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En la Eucaristía de este V domingo del Tiempo Ordinario, celebrada en Catedral de Lima, Monseñor Juan José Salaverry, a partir del pasaje de la curación de la suegra de Pedro, recordó que todos tenemos la misión de acercarnos a los demás, sostener al hermano que sufre y, como lo hizo Jesús, devolver al hombre la dignidad y la vida:

«A veces, estamos cruzados de brazos y envueltos en la fiebre de la indiferencia, esperando ser servidos y atendidos, como esta mujer enferma. Pero, el Señor está ahí delante de la suegra de Pedro y delante de la humanidad enferma, ofreciéndonos su amor porque quiere contar con nosotros, con las autoridades de la Iglesia y las autoridades del país, con las instituciones de la sociedad, no para que seamos servidos, sino para que, con una humanidad sanada por la gracia, nos convirtamos en servidores.  Así acerquemos al verdadero proyecto del Evangelio, servir al prójimo y no servirnos de los demás», comentó en la homilía.

El Evangelio de hoy (Mc 1, 29-39) nos presenta a Jesús concluyendo la jornada de Cafarnaúm, con la curación de la suegra de Pedro, que delira porque hierve en fiebre; también la primera lectura nos muestra a Job deprimido, que se hunde en el hoyo del sufrimiento y no ve sino signos de muerte. En ambos personajes, por la fiebre o la depresión se les encuentra «desconectados de la realidad».

«La humanidad de hoy, también, en ocasiones, hierve en fiebre, como la suegra de Simón o se encuentra deprimida como Job. La humanidad de hoy sufre algunas enfermedades que la desconectan con la realidad: la fiebre del poder y la corrupción, la fiebre de la avaricia y la ira, el odio, la venganza y la codicia. Hay diversas situaciones que nos hunden en el sufrimiento y nos deprimimos porque no encontramos esperanza sino solo dolores que nos impiden ver cuál es nuestra realidad y qué lo que necesitamos es la presencia de Jesús que se acerca, toca nuestra realidad y nos levanta devolviéndonos la vida», reflexionó el Monseñor.

Hoy, que junto con la religiosidad de nuestro pueblo celebramos a la Candelaria, recordamos que la luz de Cristo se manifiesta como «una luz de esperanza en medio de la dificultad» y nos ayuda a salir de nuestras tristezas y frustraciones, porque que el Señor «nos ha creado para una vida digna, para estar de pie ante los demás y para servir al prójimo».

Los tres gestos de Jesús: se acerca, nos toma de la mano y nos levanta

Monseñor Juan José también resaltó tres acciones de Jesús en la curación de la suegra de Pedro: se acerca, la toma de la mano y la levanta. Estos gestos evidencian «la acción de Dios a lo largo de nuestra vida», porque Él quiere acercarse a cada uno de nosotros, sobre todo, «a los pueblos que sufren la injusticia».

Jesús se acerca para que sintamos el calor de Dios que nos calienta el corazón y nos reanima. Él nos da su mano para sostenernos y levantarnos, para devolvernos la vida y resucitarnos con su amor.

El obispo auxiliar de Lima hizo un llamado a que todos nos comprometamos en la misión de acercar la luz de Jesús a todos aquellos que lo necesitan: «No podemos quedarnos cruzados de manos, no podemos pecar de omisión frente a la necesidad de impartir justicia. Necesitamos acercar la luz de Jesús a los demás con nuestra propia vida y con nuestra fe», precisó.

La Virgen de la Candelaria enciende en devoción a nuestro pueblo

Al frente de la imagen de la Virgen de la Candelaria, Monseñor Salaverry se dirigió a los representantes de la Asociación Central Folklórica de Puno que llegaron a nuestra Catedral de Lima: «Nos unimos a la fe de nuestro pueblo que acompaña a la Virgen de la Candelaria. Ella enciende en devoción a nuestro pueblo sencillo, de manera especial, a los pueblos del Altiplano, en Puno», expresó.

El Señor es esa luz que nos calienta y vitaliza, es la luz de la esperanza, portada en manos de María, la Virgen de la Candelaria.

