, ofrecida por el inicio del Tiempo de la Creación.

El Prelado sostuvo que, cuando centramos nuestra fe en detalles superficiales como la apariencia o los chismes de cómo se viene vestido al templo, estamos distorsionando el sentido verdadero de nuestro cristianismo, que es la misericordia y el servicio. Por eso, pidió no sobreabundar en lo secundario y «enlodarnos» con la gente, «tocar la carne sufriente de Cristo en la gente, en la creación, en la Amazonía, en la crisis ecológica».

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Una homilía inspirada en la Liturgia de hoy, el inicio del Tiempo de la Creación y la creatividad de nuestros jóvenes. En torno a estos temas giraron las reflexiones de Monseñor Castillo que, comentando el Evangelio de Marcos (7,1-8.14-15.21-23) centró su alocución en la importancia de vivir un cristianismo inteligente capaz de discernir entre lo superficial y lo profundo.

Sobre ello habla el Señor cuando nos dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos», en respuesta a los fariseos y escribas que acusaban a los discípulos de comer con las manos impuras.

«Jesús quiere hacer ver, en el corazón de su crítica, esta manera de llevar la religión que divide entre puros e impuros», explicó el Prelado. Y es que, para el sistema religioso de esa época, el contacto con los pobres y sus problemas, con los enfermos y marginados, representaba un modo de impureza. Este sigue siendo un problema actual en nuestro modo de comprender la religión, al punto de crear sistemas de reglas y ritos que no ven más allá de la realidad:

«Por ejemplo, solemos decir: “No se viene a la Iglesia con sandalias ni con zapatillas, se viene con zapato de cuero y color negro o marrón”. ¿Eso es lo fundamental de la Iglesia? Hemos sobreabundado de cosas secundarias distrayéndonos de lo central: la misericordia y el sentido del servicio», precisó el Monseñor.

A veces, surgen chismes donde se dice: “Uy, ¡cómo ha venido vestida así!”. Cada uno se viste como quiere, con tal que mantenga un cierto respeto y se acabó. Lo más importante en la Iglesia no son los ritos, ni los signos exteriores de aquí y de allá, lo más importante es la misericordia, el amor entrañable y el compromiso con la Creación.

En el inicio del Tiempo de la Creación, el arzobispo de Lima recordó que el mundo vive una crisis ecológica que es consecuencia del interés desmedido y el hiper-desarrollo de los últimos años: «No solamente depreda, sino también empobrece y causa muerte; riqueza para algunos y pobreza para el resto. Están tan ensoberbecidos con la idea de que todo se soluciona con más inversión y dinero, con más litio, más oro, más minerales y tecnología, que se enfocan en hacer guerras para poder gastar la plata y hacérsela pagar al que pierde», advirtió.

Estamos perdiendo lo más grande que tiene el ser humano: su capacidad de poesía, de intuición, de alegría, de música, de amistad y de cariño.

Entre la lista de cosas «que salen dentro del corazón» y hacen «impuro al hombre» (malos propósitos, adulterios, robos, desenfreno, difamación), la frivolidad se convierte en uno de los males principales del mundo acelerado de hoy, habituado a «tomar las cosas con apuro, como fue el pecado original de Adán y Eva». Monseñor Castillo insistió en que, para salir de los entrampamientos, no podemos «comernos» la sabiduría. Y agregó: «El cumplimiento de nuestra fe no es algo mecánico, implica reeducarnos todos en un proceso de discernimiento compartido».

En un país católico como el nuestro, es necesario una ponderación de las cosas para no tomar decisiones apresuradas con normas ajenas a los relatos de la humanidad. «Es cierto que, en la mayor parte de la población, hay una proclividad a mejorar, hay un clamor por humanidad, pero no vamos a conseguirlo si es que no nos disponemos a profundizar», reiteró.

¿Qué logra un tipo de Iglesia que se dedica solo a los detallitos sin mayor importancia? Convierte a las personas en tontos y los manipula, volviéndolas dóciles y calladas. Por eso, el Papa invita a la “sinodalidad”, es decir, a desarrollar formas de conversar y ver dónde están los problemas

Reegendrar y renacer el mundo a una vida nueva

A pesar de nuestros males y frivolidades, siempre hay un punto de partida esperanzador que nos encamina hacia un proceso renovador de la vida y la sociedad. Por ejemplo, están las iniciativas creativas de nuestros jóvenes que, con su entusiasmo y arte, nos recuerdan que sí es posible imaginar un mundo mejor.

En ese sentido, el Primado del Perú destacó la participación de miles de jóvenes en la Ceremonia de Graduación de la Academia de Líderes, organizado por la Universidad Nacional de Ingeniería y la ONU. «Es interesantísimo cómo los chicos proponen proyectos y están buscando que la humanidad pueda renacer y reengendrarse nuevamente». Estas capacidades – enfatizó – están potencialmente escondidas en cada ser humano, y es cuestión de estar atentos, abrir los ojos y organizarnos como el pueblo inteligente de Israel que se preocupa en lo central y no en lo aparente.

