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Al celebrarse la Solemnidad del Señor de los Milagros, compartimos esta oración de aliento y esperanza a nuestro Cristo de Pachacamilla, una inspiración de nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo.

Oración al Señor de los Milagros.

Padre bueno, tú nunca nos has desamparado, tú no rompes tu alianza,
la sellaste por medio de tu Hijo Jesús, Señor de los Milagros,
no por la fuerza de los clavos sino por tu misericordia infinita. 

Por Él nos salvamos de múltiples terremotos,
por su paciencia y cuidado de nuestras vidas,
acentúa la fuerza de tu amor entre nosotros,
tu pueblo peruano y los pueblos del mundo que sufren la Pandemia. 

Por la oración desde el corazón de tantos hermanos dispersos por el mundo,
da capacidad y fuerza a la humanidad, e inspírala en su responsabilidad para que, por tu misericordia extendida e irradiada, se detenga este terremoto viral. 

Sí Padre, tú prometiste a Abraham, tu amigo
que en él todos los pueblos de la tierra se bendecirían;
y por Isaac y Jacob, prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo y la arena de las playas marinas,
pero ahora Señor, nos ha azotado una plaga muy difícil de erradicar,
y siendo de los pueblos más pequeños de la tierra,
hoy estamos humillados y golpeados aún, sin muchas fuerzas,
y tememos por nuestro futuro, unidos al del mundo entero. 

Otra plaga, la del egoísmo y la indiferencia, la de la corrupción y de la ambición, también nos azota gravemente y deja que la otra corra más veloz. 

Hemos tenido que encerrarnos, y como en tiempos de Daniel, no tenemos suficientes buenos dirigentes ni profetas, ni jefes,
y no te podemos ofrecer ni homenajes, ni procesiones, ni ofrendas,
ni incienso, ni bandas, ni cantos en nuestras calles y plazas.
Ni un sitio donde ofrecerte primicias para agradecer tu misericordia. 

Padre, sabemos que mucho de lo que ocurre
tiene su origen en nuestra complicidad con el pecado,
con el mundo que corre tras el dinero como su dios
que descarta por doquier a los pobres sin techo ni aliento,
sin alimento ni trabajo ni amparo, y de allí que,
en tanto apuro por ganar, se desatiende
y debilita la salud de los más frágiles,
y crecen los males que nos acechan,
el pecado personal y social nos ha desbordado y está matándonos. 

Por eso Padre, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde, como si fuera nuestra procesión y nuestro homenaje. 

Que este sea hoy nuestro sacrificio, nuestro incienso y nuestro canto,
con el corazón humillado que tú no desprecias,
haz que sea agradable a tu presencia y nos sigas dando fuerza,
ánimo e inventiva, que solo cuando nos das tu Espíritu, se recobran.  

Queremos sí darte gracias por los milagros vivos,
de los hermanos que nos diste en todos estos meses,
los que nos esperan junto a ti en tu Reino
y los que aquí quedan para ayudarnos,
sabemos que se organizan
como ciudadanos voluntarios y como hermanos solidarios
comienzan a surgir de todas partes.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro, a ti que nunca nos defraudas Señor. 

Que tu eterna piedad se ensanche Señor, y se haga oportuna y significativa,
y que un milagro de tu mano generosa nos resucite a una vida solidaria,
derivada de tu gran misericordia.

Líbranos con tu poder maravilloso y da a tu nombre gloria,
para que de la mano de tu Hijo Jesús, nuestro Señor de los Milagros,
resucitemos como Perú, ahora.  

Amén

Este 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, fecha que cobra gran importancia en este tiempo de Pandemia. En ese sentido, la crisis sanitaria que vivimos ha inspirado distintas formas de expresar nuestra solidaridad y ayuda al prójimo, entre ellas, la Pastoral de escucha y la Pastoral de salud, dos espacios fundamentales en la vida parroquial y comunitaria, necesidad que fue expresada a inicios de este año en la Carta Pastoral de nuestro Arzobispo de Lima.

Este llamado a escucharnos, apreciarnos y acompañarnos, especialmente en los momentos de incertidumbre, se ve reflejado en el accionar de las Parroquias de nuestra Arquidiócesis. A continuación compartimos algunos testimonios:

Parroquia La Virgen de Nazaret: «dar acompañamiento espiritual y psicológico».

