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En el día que celebramos y recordamos a todas las familias en el mundo, compartimos las palabras de reflexión del Padre Manuel Morales O.SS.T, Responsable de la Comisión de Vida y Familia de nuestra Arquidiócesis de Lima

Este 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia, fecha declarada por las Naciones Unidas para recordar que la familia es el núcleo básico de la sociedad. En ese sentido, el Padre Manuel Morales expresó durante su reflexión que el «futuro de la sociedad está en la familia, pero especialmente en los hijos, porque van a formar parte de la sociedad».

«Uno educa a los hijos con el ejemplo. Si tú eres recto, tus hijos son rectos, si tú eres honesto, tus hijos son honestos, si tú eres trabajador, tus hijos son trabajadores, si tú eres leal, tus hijos son leales – explicó el Padre Morales – si tú eres un hombre estudioso, tus hijos van a ser estudiosos y vamos a tener ciudadanos estudiosos, justos, trabajadores. Y eso va a depender mucho de la figura paterna y materna, de los papás».

Cuando en la familia hay amor, en la sociedad hay amor. Cuando en la familia hay violencia, en la sociedad lo que hay es violencia. Entonces, hay que proteger, cuidar, crecer en la vida de familia.

Manuel Morales también destacó tres elementos importantes en la constitución de la familia:

1. El ambiente familiar: «¿Qué se respira en tu casa? ¿Qué respiran tus hijos? ¿Respiran paz? ¿Hay un ambiente de paz? ¿O respiran violencia? Los niños no quieren estar en ese ambiente de violencia, porque la familia se va a convertir en una familia expulsora. Esto sucede cuando no hay ambiente de calidez, de hogar, de cariño, cuando no se da tiempo, no se acompaña, no se brinda amor. Entonces, el niño busca afuera el cariño. Es necesario construir el amor entre todos los miembros de la familia».

Tenemos que ayudar a que podamos vivir en paz, con alegría, con respeto, en justicia, en un ambiente fraterno, en una casa. La familia es como una incubadora, donde allí aprendemos todo, a vivir y a amar.

2. Los vínculos: «Es necesario construir los vínculos, diálogo, escucha, respeto, la ayuda mutua, solidaridad, eso es muy importante en la familia».

3. La personas: «No te olvides que cada persona es única, irrepetible, irremplazable, imagen de Dios. Cuando yo hablo de las personas, es como un terreno sagrado, porque cada persona es muy especial, hay que aprender a conocerla, amar a los miembros de tu familia, que es lo que Dios te ha puesto allí a tu lado».

En este Día de la Familia, te animo a que crees un ambiente cálido en tu familia. Que Dios te bendiga y bendiga a tu familia.

A través del siguiente poema escrito por nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, queremos saludar a todas las madres de nuestro país, especialmente a nuestras madres enfermeras, médicas, bomberas, policías, personal de limpieza y voluntarias. A todas nuestras madres de las ollas comunes y a nuestras madres de la Pandemia que, con sus vidas, continúan dando testimonio de Jesús Resucitado.

Canta Mamacha
Autor: Carlos Castillo Mattasoglio.

Mami…
Un año que no hablamos.
El silencio aún invade nuestros rostros.
Muchos se han ido a donde estás,
y nos hemos quedado anonadados,
solos, tristes, paralizados.

Mamá, ¿Estarás cantando aún
en la grieta de este oceánico pesar?
Pareciera que no,
y, sin embargo, se escucha una música en el fondo,
la voz inmaculada de tu paso por la tierra.
Ésa que nos arrullaba de niños en la noche:
“María lavaba, san José tendía,
los ricos pañales, de la romería”,
así nos dormías para levantarnos felices de mañana.

Cómo quisiéramos sentirte cantar, mamita,
cómo quisiéramos que arrullaras
a Lete y a Felipe,
a Lidia y a Miguel,
a Lucho y a Rosita.
Cómo ansiamos tu arrullo resucitador,
aquel que nos hacía encontrarnos “desayunados todos”.

Parece una esperanza vana sentir tu cantar,
y es que cuando lo musitabas
sabías que dormiríamos para despertar,
sabías que no tiene otro sentido el canto,
sino salir de nuestro lecho y amar.
Nuestro pueblo, tu pueblo, madre, te reclama.
Reclama tu canto que no olvida al niño dormido,
que resucita al pueblo arrasado.

Canta madre, canta como María,
engrandece con tu alma al Señor,
alegra tu espíritu en Dios, nuestro salvador.
Él siempre mira tu pequeñez,
para que todas las naciones te proclamen dichosa.
Canta madre para que se levante tu pueblo de la postración,
y dile a nuestro Señor que sabe hacer en tu favor grandes cosas
porque su misericordia llega siempre
de generación en generación
a todos tus hijos e hijas.

Recuérdale que Él hace proezas con su brazo,
que dispersa a los creídos y autosuficientes,
que derriba del trono a los poderosos,
levanta a los pobres y a tu país.
A los humillados, marginados y abandonados,
a los enfermos y a quienes la Pandemia durmió.
A los que pululan por las calles sin un centavo,
a los que ya no respiran y necesitan tu aliento,
al que ni una cama consiguió.

Cántanos que Dios llena de bienes a los hambrientos,
suscitando el compartir y la solidaridad,
despidiendo a los ricos con las manos absolutamente vacías,
sin tacañería ni mezquindad.
Y que siempre acoge y recuerda a su pueblo humilde,
sin olvidar su misericordia,
con firmeza, pero sin venganza,
como lo anunció a Abraham
y a todos nosotros sus descendientes.

Mamacita, si nos cantas así,
allí donde estás, por más que nos vayamos
y por más que nos ausentemos,
tu canto servirá de encanto,
capaces de muertos, Resucitar.

Tú no llores, canta desde el cielo, madre,
como el canto puro de la Kurku,
que también en ti está Dios cantando,
desde la tierra, desde las heridas,
desde estos abismos sociales,
desde los desiertos y las anchas selvas orientales.

