Tag

cabecera

Browsing

En el IV domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, Monseñor Carlos Castillo recordó que todos estamos llamados a ser pastores enamorados de nuestra vocación. Para ello, el Señor nos invita a descubrir nuestra misión en la historia, desarrollando nuestras capacidades y la vocación que nos ha dado.

En su alocución al Evangelio de hoy (Jn 10, 11-18), Monseñor Castillo afirmó que hemos sido creados por el Padre para estar acompañados de Él y cumplir nuestra misión en la vida. Por eso, en el día que la Iglesia universal celebra la 61 Jornada Mundial de las Vocaciones, la figura del Buen Pastor nos ayuda a comprender que «Dios no abandona a sus ovejas y Él da la vida por ellas». Ése es el camino al que todos estamos invitados, siguiendo esa «intuición de una inspiración del Espíritu Santo» que nos llama a asumir nuestra historia y misión.

Jesús, el Buen Pastor, asume en su historia, su misión. Y se da cuenta de que es el Hijo de Dios y, por lo tanto, practica el ser hermano de todos nosotros.

El arzobispo de Lima indicó que la oración por las vocaciones no solo es para pedir por los sacerdotes, sino por todas las vocaciones en el mundo, para que podamos desarrollar nuestras capacidades y descubrir la vocación que nos ha dado Dios en el misterio de nuestra vida personal.

Sin embargo, a veces, corremos el riesgo de confundir vocación con el ejercicio de una profesión. «Tenemos a muchos profesionales en el Perú que tienen su título en Azángaro, fotocopia de una falsedad» – advirtió. «Quien verdaderamente es creyente, sobre todo, en un país cristiano como el nuestro, no puede hacer “finta”. Tiene que reconocer sus valores, sus límites, sus esperanzas, sus posibilidades, y hacer como lo que hizo Jesús: aprender a ser Pastor de una misión universal para toda la humanidad», reflexionó el Prelado.

Todos tenemos vocación de pastores

Monseñor Castillo señaló que el día del Buen Pastor y las vocaciones en el mundo es también una invitación que se extiende a todos los seres humanos, porque «todos tenemos vocación de pastores»:

«No podemos decir que solamente los sacerdotes son los que deben ser buenos pastores, sino también los ingenieros, los abogados, los comerciantes, los gobernantes… todos tenemos que ser pastores porque somos cristianos. Y eso implica la dedicación profunda, pensar las 24 horas del día en aquellas personas que tengo a mi cargo», sostuvo.

Es la misión la que hace a la Iglesia, y es la misión la que hace al pastor. Cuando las cosas se hacen por vocación, se hacen por amor.

El Buen Pastor, prosiguió el Primado del Perú, conoce a sus ovejas, «se compromete con su gente, con nosotros y nos dice con suma libertad: A mí mi vida nadie me la quita, yo la doy libremente, yo la entrego libremente

Estas palabras del Señor implican un compromiso de entrega generosa y gratuita de la vida, asumiendo su misión. Este fue también el camino de tantos mártires de la Pandemia, como nuestros médicos y enfermeras que, pudiendo haber huido para no contagiarse del Covid-19, primó en ellos la misión de servicio por los demás y entregaron sus vidas para salvar las nuestras.

A imagen de Toribio de Mogrovejo, obispo Pastor

En esta semana, nuestra Iglesia peruana celebrará la Fiesta de Santo Toribio, patrón de nuestra Arquidiócesis, cuyas reliquias se vienen exponiendo en Catedral de Lima a todo el público.

Monseñor Carlos explicó que Toribio fue un obispo pastor que ha «marcado el carisma específico de nuestra Iglesia de Lima», siempre pensando en sus ovejas, aprendiendo el quechua para anunciar el Evangelio a los pueblos, caminando a pie por ciudades enteras y acompañando a la gente.

A inspiración de Santo Toribio, todos estamos tratando de rehacernos porque tenemos que ser una Iglesia más disponible y más acompañante de toda la gente, como lo hizo el Señor, que es nuestro Pastor.

La Santa Misa de este domingo IV de Pascua contó con la participación del Colegio de Biólogos del Perú, la Congregación de Hermanos Maristas del Perú y el Coro de la Parroquia San Norberto. La Eucaristía fue concelebrada por Monseñor Javier Salinas, obispo auxiliar emérito de Valencia.

Llegado el III domingo de Pascua, el arzobispo de Lima pidió superar los «fantasmas» y las «alucinaciones» que nos convierten en «cristianos volátiles que viven ‘en las nubes’ y de espaldas a la realidad».

Junto a los jóvenes de la Vicaría de la Juventud y en el Día del Catequista, el Primado del Perú hizo un llamado a que seamos evangelizadores y testigos del Señor, asumiendo un cristianismo con sentido crítico y mirada profunda de las situaciones que nos interpelan.

Leer transcripción de homilía

En su alusión al Evangelio de hoy (Lc 24, 35-48), Monseñor Castillo ha puesto especial énfasis en las dificultades de los discípulos para reconocer que el Señor había resucitado. Pese a haber compartido muchas experiencias con Jesús, ellos creen estar viendo un fantasma.