En el distrito de El Agustino, Luz Almeyda lleva 14 años promoviendo la importancia de la salud mental en la Parroquia La Virgen de Nazaret. Ella es psicóloga de profesión, y desde su punto de vista, nunca estuvimos preparados mentalmente para enfrentar todos los cambios que ha traído la Pandemia.

«El aislamiento social, la pérdida de personas queridas, el miedo al contagio, el despido laboral, la falta de economía, han sido los detonantes que provocaron reacciones emocionales», explica.

En su Parroquia, Luz Almeyda es encargada de atender las llamadas telefónicas de acompañamiento espiritual y psicológico: «en estos momentos tan difíciles, es necesario que sepamos otorgar acompañamiento y soporte emocional. La Iglesia debe conceder espacios de acogida y escucha porque son muchas las personas que lo necesitan», afirmó.

Saber que la Iglesia está presente y apoya a los que más sufren es un primer signo de esperanza para encontrar la solución a esta Pandemia.

Gracias a este modo de pensar la Iglesia en su dimensión humana, Luz ha logrado convocar a más profesionales de la salud mental, quienes no dudaron en sumarse a la iniciativa de la central telefónica: “el poder escuchar, dar soporte emocional nos cambió la vida, nos permitió ser más empáticos al dolor y a la problemática por la que atravesiesan cientos de familias», resaltó.

El servicio psicológico es una forma de acompañar y sanar a las personas, una manera de seguir evangelizando con nuestra vida, a través del servicio. Jesús nos llama a ser un milagro para la gente que está a nuestro alrededor.

Parroquia San Roque: «seamos solidarios y comprensivos con los que más sufren».

Alicia Salcedo Cárdenas es misionera, evangelizadora, psicóloga clínica y psicoterapeuta. Además de participar en la Pastoral de escucha de nuestra Arquidiócesis, Alicia se desempeña como coordinadora de la Pastoral de la Salud de la Parroquia San Roque en Santiago de Surco.

«A pesar que mi especialidad es el manejo de estrés y ansiedad, a fines de agosto pasé por una experiencia fuerte al contagiarme de Covid-19, sin embargo, encontré apoyo en la Iglesia, en varios hermanos y hermanas en la fe. Pienso que esta Pandemia ha dejado heridas, pero también nos deja muchas reflexiones que hemos aprendido», contó a la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima.

Gracias a la experiencia del acompañamiento y el soporte emocional, Alicia comprendió la importancia de que la Iglesia se haga presente en el corazón de los problemas, pensando en los demás y dejando de lado los intereses particulares:

«A veces nos enfrascamos en nosotros mismos y no vemos al otro. Si tú conoces que hay hermanos que están padeciendo de ansiedad, estrés, depresión o duelo, aprendamos a ser solidarios, hagamos el esfuerzo de acompañar y escuchar, dar palabras de fe y ánimo, para cuidar así nuestra salud mental y estar en armonía», indicó.

Dato adicional: según cifras del MINSA, solo entre enero y agosto de este año, los 155 Centros de Salud Mental Comunitarios (CSMC) de todo el país brindaron 431 795 atenciones referidas al bienestar emocional, psicológico y social, a través de los servicios de telemedicina implementados a raíz de la emergencia sanitaria por la COVID-19.

Como cada 5 de octubre, nuestro país celebra el Día de la Medicina Peruana, en honor a Daniel Alcides Carrión, el joven estudiante de medicina que se inmoló para conocer los síntomas de la verruga peruana. 135 años después de su sacrificio, hoy miles de médicos cumplen un papel fundamental en la lucha contra la Pandemia.

A través de este Informe Especial, y como Iglesia de Lima, queremos rendir un sencillo pero significativo homenaje a todos nuestros médicos que llevan a Cristo en sus corazones, cargando a diario con el sufrimiento de nuestro país y salvando la vida de muchos peruanos.

Pastoral de Salud: evangelizar a través del servicio.

La Pandemia ha inspirado distintas formas de expresar nuestra solidaridad, una de ellas a través de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima, planteada como una manera de continuar acompañando y escuchando a nuestros enfermos que viven la soledad y el aislamiento social.

La Pastoral de Salud reúne a un grupo de laicos y sacerdotes, que semanalmente acuden a los principales hospitales de la ciudad de Lima. A continuación compartimos algunos de sus testimonios y vivencias.

“No hay mejor manera de vivir que sirviendo a nuestro prójimo”.