La Eucaristía de este domingo XXII del Tiempo Ordinario contó con la presencia de la comunidad «Capítulo Peruano del Movimiento Laudato SI», que ofreció la Santa Misa por todos los defensores ambientales de la Amazonía asesinados en los últimos años. También participó la Hermandad de la Virgen de Cocharcas de Ishua residentes en Lima.

En la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a que, inspirados en las actitudes humanas y cristianas de nuestra santa patrona, vivamos profundamente la fe que nos dejó y nos situemos en la realidad para servir a los que más sufren.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

Diferentes autoridades de la Policía Nacional, Fuerzas Armadas, colegio de enfermeras, ministros de estado y hermanas de la Tercera Orden Dominica, acudieron a la Basílica Catedral de Lima para celebrar la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, patrona del Perú, de América, de las Indias y de Filipinas.

En su homilía, el arzobispo Carlos Castillo recordó que, desde muy pequeña, Rosa captó que Jesucristo está presente en los que sufren. «Esta experiencia la vivió en Quives durante siete años, cuando vio de cerca el padecimiento de los indios y negros conducidos con cadenas a trabajar en la mina», explicó.

Isabel Flores de Oliva siempre estuvo atenta a los problemas de la ciudad y aprendió a reconocer el rostro de Dios escondido en la historia, especialmente, en los más pobres. Por eso, el obispo de Lima afirmó que tenemos la misión de actualizar el mensaje universal de salvación que Santa Rosa quiso vivir en las situaciones concretas.

Rosa nos ha enseñado un cristianismo no de normas, ni obligaciones o miedos, sino una experiencia de Dios y de autenticidad humana que reconoce la pequeñez del ser humano.

O Dios o el dinero: la opción fundamental de Rosa

Son tan numerosas las opiniones de los hombres y sus locas fantasías, los extravían”, dice el libro del Eclesiástico (3, 17-24) en la Liturgia de hoy. En ese sentido, Rosa fue una mujer lúcida que supo apartarse de la frivolidad del mundo limeño, abundante en riqueza, pero pobre en dignidad y respeto a los pueblos indígenas, muchos de ellos esclavizados y expropiados de sus tierras.

Ella no se dejó seducir, como dice el texto del Eclesiástico, por las «locas fantasías» que «extravían» al ser humano. Este también es un llamado a recapacitar ante la tentación de la frivolidad y el egoísmo, así lo señaló el Prelado:

«A los doce años se dejó llevar por la inspiración de Dios para optar por una opción fundamental: o Dios o el dinero. Esto es muy importante para nosotros en este momento porque las locas ilusiones son, sobre todo, por ambición y por dinero mafioso. Tenemos que superar eso, ganarnos honradamente el dinero y, a partir de ahí, servir a quien más sufre. Todo lo que tenemos es un don de Dios que debe ser compartido», reflexionó.

Rosa de Lima opta por el «oro de la virtud», es decir, del amor, de la dicha, la paciencia, el servicio, y la ayuda a los demás.

En otro momento, Monseñor Castillo precisó que Rosa nos ha dejado un legado extraordinario de compromiso sencillo partiendo de una cosa elemental: acoger el amor de Dios y obedecer su voluntad.

Rosa de Lima en el testimonio de nuestras enfermeras y policía nacional

El arzobispo de Lima destacó la entrega heroica de las enfermeras, de forma especial, durante la Pandemia, tal como lo hizo en su momento nuestra Santa Rosa: “Muchas de ustedes dijeron: No importa morir, lo que importa es ayudar. Ésa es mi tarea, mi vocación”, expresó dirigiéndose a las enfermeras.

El Monseñor también agradeció el servicio de los buenos policías que han servido a nuestra Patria por el bien común: «Necesitamos fortalecer nuestra policía en su espíritu de servicio, y desarrollar entre los jóvenes vocaciones para cuidar el país y a nuestro pueblo», refirió.

Rosa siguió hondamente la vocación del amor de Dios. Como consecuencia de ese amor, murió contagiada de una de las enfermedades con las que iban a verla sus enfermos, a quienes atendía con tanto esmero.

El Primado del Perú reiteró que el testimonio de Santa Rosa nos debe interpelar a repensar el modo en que vivimos en la sociedad: «El Perú es la nación formada por todas las provincias, sin distinción. El Perú no es propiedad de nadie, ni es propiedad de ningún otro país, sino que está conformado por toda la diversidad de lo que somos. Y juntos podemos lograr que se cumpla el sueño de Rosa de Lima: hacer del Perú una partecita del cielo», acotó.