Esto también puede ocurrir con nosotros, explicó el obispo de Lima, cuando nos hacemos ideas distorsionadas de Dios y las adaptamos a nuestros intereses, lógicas y prejuicios. En el caso de los discípulos, las costumbres de seis siglos de gobierno sacerdotal les impedían ver más que una sola dirección. Estaban tan habituados a la ley que se les «coló» una pizca del pensamiento saduceo (los saduceos no creían en la Resurrección).

Este también es el «fantasma» al que todos nos enfrentamos cuando no logramos identificar al Señor en nuestra realidad. Y este problema se presenta, inclusive, dentro de la Iglesia: «Cuántas personas se quejan cuando decimos que el rostro del Señor está en los pobres: – ¡Cómo va a ser!, responden. – ¡Jesús es el Rey resucitado! Príncipe, el dominador de toda la tierra, ¡Cómo va a estar en la imagen del pobre!, se piensa». Cuando esto pasa, sostuvo Monseñor Castillo, hay un estancamiento, porque no se pude ver más allá de los ritos y la parsimonia.

En ese sentido, el Prelado ha recordado que la Misa es una fiesta que hay que celebrarla «ardientemente», como dice el Papa. Sin embargo, a veces, orientamos nuestra mirada a los adornos y «fingimos vivir la vida cristiana», evadiendo los problemas graves que requieren atención y respuesta.

Un cristianismo «aterrizado», no en las nubes

Para ser testigos del Señor Resucitado, por tanto, tenemos que vivir un cristianismo «aterrizado» que nos ayude a salir de los fantasmas y de aquella mentalidad que nos aleja del amor misericordioso de Dios, que se ha encarnado en nuestra humanidad para acompañarla y alentarla.

Un buen ejemplo de dar testimonio verdadero del Señor está en nuestras madres de las ollas comunes, capaces de auto-organizarse para evitar que el hambre se siga propagando en la ciudad. También está el caso de los sacerdotes y obispos de la selva, que viven su fe con sencillez para adaptar las celebraciones litúrgicas a la realidad de sus pueblos, desplazándose en canoas y, en algunos casos, hablando en las lenguas de los pueblos originarios.

Necesitamos ir al fondo de las cosas, tomar lo esencial de la fe, lo fundamental. No podemos ser cristianos volátiles que viven «en las nubes». El Señor nos hace cristianos «aterrizados» para actuar en la realidad.

No evadir nuestro cristianismo y afrontar los problemas

En otro momento, el arzobispo de Lima recordó que los cristianos no podemos desentendernos de las situaciones más urgentes, sobre todo, las que requieren justicia. Esto lo sabe muy bien el Papa Francisco, quien ha enviado un sentido mensaje de solidaridad a las comunidades campesinas de Catacaos, en Piura, afectadas por la expropiación sistemática de sus tierras.

Dice el Santo Padre:

A los miembros de las comunidades campesinas de Piura. Yo sé lo que les pasa a ustedes. Defiendan la tierra, no se la dejen robar. Gracias por lo que hacen. Yo desde aquí rezo por ustedes y les estoy cercano.

Con gusto les doy mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Coraje y adelante!

Las palabras del Papa, manifestó el Monseñor Castillo, nos enseñan cómo ser testigos del Señor, actuando como lo hizo Jesús para «bajar de todas las alucinaciones de poder que nos hacemos de la fe y son un insulto a la cristiandad».

La Eucaristía de este domingo en Catedral de Lima contó con la participación de los representantes, coordinadores y agentes pastorales de la Vicaría de la Juventud, quienes se congregaron en asamblea para elegir el lema de la Jornada Arquidiocesana de la Juventud 2024. También se hizo presente Monseñor Javier Salinas, obispo auxiliar emérito de Valencia; y el Padre Rodolfo Silva, recientemente nombrado vicario de la juventud de Lima.

El arzobispo de Lima ha recordado la advocación del Señor de la Divina Misericordia que se celebra en el II domingo de Pascua para explicar que el punto central de nuestra fe «es siempre la misericordia de Dios con nosotros», revelado a través de Jesús en la Cruz, que se anonadó por amor para regenerarnos a una vida nueva.

Leer transcripción de homilía – II domingo de Pascua

Monseñor Castillo aseguró que la vida durable y plena que nos invita a vivir el Señor se concreta en este mundo cuando hacemos un mundo más justo y nos preocupamos por el Otro: «A veces, se piensa que la vida eterna es la del “más allá”. Hay vida eterna cuando amamos como Jesús nos amó; hay vida eterna cuando somos justos», aseveró.

Jesús en la Cruz perdona, es decir, tiene misericordia. Y lo primero que hace cuando se presenta a sus discípulos es decirles: “Paz a ustedes”. No es una paz irénica ni abstracta, es una paz fundamentada en el amor misericordioso.

Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, el Prelado sostuvo que la vida no se puede reducir a una «carrera frenética por gozar y poseer muchas cosas, acumular dinero y sentir emociones fuertes y nuevas». No es así como se tiene la vida porque, “siguiendo los caminos del placer y del poder, no se encuentra la felicidad. De hecho, quedan sin respuesta muchos aspectos de la existencia, como por ejemplo, el amor, las experiencias inevitables de dolor, las limitaciones y la muerte”. (Palabras del Papa en el Regina Cieli, 7 abril 2024).