Julia Saldana Arroyo es una médico anestesiólogo que trabaja en el Hospital Ramón Castilla. Ella nos cuenta que la crisis sanitaria ha cambiado por completo su vida laboral y familiar debido a la alta demanda de pacientes de Covid-19: «aunque al comienzo tenía mucho miedo de contagiarme y traer la enfermedad a casa, cuando recibí el Rosario, el agua bendita y el aceite sagrado, tomé consciencia de que no estaba sola frente a esta Pandemia, sentí que Dios estaba conmigo y me llamaba a servirle», expresa.

Julia también recuerda con profunda alegría los momentos de oración que compartía con sus compañeros y pacientes: «podía ver cómo les cambiaba el rostro cuando orábamos juntos, ha sido una experiencia maravillosa. No hay mejor manera de vivir que sirviendo a nuestro prójimo».

Doy gracias a Dios por ser parte de la Pastoral de la Salud, tan necesaria en estos tiempos de individualismo, de corrupción, de falta de solidaridad, porque me ha permitido acompañar a mi labor de médico, mi labor de evangelización.

“Vivir nuestra fe con responsabilidad y madurez”.

Como trabajadora en el sistema de transporte asistido de emergencia de las ambulancias del Hospital Rebagliati, Danitza Arévalo sabe lo que es lidiar con la tragedia humana, sin embargo, la Pandemia ha representado un verdadero desafío: «este virus despierta mucha ansiedad y depresión, en momentos como éste, necesitas agarrarte de la mano de Dios para que puedas salir muy pronto de esta enfermedad», añade.

Danitza está convencida que nuestra salud es una prioridad en este tiempo de crisis sanitaria, por lo que hace un llamado a vivir nuestra fe con responsabilidad y madurez, para actuar pensando en los más vulnerables: «intentemos hacer bien las cosas, intentemos hacer más la voluntad de Dios, recordemos que nuestra salud física es tan importante como nuestra salud espiritual».

“Acercarnos a nuestro prójimo es acercarnos más a Dios”.

Finalmente compartimos el testimonio de José Marimon. Además de ser médico gineco-obstetra, José pertenece a la asociación de laicos católicos ‘Misión y Comunión’, donde recibió el llamado a formar parte de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima:

«Este servicio consiste en dar apoyo emocional y espiritual a los pacientes, una experiencia que ha sido muy gratificante porque cuando nos acercamos a nuestro prójimo, nos acercamos más a Dios», comenta.

En ese sentido, José cree fundamental que Iglesia y salud se unan en estos tiempos de dificultad, para acompañar el tratamiento físico con la fortaleza espiritual: «los médicos estamos llamados a llevar ayuda a los enfermos, nuestro papel es importantísimo para dar una palabra de fe y esperanza», indicó.

Saludo del Arzobispo de Lima a todos los médicos del Perú.

Por último, compartimos las palabras de saludo y agradecimiento de nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, a todos los médicos en el Día de la Medicina Peruana: «es un día para recordar las bases hondas de la medicina peruana, por eso, les pido vuelvan a Carrión, sigan ese ejemplo, sigan ese espíritu que empalma mucho con el Espíritu de Dios. La medicina se experimenta siempre en adversidad, y se necesita una actitud de entrega profunda, sintonizando con los complejos mundos del sufrimiento para poder entender cómo hacer para solucionar las cosas», dijo el Arzobispo.

Les quiero expresar la cercanía de la Iglesia hacia ustedes, la bendición hacia todo lo que han hecho y todo el camino que queda por recorrer para tener un país saludable, benéfico, capaz de vivir con plenitud la alegría de ser peruanos y de ser humanos.

Este miércoles 23 de septiembre se celebra el Día Internacional de las Lenguas de Señas, razón fundamental para recordar, como Iglesia, la presencia de más medio millón de personas con discapacidad auditiva en nuestro país, que en palabras del Santo Padre, necesitan de nuestro acompañamiento «para que participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible”

En esta oportunidad, la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima, comparte los testimonios de nuestros hermanos intérpretes en lengua de señas, quienes conocen de cerca la realidad que viven cientos de miles de compatriotas «invisibilizados» por nuestra sociedad.

“Discapacidad no es incapacidad”.