En la Liturgia de hoy, el Señor nos invita a la aventura de compartir el amor que Dios ha repartido en toda la humanidad. Este puede ser un camino sencillo – aseguró Monseñor Castillo – si nos dejamos llevar por el Espíritu del Señor y ofrecemos nuestra vida en servicio y acción caritativa a los demás. Para ello, debemos superar los prejuicios e intereses particulares que nos alejan del sentido de hermandad en el Perú.

En su comentario del Evangelio de Juan (6,60-69), Monseñor Castillo reflexionó sobre lo que implica seguir al Señor en las diferentes circunstancias de la vida. Aunque en su paso por la humanidad dejó signos de amor gratuito, delicadezas y milagros, algunos de sus discípulos sentían que el modo de hablar de Jesús era «duro».

Para comprender esta expresión, el arzobispo de Lima propuso un contraste de la vida religiosa en tiempos de Jesús, y que se centraba en una serie de ritos, holocaustos y sacrificios en el templo, lo cual representaba una carga muy dura para la gente. Seguir a Jesús, en cambio, es gratis y no implica ningún tipo de condicionamiento, sin embargo, ello también significaba estar dispuesto a servir. Para los discípulos, que tenían la sombra de esta religión acostumbrada al cumplimiento de reglas, les resultaba más fácil hacer las cosas por cumplir que compartir la vida en servicio.

Afrontar la vida juntos para que haya amor y nos tratemos bien requiere inteligencia, sabiduría y profundidad. Y ese camino, a veces, se nos hace «duro» y difícil.

La invitación de Jesús se extiende a todos los cristianos que, ante las dificultades de la vida moderna, debemos encontrar maneras nuevas de responder a las exigencias del amor de Dios. En ese sentido, la presencia de Cáritas Lima y nuestros hermanos bomberos voluntarios veteranos, son dos testimonios importantes que nos recuerdan que la Iglesia no solo es un lugar de culto, también es el punto de encuentro para generar comunidades de servicio y acción caritativa, sin imponer normas rígidas, sino actuando en libertad.

Lamentablemente, vivimos habituados a hacer las cosas «a nuestro estilo», es decir, con indiferencia y egoísmo, cambiando leyes a conveniencia de unos pocos, haciendo negocios y produciendo ganancias a espaldas de las necesidades de la gente. Pese a ello, el Señor viene a decirnos que seguirlo no es un camino difícil si nos dejamos llevar por su amor.

Entregar nuestra vida al servicio de los demás

El Primado del Perú hizo un llamado a superar aquellos prejuicios que nos impiden establecer lazos de fraternidad verdadera, sobre todo, en un país con diversas culturas como el nuestro. Para ello, es necesario superar las barreras del racismo y la discriminación, propagando ese deseo profundo de ser hermanos.

Monseñor Castillo concluyó su reflexión dominical citando las palabras de Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios». De igual manera, todos estamos llamados a confiar en Jesús y estar dispuestos a «complicarnos» la vida por servir a los demás: «Y no importa si perdemos la vida porque así la perdió el Señor, en un paraje del camino. Él entregó su vida y nos dejó su Espíritu para que todos sigamos adelante», agregó el Prelado.

La Eucaristía de este domingo XXI del Tiempo Ordinario fue ofrecida por los 56 años de vida institucional de Cáritas Lima y por el Día del Bombero Voluntario Veterano en el Perú. A vísperas del Día del Adulto Mayor, Monseñor Castillo elevó una especial intención por todos nuestros ancianos.

«El Señor, que es el Pan vivo bajado del cielo, nos llama a ser solidarios y estar atentos a los problemas de los demás, acompañando a la humanidad en su camino hacia la plenitud en Dios. Aprendamos a aceptar con sencillez lo que nos dice el Señor». Estas fueron las palabras de Monseñor Carlos Castillo en la reflexión de este domingo XIX del Tiempo Ordinario.

El Prelado también advirtió que la humanidad «está entrando en un pozo ciego formado por las ambiciones», sobre todo, «la ambición del dinero que está dejando a la gente sin comer».

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

En su alocución al Evangelio de Juan (6,41-51), el arzobispo de Lima explicó que Jesús nos ha dejado los signos de su amor para que podamos compartirlo entre todos sus hijos. «Todo lo que se comparte siempre se multiplica porque nace del amor. En cambio, cuando no se comparte siempre falta, sobre todo, cuando unos pocos quieren apropiarse el pan de todos», señaló.

«Yo soy el Pan bajado del cielo», dice el Señor, pero algunos grupos de judaizantes se resisten a los signos de amor y cercanía que anuncia Jesús. Este grupo de «aguafiestas», comenta el Primado del Perú, en vez de centrarse en compartir el pan, se preocupan más en cumplir con rigurosidad los ritos del templo para alcanzar la salvación. Los judaizantes se muestran incrédulos y se dejan llevar por la desconfianza y la especulación. Son incapaces de aceptar que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios y «empiezan a murmurar, a crear chisme en contra de Jesús».