El obispo de Lima afirmó que nuestro Dios es fecundo porque nos genera y regenera con su testimonio. Es el Dios que «se anonada para crearnos y para darnos a su Hijo, que se sacrifica por amor en la Cruz».

La única religión en donde Dios baja y se sacrifica por nosotros es la religión cristiana. Estamos llamados a seguir a Dios en ese camino, amando y compartiendo lo que somos, dejándonos llevar por el amor dado gratuitamente.

Monseñor Castillo indicó que el Dios que se anonadó y despedazó por nosotros quiere que «repensemos el modo en que vivimos» para que en nuestras iglesias y comunidades «alentemos esa capacidad de amar que hoy es urgente en el país». El Primado del Perú dijo que la indiferencia y frivolidad no son actitudes cristianas: «No importa cuántas jaculatorias, rezos y flagelaciones nos hagamos, si no nos preocupamos por el Otro, no agradamos al verdadero Dios que es amor», precisó.

El testimonio de la Comunidad de San’t Egidio

En otro momento, el arzobispo de Lima saludó al movimiento de San’t Egidio en el marco de su 56 aniversario de fundación: «la comunidad fundada por Andrea Ricardi ha contribuido a mejorar el mundo desde el servicio a los más necesitados, así como sus constantes gestos en favor de la Paz».

Es precisamente el servicio desinteresado y gratuito «el punto de partida en el Evangelio que nos invita a renovarnos». Y junto a San’t Egidio está presente toda la comunidad consistente de la Parroquia San Lázaro, con sus más de 460 años dedicados a acompañar a los más pobres de nuestra historia, a los leprosos y los indios.

La Santa Misa de este II domingo de Pascua contó con la presencia del obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas. También estuvo presente el Padre Frederic Comalat y el Padre Emerson Velaysosa.

Al llegar el Domingo de Resurrección, Monseñor Carlos Castillo manifestó que la Resurrección del Señor «nos reengendra y regenera hacia una vida nueva» en la que todos estamos llamados a «compartir y ayudarnos solidariamente para superar todas las injusticias, los males y las frivolidades que todavía nos acechan».

Leee transcripción de homilía

En su alusión al Evangelio de hoy (Juan 20, 1-9), el arzobispo de Lima explicó que el paso del Señor por la historia de la humanidad ha supuesto una entrega de amor gratuito y sin medida, a tal punto que tuvo que «atravesar la tremenda hondura de la muerte». Este es un misterio que la Iglesia demoró en comprender y que se ejemplifica claramente en la actitud de María Magdalena y los discípulos que encuentran el sepulcro vacío.

Esta sorpresa nos deja una importante lección: cada vez que nos disponemos a ver la realidad cara a cara, más aún, en momentos oscuros, se produce el atisbo de algo interesante que puede ocurrir y nos ayuda a pensar, a profundizar nuestra fe:

«Si hay algo importante de la Resurrección es que nos moviliza, nos hace cristianos dinámicos y nos hace buscar al Señor, explicarnos las cosas, pensar y comprender poco a poco hasta encontrar una convicción de vida que nos permita seguir pese a todas las dificultades», reflexionó el Prelado.

Dios mismo quitó la piedra – ha dicho hoy el Santo Padre – para que todos pudiéramos acceder a la vida que viene como consecuencia de que se es amado y se ama.

Frente a la novedad de la Resurrección, Monseñor Castillo propuso una lectura sobre los modos de ver que tuvo María Magdalena, Simón Pedro y Juan:

Una primera mirada sincera, pero limitada

En primer lugar, María Magdalena echa a correr y va a contar a los discípulos que “se han llevado del sepulcro a nuestro Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Este modo de ver «es un intento sincero de buscar al Señor porque se moviliza y nos recuerda que la Iglesia debe estar en movimiento. Sin embargo, no deja de ser una mirada limitada».

El obispo de Lima aseguró que esta actitud de mirar superficialmente se presenta cuando no queremos ver más allá de lo que somos o nos creemos: «Vivimos de lo que pensamos, de nosotros, no de lo que somos. Y para vivir realmente de lo que debemos ser, primero, es necesario ver en qué situación estamos», acotó.

Solamente cuando vemos cara a cara la realidad, algo se puede suscitar de esperanza. Y si hay algo que caracteriza a la fe cristiana es el realismo, no la loca ilusión, no la imaginación vana, no el creerse nada, sino el partir humildemente de la realidad.

Observar con detalle, pero sin mayor profundidad

El segundo modo de ver es representado en la actitud de Pedro: entra al Sepulcro, observa con detalle todo lo ocurrido, se fija en las vendas, en el sudario y queda enigmatizado. «Es una segunda manera de ver, pero es una manera que el Señor suscita en Pedro para hacernos ver a todos que podemos ver distintas cosas y estar de distintas maneras, pero siempre hay un núcleo central que es el que vamos a encontrar».

Mirar con hondura y creer en el Señor.

