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En el Día de la Solemnidad de Cristo Rey, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística desde la Basílica Catedral de Lima: «Dios quiere nuestra resurrección, y para eso, tenemos que abrir los ojos, superar la ceguera, superar el empecinamiento, tener la capacidad de salir de las ideologías que destruyen nuestra capacidad de amar», reflexionó durante su homilía.

Refiriéndose al Evangelio de Mateo (25, 31-46), Monseñor Castillo recordó que estamos llamados a entrar en un proceso de conversión para redescubrir el sentido de la salvación, que va más allá del cumplimiento estricto de las normas y las leyes: «en esta Parábola, Jesús se presenta como el gran Rey que viene del Padre. Y el camino a este Reino se edifica en la fuerza resucitadora, vivificadora, amorosa y gloriosa de Dios, que se identifica y se reconoce en el sacramento del pobre, del humilde, del hambriento, del sediento, del forastero, del que no tiene a dónde ir, del herido, del maltratado», expresó el Arzobispo.

Nuestro Dios se presenta a través de Jesucristo, como aquel que reina con las ovejas, como un Pastor. Un verdadero gobernante, una verdadera autoridad, un verdadero rey es aquel que tiene en cuenta a los más pequeños, sabe hacer justicia en favor de los que sufren las injusticias.

Este mensaje del Señor se hace más acuciante en nuestra región de América Latina, explica el Arzobispo de Lima: «hemos creado un sistema de vida ‘normal’ que se basa en la indiferencia, en el que yo hago lo que quiero, lo que deseo, hago mis intereses, sin considerar el rostro del otro o la masividad del dolor humano. El Señor nos llama a remecer nuestro corazón para convertirnos personal y socialmente al Dios que vive y mora en el pequeño».

Jesús quiso dejarnos esta Parábola para mostrar que, en el crucificado, estaba la fuente inagotable de la resurrección del mundo. Jesús nos perdonó y no se bajó de la cruz, se mantuvo en la cruz, como dijo el Papa, no por la fuerza de los clavos sino por su misericordia.

Reconocer el espíritu de fraternidad que manifiestan los jóvenes en las calles.

En otro momento, Carlos Castillo reflexionó sobre el gran aporte de los jóvenes a nuestra sociedad: «nos han dado un poco de su inspiración. El joven, sin ser un gran pensador, se mueve a partir de la intuición, luego desarrolla pensamientos, se organiza, elabora ideas y reflexiona, se vuelve crítico. Todos han reconocido esta semana que tenemos que escuchar a los jóvenes para sintonizar en el espíritu de amor que los ha conducido».

En ese sentido, para resolver los problemas de nuestra Patria, nuestros barrios y nuestras relaciones humanas, necesitamos dejarnos llevar por la gracia de Dios: «uno de los problemas más graves que tenemos todavía en nuestra Patria, es que hay una especie de rechazo de la inspiración en un sector de personas. Estos días los jóvenes han salido a las calles para manifestarnos, a través de sus bailes y cantos, que hay un espíritu nuevo que está corriendo por el mundo, el espíritu de la fraternidad», añadió.

Aprender a rectificar nuestras actitudes más letales y destructivas.

El Arzobispo de Lima reiteró que el Señor nos invita a un profundo cambio para «reconocer las necesidades de los que más sufren como prioridad, para rectificar nuestras cosas más letales, más destructivas. No hay nada más destructivo que la indiferencia, porque atenta directamente contra nuestro ser».

Muchas veces uno pensaría que Dios solo está en la Iglesia o en la Eucaristía. Ante todo y sobre todo, Dios está en los últimos, porque Él se hizo último, humilde y pequeño por nosotros.

Y cuando el Señor llegue para juzgarnos, no nos juzgará porque nos quiere destruir, sino porque nos creó para amar, aclaró Monseñor Carlos: «a veces nosotros nos autoexcluimos de su amor, por eso, el juicio es una autoexclusión. Hoy necesitamos tener la capacidad de anchar nuestro corazón para todos, dejándonos inspirar por Dios que quiere nuestro bien, para que así podamos entrar al Reino sin autoexcluirnos. Sería lindo que nadie se autoexcluyera, sino que todos comprendiéramos que, si superamos la indiferencia, nuestra vida se llenará de entrañas de misericordia, entonces, viviremos para siempre».

Dios quiere nuestra resurrección, y para eso, tenemos que abrir los ojos, superar la ceguera, superar el empecinamiento, tener la capacidad de salir de ideologías que nos abordan en todos los sentidos, de derechas y de izquierdas, porque las ideologías destruyen nuestra capacidad de amar.

Por último, nuestro Arzobispo de Lima recordó el llamado del Papa Francisco a vivir en una fraterna hermandad (Fratelli Tutti): «esa es la raíz más honda de lo que tenemos porque somos hijos del mismo Padre. En un tiempo en donde el egoísmo se instaló enormemente en todas partes y se pensaba que nuestro mundo era la derivación de soluciones egoístas, tenemos que hacer una explícita decisión por la hermandad, por la fraternidad, y a través de eso, aprender juntos a ver cómo se construye este mundo nuevo».

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