Nos hemos acostumbrado a un cristianismo y a una fe de “puros” e “impuros”. Se supone que los que venimos a misa somos los “puros” y los que están fuera son una multitud caterva, una “chusma”. Aquí nadie es puro, todos somos pecadores en conversión.

Como afirmó el Papa Francisco en el Ángelus de esta mañana, «están bloqueados en su fe y por la presunción, por tanto, de que no tienen nada que aprender de Él». Este cuestionamiento de la manifestación de Dios en lo ordinario, reflexionó el obispo de Lima, continúa siendo un problema latente: «La verdadera fe no se basa en ideas preconcebidas, sino en un aprendizaje constante y una apertura a la presencia de Dios en lo cotidiano», aseveró.

El Señor viene a interpelarnos cuando aparece el Otro, cuando aparecen los problemas, cuando aparecen las cuestiones sociales, cuando aparecen nuevas alegrías y nuevas esperanzas.

Monseñor Castillo recalcó que el Evangelio de hoy nos enseña que Dios está presente en la humanidad, esparcido en ella y en todas nuestras vidas. Por eso, nuestra religión no es de ojos cerrados, sino de ojos abiertos, siempre buscando la manera de rastrear al Señor en nuestra realidad para acogerlo, atender su llamado y profundizar lo que nos está tratando de decir en cada relato de la vida humana.

La comunidad cristiana, la Iglesia, es una comunidad de pecadores que cree en el Señor, lo acoge y profundiza su llamado. Hoy necesitamos el concurso de todos para dar ideas, ayudarnos mutuamente, consolarnos y seguir adelante.

Frente a los pies de la Virgen de Coromoto y en compañía de cientos de hermanos migrantes venezolanos, Monseñor Carlos Castillo presidió una emotiva Misa por la paz, la justicia y la democracia en el país hermano de Venezuela.

El Primado del Perú hizo un llamado a buscar soluciones pacíficas con imaginación y perspicacia, siempre bajo la inspiración del Señor. «La paz es aquella que construimos de forma inteligente, no con violencia», acotó.

En medio de tiempos de profunda dificultad para la comunidad venezolana, la Basílica Catedral de Lima se convirtió en el punto de encuentro de cientos de hermanos y familias migrantes, quienes acudieron masivamente para participar de la Eucaristía del domingo XVIII del Tiempo Ordinario. En su homilía, el arzobispo de Lima recordó que, a través de la oración, el Señor nos inspira a «ir a lo profundo de lo que está sucediendo, recuperar fuerzas y alentarnos entre todos».

El Prelado explicó que los signos que nos ha dejado Jesús no son actos mágicos que resuelven las cosas inmediatamente, sino que fueron dados para compartir y comprender la maravilla de la solidaridad. Por eso, el Evangelio de hoy (Jn 6, 24-35) nos inspira a actuar solidariamente con los que más sufren, como es el caso de nuestros hermanos venezolanos y todos aquellos que afrontan una situación de tragedia, dolor y muerte.

El obispo aseguró que los verdaderos testigos de la fe cristiana no pueden recurrir a métodos contrarios a la paz, por lo que es indispensable que, como Iglesia y sociedad, emprendamos un camino en común en el que haya espacio para todos y donde podamos conversar, escucharnos, discutir y pensar juntos en el futuro. Y agregó: «En la Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos ha dicho que todos somos importantes y que las futuras crisis de la humanidad se pueden resolver con el concurso de todos».

Aunque la realidad pueda parecer dura y desalentadora, Monseñor Castillo sostuvo que la esperanza es un don de Dios que nadie nos puede arrebatar: «Esperamos un futuro prometedor y esperanzador porque ya estamos avanzando en una cosa: hemos logrado un consenso muy amplio y hemos contagiado la solidaridad en el mundo. Eso es lo que están logrando ustedes, ese hermanamiento que nos llevará a poner el punto sobre las íes en el momento adecuado y justo», reflexionó.

Que en esta oración comunitaria, el Señor pueda dotar a todos nuestros hermanos venezolanos de la imaginación, la perspicacia y la sabiduría necesarias para encontrar soluciones justas.

En otro momento, representantes de distintas comunidades venezolanas entregaron sus ofrendas y un grupo de niños hizo lo mismo con la bandera nacional. Durante la Eucaristía se leyeron los nombres de los 22 fallecidos que ha dejado las protestas en Venezuela.

Después de la bendición final y flameando sus banderas, se entonó el himno nacional de Venezuela.

Como se recuerda, en todas las parroquias de la Arquidiócesis de Lima se viene realizando una jornada de oración en solidaridad con el pueblo de Venezuela, especialmente, con todos los afectados por los maltratos y muertes de los últimos días.

La Misa de este domingo contó con la presencia de la Orquesta y el Coro Filarmónico Roraima, integrada en su mayoría por migrantes venezolanos.