Christian Neves es un voluntario como intérprete de Lengua de Señas en la Catedral de Lima, y nos cuenta una anécdota que vivió durante un domingo en su trabajo como interprete:

Christian Neves solía participar como intérprete en Lengua de Señas en las misas presenciales de la Catedral de Lima: “Recuerdo que un día estaba interpretando una misa dominical, frente a personas sordas, y de repente, se fue la luz, y por ende, se apagaron los micrófonos. Como yo estaba parado cerca del altar, podía escuchar perfectamente, así que seguí interpretando. Esta anécdota me dejó pensando en las personas que estaban sentadas en las últimas filas y no podían escuchar, fue como si los papeles se hubieran invertido por unos minutos”, explicó.

Para Christian, esta experiencia lo interpeló profundamente, al punto de reflexionar sobre el mundo en que vivimos: «muchas veces son las personas sordas las que ‘están sentadas en la última fila, son las que no tienen acceso a la información, son los que se enfrentan las brechas sociales, las barreras de comunicación”, reflexionó.

Por eso, el joven intérprete considera necesario fomentar el aprendizaje de lengua de señas, una oportunidad para «entender mejor el mensaje de Dios, porque una discapacidad no es incapacidad, una discapacidad no tiene por qué separarnos, sino al contrario, nos puede unir, nos debería unir”, agregó.

Remando con Personas Especiales.

Hilda Malache Vargas, es profesora e intérprete de personas sordas. Ella es conocida en nuestra comunidad como la intérprete en las misas del Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, que transmite el canal del Estado.

Hilda, integrante de la comunidad REMPES (Remando con Personas Especiales), nos cuenta que viene de una familia numerosa en la que tres generaciones ha padecido de discapacidad auditiva: “dentro de mi familia no tuvimos dificultad para la comunicación porque utilizábamos los dos idiomas, la lengua oral y la lengua de señas”, recuerda.

Hilda nos explicó que “la lengua de señas no era bien vista, era limitada», por eso, su familia pasó por muchas frustraciones y«maltratos de la sociedad oyente, pues eran catalogados como mudos, cuando su discapacidad era la parte auditiva”.

Lejos de cualquier resentimiento, Hilda optó por el cambio, y desde entonces se dedica a cultivar el lenguaje de señas como un conocimiento imprescindible para convertirnos en una Iglesia cercana, amiga y en salida. Inspirados en su testimonio de vida, recientemente el Arzobispado de Lima compartió una reflexión sobre la discapacidad auditiva en el Perú:

Una Iglesia que haga «visible» a las personas con discapacidad auditiva.

Finalmente tenemos el caso de Ana Luz Reaño, miembro de la comunidad REMPES. Para ella es indispensable que, como cristianos, aprendamos a comunicarnos y a entendernos: «todos debemos tener acceso a la información, y por ello, la Iglesia cumple un papel importante, porque crea visibilidad y permite la inclusión de las personas sordas», resaltó.

Ana Luz está convencida que todos podemos colaborar en esta causa, comenzando por el respeto a las personas con discapacidad auditiva: «no tenemos que ser intérpretes en lengua de señas para aprender a respetarnos, comprendernos y ayudarnos».

Oración a María en lengua de señas, por Ana Luz Reaño.

Junto a Ana Luz, como Iglesia de Lima queremos escuchar la voz que resuena en el corazón de nuestros hermanos con discapacidad auditiva, porque la vida de todos es un don gratuito y amoroso de Dios que debemos apreciar, agradecer y valorar. ¡Día Internacional de las Lenguas de Señas!

Esta semana invitamos a todos los colaboradores del Arzobispado de Lima a participar de un cuestionario virtual sobre las Misas Televisadas que preside Monseñor Castillo.

Pero todo fue parte de un experimento social, cuyo principal objetivo fue despertar una mayor consciencia sobre la presencia de nuestros hermanos con discapacidad auditiva, muchas veces ‘invisibilizados’ por la sociedad o marginados.

El siguiente video es una invitación a la reflexión, un llamado a dejarnos interpelar por la voz que resuena en sus corazones, porque la vida de todos es un don gratuito y amoroso de Dios que debemos apreciar, porque todos somos Iglesia.

Más de medio millón de personas con discapacidad auditiva.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en el Perú hay más de medio millón de personas con discapacidad auditiva. Pese a ello, en todo el territorio nacional hay menos de 30 intérpretes en lengua de señas peruana.