Finalmente, está Juan, el discípulo amado, que vio y creyó. Juan ve lo signos y cree con hondura. «Hoy día, estamos invitados a ver nuestra realidad y a creer, porque hay signos diseminados en toda nuestra vida y nuestra historia que son como las vendas y como el sudario, y que en el sepulcro de nuestra historia están comenzando a ser signos de esperanza y de resurrección», ha recalcado el arzobispo.

Y entre estos signos de esperanza está el caso de las ollas comunes, que ha sido una luz de esperanza en medio de la tragedia de la Pandemia, y que ahora vuelve a clamar nuestra acción y solidaridad para impedir que el hambre continúe azotando a nuestra ciudad, especialmente, en los cerros de Lima, donde se han formado nuevas poblaciones.

Hoy, todos estamos en el punto de partida de nuestra “Galilea peruana”. Y esa Galilea nos exige, con el mismo amor con el que el Señor nos amó, continuar su camino y adentrarnos en lo más profundo de los males y ayudarnos, perdonarnos y curarnos de nuestras heridas.

La Misa de Resurrección, celebrada en Catedral de Lima, contó con la asistencia del obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas. También se hicieron presentes las sagradas imágenes de Nuestra Señora de la Alegría y Cristo Resucitado, llevadas en procesión por la Hermandad de la Santísima Virgen del Carmen.

Cientos de fieles se congregaron en los exteriores de la Catedral de Lima para participar comunitariamente de la Misa de Domingo de Ramos, presidida por nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo. Junto a sus obispos auxiliares, el Prelado hizo un llamado a «volver a las raíces de la fe cristiana» y dejarnos inspirar por el Señor, que pasa por nuestras vidas, nos interpela, nos llama, nos acompaña y resucita para recrear nuestro país.

«Que esta Semana Santa sea motivo para que todos nos adentremos hondamente y nos identifiquemos con el anonadamiento de Jesús, que permite siempre dar oportunidad al Otro sin apabullarlo ni destruirlo», comentó en la homilía.

Leer transcripción de homilía

Monseñor Castillo explicó que el Domingo de Ramos marca el inicio del «camino definitivo de Jesús», que siempre caminó en el corazón de su pueblo «para servirlo y no para servirse de él». Y su entrada triunfal a Jerusalén no es sinónimo de poder, sino un signo de esperanza para la humanidad que nos recuerda que debemos ser «servidores gratuitos y sencillos».

La Semana Santa, sostuvo, es «para tomarnos en serio» y «entrar a lo profundo» en el misterio de la muerte y Resurrección de Jesús, que es el «fundamento de toda esperanza en medio de los males, las hambrunas, las crisis, las guerras y las ambiciones que tenemos los humanos».

El arzobispo de Lima exhortó a vivir estos días de reflexión con un sentido de gratitud y conversión, dejando de lado ese «criterio un poco frívolo» de repetir las cosas por costumbre, sin seguir hondamente el camino de Jesús y dejarnos tocar por Él. «Si una fe no es capaz de transformar nuestra comunidad cristiana es porque esa fe tiene algo de estéril y superficial, algo de frívola», reiteró.

Estamos llenos de problemas espirituales que repercuten en la sociedad. Ahora que hemos venido para caminar con el Señor, tomemos en serio las consecuencias de ser cristianos y hagamos lo posible por dejar que el Espíritu del Señor invada todos los aspectos de nuestra vida.

El Primado del Perú ha resaltado la importancia de dejarnos convertir por el Señor en «hombres y mujeres nuevos que aprendan a amar a manos llenas», respetando el bien común con que se erigió la constitución primera del país. «Recordemos que todo nuestro país es una Nación que está al servicio de toda la Patria, y nadie puede ser dueño de ella, ni usarla para la vileza de la corrupción y los intereses propios, sino que todos participamos en común para ayudarnos», precisó.

Pensar en el bien de todos y no en el de unos pocos, supone «aprender a renunciar a nuestros intereses» para «ver cara a cara los problemas», sin esconderlos, sino tratándolos para conseguir un consenso general de paz y amistad.

Volver a nuestra hermandad original

En otro momento, Monseñor Castillo hizo eco de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de esta mañana, con su llamado a «volver a nuestra hermandad original» y pidiendo el cese de la violencia en la martiriada Ucrania, el fin de la guerra entre Israel y Gaza, y condenando los atentados terroristas en Rusia.

El buen cristiano sabe que hay que insistir en la Paz, en volver a nuestra hermandad original para no cometer el pecado original de «comernos» la reflexión y actuar por instinto, sin pensar.

A ejemplo de Toribio de Mogrovejo

Monseñor Castillo ha querido recordar, en este Domingo de Ramos, el testimonio de vida de Toribio de Mogrovejo, santo peruano y segundo arzobispo de Lima de la historia del Perú, que hace 418 años murió en Zaña, en la casa de un indio. «Su muerte es un signo de Cristo en nuestra historia que marcó definitivamente la vida de la Iglesia. Toribio de Mogrovejo se peruanizó con nosotros y, por eso, es el patrón de todos los obispos de América», expresó.

En memoria de Monseñor Romero

El arzobispo de Lima también ha tenido presente en sus oraciones a Monseñor Óscar Romero, que «derramó su sangre, como Jesús,» y fue «asesinado en el Altar» por hablar con claridad y buscar la reconciliación del país, elevando su voz para decir que, ante una orden de matar, primero, debe primar la ley de Dios antes que la ley de los hombres.