En la Eucaristía de este domingo en Catedral de Lima ofrecida especialmente por nuestra Patria, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a la acción y a la construcción de una sociedad justa y compasiva, siguiendo el ejemplo de Jesús, verdadero Pastor que acompaña y alienta a sus ovejas: «Tenemos que ser una Iglesia unida, diversa, dialogante, que acompaña y permite que se suscite en la sociedad un verdadero sentido de justicia y de amor», manifestó en su homilía.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

La reflexión de esta semana se inspira en el lema que ha acompañado a nuestra Iglesia de Lima en las diferentes acciones significativas por el Mes de la Patria: “¡Perú, te quiero unido!”. En ese sentido, Monseñor Castillo remarcó la importancia de mantener la unidad en la diversidad dentro de la Iglesia y la sociedad peruana. Y precisó: «No se trata de una uniformidad rígida, sino de la capacidad de acoger las diferencias y vivir en comunión, tal como lo enseñó Jesús a sus discípulos».

En alusión al Evangelio de Marcos (6,30-34), el arzobispo de Lima destacó las actitudes de escucha y compasión de Jesús con la gente, mostrándose como un verdadero Pastor que acompaña a sus ovejas. Por eso, el Prelado hizo hincapié en la importancia de promover un liderazgo responsable que permita la unidad y el fortalecimiento de la democracia.

Superar el egoísmo espiritual y construir comunidad

Mientras que los sacerdotes de aquella época despreciaban a la gente y utilizaban la religión como un medio de opresión y negocio, Jesús apreciaba, observaba y sentía como la gente. Por eso, Monseñor Castillo reiteró que la Iglesia tiene la misión de buscar un verdadero encuentro de conversación en la comunidad. No basta con reunirse para rezar, también es indispensable compartir experiencias, reflexionar juntos y superar el egoísmo espiritual que nos impiden fomentar una auténtica comunión entre todos los miembros de la Iglesia.

El Primado del Perú exhortó a que los dirigentes de nuestro país gobiernen pensando en las personas y no en sí mismos. Estos «pastores» – explicó – corren el riesgo de dispersar a sus ovejas y las usan para sus intereses, pero no las alientan ni las promueven. «Cuando nos distraemos mucho en la desesperación y en la rapidez, ya no vemos los problemas y creemos que todo es cuestión de cálculo. Y el cálculo no va a resolver nada, la comprensión sí», reflexionó.

El Señor quiere la salvación de todos como pueblo

En otro momento, el Monseñor Carlos sostuvo que, para resolver los problemas que nos acongojan como sociedad, necesitamos tener espacios para expresarnos y conversar. Para ello, debemos superar toda la represión y ausencia de diálogo que heredamos de la historia colonial y salir en misión como hacían los discípulos para reflexionar en comunidad. «No se trata de estar encerrados entre nosotros o ir dispersos sin conocer a nadie; se trata de levantar a la gente, animarla y ayudar a sanar sus heridas», insistió.

El obispo de Lima recordó que el Señor quiere la salvación de todos como pueblo y de hermanos los unos de los otros: «Pensar solo en la salvación de mi alma es individualismo espiritual, egoísmo espiritual», advirtió.

La Eucaristía de este domingo XVI del Tiempo Ordinario contó con la participación de la Comisión de la Vicaría Episcopal de la Pastoral Arquidiocesana, responsable de la organización de la Semana de Reflexión por el Perú y las acciones significativas por el mes de la Patria. La misa fue concelebrada por el Padre Juan Goicochea, vicario episcopal de la comisión.

En un mundo necesitado de inspiración, el Señor nos llama hoy a ser misioneros para curar las heridas de la gente y despertar, con la fuerza del amor de Dios, toda la grandeza de nuestra humanidad. Este es el mensaje que nos ha dejado Monseñor Carlos Castillo en la homilía de este domingo XV del Tiempo Ordinario.

Durante la Misa Criolla por los 125 años del nacimiento de Felipe Pinglo, el Prelado insistió en la importancia de inspirarnos en el Espíritu del Señor para promover nuestra vocación y dejar suscitar toda la maravilla de Dios que nace de lo más profundo de nuestro ser.

Antes de la bendición final, en la Catedral de Lima se cantó a viva voz «El Plebeyo» , preciosa composición de Pinglo que nos recuerda que «el amor, siendo humano, tiene algo de divino» porque nuestra existencia es engendrada desde el amor gratuito y fecundo de Dios.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

En el Evangelio de hoy (Mc 6,7-13), el Señor envía a sus discípulos, de dos en dos, a anunciar el Evangelio, otorgándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Esta «autoridad», explicó Monseñor Castillo, es la suscitación de una «fuerza vital» que nos inspira a realizar nuestra misión. No se impone, sino que genera esperanza y alegría, introduciendo «un espíritu nuevo en la gente para salir adelante en medio de los problemas, los dolores, las enfermedades y dificultades».

