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En el tercer domingo del Tiempo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, hizo un llamado a prepararnos para la llegada del Señor con signos y gestos sencillos que den cuenta que todos los cristianos del Perú estamos sintonizados, desde el amor, en una renovación de nuestra Patria: «El mundo está tan complicado que, en este momento, necesita del concurso de todos como hermanos. Todos tenemos que aportar, dar ideas, recoger lo que opina la humanidad para poderla convertir en una manera de ser Iglesia que sea fermento, fuerza, y esperanza para su pueblo», reflexionó en su homilía. (leer transcripción)

Homilía de Monseñor Carlos Castillo (Leer transcripción)

Monseñor Castillo señaló que este tercer domingo de Adviento, también conocido como el Domingo de la Alegría, nos invita a vivir un camino de preparación y de esperanza para acoger, con nuestro accionar, el nacimiento del Niño Dios: «Es una alegría inmensa porque es el inicio de una nueva vida, es el camino nuevo para la vida de toda la humanidad. Pero esta alegría requiere que nosotros estemos preparados. La alegría también es parte de la preparación, pero requiere muchas cosas muy concretas», indicó el prelado.

En ese sentido, el texto del Evangelio de hoy (Lucas 3, 10-18), nos hace ver cómo Juan Bautista ya tiene una intuición clara de que el Señor debe ser acogido por nosotros desde algunas actitudes sencillas y acciones humanas que tejan un camino de esperanza para los demás. ‘El que tiene dos túnicas comparta con otro dándole una, y el que tiene comida también comparta’, es el mensaje de Juan Bautista, es decir, una invitación a cumplir aquellos principios humanos que están en nuestra vida diaria y estamos llamados a desarrollar.

Por eso, la respuesta de Juan Bautista al interés de los publicanos y los soldados romanos en ser bautizados, es un fuerte llamado a ‘no exigir más de lo establecido’ y ‘no extorsionar, ni denunciar a nadie falsamente’. Estas respuestas, sostiene el Arzobispo de Lima, son parte del camino que todos debemos realizar para esperar la llegada del Señor: «Si quieren bautizarse, una manera concreta de preparar lo que viene es hacer un mínimo justo, es decir, no ‘cargar’ con más peso a la gente, no cobrar más de lo debido o estar pensando en sacar una coima. Nosotros todos, tenemos que intentar juntos, encontrar las formas justas de preparar la venida del Señor», acotó.

Si el Señor viene como un niño, lo hace para una cosa fundamental: Jesús viene a darnos todo su ser, y por lo tanto, su Espíritu. Y su Espíritu tiene un fuego de amor que no se apaga, que es capaz de producir un cambio en la sociedad, pero no para destruir, sino para resucitar todo, para dar vida.

En otro momento, Monseñor Castillo aseguró que en tiempos de dificultad, desesperación, incomprensión y rechazo, necesitamos un nuevo espíritu capaz de suscitar en nosotros un sentido de conversión en el que reconozcamos nuestros límites, recapacitemos y trabajemos juntos por el bien común: «Para eso necesitamos el impulso del Señor, y todos podemos entrar en un espíritu de recapacitación, de comprensión profunda de las cosas. Quizás estemos ante la mayor oportunidad de nuestra vida para cambiar las cosas de verdad, poniéndonos de acuerdo, y eso es muy difícil, pero no es imposible», recalcó.

En esta Navidad del Bicentenario, no hay cosa mejor que intentar dejar como legado la refundación de nuestra Patria sobre la base del amor, rechazando todas aquellas contradicciones, contrariedades y polarizaciones que están haciéndonos mucho daño.

El Arzobispo Castillo reiteró que necesitamos que el Espíritu del Señor «pulule en todo el Perú, se pasee cómodamente por todo el país, por todos los corazones y las mentes», para que, con este nuevo espíritu, «nos repare a todos y podamos llegar a solucionar muchas de las cosas en base al Espíritu que suscita en nosotros la capacidad de amar».

Como Iglesia, como comunidad cristiana, como laicos, tenemos la misión de redimir, con nuestro aporte, con nuestra sencillez, con nuestra decisión, con nuestras actitudes, a un país que está viviendo una situación compleja y puede tener una tragedia si es que no tenemos cuidado.

El Obispo de Lima recordó que, en los momentos aciagos, debemos saber escuchar la voz de nuestros jóvenes: «Tenemos la fuerza de los jóvenes, a quienes inspira más rápido el Espíritu Santo, porque los que estamos más viejos andamos ‘medio escleróticos’. Pero de todas maneras, el Señor es capaz de des-esclerotizar, des-endurecer las situaciones y abrir caminos de esperanza. Si abrimos un poquito los ojos y el corazón, podemos dejarnos llevar por Él».

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