La Eucaristía de este V domingo del Tiempo Ordinario también contó con la presencia de la Hermandad del Señor de los Milagros de Salamanca, y la Archicofradía del Santísimo Sacramento de la Basílica Catedral de Lima y el Convento de Santo Domingo.

A la luz del Evangelio, Monseñor Rodríguez reflexionó sobre la importancia de ir al encuentro del Señor, escuchar con alegría su Palabra que nos libera y nos permite reconocerlo como Hijo de Dios. «Cuando Cristo habla, miramos el Evangelio, Cristo consuela, anima, levanta y sana», expresó.

En su comentario del Evangelio (Marcos 1,21-28) , el obispo auxiliar de Lima explicó que Jesús impartía enseñanzas con autoridad y coherencia porque «vivía lo que enseñaba y hacía lo que decía, anunciaba y denunciaba la Palabra en todo momento.

“La enseñanza de Jesús es a través de palabras que llegan al corazón de las personas de tal forma que nadie puede permanecer indiferente frente al mensaje de Cristo”, sostuvo Monseñor Rodríguez.

La Liturgia de hoy nos habla del espíritu inmundo de un hombre poseído que se presenta ante Jesús. Y es la Palabra del Señor la que libera a este hombre atormentado y perturbado. De igual manera, afirmó nuestro obispo auxiliar, «la Palabra de Cristo nos libera y nos permite reconocer a Jesús como Hijo de Dios. Cuando Cristo habla, miramos el Evangelio, Cristo consuela, anima, Cristo levanta, Cristo sana».

Cristo se nos ofrece y tenemos que salir a ese encuentro, tenemos que aceptar, acoger esta libertad que Él nos ofrece, una vida diferente.

Monseñor Ricardo reiteró que todos estamos llamados a ir al encuentro de Jesús, que es «la lámpara que ilumina nuestros pasos, especialmente, en los momentos de tinieblas. Él quiere habitar en nuestras vidas para guiarnos y levantarnos de todo mal o situación que nos aqueja para dignificarnos y hacernos vivir en verdadera libertad».

En otro momento, el obispo recordó que Dios nos invita a escucharlo a través de espacios de silencio y reflexión que nos ayuden a profundizar las cosas: «En un mundo bullicioso hay que manejar los silencios para escuchar a Dios, porque hay personas que no quieren el silencio, porque lo que escuchan no les agrada, se incomodan y no quieren que tú encuentres el silencio del discipulado, porque si tú escuchas a Dios, tu vida cambia”.

«Dejémonos llevar por la Palabra del Señor, seamos anunciadores de la alegría del Evangelio y testigos que anticipan el Reino de Dios en este mundo», es el mensaje que nos deja Monseñor Carlos Castillo en su reflexión del III domingo del Tiempo Ordinario, Domingo de la Palabra.

A seis años de la visita del Papa Francisco, el Primado del Perú recordó que todos tenemos la misión de asumir y ser testigos de la Palabra, y para eso necesitamos conocer a Jesús, leerlo a diario «aunque sea un pedacito», y nutrirnos de los Evangelios.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El Evangelio de hoy (Marcos 1,14-20) nos recuerda el mensaje de Jesús: «El Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio». A través de estas palabras, explicó el Monseñor Castillo, el Señor nos invita a ser misericordiosos como Él para anticipar su Reino en esta tierra:

«El Reino está aquí presente potencialmente y hay que suscitarlo. Y si está cerca hay que saber anunciarlo, compartir la alegría de que está presente y empezar a crear formas de expresar ese Reino en solidaridad, amistad, cariño, en buen trato, sin despreciar a nadie, sin machismo, e ir cultural, social y políticamente cambiando», sostuvo.

En el día que celebramos el Domingo de la Palabra, el arzobispo de Lima señaló que Jesús es la Palabra hecha carne que se nos comunica y nos permite entender que el Señor se coloca en nuestra situación: «Todos fuimos creados por su Palabra, y todos también, en cierto modo, somos Palabra. Por eso, la comunicación es fundamental en nuestras vidas y, sobre todo, la comunicación profunda, la comunicación alegre, la comunicación honda capaz de introducir en nuestras vidas el sentido de las cosas y de realizar todo lo que hacemos con palabras que tengan sentido», recalcó.