Canta Mamacha, tu canto sirve de encanto,
capaces de muertos, Resucitar.
Estarás triste tú también
por todo lo que sufrimos,
por los enormes egoísmos de algunos
Pero canta Mamacha, cántanos como María,
para no sufrir, para no llorar,
para nosotros también cantar como tú,
cantar para, unidos y solidarios,
Resucitar.

Así como insertó Santo Toribio la Iglesia en los quehaceres recónditos de nuestro pueblo, nosotros hoy hemos de insertar nuestras propuestas, allí donde se gestan los nuevos relatos de la humanidad peruana, en sus lenguajes y sentires

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima (Carta Pastoral)

Cada 27 de abril, la Iglesia de Lima recuerda a Santo Toribio de Mogrovejo, Patrono del Episcopado Latinoamericano, también conocido como “Santo Padre de América”. En esta oportunidad, el Arzobispado de Lima difunde, de manera gratuita, las Actas del Congreso Académico Internacional de Santo Toribio de Mogrovejo, realizado en nuestra ciudad en abril de 2006.

Actas del Congreso Académico Internacional
de Santo Toribio de Mogrovejo ( Descargar PDF)

Por otro lado, queremos aprovechar esta ocasión especial para recordar las sentidas palabras del Papa Francisco en homenaje a Santo Toribio, durante el encuentro que mantuvo con los obispos peruanos durante su visita a nuestro país en enero de 2018:

Discurso del Santo Padre (Palacio Arzobispal – Lima Perú)

Domingo, 21 de enero de 2018

Queridos hermanos en el episcopado:

Gracias por las palabras que me han dirigido el señor Cardenal Arzobispo de Lima, y el Señor Presidente de la Conferencia Episcopal en nombre de todos los presentes. Tenía ganas de estar con ustedes. Mantengo un buen recuerdo de la visita ad limina del año pasado. Creo que ahí hablamos muchas cosas por eso lo que voy a decir hoy no va a ser tan extenso.

Los días transcurridos entre ustedes han sido muy intensos y gratificantes. Pude escuchar y vivir las distintas realidades que conforman estas tierras —una representación—, y compartir de cerca la fe del santo Pueblo fiel de Dios, que nos hace tanto bien. Gracias por la oportunidad de poder «tocar» la fe del Pueblo, de ese Pueblo que Dios les ha confiado. Y realmente aquí no se puede no tocar. Si vos no tocás la fe del Pueblo, la fe del Pueblo no te toca a vos; pero estar ahí, las calles repletas, es una gracia y hay que ponerse de rodillas.

El lema de este viaje nos habla de unidad y de esperanza. Es un programa arduo, pero a la vez provocador, que nos evoca las proezas de santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de esta Sede y patrono del episcopado latinoamericano, un ejemplo de «constructor de unidad eclesial», como lo definió mi predecesor san Juan Pablo II en su primer Viaje Apostólico a esta tierra[1].

Es significativo que este santo Obispo sea representado en sus retratos como un «nuevo Moisés». Como saben, en el Vaticano se custodia un cuadro en el que aparece santo Toribio atravesando un río caudaloso, cuyas aguas se abren a su paso como si se tratase del mar Rojo, para que pudiera llegar a la otra orilla donde lo espera un numeroso grupo de nativos. Detrás de santo Toribio hay una gran multitud de personas, que es el pueblo fiel que sigue a su pastor en la tarea de la evangelización[2]. En la Pinacoteca Vaticana está esto. Esta hermosa imagen me «da pie» para centrar en ella mi reflexión con ustedes. Santo Toribio, el hombre que quiso llegar a la otra orilla.

Lo vemos desde el momento en que asume el mandato de venir a estas tierras con la misión de ser padre y pastor. Dejó terreno seguro para adentrarse en un universo totalmente nuevo, desconocido y desafiante. Fue hacia una tierra prometida guiado por la fe como «garantía de los bienes que se esperan» (Hb 11,1). Su fe y su confianza en el Señor lo impulsó, y lo va a impulsar a lo largo de toda su vida a llegar a la otra orilla, donde Él lo esperaba en medio de una multitud.

1. Quiso llegar a la otra orilla en busca de los lejanos y dispersos. Para ello tuvo que dejar la comodidad del obispado y recorrer el territorio confiado, en continuas visitas pastorales, tratando de llegar y estar allí donde se lo necesitaba, y ¡cuánto se lo necesitaba! Iba al encuentro de todos por caminos que, al decir de su secretario, eran más para las cabras que para las personas. Tenía que enfrentar los más diversos climas y geografías, «de 22 años de episcopado —22 y un cachito—, 18 los pasó fuera de Lima, fuera de su ciudad, recorriendo por tres veces su territorio»[3], que iba desde Panamá hasta el inicio de la capitanía de Chile, que no sé dónde empezaba en aquel momento —quizás a la altura de Iquique, no estoy seguro—, pero hasta el inicio de la capitanía de Chile. ¡Como cualquiera de las diócesis de ustedes, no más…! Dieciocho años recorriendo tres veces su territorio, sabía que esta era la única forma de pastorear: estar cerca proporcionando los auxilios divinos, exhortación que también realizaba continuamente a sus presbíteros. Pero no lo hacía de palabra sino con su testimonio, estando él mismo en la primera línea de la evangelización. Hoy le llamaríamos un Obispo «callejero». Un obispo con suelas gastadas por andar, por recorrer, por salir al encuentro para «anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie»[4]. ¡Cómo sabía esto santo Toribio! Sin miedo y sin asco se adentró en nuestro continente para anunciar la buena nueva.