A través de esta iniciativa, como Arzobispado de Lima, reafirmamos nuestra misión de construir una Iglesia cercana y amiga, una Iglesia de múltiples rostros.

En el marco del Día Internacional de la Asistencia Humanitaria, queremos reconocer el esfuerzo y el sacrificio diario del equipo responsable del almacén de donativos de Cáritas Lima, un grupo solidario de personas que coordinan la distribución y entrega de víveres a las comunidades más golpeadas por la crisis sanitaria.

«Detrás de estas donaciones está el Señor».

Para Alberto Tirado, jefe de almacén de Caritas Lima, la ayuda humanitaria que se se canaliza a través de parroquias y congregaciones de la ciudad, es una experiencia reconfortante: «el llegar y sentir el calor de la gente que nos recibe cada vez que llevamos una donación, es una experiencia muy valiosa e indescriptible, no solo te llena como persona sino te llena el espíritu como cristiano», comentó.

La gente que recibe esta ayuda se identifica con su parroquia, con su congregación, con su párroco, con su líder, ellos saben que detrás de estas donaciones está el Señor.

«Ayudar al prójimo para que pueda tener una vida digna».

Por su parte, Rubén Cayetano, miembro del equipo de almacén y donaciones, nos cuenta que su experiencia en Cáritas Lima ha sido muy grata, y que siempre ha trabajado «llevando ayuda a los que más necesitan, llevando siempre las donaciones a los sitios donde está la pobreza extrema, allá en los cerros y asentamientos humanos, donde la gente está muy necesitada».

Del mensaje que Jesús nos dejó: ‘Ama al prójimo como a ti mismo’ debemos inspirarnos para ayudar a nuestro prójimo, dándole lo necesario para que pueda tener una vida digna.

“Evangelizar desde el amor hacia el prójimo”.

Cinthya Tello, Directora General de la Vicaría de la Pastoral Social y de la Dignidad Humana, Cáritas Lima, afirma que la vulnerabilidad está presente en todos nuestros bogares: «cuando llevamos canastas de alimentos y equipos de protección personal, también estamos llevando un poquito de alegría», recuerda.

A través de la ayuda humanitaria también evangelizamos, así como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo. La ayuda humanitaria es evangelizar desde el amor, el cariño, la protección que tenemos hacia el prójimo.

“Amar la vida sin pedir nada a cambio”.

Finalmente está Abigail Solano, la más joven del equipo de Cáritas Lima con 22 años, pero con un espíritu solidario muy grande: «ha sido una nueva experiencia, una nueva oportunidad para poder valorar la vida. Es una linda experiencia poder estar al lado de ellos, escucharlos y acompañarlos en su dolor», indicó.

Siendo joven he aprendido a valorar, a amar sin pedir nada cambio. Que Dios nos guíe y nos dé fuerza suficiente para cada dolor y cada circunstancia, nunca perdamos la fe, oremos y seamos agradecidos.

Santa Rosa de Lima fue una laica peruana que, en palabras de nuestro Arzobispo, «supo seguir una espiritualidad honda […] con ojos y corazón abiertos e interpelados por los pobres indios y negros, en quienes percibió la presencia de su amado Esposo Jesús. Rosa encarnó una defensa de los indios en su vida cotidiana y en su religiosidad, promoviendo una forma de inculturación del Evangelio que dura hasta hoy».

En medio del dolor y la crisis que vivimos por la Pandemia, es posible ver el rostro misericordioso de Rosa de Lima, a través de la entrega diaria de nuestros enfermeros, médicos, paramédicos y voluntarios de salud.

En esta oportunidad, la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima, comparte los testimonios de solidaridad y servicio de la Unidad de Control de Emergencias de la Arquidiócesis de Lima (UCE).

Voluntarios de Salud al servicio del más necesitado.

La UCE viene atendiendo a los enfermos de nuestra ciudad desde el año 1999, pero con la irrupción de la crisis sanitaria, el centro de atención tuvo que instalar un espacio de urgencias especial en la Parroquia Santa Rosa de Lima, en el distrito de Lince, donde vienen colaborando 35 voluntarios y profesionales de la salud.

Hasta la fecha se han realizado más de 3 mil atenciones, entre consultas médicas, asistencia en urgencias médicas y primeros auxilios, todo de manera gratuita. Este servicio generoso se viene realizando a pacientes con enfermedades no relacionadas al Covid-19.

Testimonio: “Ver el rostro de Cristo en el que sufre”.