Todos unidos, levantando nuestros ramos con alegría, caminemos hacia Jerusalén con Jesús para compartir el pan y la vida.

La Eucaristía de este Domingo de Ramos contó con la presencia de los obispos auxiliares de Lima: Monseñor Guillermo Elías, Monseñor Ricardo Rodríguez, Monseñor Juan José Salaverry, y Monseñor Guillermo Cornejo. También nos acompañó el Coro Arquidiocesano Juvenil de Lima.

A vísperas del Domingo de Ramos, la Basílica Catedral de Lima recibió la visita de las sagradas imágenes del Señor del Santuario de Santa Catalina y el Señor del Santuario de Santa Catalina.

En el V domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo afirmó que el Señor ha venido a este mundo para mostrarnos que la verdadera gloria está en el compartir con los demás, donando nuestra vida por amor, como lo hizo Jesús en la Cruz. «Pidamos a Dios que nos llene de fecundidad y generatividad, sobre todo, a quienes estamos al frente de la dirigencia nacional, para que recordemos que estamos para servir y no servirnos del pueblo», aseveró. (leer homilía)

Al frente de la imagen del Señor Crucificado del Rímac, el arzobispo de Lima anunció que, durante esta Semana Santa y todo el tiempo de Pascua, las parroquias de nuestra jurisdicción se convertirán en centros de acopio para recibir las donaciones de víveres y menestras que se compartirán con las madres de las ollas comunes.

Leer transcripción de homilía

Monseñor Castillo inició su homilía recordando la promesa de la nueva alianza que Dios comunica al profeta Jeremías (31, 31-34), alianza sellada por Jesús, que nos muestra el verdadero rostro de un Dios que nos acompaña y es generoso con la humanidad. Esta alianza no se basa en los holocaustos ni sacrificios, sino en el amor gratuito de un Padre capaz de perdonar nuestras culpas y errores.

Más de 20 siglos después, esta revelación de Dios con la humanidad todavía es difícil de comprender, sobre todo, cuando «nos hacemos imágenes de Dios» y corremos el riesgo de «endiosarnos» por tener un mínimo de poder. «A veces, nos formamos ideas de Dios que son a imagen y semejanza nuestra, pero que no son reflejo de la misericordia del Señor, dispuesto a dar su vida por amor», expresó el arzobispo.

Jesús, por tanto, acepta el camino de una condena injusta como consecuencia de ese anuncio de amor y perdón para liberarnos de «esta imagen terrorífica de un Dios vengativo que busca infundir el miedo y la destrucción del mundo». Dios quiere promovernos y ayudarnos a reconocer nuestros límites y pecados, y así comprender el misterio de que «solamente con el amor podemos ser plenamente humanos y felices».

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Jn 12, 20-33), nos presenta a Jesús anunciando que «ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado», en alusión al difícil camino que le espera. Pero, ¿cómo es posible que, en el sufrimiento de la Cruz, se produzca la gloria? El Señor ha venido para mostrarnos que la «gloria se manifiesta en toda acción de entrega desinteresada y sacrificio de amor». Eso nos ha sido revelado por el «Dios crucificado, el Mesías ‘derrotado’ que amó al mundo hasta el extremo y dio su vida».

Si seguimos el mismo camino del Señor, quizás, no veremos muchos éxitos ni glorias inmediatas, pero veremos la gloria verdadera, que es la gloria del amor pleno de la felicidad.

Al acercarse la Semana Santa, el obispo de Lima explicó que «la gloria verdadera está en el compartir y dar», ayunando de todo aquello que nos impide desarrollarnos como país, de nuestras indiferencias y egoísmos. «No hay mejor ayuno que el poder compartir nuestro pan y ayunar», precisó.

La gloria verdadera es la fecundidad y la generatividad. Estemos dispuestos a cambiar, reconociendo que el Señor nos invita a servir desde esa gloriosa Cruz.

En otro momento, el Monseñor Castillo sostuvo que nuestra historia peruana también está repleta de tantos sacrificios por amor, desde los mártires que dieron su vida por nuestra Patria, hasta las madres de las ollas comunes que se sacan el pan de la boca para llevarles el alimento a sus hijos. Por eso, el Prelado hizo un llamado a la organización de todas las parroquias de Lima para generar espacios que sean centros de acopio de alimentos y apoyar a las ollas comunes de los cerros de la ciudad.

El Primado del Perú ofreció la Eucaristía de este V domingo de Cuaresma por el pueblo hermano de Haití, para que pueda recuperarse y reconstituir sus instituciones.

La Santa Misa en la Catedral de Lima contó con la presencia de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac, representantes de grupos de artesanos peruanos, representantes de la ex Guardia Republicana y el Coro Juvenil Arquidiocesano.