2. Quiso llegar a la otra orilla no sólo geográfica sino cultural. Fue así como promovió por muchos medios una evangelización en la lengua nativa. Con el tercer Concilio Limense, procuró que los catecismos fueran realizados y traducidos en quechua y aymara. Impulsó al clero a que estudiara y conociera el idioma de los suyos para poder administrarles los sacramentos de forma comprensible. Yo pienso a la reforma litúrgica de Pío XII, cuando empezó con esto a retomar para toda la Iglesia… Visitando y viviendo con su Pueblo se dio cuenta de que no alcanzaba llegar tan sólo físicamente, sino que era necesario aprender a hablar el lenguaje de los otros, sólo así, llegaría el Evangelio a ser entendido y penetrar en el corazón. ¡Cuánto urge esta visión para nosotros, pastores del siglo XXI!, que nos toca aprender un lenguaje totalmente nuevo como es el digital, por citar un ejemplo. Conocer el lenguaje actual de nuestros jóvenes, de nuestras familias, de los niños… Como bien supo verlo santo Toribio, no alcanza solamente llegar a un lugar y ocupar un territorio, es necesario poder despertar procesos en la vida de las personas para que la fe arraigue y sea significativa. Y para eso tenemos que hablar su lengua. Es necesario llegar ahí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de nuestras ciudades y de nuestros pueblos[5]. La evangelización de la cultura nos pide entrar en el corazón de la cultura misma para que ésta sea iluminada desde adentro por el Evangelio. Estoy seguro que me conmovió, anteayer, en Puerto Maldonado, cuando… —entre todos esos nativos que había ahí de tantas etnias—, me conmovió cuando tres me trajeron una estola; todos pintados, con sus trajes: eran diáconos permanentes. Anímense, anímense, así lo hacía Toribio. En aquella época no había diáconos permanentes, había catequistas, pero en su lengua, en su cultura, y ahí se metió. Me conmovió ver a esos diáconos permanentes.

3. Quiso llegar a la otra orilla de la caridad. Para nuestro patrono la evangelización no podía darse lejos de la caridad. Porque sabía que la forma más sublime de la evangelización era plasmar en la propia vida la entrega de Jesucristo por amor a cada uno de los hombres. Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano (cf. 1 Jn 3,10). En sus visitas pudo constatar los abusos y los excesos que sufrían las poblaciones originarias, y así no le tembló el pulso, en 1585, cuando excomulgó al corregidor de Cajatambo, enfrentándose a todo un sistema de corrupción y tejido de intereses que «arrastraba la enemistad de muchos», incluyendo al Virrey[6]. Así nos muestra al pastor que sabe que el bien espiritual no puede nunca separarse del justo bien material y tanto más cuando se pone en riesgo la integridad y la dignidad de las personas. Profecía episcopal que no tiene miedo a denunciar los abusos y excesos que se cometen frente a su pueblo. Y de este modo logra recordar dentro de la sociedad y de sus comunidades que la caridad siempre va acompañada de la justicia y no hay auténtica evangelización que no anuncie y denuncie toda falta contra la vida de nuestros hermanos, especialmente contra la vida de los más vulnerables. Es una alerta a cualquier tipo de coqueteo mundano que nos ata las manos por algunas migajas; la libertad del Evangelio…

4. Quiso llegar a la otra orilla en la formación de sus sacerdotes. Fundó el primer seminario postconciliar en esta zona del mundo, impulsando de esta manera la formación del clero nativo. Entendió que no bastaba llegar a todos lados y hablar la misma lengua, que era necesario que la Iglesia pudiera engendrar a sus propios pastores locales y así se convirtiera en madre fecunda. Para ello defendió la ordenación de los mestizos —cuando estaba muy discutida la misma— buscando alentar y estimular a que el clero, si se tenía que diferenciar en algo, era por la santidad de sus pastores y no por la procedencia racial[7]. Y esta formación no se limitaba solamente al estudio en el seminario, sino que proseguía en las continuas visitas que les realizaba, estaba cerca de sus curas. Ahí podía ver de primera mano el «estado de sus curas», preocupándose por ellos. Cuenta la leyenda que en las vísperas de Navidad su hermana le regaló una camisa para que la estrenara en las fiestas. Ese día fue a visitar a un cura y al ver la situación en que vivía, se sacó su camisa y se la entregó[8]. Es el pastor que conoce a sus sacerdotes. Busca alcanzarlos, acompañarlos, estimularlos, amonestarlos —le recordó a sus curas que eran pastores y no comerciantes y por lo tanto, habrían de cuidar y defender a los indios como a hijos—[9]. Pero no lo hace desde «el escritorio», y así puede conocer a sus ovejas y ellas reconocen en su voz, la voz del Buen Pastor.

5. Quiso llegar a la otra orilla, la de la unidad. Promovió de manera admirable y profética la formación e integración de espacios de comunión y participación entre los distintos integrantes del Pueblo de Dios. Así lo señaló san Juan Pablo II cuando, en estas tierras, hablándole a los obispos decía: «El tercer Concilio Limense es el resultado de ese esfuerzo, presidido, alentado y dirigido por santo Toribio, y que fructificó en un precioso tesoro de unidad en la fe, de normas pastorales y organizativas a la vez que en válidas inspiraciones para la deseada integración latinoamericana»[10]. Bien sabemos, que esta unidad y consenso fue precedida de grandes tensiones y conflictos. No podemos negar las tensiones, existen, las diferencias, existen; es imposible una vida sin conflictos. Pero estos nos exigen, si somos hombres y cristianos, mirarlos de frente, asumirlos. Pero asumirlos en unidad, en diálogo honesto y sincero, mirándonos a la cara y cuidándonos de caer en tentación, o de ignorar lo que pasó o quedar prisioneros y sin horizontes que ayuden a encontrar caminos que sean de unidad y de vida. Resulta inspirador, en nuestro camino de Conferencia Episcopal, recordar que la unidad siempre prevalecerá sobre el conflicto[11]. Queridos hermanos obispos, trabajen para la unidad, no se queden presos de divisiones que parcializan y reducen la vocación a la que hemos sido llamados: ser sacramento de comunión. No se olviden que lo que atraía de la Iglesia primitiva era ver cómo se amaban. Esa era, es y será la mejor evangelización.

6. Y a santo Toribio le llegó el momento de cruzar hacia la orilla definitiva, hacia esa tierra que lo esperaba y que iba degustando en su continuo dejar la orilla. Este nuevo partir, no lo hacía solo. Al igual que el cuadro que les comentaba al inicio, iba al encuentro de los santos seguido de una gran muchedumbre a sus espaldas. Es el pastor que ha sabido cargar «su valija» con rostros y nombres. Ellos eran su pasaporte al cielo. Y fue tan así que no quisiera dejar de lado el acorde final, el momento en que el pastor entregaba su alma a Dios. Lo hizo en un caserío junto a su pueblo y un aborigen le tocaba la chirimía para que el alma de su pastor se sintiera en paz. Ojalá, hermanos, que cuando tengamos que emprender el último viaje podamos vivir estas cosas. Pidamos al Señor que nos lo conceda[12].