Cuando solamente usamos las palabras para el cálculo y las ambiciones, empezamos a superficializar las relaciones y terminamos diciendo «palabras que nos salen del hígado» y que de ninguna manera anticipan el Reino de Dios. «El ser humano tiene que hacer el esfuerzo de escuchar al espíritu que hay en él para aprender a anunciar la Palabra con el testimonio mismo de vida», subrayó el Prelado.

A seis años de la visita del Papa Francisco

Nuestro arzobispo Carlos ha querido recordar el paso y las palabras de Francisco en su visita a nuestro país, hace seis años. «Convendría que, en este recuerdo, escuchemos lo que él nos dijo y recojamos algunas de sus enseñanzas», afirmó.

Dijo el Papa:

Jesús entra en la ciudad, entra en Galilea y comienza desde ese pequeño pueblo a sembrar lo que sería el inicio de la mayor esperanza: El Reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros. Y el Evangelio mismo nos muestra la alegría y el efecto en cadena que esto produce: comenzó con Simón y Andrés, después Santiago y Juan (cf. Mc 1,14-20) y, desde esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta Lima, hasta nosotros, para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante este Amor, no se puede permanecer indiferentes. (Base Aérea de Las Palmas – Lima, 21 de enero de 2018)

Inspirado en el mensaje de Francisco, Monseñor Castillo aseguró que tenemos la misión no solo de hablar del Evangelio, sino «asumir la Palabra» y «ser testigos», como lo fueron nuestros santos y mártires de la historia peruana.

«Tenemos que introducir en nosotros la capacidad solidaria e inundar la ciudad de alegría, con la misma alegría de los jóvenes bailarines y danzantes que llenan todos los domingos las plazas de la ciudad. Todo ello es expresión de la alegría del Evangelio, que se hace presente en la ciudad porque Dios la ha recorrido a través de su gente», reflexionó el obispo de Lima.

La Misa de este domingo en Catedral de Lima contó con la presencia de un grupo representativo de hermanos de la República Dominicana. En el Día de Nuestra Señora de la Altagracia, la comunidad donó un cuadro con la imagen de la advocación mariana.

La Ciudad de Lima celebró el 489° Aniversario de su fundación con una Solemne Misa y Te Deum oficiada por Monseñor Carlos Castillo. En su homilía, el Prelado hizo un llamado a dejarnos interpelar por el Evangelio para reeducarnos y hacer de Lima un «centro de encuentro y amistad» que supere los problemas y proponga nuevas formas de reorganizar la vida de nuestra ciudad al servicio de todos.

La Eucaristía celebrada en la Basílica Catedral de Lima contó con la presencia del Alcalde Metropolitano de Lima, Rafael López Aliaga; además de otras autoridades civiles, políticas y militares.

Inspirado en las lecturas de hoy, el arzobispo de Lima habló sobre la importancia de estar atentos a las necesidades y lógicas de los demás, con apertura de escucha para avanzar y prosperar como sociedad, especialmente, cuando se asume una responsabilidad dirigencial en el país.

«Una ciudad es un centro de encuentro y de amistad. Por eso, esta semana hemos recibido la visita de 31 comunidades quechuahablantes a saludar a la ciudad. Y este gesto significativo nos recuerda que es posible desarrollar nuestras capacidades de solidaridad y superar los problemas juntos», resaltó el Monseñor.

En este proceso de hermanamiento de nuestros pueblos, la Iglesia también tiene una misión vital: anunciar el Evangelio sin separarse de la realidad, así lo ha manifestado el obispo de Lima: «Hay un punto de intersección entre lo religioso y lo social – económico – político, que es lo humano. Y nuestro medio de transmisión es anunciar el Evangelio y rescatar todo lo bueno que tenemos para aportar al mundo desde nuestra humanidad», expresó.