Por lo tanto, todos estamos llamados también a recibir y compartir esa autoridad que nos da Jesús a través de la fuerza de su Espíritu para ser testigos y anunciadores del Señor en todas las circunstancias de la vida.

A 125 años del natalicio de Felipe Pinglo

Durante la celebración, se hizo una remembranza sobre la figura de Felipe Pinglo, compositor peruano que, a través de su música, «tomó conciencia de su misión de anunciar el Evangelio». El arzobispo de Lima señaló que el legado de Pinglo es un ejemplo de cómo, desde lo más hondo de nuestro ser, podemos comunicar el Espíritu y compartir la esperanza.

Monseñor Castillo sostuvo que la vida de Felipe Pinglo, nacido en el contexto de una Lima en transformación, nos enseña que todos podemos desarrollar nuestra sensibilidad si nos dejamos guiar por el Espíritu. Pese a haber vivido en orfandad desde muy pequeño, Pinglo «captó con profundidad las vivencias de la sociedad y las transformó en arte». Su visión de que «el amor humano tiene algo divino» nos invita a valorar la generosidad, el servicio y el don que nos viene de Dios.

Felipe Pinglo entendió que lo más divino del amor conyugal, de la amistad y la generosidad, es el amor gratuito. Por eso dice que «amar no es un delito», porque todos somos amados gratuitamente por Dios.

La música y la poesía de Felipe Pinglo nos recuerda que el Señor germina en nosotros la vocación de servir y acompañar al mundo en sus alegrías y tristezas. Todos tenemos algo que aportar, pero, primero, debemos estar dispuestos a escuchar la voz del Señor que nos ha elegido para anunciar el Evangelio, curar las heridas de la gente y reconocer lo bueno que tiene cada persona.

En un mundo que tiende a calcular y despreciar, debemos suscitar la maravilla de la vida y hacer las cosas que nos nace de lo más profundo.

En otro momento, el arzobispo Castillo manifestó su preocupación por la violencia exacerbada en la que viven nuestras sociedades, especialmente, en el país hermano de Estados Unidos, donde se registró un atentado contra la vida del ex presidente Donald Trump.

Antes de la bendición final, y como signo de amistad y de reencuentro con las bases de nuestra ciudad, se entonó en Catedral de Lima la canción de «El Plebeyo», uniéndonos espiritualmente a las palabras más hondas del vals de Felipe Pinglo.

La Eucaristía de este domingo XV del Tiempo Ordinario contó con la presencia de los Movimientos Encuentros de Promoción Juvenil (EPJ), en el marco de su 50 aniversario. También estuvieron presentes familiares de Felipe Pinglo y los jóvenes de la Confirmación de la Parroquia El Sagrario.

Familiares de Felipe Pinglo

En su comentario del Evangelio de hoy (Marcos 6, 1-6), el arzobispo de Lima destacó la grandeza del Señor para acompañar a la humanidad y promover, pedagógicamente, una educación basada en la reflexión y el compartir experiencias. Por eso, como Iglesia tenemos la misión de no despreciar la sabiduría del pueblo sencillo y escuchar en su clamor al Dios que nos ama y se esconde en la historia.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Pese a ser despreciado por sus orígenes humildes, Jesús ha querido revelarnos que Dios tiene una opción preferencial por los pobres y marginados, a quienes debemos aprender a escuchar. Estas fueron las palabras de Monseñor Carlos Castillo en su homilía de esta mañana en Catedral de Lima: «Muchas veces, se desprecia lo interesante de las personas, sobre todo, si son sencillas y humildes. Lo mismo ocurrió con Jesús, que fue despreciado en la sinagoga por ser el hijo del τέκτων (tecton = carpintero, técnico), es decir, era visto como alguien de bajo nivel. Los prejuicios no permitían que comprendan la novedad que les trajo el Señor», explicó.

Este es un problema que no vamos a superar mientras se siga descartando la voz de los que viven en el margen. El obispo de Lima indicó que necesitamos aprender de la sabiduría y la experiencia de la gente sencilla para encontrar soluciones justas y aterrizadas. Iniciativas como el vaso de leche y las ollas comunes muestran cómo la sabiduría popular puede resolver problemas significativos.

Nuestro pueblo tiene una sabiduría que es casi divina porque se organiza para solucionar realmente los problemas. Ojalá todos tuviéramos esa capacidad de escuchar y no contagiar el desprecio.

En otro momento, Monseñor Carlos sostuvo que la Iglesia también tiene un rol importante en los procesos de diálogo y escucha que debe haber con las comunidades. Sin embargo, a veces nos preocupamos más en enseñar la doctrina que en practicar el método pedagógico de Jesús, que enseñaba con ejemplos, acercándose a la gente y alentándola: «Nos han hecho creer que no tenemos nada que aportar y solamente hay que amoldarnos a lo que se nos manda. En vez de conversar, en vez de suscitar la iniciativa del pensamiento crítico, solamente hemos formado catecismalmente», advirtió.