Recemos unos por los otros y recen por mí. Gracias.

Desde el año 2020, venimos padeciendo una severa crisis sanitaria a causa de la Pandemia por el Covid-19. El colapso de los sistemas de salud, la falta de trabajo y los altos índices de pobreza extrema son algunas de las consecuencias de este nefasto episodio en la historia de nuestra humanidad.

Nuestro país no ha sido ajeno a esta realidad, y en el último año hemos sido testigos del martirio de miles de familias para conseguir oxígeno o una cama UCI. Con ocasión de celebrar el Día Mundial de la Salud, hoy queremos compartir los esfuerzos de un grupo de laicos de la Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles, quienes se han organizado para implementar centros de atención en salud para los personas con bajos recursos.

Nuestra Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima conversó con el Fray Enrique Díaz, encargado del Policlínico Parroquial Nuestra Señora de los Ángeles, perteneciente a la Provincia Misionera de San Francisco Solano del Perú. Este centro de salud está integrado por diversos profesionales de la salud, quienes bajo la dirección médica del Dr. José Maya, vienen trabajando desde hace 27 años en favor de la preservación de la salud de miles de hermanos.

A la fecha, el Policlínico Parroquial Nuestra Señora de los Ángeles recibe un promedio de 360 pacientes a diario. Y en lo que va del año, ya se atendieron a más de 28 mil personas: “Hemos buscado en equipo, guiados por la Sra. Erika Javier y el Dr. Maya, las formas de poder seguir brindando nuestros servicios, manteniendo nuestros costos sociales, ingeniando múltiples maneras para que todos los hermanos puedan atenderse, incluso contamos con un área que colabora con aquellos que no cuentan con los recursos, porque comprendemos que en estos momentos muchos pasan por serias dificultades y necesitan nuestro apoyo en servicios de salud y también espiritual”, sostuvo  el religioso.

Ubicado en el distrito del Rímac, la comunidad parroquial cuenta con un sistema integrado para una atención de calidad. De esta forma, al llegar la Pandemia en marzo de 2020 tuvieron que reinventarse para hacer frente a la urgencia de atenciones médicas en tiempos de Covid-19:

«Luego de implementar nuestro Policlínico con todas las medidas de bioseguridad y preparar al equipo de salud, se dispuso la atención en todas las especialidades, e incluso se habilitó un área específica para diagnosticar y brindar atención a pacientes Covid», explicó Fray Enrique.

Dios me hizo sacerdote para estar cerca de quienes más me necesitan. Vivir en Cristo no significa la ausencia de problemas, pero es necesario, ser conscientes de nuestra realidad, asumirla. Invito a nuestros hermanos a confiar en el Señor e identificar qué mensaje tiene para cada uno de nosotros.

Apoyo espiritual para pacientes de Covid-19.

Por otro lado, Enrique Díaz contó que se viene dando acompañamiento espiritual a los hermanos que sufren del Covid-19: “Muchos hermanos se han visto muy afligidos, con temor. Y en ese momento, reafirmamos nuestro sentido de solidaridad y humanidad, recordando que el hombre es cuerpo y alma, y por ello, les brindamos también el soporte para alimentar su vida espiritual, a través de la oración, la confesión o la unción, para que sepan que Dios está luchando junto a ellos su batalla”, remarcó.

Fray Enrique recordó que en estos momentos tan difíciles, es necesaria la presencia de Cristo «para comprender el sufrimiento de nuestros hermanos». Y en esa línea, nos invita a aceptar la nueva realidad en la que vivimos, actuando inteligentemente para preservar nuestra salud.

Si deseas obtener más información sobre las atenciones del Policlínico Parroquial Nuestra Señora de Los Ángeles, puedes acudir personalmente a la siguiente dirección: Alameda Los Bobos 199 – Rímac, o llamar al teléfono: (01) 3990120

La Iglesia de Lima se regocija y agradece a Dios por el II Aniversario Episcopal de Monseñor Carlos Castillo, que un día como hoy, se convirtió en el 33° Arzobispo de Lima y Primado del Perú: «Iniciemos este año de conversión y perdón para rehacer la vida de nuestro país y de nuestra Iglesia», expresó el prelado recientemente.

La histórica Asamblea Sinodal en Lima, el brote de la Pandemia y una fuerte crisis social en el año del Bicentenario, son algunos de los desafíos que interpelaron a nuestra Iglesia de Lima guiada por Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, desde hace dos años, Arzobispo Metropolitano.

Ordenado un 2 de marzo de 2019 por el Nuncio Apostólico en el Perú, Nicola Girasoli, Carlos Castillo dijo: «Lima, a ti te digo ¡Levántate!», palabras que nos recuerdan la misión evangelizadora de salir hacia las periferias existenciales y actuar ante las complejas situaciones que vivimos día a día.

Asamblea Sinodal en Lima: el punto de partida.

En estos dos años, los gestos del Arzobispo de Lima estuvieron marcados por un proceso de diálogo fecundo que devino en una Asamblea Sinodal, cuyas primeras conclusiones pueden apreciarse en la ‘Carta Pastoral para la Iglesia de Lima’, publicada en febrero de 2020, un mensaje dirigido a todas las generaciones, incluyendo creyentes y no creyentes.

Todos los problemas nuevos que todavía vemos y que tendremos por delante, tienen una posibilidad de solución si tenemos un corazón ancho y un espíritu abierto, ése es el Espíritu de Dios.

Monseñor Carlos Castillo en Asamblea Sinodal de Lima – Enero 2020

Iglesia en tiempos de Pandemia.

Durante el primer año de Pandemia, la Arquidiócesis de Lima se organizó a través de la Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana (Cáritas Lima), para acompañar y brindar apoyo a las familias más vulnerables de nuestra ciudad. Gracias al servicio voluntario y a la organización responsable de nuestras comunidades parroquiales, miles de hogares en condición de pobreza extrema, sobreviven a la crisis sanitaria a través de las ollas comunes y los comedores populares.