“Cuando todo esto empezó, en mi corazón surgió la inquietud de aportar al prójimo desde mi propia trinchera, expresa María Paola Carreño, médico de la UCE, ha sido Dios quien me regaló esta profesión, y en el voluntariado vi la oportunidad de poder retribuir tal bendición».

Ver el rostro de Cristo en el que sufre, en el que pasa necesidad, es siempre una experiencia renovadora, y ese ejercicio también fortalece nuestro corazón. Es el prójimo quien debe beneficiarse de nuestras obras, y en nuestro servicio también podemos mostrarle el rostro de Cristo.

Para María Paola, la experiencia de servir a otros deja muchas lecciones importantes: «todos somos vulnerables, unos más que otros, estamos acá para tendernos la mano, y todos podemos aportar desde donde Dios nos ha puesto», resaltó.

Testimonio: «Hacer algo bueno por la sociedad y por el país».

Derly Tapia es un estudiante del quinto año de Medicina que participa como voluntario en la UCE desde hace más de seis años. En este camino de servicio y gratuitad, él reconoce haber «aprendido mucho más que solo medicina».

Derly asegura que atender a cada persona en UCE es una experiencia de vida, un aprendizaje que se complementa con el servicio solidario de sus compañeros de trabajo, quienes se entregan a diario por el bienestar de los demás.

“Para la Pandemia hemos visto un gran crecimiento en logística como en voluntarios […] Es bueno que cada persona intente, en lo posible, hacer algo bueno por la sociedad y por su país, para poner un granito de arena en medio de esta crítica situación», indicó.

Testimonio: «Hemos aprendido a revalorizar la salud».

Finalmente está el caso de Alexa Joya, una joven voluntaria de la UCE que ingresó motivada por su gran vocación de servicio “desde que empecé a estudiar Medicina tenía claro que lo mío no es lucrar, sino ayudar al prójimo, esto es lo más bonito y lo más desinteresado que se puede hacer», declaró.

La ayuda solidaria de la Iglesia a través de la organización de sus laicos es un ejemplo que debe multiplicarse en todo el país, señala Alexa Joya a modo de reflexión: «ya hemos visto que el sistema de salud está colapsado, no puede suplir las necesidades de todos los peruanos, por eso, necesitamos más iniciativas como las de UCE», afirmó.

Por otro lado, Alexa considera que la Pandemia ha permitido revalorizar la salud, algo que permaneció en el desinterés de nuestra sociedad: «primero era el trabajo, las fiestas, las cosas banales, y la salud siempre se dejaba de lado, la gente no se hace chequeos, no previene nada, y ahora nos hemos dado cuenta que podemos tener lo que sea, pero si no tenemos salud ni bienestar para nosotros y nuestra familia, nada tiene sentido».

Reflexión final:
Los testimonios que hemos compartido son signos de esperanza para nuestro país que, en palabras del Papa Francisco, nos recuerdan «la presencia fiable y generosa del personal médico y los trabajadores sanitarios, capaces de combinar la competencia profesional con esas atenciones que son expresiones concretas de amor». Pidamos la intercesión de Rosa de Lima y oremos por ellos, por sus vidas y los sacrificios que deben hacer, para que sigan construyendo esa partecita del cielo en la tierra que necesitamos para hacer resucitar al Perú.

En medio de la crisis sanitaria que vive nuestro país, los jóvenes de la ciudad se organizan a través de la Pastoral Juvenil de sus parroquias, para seguir evangelizando a través del servicio, acompañamiento y ayuda a los más necesitados.

Este miércoles 12 de agosto se celebra el Día Internacional de la Juventud, una fecha que nos recuerda la importancia de dar voz a las futuras generaciones y el valor de su presencia dentro de la sociedad.

Como Iglesia, estamos llamados a reconocer el aporte de los jóvenes en la construcción de la vida comunitaria y parroquial, ofreciendo su tiempo y organizándose para llevar esperanza en medio de la pandemia. Conoce aquí sus testimonios.

Tomás Soto: «Ver en el otro a Jesús».

Tomás Soto es miembro de la Pastoral Juvenil de la Parroquia San Pedro, en Chorrillos. A raíz de la crisis sanitaria, su comunidad se ha organizado para preparar canastas de víveres y compartirlas con las familias más afectadas. Para ello, los jóvenes han participado de continuas reuniones y actividades que les permitan recaudar fondos.