En otro momento, el Primado del Perú recordó que el futuro de nuestra ciudad y país recae en las nuevas generaciones que quieren ser escuchadas y se expresan a través de los bailes en las plazas: «Con su cercanía y alegría, los jóvenes nos enseñan que es posible organizarnos y tener una ciudad amistosa y verdaderamente humana, cristiana y peruana».

El Perú es ya un proceso unitario, es una promesa que se está cumpliendo y que debemos terminar de cumplirla a través del entendimiento, la amistad, la cercanía, la crítica mutua y el hermanamiento.

En la Eucaristía de este II domingo del Tiempo Ordinario y acompañado de la Comunidad Católica de Hermandades Quechuahablantes, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a encontrar al Señor en el camino del servicio a los demás, hermanando nuestros pueblos y reconociendo la dignidad y el valor que todos tenemos.

«Que esta visita de ustedes para saludar a la ciudad de Lima sea un signo de que las provincias del Perú se sienten en el corazón del Perú», manifestó en su homilía.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Esta mañana recibimos la visita de las comunidades quechuahablantes de San Sebastián. Fueron más de 30 imágenes sagradas que llegaron hasta la Basílica Catedral de Lima como anticipo a las celebraciones por el 489° aniversario de nuestra capital. Este gesto de amistad y cercanía fue saludado por el Monseñor Castillo, quien afirmó que la presencia de las hermandades «nos llena siempre de calor humano» y nos recuerda la importancia de irradiar, en todo el país, «una convivencia buena y positiva».

«Todos formamos esta Nación, nadie está de sobra en el Perú. Y todas las imágenes que han llegado a esta Catedral son un signo de que estamos unidos al Señor y Él se une a nosotros», expresó.

El obispo de Lima sostuvo que, como cristianos, debemos asumir las mismas actitudes de acogida y cercanía de Jesús. Y este es un llamado especial a todos los que están a cargo de la organización del país y no tienen en cuenta a las zonas marginales: «Muchas veces hemos hecho cosas terribles, como ha sido la desaparición en las masacres de nuestros hermanos, hace un año. Por eso venimos a rezar también por ellos, porque no los podemos olvidar. Las cosas, cuando son injustas, tienen que saldarse», precisó.

El Señor mora en el camino del servicio y la hermandad

En alusión al Evangelio de hoy (Juan 1, 35-42), que narra el encuentro de Jesús con los primeros discípulos, Monseñor Carlos explicó que, en nuestra búsqueda por el Señor, todos nos hacemos una idea de Él. Esto fue lo que ocurrió con los discípulos, que deciden ir a ver y seguir al Cordero de Dios.

Ante la pregunta: “¿Qué buscan?”, los discípulos muestran un interés particular por saber dónde vive el Señor. «Vengan y verán», les responde. Jesús los está invitando a experimentar su vida, pero no desde un lugar específico, porque Jesús vive en camino, está moviéndose de aquí para allá, «es un migrante como todos nosotros».

El Señor nos está pidiendo que experimentemos un sentido de hermandad en el camino de nuestras acciones y decisiones, en el camino del servicio a los demás. «Ahí mora el Señor: en la hermandad, en el hermanamiento, en el camino juntos y en el recuerdo de todas las víctimas que murieron por nosotros. Así como ellos tenían al Cordero de Dios, nosotros tenemos una recatafila de mártires, empezando por Túpac Amaru y María Parado de Bellido, que nos han dado su vida para construir un país en donde ya no se derrame más sangre y no haya más injusticias», reflexionó el arzobispo.

Dios está presente en el camino de nuestros actos, en todo acto de amor y sensibilidad. Es un camino que implica ayudar a sanar a la gente, curar sus heridas y reeducarnos juntos.

En ese camino de hermandad y fraternidad que anhelamos para nuestro país, también es fundamental reconocer la dignidad y el valor que todos tenemos. Por eso, el arzobispo de Lima ha mostrado su preocupación ante una reciente modificación en la Ley Forestal y de Fauna Silvestre que vulnera los derechos de los pueblos indígenas y permite «que se pueda lotizar la Amazonía y la selva».