Por otro lado, cada domingo, cientos de miles de familias se conectan desde las redes sociales o la televisión para participar de la misa dominical que preside el Arzobispo: «La Cuaresma es un tiempo para identificarnos con Aquel que murió en silencio y en el secreto de un pueblo perdido. A partir de lo secreto y lo profundo, el Señor anuncia a la humanidad que la esperanza está en ese don de vida sencilla que viene de los que más sufren como Él», dijo hace poco en su homilía del Miércoles de Ceniza.

La Iglesia de Lima en el Bicentenario del Perú.

En el año del Bicentenario del Perú, Monseñor Castillo ha hecho un constante llamado a la reflexión y el discernimiento para saber resolver los nuevos desafíos del país contemplando al Señor en el Evangelio, siguiendo no sólo sus enseñanzas, sino sus gestos y sus palabras:

La Iglesia puede ser inspiradora para nuestra sociedad que camina a su Bicentenario de Independencia, dialogando y educando con apertura y comprensión en los múltiples problemas que la aquejan, formando la conciencia y alentando el nuevo espíritu de mejora humana, social y ecológica, favoreciendo la ética contra la corrupción y velando por la anchura de la democracia. Y como realidad religiosa no viviendo indiferente, ni pretendiendo imponer a la sociedad sus principios, sino más bien suscitándolos con paciencia, responsabilidad y claridad.

Carta Pastoral para la Iglesia de Lima – Monseñor Castillo

A través de este sencillo pero significativo gesto, queremos agradecer la presencia de Monseñor Carlos Castillo en la vida de nuestra Iglesia de Lima. Nos unimos en oración desde nuestras casas para acompañar espiritualmente al Arzobispo de Lima en su misión episcopal.

Al cumplirse un año de publicarse la ‘Carta Pastoral para la Iglesia de Lima’, queremos compartir un breve repaso por los principales aspectos y conclusiones que nos deja el documento de nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo.

Bajo el título: En el camino de la ‘conversión pastoral’ para la conversión social, humana y ecológica de nuestra ciudad, la ‘Carta Pastoral para la Iglesia de Lima’ se publicó un 27 de febrero de 2020 como fruto del largo proceso de diálogo y escucha en la Asamblea Sinodal Arquidiocesana, un histórico encuentro que reunió a más de 800 representantes de las parroquias de Lima.

La Carta Pastoral escrita por Monseñor Castillo es un mensaje dirigido a todas las generaciones, incluyendo “creyentes y no creyentes”, para trazar el camino pastoral de nuestras parroquias misioneras y solidarias.

«Era necesario que escucháramos las observaciones de los católicos limeños sobre su Iglesia en relación a los problemas vividos por todoscomenta el Arzobispo de Lima en su Carta Pastoral retomando la actitud de Jesús: leer los signos de estos tiempos para aprender a decir una palabra oportuna y acertada, y dar un testimonio justo y adecuado, anunciando una esperanza razonable y alentando al espíritu nuevo que se suscita en la sociedad profundizándolo con la inspiración del Espíritu de Jesús».

A continuación te ofrecemos la descarga gratuita del documento:

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Inclusión cultural, migrantes y prevención de la salud.

El Arzobispo de Lima plantea la integración de nuevas Pastorales que “atiendan a todos los segmentos de nuestra Iglesia”, este es el caso de las pastorales de inclusión cultural y dignidad humana, enfocadas en salir hacia las “periferias existenciales de Lima” y acoger “a los migrantes y a las personas que moran en la calle”.

Lo mismo ocurrirá con la Pastoral de la salud, pensada especialmente en la prevención y el acompañamiento espiritual “que profundice y mejore la pastoral de los hospitales”.

Situación carcelaria.

Entre sus principales novedades, la Carta Pastoral del Arzobispo de Lima recomienda una Pastoral carcelaria que se trabaje con “capellanes y voluntarios” para atender a los “hermanos que esperan la presencia de la Iglesia donde la sociedad los ha abandonado”.

Mujer en la Iglesia.

Toda la pastoral se orienta a dignificar a las personas para que no sean “objetos” humillados sino personas dignas. Esto es fundamental en el caso de las mujeres, que sufren gravemente por prejuicios culturales machistas” – dice Castillo antes de recomendar dos espacios históricos: la Pastoral de la mujer y la Pastoral de madres solteras, gestados para promover e incorporar a la mujer en todos los grupos de servicio y evangelización – “las hemos alejado de los sacramentos y de la vida de la Iglesia” – reconoce el Primado del Perú.

Infancia y vida.

La Pastoral de la infancia, orientada a la preparación educativa de los niños en la Iglesia; y la Pastoral de todas las vidas, promoviendo, a través de la educación “el derecho irrenunciable a la vida de todos, desde la concepción a todas las etapas y situaciones de la vida de las personas”.

Formación de los sacerdotes y laicos.

La formación de los sacerdotes y del laicado son parte de un tema central para esta necesaria “conversión pastoral”, de modo que redunde en una “conversión social, humana y ecológica” como expresa el título del documento.

Sobre la formación de laicas y laicos, Monseñor Castillo manifiesta que “es indispensable actualizar a todos los fieles en la renovación y en la reforma de la Iglesia derivada del Concilio Vaticano II, y que en América Latina se plasmó en los Documentos de Medellín a Aparecida, y en los documentos constitutivos de la reforma del Papa Francisco. Aquí también la formación por medio del diálogo y la escucha de la Palabra es indispensable”, afirma.

Sincero afrontamiento ante graves delitos dentro de la Iglesia.

En relación a la formación del clero, el Arzobispo pone énfasis en la preparación humana y afectiva de nuestros pastores para un trato humano, espiritual y psicológico de los fieles: “también es necesaria la formación en el sincero y transparente afrontamiento de los graves delitos de pedofilia, así como los delicta graviora ocurridos en confesión. Nada mejor para ello que reflexionar y discernir comunitariamente sobre experiencias y casos humanos exigentes”, señala.