En el IV domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo recordó que el Señor nos ama gratuitamente y quiere transformar nuestras vidas. «Intentemos mirar a Jesús, que se ha elevado para compartirse en Pan y vida. Él nos ama y nos transforma para salir a compartir el pan con los demás». (leer homilía completa)

Escuchando el clamor de nuestras madres de las ollas comunes, el arzobispo de Lima anunció que el camino restante de la Cuaresma y toda la Semana Santa estará dedicada a «compartir el pan y enfrentar la hambruna» que hay en las poblaciones marginales. El Prelado adelantó que todas las Parroquias de la Arquidiócesis se convertirán en centros de acopio para recibir donaciones de víveres y menestras.

Leer transcripción de homilía

En su meditación sobre el Evangelio de Juan (3, 14-21), que narra el diálogo entre Jesús y Nicodemo, Monseñor Castillo hizo énfasis en las palabras del Señor: “Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”.

Esta imagen – explicó el obispo de Lima – representa el camino de conversión que estamos viviendo en este tiempo de Cuaresma: contemplar al Señor en la Eucaristía, alimentarnos de Él, que es el Pan vivo bajado del cielo, y dejarnos transformar para salir a compartir el pan con los demás.

Para ello, es necesario el reconocimiento de nuestros límites y pecados, especialmente, cuando somos indiferentes ante el sufrimiento del Otro: «A veces, pensamos que tenemos la salvación asegurada porque vamos mucho a Misa. La vida cristiana no es individual, sino que se manifiesta en la historia de nuestros pueblos, en el corazón de sus problemas».

Buscar soluciones democráticas a los urgentes problemas que nos agobian

Haciendo eco al pronunciamiento de los Obispos del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana sobre la grave crisis política, el Prelado exhortó a que nuestras autoridades «dejen intereses particulares» y encuentren, a través del diálogo, una salida constitucional y democrática. «No se puede prescindir de un órgano constitucional tan importante como, en este caso, es la Junta Nacional de Justicia», refirió.

En nuestra condición de pastores y de ciudadanos, invocamos a nuestras autoridades a buscar soluciones eficaces a los urgentes problemas que agobian a nuestro pueblo: en su salud, en la educación, en las economías ilegales, en la destrucción de nuestra Amazonía, en la delincuencia, en el sicariato. Son problemas que nos tienen en permanente zozobra y afectan nuestra sociedad.

El Primado del Perú sostuvo que uno de los peores males que podemos vivir es incentivar el individualismo. Esta «tendencia a ver lo propio» y «no el interés de todo» se agrava más por la situación económica en que nos encontramos, donde el costo de vida crece y el hambre se multiplica.

«No es posible que, como Estado, se pretenda hacer un ‘metraje’ de la ayuda que se brinda a las ollas comunes por cada 500 m2. Tenemos cerros de cerros de nuevas poblaciones migrantes que necesitan ayuda y que se organizan para hacer su olla común. El Estado está llamado a solucionar y a responder al problema grande», manifestó.

La Iglesia, desde la fundación de la República, puso en la Constitución, a través de los sacerdotes que participaron en el primer congreso, que esta es una sociedad formada en una nación, formada por todos los pueblos y no pertenece a ninguna familia ni a ningún privilegiado. Todos nos debemos al bien común de la Patria.

Coro Arquidiocesano Juvenil de Lima

Hambre de Dios, sí; hambre de pan, no

En otro momento, Monseñor Carlos adelantó que, «escuchando el clamor de nuestras hermanas de las ollas comunes», la Iglesia de Lima dedicará toda la Semana Santa a responder el problema de la hambruna en las poblaciones más marginales. Para ello, se ha dispuesto que todas las Parroquias de nuestra Arquidiócesis se conviertan en centros de acopio y reciban las donaciones de víveres y menestras que nuestro pueblo comparta. Todo lo reunido será distribuido por Cáritas Lima a las zonas de mayor necesidad de nuestra ciudad.

Hemos puesto como lema de la próxima Semana Santa: “Compartiendo, como Jesús, el pan y la vida, saciemos el hambre de nuestro pueblo”.

Esta iniciativa de la sociedad civil y de la Iglesia es una invocación a «movilizarnos para solucionar el hambre del pan» y no quedarnos quietos. Como dijo el Papa San Juan Pablo II: “Hambre de Dios, sí; hambre del pan, no”. Y como Iglesia de Lima tenemos que «dar un testimonio evangelizador» con el servicio y la entrega de nuestras vidas.

Inspirado en la Liturgia de hoy, Monseñor Carlos Castillo hizo un fuerte llamado a la lucidez en la vida religiosa, evitando su entrampamiento en «modelos de negocios» y «sistemas de ganancias» que nos impiden continuar nuestra misión evangelizadora de servir a los más pobres y marginados.

Al comenzar su sexto año a cargo de la Arquidiócesis de Lima, Monseñor Castillo se mostró agradecido por «el camino que hemos ido avanzando en la reforma de nuestra Iglesia».

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Al comentar el Evangelio de hoy (Jn 2, 13-25), que narra la escena de la expulsión de los mercaderes del Templo, el arzobispo de Lima explicó que los sacerdotes de Israel «habían constituido todo un sistema de negocios para celebrar la Pascua», convirtiendo las verdaderas leyes de amor y adoración a Dios en un «sistema para sacar plata».