La vida es compleja y se requiere algo más que una educación bancaria. Necesitamos desarrollar libremente el pensamiento, la opinión, ponernos de acuerdo y avanzar juntos.

El arzobispo de Lima reiteró su invocación a valorar las distintas iniciativas que se vienen preparando para tratar de resolver los problemas con amistad, con perspicacia y mirando hacia el futuro. Y acotó: «El Papa ha dicho que la Iglesia es constitutivamente sinodal y todos tenemos que aprender a participar».

En el marco de las celebraciones por el Día del Maestro, el Primado del Perú hizo un llamado a recordar a nuestros maestros no por su rigidez, sino por su capacidad de enseñarnos a comprender, reflexionar y amar. Y siguiendo el ejemplo de Jesús, el Gran Maestro, acompañemos a las nuevas generaciones que son la esperanza del país. «Dios nos bendiga a todos en esta misión de enseñar y aprender con amor y sabiduría», recalcó el Prelado.

La Eucaristía de este domingo XIV del Tiempo Ordinario contó con la participación de la comunidad Uniendo generaciones y las OSB. El acompañamiento musical estuvo a cargo del Coro Juvenil Arquidiocesano de Lima.

En el domingo XIII del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a dejarnos interpelar por la «fuerza amorosa y renovadora del Señor» que sana nuestras heridas más profundas, alienta a desarrollar nuestra vida y nos levanta para responder a los situaciones complejas con madurez, prudencia y sabiduría.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

Al inicio de su Homilía, el Arzobispo de Lima afirmó que, como señala el libro de la Sabiduría, «Dios no creó la muerte», sino que nuestros errores humanos y el deseo de poseerlo todo nos conducen a la auto-condena. A pesar de nuestros pecados, el amor gratuito del Señor nos permite redimirnos de esos males y liberarnos de la muerte.

El Prelado también explicó que la muerte no solo se manifiesta físicamente, sino en formas de depresión, maltratos y desprecios. «A veces, nos apresuramos y no somos capaces de reconocer que la vida requiere ser vivida con paciencia, ponderación, con orden y reflexión», sostuvo.

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Marcos 5,21-43), es una oportunidad para comprender cómo el Señor está siempre atento a desarrollar vida en nosotros y nos llama a comunicarla a través del servicio y el sentido de responsabilidad. Esto fue lo que sucedió con la mujer enferma que tocó el manto y la hija de Jairo.

La fuerza amorosa del Señor sana nuestras heridas y nos renueva

En el primer caso, la mujer que sufría de flujo de sangre creía fervientemente que podía curarse con tan solo tocar el manto del Señor. Al atreverse a hacerlo, Jesús reacciona y se voltea porque «ha sentido una fuerza inagotable que sale de Él, una fuerza renovadora de santidad y una fuerza amorosa que sana, que ayuda a la gente y la alienta».

“¿Quién me ha tocado?”, pregunta el Señor a la multitud, y ella decide acercarse humildemente a contar lo que ha pasado. Monseñor Carlos destacó aquí otro gesto importante de Jesús: «quiere escuchar nuestro clamor» y «nos comuniquemos con Él dejando que salga todo lo que cargamos, nuestros dolores y sufrimientos». El arzobispo dijo que la Iglesia también está llamada a escuchar permanentemente el clamor de la gente, a dejarse «tocar» e interpelar por sus cuestionamientos y necesidades.

Al manifestar lo que le había ocurrido, la mujer no solo se había restablecido del flujo de sangre que padecía, también había «restablecido su capacidad de ser persona», porque ha hablado en público en una época de censura hacia la mujer. «La mujer tiene un lugar digno en la historia que no podemos acallar. Tenemos que superar el machismo y la violencia que existen en nuestra sociedad y silencian la vida de tantas mujeres en nuestro país y en el mundo», exhortó.

Resucitar es también levantar a la persona y alentarla

En el segundo caso está la hija de Jairo que, a sus doce años, había «muerto». Sin embargo, cuando el Señor llega a verla expresa lo siguiente: “Está dormida, no está muerta”. ¿Por qué Jesús dice estas palabras? El arzobispo Castillo indicó que, en la cultura hebrea, los doces años era una edad marcada por la responsabilidad y el compromiso matrimonial.

«Es probable que a la muchacha le vino una de esas depresiones terribles porque fue emparejada con alguien que no quería y, entonces, se «echó a morir». Pero el Señor quiere que todos maduremos, inclusive, siendo pequeños, y sigamos nuestros procesos de vida. Jesús no solamente quiere nuestra resurrección después de la muerte, también quiere que resucitemos ahora, levantándonos de nuestros problemas, alentando y creciendo», reflexionó el Prelado.