«El Estado no puede hacer cosas contrarias a la Nación peruana y a la mayoría de los peruanos. Estamos para hermanar, y hermanar significa reconocer la dignidad y los derechos de todos los pueblos y de sus territorios. Y ninguna ambición puede ser más fuerte que el sentido de la unidad y del bienestar de los peruanos», advirtió el Primado del Perú.

Recuerda, Padre, a todos nuestros hermanos de las distintas provincias que el año pasado perdieron la vida de diversas formas en medio de las masacres, para que su sangre nunca sea olvidada ni olvidemos que tenemos una deuda de reconciliarnos mutuamente y reparar los daños habidos.

Al celebrar la Epifanía del Señor, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a «ver y adorar al Señor en cada circunstancia», porque nuestro Dios se identificó con los más pequeños y humildes. «Que todos seamos como los Magos: dóciles y adoradores del Niño Jesús que viene a salvarnos a todos sin distinción», comentó en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

En la Fiesta de la Epifanía, el arzobispo de Lima explicó que Dios se ha revelado a los Magos desde los más pequeños. Y esta revelación también alcanza a todos los pueblos de la tierra, porque nuestro Dios «quiere incluir en su amor a todos, sin exclusión».

El Prelado señaló que necesitamos «mirar a los pequeños y contemplar en ellos a Dios», porque en ellos «se abre la esperanza del mundo». Y esa esperanza recae en un niño frágil, signo contundente de la apertura que debemos tener hacia la novedad que nos trae el Señor.

Si no tenemos apertura a las nuevas generaciones, sostuvo el Monseñor, la historia «se cierra y nos apolillamos», porque todo lo que se encuentra cerrado y no se abre, no es realmente humano. «Dios nos hizo abiertos, y en el ser humano siempre hay una búsqueda, una apertura a dejarnos guiar por el Señor», reiteró.

En otro momento, el obispo de Lima reflexionó sobre las actitudes que tuvieron los Magos: vieron al Niño, se pusieron de rodillas y lo adoraron. Ellos se detuvieron a ver y a adorar al Señor, no actuaron superficialmente, sino que contemplaron y comprendieron el misterio. «Hoy, nosotros también estamos llamados a detenernos a ver y adorar al Señor en cada circunstacia. Si no lo hacemos, no podremos entrar en lo profundo que está aconteciendo y todo empieza a banalizarse», agregó.

En ese sentido, la Eucaristía, presencia real de Cristo en el Pan Consagrado, es el alimento que nos permite saborear y profundizar al Dios que «entra en nosotros y nos va transformando». Por eso, cada vez que comulgamos recibimos «la plenitud del amor del Señor».

El centro de la fe cristiana es la Eucaristía, que venimos a adorarla, la comemos y, luego, salimos transformados a mejorar el mundo con el amor que se nos ha dado. Es el Dios que se da en comida para alimentar nuestra capacidad de amar.

Carlos Castillo afirmó que la Eucaristía es sagrada como también son sagrados todos los valores humanos y espirituales que nos unen como peruanos. «Hago un llamado a todos, creyentes y no creyentes, a que pongamos muy en alto los valores que nos unen, y no incitar a jugar con las cuestiones que son sagradas para todos nosotros, en especial, la Eucaristía», advirtió.

La Santa Misa contó con la participación del Coro Juvenil Arquidiocesano.

En la Fiesta de la Sagrada Familia, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a comprender los signos detrás de la llegada de Jesús al mundo: la pobreza, la sencillez y la esperanza. «Este tiempo de Navidad nos ayuda a comprender cuánto Dios está presente en nuestras vidas, porque ha logrado poner en el propio corazón del ser humano la capacidad de esperar contra toda esperanza».

El obispo de Lima señaló que la llegada de un nuevo año nos entusiasma a pensar juntos en cómo podemos vivir un anticipo del mundo y el Perú que queremos.