“Todo lo que constituya transparencia favorecerá a la credibilidad mayor de la Iglesia, que quiere ayudar a eliminar todo signo de doble vida en sus miembros y reivindicar institucionalmente a las víctimas inocentes” – reiteró.

En el camino de la “conversión pastoral” para la conversión social, humana y ecológica de nuestra ciudad – es el tema que Monseñor Castillo desarrolló en su primera Carta Pastoral, dividida en tres ejes fundamentales:

1. Un pueblo y una Iglesia “encinta”
2. Iglesia que se levanta, sale, corre, afronta el camino duro, se hospeda, acompaña y permanece con los desvalidos.
3. Iglesia que vuelve a casa para darle Jesús al mundo

A lo largo de la Carta Pastoral, el Arzobispo de Lima explica que «el sentido general del Plan Pastoral y de las pastorales no es el de una minuciosa y matemática precisión, sino el suscitar relaciones que generen procesos esperanzadores que afiancen a las personas y los grupos humanos, así como a las comunidades cristianas. Esto solo se puede hacer si pastorales y planes sintonizan con el sentir de un pueblo que realiza su vida en medio de vicisitudes variadas. Así como insertó Santo Toribio la Iglesia en los quehaceres recónditos de nuestro pueblo, nosotros hoy hemos de insertar nuestras propuestas, allí donde se gestan los nuevos relatos de la humanidad peruana, en sus lenguajes y sentires».

Los dos nuevos obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Lima, Monseñor Guillermo Cornejo y Monseñor Juan José Salaverry, recibieron el saludo del Clero de Lima, los grupos religiosos y las comunidades de laicos, en una reunión virtual.

Durante la presentación, Monseñor Carlos Castillo expresó su agradecimiento al Santo Padre por esta importante designación que amplía la cuota dos obispos auxiliares a cuatro: «el Papa Francisco ha tenido la delicadeza de seguir inspirándose en la experiencia pastoral de los párrocos para dirigir la Iglesia», indicó.

El Arzobispo resaltó que, durante los últimos dos años, se ha desarrollado un proceso de acompañamiento y diálogo con el equipo de vicarios para la toma de decisiones de nuestra Iglesia de Lima. Ahora, con la llegada de dos nuevos obispos, «será posible una mejor distribución de las zonas de nuestra diócesis para que cada obispo pueda encargarse de un grupo, manteniendo el espíritu común de servicio, cercanía y amistad».

Y dirigiéndose a Monseñor Cornejo y Monseñor Salaverry, agregó: «Quiero expresarles la alegría de acogerlos con el corazón, con alegría y con esperanza. Gracias por aceptar esta misión».

Monseñor Cornejo: «Siempre me acompañaron los pobres».

Monseñor Guillermo Cornejo manifestó su entusiasmo por su llegada a la Arquidiócesis de Lima: «Mi vocación ha sido muy sencilla y linda. He participado en Parroquia, he sido acólito, he participado en grupos juveniles, y en todo mi caminar, me he cruzado mucho con el prójimo, especialmente con los más pobres, los humildes y los sencillos», señaló.

En ese sentido, Monseñor Cornejo compartió su experiencia pastoral en las cárceles de nuestra ciudad y otros grupos humanos: «desde que era seminarista he tenido un trabajo cercano con los que más sufren en las cárceles, también con nuestros ancianos abandonados, con los forasteros, con la gente que pasa hambre».

Me siento feliz de haber tenido estas maravillosas experiencias en nombre del Señor. Espero trabajar con mucha humildad y sencillez, estoy dispuesto a asumir lo que el Señor me pida.

Lema de Monseñor Cornejo: «¿Cuándo Señor te vi hambriento, sediento, enfermo, en la cárcel, forastero y desnudo? Cuando lo hiciste con mis hermanos más pequeños, lo hiciste conmigo».

Guillermo Cornejo explicó que eligió este lema a partir de su experiencia de vida en las Parroquias y comunidades: «siempre me acompañaron los pobres, las mujeres golpeadas y personas encarceladas, siempre he tenido ese encuentro con los que más sufren. Hoy necesitamos tener mucho amor y fe, mucha esperanza y caridad, y a eso me siento invitado con este nombramiento», acotó.

Monseñor Salaverry: «Volver la mirada y el corazón hacia Dios».

Por su parte, Monseñor Juan José Salaverry comentó que recibió la noticia de su designación con alegría y nerviosismo: «reconozco las propias limitaciones y siento que la gracia tendrá que suplir para podernos ayudar en esta tarea», expresó emocionado.

Salaverry recordó su experiencia en el servicio de la vida religiosa y la formación académica, dos pilares fundamentales para asumir este nuevo desafío: «estas experiencias fueron una parte importante en la vida de nuestra Arquidiócesis y es parte de la riqueza de la vida de la Iglesia», dijo.

Y dirigiéndose a todos los miembros del clero, acotó: «Cuento con la ayuda de todos ustedes, clero de Lima. Recibo este encargo desde el espíritu de mi padre fundador, Santo Domingo de Guzmán, que fue un servidor de la Iglesia. También le pido a Jerónimo de Loayza, Primer Arzobispo de Lima, que interceda por este ministerio que se me confía».

Quiero trabajar en comunión con ustedes, en comunión con nuestro Arzobispo y obispos auxiliares. Tenemos que hacer un equipo para ponernos al servicio de la Iglesia.

Lema de Monseñor Salaverry: «La misericordia y la verdad no te falten jamás».

Juan José Salaverry explicó que vivimos tiempos difíciles, y ahora que la «humanidad vuelve la mirada y el corazón hacia Dios», necesitamos que la Iglesia «haga presente el mensaje de esperanza y cercanía de Jesucristo que camina, nuevamente, por las calles del mundo para perdonar, para sanar, para tejer lazos de comunión entre los hombres».

En este contexto, Monseñor Salaverry ha elegido su lema «confiando en la gracia» y sabiendo que «la misericordia va a actuar sobre la humanidad y también sobre mi».

Como se sabe, con esta nueva designación del Papa Francisco, será la primera vez que nuestra Arquidiócesis Metropolitana de Lima cuente con cuatro auxiliares. Los dos obispos actuales son Monseñor Ricardo Rodríguez y Monseñor Guillermo Elías.