“Muchacha, a ti te digo, ¡levántate!”, es la respuesta del Señor. Y detrás de estas palabras hay un llamado a suscitar la inteligencia para responder a los desafíos de la vida sin apresuramientos ni engreimientos, sino aprendiendo a escucharnos entre todos y buscar una solución juntos a las dificultades.

Antes de la bendición final, nuestra Vicaría de la Juventud compartió el logotipo elegido para la nueva edición de la Jornada Arquidiocesana de la Juventud 2024, próxima a celebrarse el 10 y 11 de agosto. Para este año, el lema elegido será: «Joven de esperanza, unidos en acción y alegres en la misión».

La Eucaristía de este domingo contó con la asistencia de la Congregación Hermanas del Amor de Dios; la Hermandad de Oración a «Jesús Nazareno» de Ayacucho Residentes en Lima; y los jóvenes de la Parroquia San Francisco de Asís de la Tablada de Lurín.

Participaron como concelebrantes el Padre Rodolfo Silva, vicario de la Vicaría de la Juventud; y el Padre Juan Anderson.

La Solemnidad de San Pedro y San Pablo congregó en la Basílica Catedral de Lima al episcopado peruano, autoridades civiles, políticas y académicas; todos reunidos para orar por el Santo Padre, el Papa Francisco, en una Eucaristía oficiada por el Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri.

Por su parte, el arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, recordó que la Iglesia tiene la misión de «abrir las puertas» para ver el rostro de la sinodalidad y anunciar la gratuidad del Reino de Dios, de lo contrario, «convertimos la Iglesia en un negocio de puertas cerradas».

En la homilía de hoy, Monseñor Gualtieri sostuvo que, al igual que Pablo y Pedro, todos estamos llamados a reconocer al Señor en nuestras vidas y en la historia de nuestro pueblo:

«A veces, pensamos que la Iglesia es nuestra, y actuamos como si Jesús fuera un extraño y nosotros somos los amos. La Iglesia es del Señor, no nuestra, y la piedra presente es Francisco, a quien le expresamos toda nuestra gratitud afectuosa por la belleza que está tratando de dar a la Iglesia, purificándola y ayudándola a parecerse más a su Señor y hacer que todos digamos con nuestra vida: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo, mi Señor«, resaltó el Nuncio.

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Monseñor Gualtieri señaló que los testimonios de vida de los santos apóstoles son la inspiración que nuestra Iglesia necesita para continuar su camino de conversión personal, social y espiritual. Puntualmente, la pregunta que le hace el Señor a sus discípulos en la Liturgia de hoy (Mt 16, 13-19), : «¿Quién dicen que soy yo?», es también una pregunta que debemos hacernos todos, pues de la respuesta que realicemos depende nuestra relación con el Señor y con la Iglesia.

La vida de San Pablo y San Pedro es toda una invitación a que cada uno de nosotros haga de Jesucristo el Señor de su vida.

Arzobispo de Lima: Abrir nuevos caminos para ver el rostro de la sinodalidad

En una breve intervención, Monseñor Carlos Castillo explicó que la Fiesta de San Pedro y San Pablo es una oportunidad para agradecer la presencia histórica del Santo Padre y renovar nuestra fidelidad a la Iglesia.

«A través de Pedro, Dios abre las puertas de la historia y los desafíos de anunciar la fe a todos los pueblos. Son puertas que están llamadas a abrirse en todos los corazones y en todas las situaciones difíciles», reflexionó el Prelado.

El arzobispo de Lima manifestó que todos estamos llamados a abrir la Iglesia hacia nuevos caminos y no retroceder en su misión de evangelizar. En cambio, el encerrarse en el pasado o anquilosarse a la tradición sin mirar hacia adelante, nos impide ver el rostro de la Sinodalidad de la Iglesia y atender los desafíos de la historia.

Estamos para compartir un Reino de Dios gratuito, generoso y barato. Y todos tenemos que seguir este camino de gratuidad, de lo contrario, convertimos la Iglesia en un negocio de puertas cerradas que generan indisposición y maltrato. La Gracia, o es gratuita, o es una desgracia.

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Finalmente, dirigiéndose a nuestro Nuncio Apostólico, el arzobispo Castillo añadió: «Te decimos con todo el corazón que, por representar al Santo Padre, nos estás llenando de vida y de esperanza desde el momento en que hiciste tu primer discurso. Que todos defendamos el bien común y el derecho humano elemental», indicó.

La Solemnidad de San Pedro y San Pablo en Catedral de Lima contó con la presencia de Su Eminencia Reverendísina, Cardenal Pedro Barreto; el Excelentísimo Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, presidente de la CEP Arzobispo de Trujillo; obispos de las diócesis hermanas, nuestros obispos auxiliares de Lima y miembros del cabildo catedralicio.

También acudieron ministros de Estado, autoridades civiles, militares y académicas, embajadores y miembros del cuerpo diplomático.

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