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El término de un año es una oportunidad para reflexionar en la importancia de «construir la vida familiar como fundamento para la vida social». En ese sentido, la representación sencilla y pobre de la Sagrada Familia es una inspiración del camino que debemos seguir como cristianos.

El Evangelio de Lucas (2,22-40) da cuenta del diálogo de la Sagrada Familia con dos ancianos: Simeón y Ana. Este encuentro generacional nos ayuda a comprender la importancia del conocimiento acumulado en la sabiduría de los ancianos, pero, principalmente, de la necesidad de integrar a las generaciones mayores en los anhelos y esperanzas de nuestro futuro.

La Liturgia de hoy, además, narra el cántico de Simeón, que anticipa el paso doloroso y exigente que le esperaba a Jesús. Su profecía nos recuerda que «el futuro de Jesús es un camino como el de nuestras vidas, porque es un camino solidario de parte de Dios. Y no solamente es una solidaridad con Israel, sino a través de Israel con todas las naciones de la tierra», afirmó.

Este tiempo de Navidad nos ayuda a comprender cuánto Dios está presente en nuestras vidas, porque ha logrado poner en el propio corazón del ser humano la capacidad de esperar contra toda esperanza.

En otro momento, el obispo de Lima explicó que la llegada de un nuevo año debe entusiasmarnos a vivir un anticipo del mundo que esperamos. Para ello, tenemos que «persistir en la Paz y en la capacidad de convertirnos a las situaciones», dejando de lado los entrampamientos que nos impiden encontrar una solución a los grandes problemas.

Monseñor Castillo exhortó a que, inspirados en la Sagrada Familia, maduremos en el camino de la fe y pensemos en el bien común: «Eso exige haber tenido ejercicio de perdón, de rectificación y conversión», agregó.

Que en el próximo año podamos hacer una vida digna de un Perú que amamos y que clama por nuestra capacidad de amar.

En la Eucaristía celebrada en Catedral de Lima se recordó al Papa Benedicto XVI, que hace un año, un día como hoy, partió al Padre. También se ofreció una intención especial por el cantautor peruano Pedro Suárez Vértiz, fallecido repentinamente a los 54 años.

La Santa Misa, que contó con la participación del Coro Juvenil Arquidiocesano, fue ofrecida por la salud del Cardenal Juan Luis Cipriani, que esta semana celebró sus 80 años de vida.

Unidos a todas las naciones del mundo, nuestra Arquidiócesis celebró la Solemnidad de la Natividad del Señor con una Eucaristía presidida por Monseñor Carlos Castillo en Catedral de Lima. El Prelado recordó la importancia de estar atentos a la presencia de Dios que se manifiesta y desarrolla en la historia. Él nos llama a salir permantemente y encontrarlo en el rostro de los indenfensos. «Dios quiso hacerse pobre y sencillo, y ese es el punto de partida de nuestra fe», dijo en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

Comentando el Evangelio de Juan (1,1-18), el arzobispo de Lima explicó que Dios ha nacido entre los últimos de la tierra para recordarnos su opción preferencial por los más pobres y frágiles. Y su amor no se condiciona, Él nos deja vivir en libertad, y así nosotros no lo amemos, el Señor no nos retira su amor. En ello consiste la novedad de la fe cristiana: Dios ama gratuitamente.

«Una vida verdaderamente religiosa es un aprendizaje a vivir el don de la vida que Dios nos ha dado para compartirlo, para comprenderlo, para adorar a Dios a través de reconocer el bien de las personas y alentarnos unos a otros a vivir en felicidad», sostuvo el Monseñor.

Es por eso que todos estamos llamados a comunicar esta revelación de nuestra fe y evangalizar a través del testimonio de nuestra vida y conversión. «Nuestra religión es una religión encarnada en la historia, porque Dios nos inspira con su Palabra y su Espíritu en medio de los acontecimientos, y va conduciendo la historia misteriosamente», reflexionó el Prelado.