Ante ello, la dura reacción de Jesús de expulsar a los mercaderes es una crítica hacia el «entrampamiento de la religión en el negocio», problema que todavía sucede en todas las religiones, incluyendo la nuestra. Monseñor Carlos sostuvo que la única manera de afrontar esta realidad es desde el reconocimiento de nuestros límites y pecados, dejando que sea Dios quien se manifieste y no nuestros intereses personales.

Jesús pone un signo crítico de lo que está pasando para mostrar que a Dios no se le puede comprar con holocaustos, sacrificios ni flagelaciones. Él es nuestro Padre que nos ama, nos perdona y no nos abandona. Por eso, el Tiempo de Cuaresma es para vivificarnos, llenarnos de la vida del Señor.

Para evitar el desbarate de la sociedad a causa de la corrupción y la ambición por el poder, tenemos que «estar en permanente actitud de lucidez», continuando nuestro servicio de misión y evangelización en todos los pueblos, especialmente, en los más pobres; y continuando el «proceso de vivificación consolidadora de lo bueno que hemos ido haciendo».

El Primado del Perú recordó que el Santo Padre nos ha convocado a «hacer de las periferias el centro», misión que siempre estuvo presente en el corazón de Toribio de Mogrovejo, que se preocupó por los marginados, los indios y los pobres.

Fue así que el arzobispo de Lima anunció que se iniciará un gran peregrinaje pastoral por todas las parroquias de nuestra Arquidiócesis, de manera tal que se organicen asambleas sinodales parroquiales para escuchar en qué cosas se ha mejorado y qué falta por mejorar.

Cuando tenemos una Iglesia que no hace gestos de interrogación ni se deja interpelar, corremos el riesgo de convertir la Iglesia en «una cueva de bandidos» y en un mercado que deteriora la vida y la humanidad.

A pocos días de celebrar el Día Internacional de la Mujer, el Prelado manifestó su preocupación por el maltrato y la injusticia que sufren miles de mujeres en nuestro país a consecuencia de este «mundo machista que se ha creado en nuestro país y no logra superarse». Para respetarnos unos a otros, necesitamos también una religión «que respete la dignidad de las personas y acompañe el proceso de desarrollo personal, velando por el crecimiento humano y espiritual».

Estamos llamados a promover la Iglesia en todas partes, a hacerla viva y, simultáneamente, a sancionar con claridad a quien comete delitos.

Al término de la Eucaristía, Monseñor Castillo recibió el abrazo de la Iglesia de Lima al cumplirse cinco años de su ordenación episcopal. Entre las manifestaciones de afecto se hicieron presentes las madres de ollas comunes, jóvenes, comunidades parroquiales y movimientos.

La Santa Misa del III domingo de Cuaresma fue concelebrada por Monseñor Jordi Bertomeu, Oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, designado por el Santo Padre para continuar el proceso de investigación canónica sobre las presuntas irregularidades financieras atribuidas al instituto de vida consagrada “Pro Ecclesia Sancta”.

En el II domingo de Cuaresma, Monseñor Guillermo Elías recordó que el Señor nos llama a vivir una experiencia profunda y espiritual. La Liturgia de hoy es una oportunidad para «abrirnos al misterio de Jesús» y escuchar al Hijo amado del Padre. «Jesús es redentor, Él es revelador del Padre y ha venido para enseñarnos con autoridad, no con autoritarismo», comentó en su homilía.

Comentando el Evangelio de Marcos (9, 2-10) sobre el episodio de la Transfiguración de Jesús, Monseñor Elías señaló que la experiencia «real y singular» vivida por Pedro, Santiago y Juan, les permitirá comprender con profundidad quién es el Maestro. La aparición de Moisés y Elías, en tanto, representan los símbolos de la ley y los profetas, «realidades que sostenían la fe del pueblo judío».

La Transfiguración es «un acontecimiento de una profunda revelación», porque nos revela el «misterio de la identidad de Jesús». Y esta experiencia no solo ha transformado la vida de los discípulos, también es una invitación para que, en este tiempo de Cuaresma, nos dejemos «transformar en el camino a la Pascua».

Hoy, todos estamos invitados a escuchar al Hijo amado a partir del encuentro con Él. Para ello, necesitamos abrirnos al misterio de Jesús y reconocerlo a través del rostro del hermano que sufre y necesita de nuestro acompañamiento.

Escuchemos al Hijo amado del Padre. Jesús es el redentor, Él es revelador del Padre y ha venido para enseñarnos con autoridad, no con autoritarismo

En estos días de Cuaresma, Monseñor Guillermo Elías recordó que estamos llamados a profundizar en nuestra espiritualidad cristiana y católica, preguntándonos si realmente estamos dispuestos a recordar quién es Jesús, no solamente en los momentos difíciles, sino constantemente y en nuestra vida diaria.

Seamos, en este tiempo de Cuaresma, esperanza para tanta gente: en tu casa, en la ciudad, alrededor tuyo, en tu trabajo. 

«Que esta Palabra, en este camino a la Pascua, nos ilumine y nos haga mejores. Que el Señor se haga vida en tu vida», manifestó el obispo auxiliar de Lima.

La Santa Misa de este II domingo de Cuaresma contó con la asistencia de una delegación del Colegio Rice Memorial, proveniente de Vermont. La Eucaristía fue concelebrada por el Padre Timothy Naples.