Ésta es una experiencia que me reconforta mucho, que me enseña a ver en el otro a Jesús, reconocer que todos somos hermanos y que debemos trabajar en conjunto para que todos estemos bien, por el bien común

Declaró Tomás a la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima

Gracias al espíritu creativo de los jóvenes, la Parroquia San Pedro continúa realizando diferentes actividades, capacitaciones y eventos virtuales que fortalecen la vida comunitaria de todos los laicos. Como bien dice Tomás: «a pesar de los malos momentos, debemos trabajar en conjunto para que todos estemos bien».

Rocío Aranda: «nuevas maneras de llevar a Jesús a los más necesitados».

En el distrito de Surco vive Rocío Aranda, ella participa en la Parroquia Santiago Apóstol como coordinadora de la Pastoral Juvenil y del Coro de Niños San Nicolás de Bari.

Rocío afirma que su comunidad ha tenido que ‘reiventarse’ para seguir evangelizando: “usamos las herramientas tecnológicas para llevar a Cristo a nuestros jóvenes y a las familias. Las cadenas de misericordia, rosarios y testimonios de vida, así como las formaciones espirituales, son ahora nuestra arma más importante para llevar a Jesús a los jóvenes que necesitan de Dios en estos tiempos tan difíciles”, añadió.

Gracias al apoyo de Cáritas Lima y las comunidades parroquiales, los jóvenes han logrado apoyar a alrededor de 200 familias con la entrega de canastas de víveres y productos de primera necesidad.

Rocío quiso despedirse de nosotros enviando un mensaje a todos los jóvenes limeños:

En el Día Mundial de la Juventud, hacemos un llamado a todos los jóvenes de nuestra Arquidiócesis a decir sí a Cristo, sí a María. No se desanimen, no pierdan la fe, Cristo es nuestra fuerza, y de la mano de nuestra mamita Virgen María, saldremos adelante. Recuerden las palabras del Papa Francisco: «la Iglesia necesita personas que, animadas por la fe, sepan comprometer su vida en la evangelización del mundo».

Reflexión final:

Los jóvenes son ‘el ahora de Dios’, como dice el Papa Francisco, y queremos unirnos a ellos en permanente diálogo para encontrar soluciones creativas y audaces, para edificar una Iglesia flexible, sinodal, y renovada desde el corazón de la juventud soñadora.

Desde el Arzobispado de Lima, agradecemos el servicio gratuito, voluntario y anónimo de todos los jóvenes de nuestra Arquidiócesis, especialmente de aquellos que son una luz de esperanza en el resurgimiento de la humanidad.

[Informe especial por el mes de Santa Rosa de Lima]

Inspirados en el espíritu de gratuidad y ayuda al prójimo de Rosa de Lima, quien se identificó con el sufrimiento humano de los enfermos y los indios de su época, hoy queremos compartir los testimonios de solidaridad y organización de las Parroquias de nuestra Arquidiócesis.

A través de estos gestos humanos y cristianos, recordemos que la santidad también está presente en el corazón de quienes se identifican con los más necesitados. El servicio y la relación con el prójimo forman parte del llamado del Papa Francisco a la santidad en el mundo actual: “Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión”. (GE 26).

«La Iglesia no puede estar ajena a los que sufren».

La Parroquia Santa Magdalena Sofía Barat, ubicada en el distrito del Agustino, se ha organizado para realizar cadenas de solidaridad con todos los migrantes que viven en la zona: «desde los inicios de la pandemia, hemos colaborado con bolsas de víveres para que estas familias puedan tener con qué alimentarse», comentó el Párroco Arturo Alcos.

Hemos encontrado en Santa Rosa de Lima un modelo a seguir, porque ella también supo mostrar su solidaridad y ayuda con los más pobres, con los enfermos, con las familias que pasaban necesidad. Por eso, la iglesia no puede estar ajena a los que sufren, menos con los migrantes.

Para el Padre Arturo, esta pandemia también ha traído consigo muchas lecciones: «una de ellas es la organización popular, porque solos no podemos vencer esta pandemia, unidos sí, y por eso, es importante que podamos organizarnos a través de las juntas vecinales, fortalecer los clubes de madres, los comités de vaso de leche, los comedores populares y las ollas comunitarias. A través de estos grupos de vecinos nosotros podemos acompañarlos, podemos educarlos mejor y brindar nuestra ayuda», acotó.