Hay que rastrear la presencia de Dios. Para eso, el Señor ha elegido mandar a su Hijo en la forma de un niño, porque la llegada de un niño siempre nos interpela profundamente a salir de uno mismo

El obispo de Lima aseguró que los signos del amor del Señor se hacen visibles en el modo que decidió venir al mundo: en el anonimato, en un establo repleto de animales, entre los más pobres y sencillos. «Este es el punto de partida de nuestra fe: Dios quiso hacerse niño y pobre», destacó.

Nuestra Iglesia está para predicar la solidaridad, la cercanía y la alegría de los pobres, porque de los sueños de las personas que sufren, brota un futuro de esperanza.

En medio de la dura crisis que se vive en el mundo y en nuestro país, en medio de una recesión económica y el descontrol de la guerra, el Primado del Perú recordó que necesitamos del concurso de todos para frenar la muerte de tantos inocentes y escuchar el clamor de las periferias: «Tenemos que pedirle a nuestras autoridades y a las personas que tienen recursos, que compartan», exhortó.

En esta Navidad, superemos los egoísmos que nos vuelven «cerrados» y abrámonos a la novedad que nos trae el Niño Jesús, al que podemos adorar en las personas que sufren.

En la Eucaristía del IV domingo de Adviento, celebrada en la Catedral de Lima, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a seguir las actitudes de María, que después de escuchar y discernir el anuncio del Ángel, acepta la voluntad de Dios y se levanta para salir a servir. «Para caminar como María, siempre tenemos que escuchar y discernir. Y eso nos permite pasar del miedo a la confianza y a la alegría», comentó el Prelado.

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En su alocución al Evangelio de hoy (Lucas 1,26-38), el arzobispo de Lima reflexionó sobre la experiencia de María en el camino de su maternidad. Al principio, ella se turba, pero también se cuestiona para tratar de comprender las cosas que ocurren.

Esta «demora» de María en responder al llamado del Señor, nos recuerda la importancia de hallar el sentido de las cosas en cada decisión que tomamos. En ello consiste la sabiduría que debemos tener los cristianos – sostuvo el Monseñor – siendo capaces de salir de los entrampamientos a partir de la comprensión de lo que sucede.

El camino de María, por tanto, tiene tres actitudes importantes: escuchar, discernir y caminar. Esta mañana, el Papa Francisco lo recordó en el Ángelus, además de interpelarnos a «ser abiertos y acogedores ante la presencia de Dios, que con mansedumbre viene a salvarnos».

Sobre ello, el arzobispo Carlos Castillo indicó que, antes de caminar, «siempre debemos escuchar y discernir», porque eso nos permite «pasar del miedo a la confianza», «de la confusión a la alegría». Y ese es el paso que debemos hacer en nuestro país y en nuestra Iglesia del Perú: «una Iglesia que haga pasar a nuestro pueblo del miedo a la confianza y la esperanza».

Ante todos los golpes que podamos sufrir, siempre ponemos la cara de la esperanza porque creemos en el Dios que nos tiene confianza y nos acompaña.

María escucha al Ángel que la llama «llena de gracia», es decir, la llena de aliento, reconociendo el valor que tiene como mujer. De igual forma, todos podemos encontrar la gracia que nos hace valiosos como seres humanos, pero sin calcular ni ambicionar más allá de nuestros límites.

Ante el anuncio, María plantea varias preguntas al Ángel y escucha la explicación. El temor comienza a disiparse a través de la reflexión y el razonamiento. No se trata de aceptar una propuesta sin pensar en el camino que hemos de recorrer. «Así también es el camino de la fe inteligente que aclara las cosas con la ayuda del Señor», agregó el obispo de Lima.

Una vez discernido, entonces, María da una respuesta: acepta y sale presurosa a servir a Isabel. «Hay una disposición de todo el cuerpo y el ser de la Madre de Dios para movilizarse hacia los que más nos necesitan», recalcó.

Desde la experiencia de la maternidad de María nace también la Iglesia universal, sin embargo, el Monseñor Carlos advirtió que, a veces, no corremos el riesgo de asumir los cambios en nuestra vida, sino que «nos estancamos» y «nos cerramos» a la novedad que nos trae el Señor.