En el Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes, queremos compartir los testimonios de solidaridad y servicio de las congregaciones afrodescendientes que participan en la Iglesia peruana.

Padre Eliseo Layé – Sacerdote Comboniano

Escribe: Jessica Laurente.

Desde el 2019, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO, adoptó el 24 de enero como el Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes celebrando las diversas culturas del continente africano y sus diásporas presentes por el mundo entero. Esta fecha busca promover el desarrollo sostenible, el diálogo y la paz, siendo la cultura africana fuente vital del patrimonio de la humanidad.

En nuestro país, la comunidad afrodescendiente ha estado presente en todos los campos del pensamiento, el arte, la cultura y la ciencia. Hablamos de peruanos ilustres que forman parte de nuestra historia: San Martín de Porres, Nicomedes Santa Cruz, Micaela Bastidas Puyucahua, Susana Baca, Maria Elena Moyano, entre otros.

A nivel Iglesia, en la actualidad hay varias comunidades afrodescendientes dedicadas a evangelizar desde el servicio en los lugares más pobres de nuestro país. Este es el caso de las congregaciones ‘Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús’ y ‘Hermanas Misioneras Combonianas’, ambas fundadas por San Daniel Comboni, Obispo de África Central.

A continuación compartimos los testimonios de solidaridad y servicio de las congregaciones afrodescendientes que participan en la Iglesia peruana:

Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús.

Nuestra Oficina de Prensa conversó con el Padre Eliseo Layé, párroco de la Iglesia Ntra. Sra. Del Carmen en Chincha-Ica, de nacionalidad africana, y que viene trabajando más de 20 años en nuestro país. Actualmente, la Comunidad Comboniana se encuentra en Lima en los distritos de San Miguel, San Borja, Miraflores, Chorrillos, y en las provincias de Trujillo, Arequipa, Huánuco y Junín.

“Los misioneros combonianos trabajamos en la primera evangelización, somos conocidos por ello, y esto significa que trabajamos normalmente donde todavía no ha llegado el Evangelio, como lo hizo Comboni en el África. Junto con los laicos, evangelizamos, porque es parte de nosotros despertar la conciencia anunciadora de la Iglesia”, indicó el Padre Layé.

Los misioneros combonianos acompañan y participan en la vida del pueblo hasta que las comunidades cristianas sean autosuficientes y posteriormente son entregadas al clero diocesano: «en el año 1800, al ver la miseria y la pobreza que se vivía en África, San Comboni sintió la necesidad de llevar la evangelización, y junto con ella, también la promoción humana», agregó Layé.

Junto a la misión evangelizadora, también acompañamos la parte humana, organizando el servicio para ayudar a los pobres mediante la entrega de víveres. Mediante estos gestos, queremos inculcar el deseo de salir al encuentro del hermano e ir a la misión.

Congregación Madres Misioneras Combonianas.

Bajo el lema de San Daniel Comboni: “Si tuviera 1000 vidas, todas las daría por la misión”, la madre Socorro Palomino Zavala, Superiora de las Misioneras Combonianas en el Perú, explica que la misión de su congregación es el servicio: “Yo estuve 23 años en África, en Mozambique, ahora estoy aquí por motivos de la familia, pero casi siempre estamos fuera del país, porque ese es nuestro carisma, entramos para eso, para estar en los lugares a los que nadie va”, acotó.

Las Misioneras Combonianas en el Perú cuentan con 41 años trabajando en Lima en sus dos sedes ubicadas en los distritos de Pueblo Libre y San Juan de Miraflores. Ambos espacios están dedicados al servicio de nuestros hermanos en situaciones de pobreza extrema: «entre nuestras principales líneas de acción se encuentra la animación misionera, las obras sociales, la formación de líderes, la guía a los catequistas y la sensibilización contra la trata de personas», añadió.

Comboni creía en la persona, entendió que Dios había muerto por todos, que ese corazón de Jesús había sido traspasado por toda la humanidad, sin distinción de clases, de razas o nacionalidades. 

Por otro lado, la congregación religiosa también trabaja en diferentes obras sociales y brindan capacitaciones a profesores para las escuelas jesuitas en Pamplona:

“En este tiempo de la Pandemia, se ha trabajado mucho con proyectos para poder ayudar tanto en Pamplona Alta, Nueva Rinconada, Valdivieso. En Cajamarquilla ofrecemos ayuda a las zonas más pobres con ollas comunes, medicinas para enfermos de Covid-19, canastas familiares, entre otros», señaló Socorro Palomino Zavala.

Aunque la Pandemia no ha terminado, el 2020 ha sido un año de aprendizajes para nuestra Arquidiócesis de Lima, un llamado a la fraternidad, a la conversión pastoral y social. Por eso, desde la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima, queremos compartir esta breve reflexión que expresa nuestro deseo de continuar el camino de aprendizaje y esperanza de una Iglesia sinodal, para que, unidos a todos los peruanos de esta ‘tierra ensantada’, resucitemos como Perú ¡Ahora!

Este año hemos sido testigos de los esfuerzos de nuestra Arquidiócesis de Lima para actuar en favor de los descartados de nuestra sociedad, acompañarlos, escucharlos y acogerlos. Sí, nuestro país enfermó y se hizo más pobre, pero nuestro corazón más ancho y generoso.

Asamblea Sinodal: el punto de partida de un año duro.

Fruto del proceso de diálogo y de escucha de la Asamblea Sinodal en enero de 2020, Monseñor Carlos Castillo publicó su Carta Pastoral para la Iglesia de Lima, un documento dirigido a todas las generaciones, incluyendo creyentes y no creyentes.

La Carta Pastoral trazó el camino misionero que nuestra Arquidiócesis realizará en los próximos años, e introdujo una serie de propuestas abiertas con el fin de “construir una Iglesia que nace en diálogo con el mundo”. Este fue el inicio de un largo aprendizaje que se acentuó con la llegada de la Pandemia.

Parroquias Misioneras y Solidarias: el camino de la conversión pastoral y social.