Al llegar el I domingo de Cuaresma, Monseñor Juan José Salaverry reflexionó sobre las tentaciones que se presentan en el “camino del desierto de nuestras vidas”. No solo las prácticas penitenciales y cultuales son importantes en la Cuaresma sino sobre todo un corazón vuelto a Dios y la actitud de servicio al prójimo nos ayudan a encontrarnos verdaderamente con el Señor de la Vida.

Para vencer a las tentaciones, «necesitamos la fuerza de la fe y la oración, siguiendo con fidelidad y coherencia lo que nos pide el Señor. Solo así podemos «caminar con firmeza hacia la alianza eterna donde el Resucitado nos espera».

Monseñor Salaverry inició su alocución recordando que la Cuaresma es un tiempo de conversión y gracia en el que somos invitados a regenerar nuestra vida.

En alusión a la Primera Lectura del libro del Génesis (9, 8-15), el obispo auxiliar de Lima mencionó que, así como Dios estableció una alianza con Noé, también lo quiere hacer con nosotros, a través de “una alianza de amor que renueve nuestras vidas, en base a Noé, sus hijos y los que se guardaron en la barca, el Señor rehace la humanidad”. Para renovar esa alianza en la cuaresma debemos vivir la cuaresma como tiempo de gracia y conversión.

En su comentario del Evangelio de hoy (Marcos 1, 12-15), que da cuenta de las tentaciones de Jesús en el desierto, Monseñor Juan José Salaverry afirmó que las tentaciones se van manifestando a lo largo del camino nuestras vidas.

«Estamos en este caminar continuo donde necesitamos ir purificándonos y sincerando nuestras intenciones para llegar a un punto de mayor comunión con el Señor. En eso consiste el camino de la cuaresma», sostuvo.

El provocador de estas tentaciones, Satán, representa «todo aquello que nos aleje de Dios». A lo largo de la vida, podemos «encontrar muchas personas o sentimientos que nos provocan alejarnos de Dios y del prójimo. La labor de Satán (sustantivo común) es descentrarnos de nuestro cauce para que nos apartemos del camino de Dios», explicó nuestro obispo auxiliar de Lima.

Es posible vencer a las tentaciones que se presentan en nuestra vida con la fuerza de la fe y la oración, siguiendo con fidelidad lo que nos pide el Señor.

Monseñor Juan José recordó que, cuando el Evangelista Marcos señala que Jesús convivió con fieras y animales salvajes en el desierto, «las fieras que nos ponen en peligro y nos acechan son  el afán de poder y las pasiones que conducen al ser humano a caer en tentación». Por eso, exhortó a no dejarnos llevar por la ambición del poder y el placer, ya que solo nos llevan al egoísmo, la indiferencia y la crueldad.

En ese sentido, Monseñor Salaverry manifestó su indignación por los lamentables acontecimientos ocurridos en el enfrentamiento de dos grupos de barristas que dejó cuatro heridos de gravedad, entre ellos, dos menores de 11 y 12 años. «Deploramos los actos que han ocurrido ayer, tenemos que controlar esas pasiones porque, de lo contrario, nos dejamos llevar por las ‘fieras’ de la tentación», advirtió.

Como último aspecto, el obispo auxiliar de Lima destacó que, a pesar de convivir con las fieras y las tentaciones, a Jesús «los ángeles les servían en el desierto”. Esto nos llena de esperanza, porque significa que Dios siempre está presente y acompaña a su pueblo en medio de sus dolores. «En el desierto de la vida también encontramos ángeles enviados por Dios, que nos sostienen y acompañan. Nuestros padres, catequistas, líderes religiosos, amigos… toda persona de buena voluntad dispuesta a servir es un ángel en el desierto», comentó.

Coro Juvenil Arquidiocesano de Lima.

Seamos firmes ante la tentación y dejémonos atender por los ángeles de Dios. Nosotros también podemos ser un ángel para los demás con nuestro testimonio de servicio.

Finalmente, dirigiéndose a los participantes que culminaron la Escuela de Catequesis de la Arquidiócesis de Lima y a los jóvenes participantes del Taller de Formación para Líderes y Asesores juveniles, Monseñor Salaverry agregó:

«Ustedes son enviados ahora como ángeles para servir al Pueblo de Dios en medio del desierto, para acompañarlo y guiarlo con los conocimientos que han aprendido, pero con la experiencia de Dios con las que han fortalecido su fe. Lleven adelante el proyecto de Dios sirviendo a todas las personas de la Iglesia y la sociedad que necesitan enderezar el camino y convertir sus corazones a Dios».

La Santa Misa de este I domingo de Cuaresma contó con la participación de los agentes pastorales graduados de la Escuela Arquidiocesana de Catequesis 2024, promovida por la Comisión de Catequesis y Evangelización.

También estuvieron presentes todos los líderes y asesores juveniles de nuestra Arquidiócesis que participaron, durante seis semanas, en un taller de formación impulsado por la Vicaría de la Juventud de Lima. El acompañamiento musical estuvo a cargo del Coro Juvenil Arquidiocesano.

Central telefónica
(511)2037700