Foto: Parroquia Santa Magdalena Sofía Barat.

El amor a Dios reflejado en el amor por nuestro prójimo.

Para Giannina León, miembro del Consejo de la Capilla Cristo de los Milagros, perteneciente a la Parroquia San Miguel Arcángel, la unión y la organización de las comunidades de laicos, han sido indispensables al momento de apoyar a migrantes nacionales y extranjeros:

“En nuestra comunidad hay muchos migrantes afectados con esta pandemia, entonces nos hemos organizado a través de los diferentes grupos para llegar a cada uno de ellos. Hemos tratado de apoyar a los más afectados, sobre todo a las familias que tienen niños o adultos mayores, a las familias sin trabajo y que pasan hambre», expresó León.

Al igual que Santa Rosa de Lima, como laicos estamos llamados a salir y compartir con los demás, manifiesta Giannina: «nuestro amor a Dios se ve reflejado en el amor que ahora mostramos al prójimo», indicó.

Llamados a vivir la fe con obras.

Luis Enrique Corniel es un misionero laico de República Dominicana que tiene tiempo trabajando en nuestro país, puntualmente en la Parroquia San Lucas, en el distrito de Pueblo Libre. Desde su experiencia, Luis Enrique nos recuerda lo fundamental que es vivir una fe con obras:

“En esta pandemia estamos apoyando a más de 2000 familias, y durante este proceso hemos entendido la importancia de vivir las obras de misericordia corporales, por eso, los laicos quieren aportar con su granito de arena y así llegar a más personas», añadió.

Foto: Parroquia San Lucas.

Reflexión Final:
Nuestro país está llamado a ser una partecita del cielo, como solía decir Santa Rosa de Lima, y para ello, tenemos que aprender a hallar nuestra capacidad de amar y de identificarnos con Jesús, a través de las personas que más sufren.

La preocupación de la Iglesia de Lima por seguir acompañando a quienes necesitan del consuelo de la Palabra y la fortaleza de la oración, ha suscitado nuevas formas de seguir evangelizando a través del servicio y el voluntariado.

En esta oportunidad, compartimos los testimonios de tres laicas que respondieron al llamado de la Pastoral de Salud, para acudir a los hospitales y acompañar a los pacientes internados en el Hospital Edgardo Rebagliati.

Un servicio generoso que nos enseña a valorar la salud.

Pilar es una joven que participa del voluntariado de Pastoral de Salud y visita a los enfermos en el área ‘no Covid’ del Hospital Rebagliati: «Me animé por el voluntariado por un tema de servicio, básicamente converso con ellos, les doy ánimos, y les digo que Dios está con ellos», comentó.

«En esta experiencia, he aprendido a valorar todo lo que tenemos, la salud, sobre todo – indica Pilar – la experiencia de compartir un momento con los enfermos me aporta mucho en mi día a día, porque es una manera de afrontar toda la realidad que estamos viviendo».

Acompañar, escuchar y orar con los enfermos.

Roxana es otra de las jóvenes que participa en el voluntariado de Salud de la Arquidiócesis. Ella apoya acompañando, escuchando y orando con los enfermos internados en el hospital por diferentes complicaciones: «en caso que requieran algún sacramento, apunto los datos de su cama, apellido, pabellón y piso para que el padre pueda llevar los sacramentos», indicó.

El servicio de voluntariado me motiva a ayudar al prójimo, también me ha ayudado a crecer como profesional y como persona, a compartir lo poco que sé o tengo, a servir más a la comunidad.

Un servicio voluntario desde lo profundo del corazón humano.

Finalmente compartimos el testimonio de Judith, quien expresa que ser voluntaria «va más allá de querer ayudar desde lo humano, es hacerlo con plena libertad desde lo profundo del corazón humano, donde solo puede entrar Dios y poder así llenarnos de Él».

En medio de las limitaciones por el confinamiento y el peligro al contagio, Judith nos recuerda que la Iglesia debe identificarse con los que más sufren, los enfermos y los pecadores: «aquí es donde el trabajo de un voluntario es llenarse del Espíritu de Dios en cada visita al enfermo. No es necesario ser un especialista o un teólogo para servir, como laicos podemos entregarnos al Señor, nuestro Dios, para que Él obre a través de nosotros, en cada paciente o enfermo que visitamos».

Central telefónica
(511)2037700