No hay verdadera fe cristiana sin una fe cristiana abierta que está siempre atenta a las situaciones, comprendiendo el mundo de otra manera.

La Eucaristía del IV domingo de Adviento contó con la participación de los jóvenes de la Confirmación de la Parroquia El Sagrario.

En el III domingo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre la figura profética de Juan el Bautista, que supo anunciar con su vida la llegada del Señor. Nuestro arzobispo aseguró que todos estamos llamados a ser «esa voz que grita en el desierto», testigos de la luz en medio de la oscuridad, comunicando abiertamente nuestra fe en amistad con todos los pueblos, sin generar divisiones ni enconos.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

El Evangelio de hoy (Juan 1,6-8.19-28) nos habla de la misión que tiene Juan Bautista como profeta enviado por Dios para «dar testimonio de la luz». En ese sentido, el arzobispo de Lima explicó que ser testigo de la luz significa anunciar que Dios es amor, constancia, paternidad y cariño.

El Monseñor sostuvo que, a veces, los cristianos caemos en el error de auto-denominarnos «iluminados» o «iluminadores», de tal manera que nos «apropiamos» de Jesús para crear una división entre «pecadores» y «puros». Esto sucede cuando no tenemos una «actitud activa de comunicar la fe», pero el Señor «viene a corregirnos y a decirnos que la luz es Él, y nosotros estamos a su servicio porque somos solamente testigos», dijo el Prelado.

Dar testimonio del amor en la historia

La Liturgia de hoy, por lo tanto, nos invita a seguir el ejemplo de Juan Bautista, un hombre trejo y firme que, con delicadeza y buen trato, se dispuso a anunciar el Evangelio de Jesús sin desmayo.

«El Papa ha dicho esta mañana que en el mundo existe mucha gente interesante y valiosa que quiere ir por el lado recto, que no quiere entrar en guerras ni ambiciones. Esas personas nos enseñan un camino muy similar al de Juan. Pueden no ser cristianos, pero saben que están para ayudar y evitar que se produzca mayor encono y tensión», recalcó el obispo.

La fe cristiana es para dar testimonio de la luz, y esa luz nos interpela a dar testimonio del amor en la historia, incluso, a costa de nuestra vida. Eso es lo que pasó con Jesús y Juan, que dieron sus vidas con tal de dejar un signo indeleble de que la Paz resuelve las cosas.

A vísperas de celebrar el Día Internacional del Migrante, nuestro arzobispo Carlos Castillo recordó que el Niño Jesús también fue un migrante que nació entre los últimos y marginados del planeta, lo que nos exhorta a vivir el amor universal sin discriminar ni menospreciar a nadie. «La palabra «católica» significa «ser universal», no vivir separados del mundo como una secta, sino vivir el amor universal y ser amigos de todos los pueblos», acotó.

Superar la desgracia de la corrupción en la Iglesia

En otro momento, el Primado del Perú saludó el gesto ejemplar del Tribunal Vaticano, que este domingo 17 de diciembre condenó a prisión a un cardenal por malversación de fondos y lo inhabilitó de manera perpetua a ejercer un cargo público. Este hecho histórico de la Iglesia es un signo de esperanza y un llamado a una conversión profunda y verdadera, así lo resaltó el Monseñor:

«A pesar de que nos da tristeza que esto haya pasado, también nos da alegría porque la justicia aparece en la propia Iglesia como signo de esperanza. Este es un acto de conversión de la Iglesia y un llamado a superar la desgracia de la corrupción. Eso es ser testigo de la luz en medio de la oscuridad».

Que nadie ose violar el bien común de nuestra historia Patria y del mundo. Y que todos caminemos en la Paz del Señor siendo reflejo de la luz, para ser esa voz que grita en el desierto y nos vuelve anunciadores y testigos.

La Eucaristía de este III domingo de Adviento contó con la participación de representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores. Durante la Santa Misa se ofreció una especial intención por la memoria de nuestro hermano Alfonso Barrantes Lingan, alcalde de Lima en el periodo 1984–1986.

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