El confinamiento conllevó a que pensemos en nuevas formas de acompañar a los más vulnerables. Y mientras vivíamos una Semana Santa inédita, «encerrados en casa» pero unidos espiritualmente, nuestras comunidades de laicos se organizaron junto a Cáritas Lima para llevar ayuda humanitaria a las zonas más pobres y afectadas, preparar ollas comunes en los cerros de la ciudad, juntar menestras o recaudar fondos para conseguir oxígeno.

Fue así que se gestaron las parroquias misioneras y solidarias como parte del proceso de un camino de conversión pastoral, social y humana. La Iglesia trabajó en constante diálogo con las instituciones gubernamentales para brindar una mejor asistencia, responsable y preventiva.

Por otro lado, la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima se organizó para acudir a los hospitales de nuestra ciudad y llevar una palabra de esperanza y aliento. Laicos de diferentes partes nos enseñaron con sus testimonios de vida y entrega, que también es posible evangelizar desde el servicio.

Con el Señor de los Milagros, resucitemos como Perú ¡Ahora!

Llegado octubre, el Papa Francisco envió un fraterno saludo al pueblo peruano por el mes del Señor de los Milagros. Aunque la procesión fue suspendida, las calles de la ciudad se revistieron de morado, y aprendimos a «cargar» al Cristo Moreno en nuestros corazones, dando testimonio de vida.

El año también nos dejó dos momentos inolvidables. Por primera vez, en sus más de 400 años de historia, la Basílica Catedral de Lima se convirtió en un mural fotográfico en homenaje a nuestros muertos por el Covid-19. En este marco de reflexión y unidos a las diócesis hermanas de Lima y Callao, en noviembre oramos por el cese de la Pandemia desde la Plaza Mayor.

Gracias a este camino fecundo, y en palabras de nuestro Arzobispo de Lima, hemos iniciado con esperanza el camino de una Iglesia sinodal, «constituida, básicamente, por aquellos que están para servir y no para ser servidos. Por eso, nos unimos a todos los que son servidores, a los que se unen al gran sufrimiento de la gente para consolarla, alentarla y decirle que nuestro Dios se propuso cambiar el rostro egoísta de la humanidad por el rostro amoroso de una humanidad hermana»

Iglesia de Lima ¿Qué hemos aprendido?

En medio del dolor por la pérdida humana
y la crisis sanitaria de una nueva Pandemia,
en nuestro país renació también la esperanza.

Y aprendimos…

A pesar del confinamiento y el distanciamiento físico,
aprendimos a estar más «cercanos y hermanados».

Aún con los templos cerrados y sin misas presenciales,
aprendimos que evangelizar desde el servicio
y el testimonio son cosas esenciales.

De nuestras parroquias misioneras y solidarias,
aprendimos que el camino de una conversión
es también pastoral, social y humana.

Y juntando menestras y víveres,
aprendimos a unirnos a Cáritas
para preparar las ollas comunes.

Sin andas ni procesiones en octubre,
aprendimos que al Señor de los Milagros
lo podemos llevar «cargado» en nuestros corazones.

Y unidos a las diócesis hermanas en la Plaza Mayor,
oramos por los muertos que se fueron
sin poder decir adiós.

Como sucedió en la primera Navidad,
aprendimos a vivirla con profundidad,
sabiendo que Jesús también nace
en el silencio y en la soledad.

A puertas del Bicentenario,
queremos seguir este camino de aprendizaje y esperanza
de una Iglesia sinodal, para que,
unidos a todos los peruanos en esta ‘tierra ensantada’,
resucitemos como Perú ¡Ahora!

Se cumplen tres años del viaje apostólico del Papa Francisco a Perú, acontecido entre el 18 al 21 de enero de 2018. A través del siguiente video, queremos recordar las palabras, gestos y encuentros de fraternidad que mantuvo el Santo Padre con los pueblos anfitriones de Puerto Maldonado, Trujillo y Lima.

Francisco en Puerto Maldonado: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa».

Uno de los acontecimientos centrales de la visita del Santo Padre tuvo lugar en el Encuentro con los pueblos de la Amazonia, en el Coliseo Regional Madre de Dios en Puerto Maldonado.

Consciente de los numerosos problemas y desafíos a los que se enfrentan cada día estos pueblos en su lucha por la supervivencia, el Pontífice señaló en su discurso que la defensa de la tierra «no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida».

Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5). Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven!

Igualmente, en este encuentro el Papa pidió que los pueblos originarios sean reconocidos: «Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda»-dijo- ya que «nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores».

Unas palabras contudendentes -las del Pontífice- que con el tiempo culminarían dando auténticos frutos en la celebración del Sínodo para la Amazonia, llevado a cabo en Roma del 6 al 27 de octubre de 2019 para escuchar la voz de los pueblos de la Amazonia: su sabiduría, su cultura y cosmovisión que nos recuerdan que «no somos los poseedores absolutos de la creación».

Francisco en Trujillo: «No se dejen robar la esperanza».

Otro de los momentos especiales del Obispo de Roma en Perú fue su encuentro con los religiosos, sacerdotes, consagradas, consagrados y seminaristas en el Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo (Trujillo).

«Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas. No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio del dolor nos entrega su mano», expresó el Santo Padre.

¡Los peruanos, en este momento de su historia, no tienen derecho a dejarse robar la esperanza! (…) Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una oportunidad para la esperanza.

Francisco en Lima: «No tengan miedo a ser los santos del siglo XXI».

Y finalmente, en una multitudinaria misa en la Base Aérea de Las Palmas, el Papa Francisco llamó a todos a no tener miedo de ser los santos del siglo XXI.

Hermanos peruanos, tienen tantos motivos para esperar, lo vi, lo “toqué” en estos días. Por favor, cuiden la esperanza, que no se la roben. No hay mejor manera de cuidar la esperanza que permanecer unidos, para que todos estos motivos que la sostienen, crezcan cada día más. La esperanza no defrauda (cf. Rm 5,5).

En otro momento, dirigiéndose a los jóvenes, Francisco agregó: «ellos son el presente más vital que posee esta sociedad; con su dinamismo y entusiasmo prometen e invitan a soñar un futuro esperanzador que nace del encuentro entre la cumbre de la sabiduría ancestral y los ojos nuevos que brinda la juventud».

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