Cardenal Castillo: Cuando la Iglesia ora y conversa, el Espíritu habla

La oración, la escucha y el diálogo como forma de vida de la Iglesia. Estos fueron los tres hilos que el Cardenal Carlos Castillo entrelazó en la homilía del domingo XXIX del Tiempo Ordinario. Frente al histórico mural del Señor de los Milagros, el Prelado recordó que la Iglesia tiene rostro sinodal porque camina conversando con su pueblo, ora con sinceridad y se deja guiar por el Espíritu.

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En su alocución al evangelio de hoy (Lucas 18, 1-8), el arzobispo de Lima sostuvo que la perseverancia en la oración es parte de la identidad de todo creyente, especialmente, de nuestro pueblo peruano: «Somos rezadores. Eso viene con el corazón peruano que nos dieron los primeros misioneros, y que vino de la tradición antigua de nuestros pueblos. Por eso, cuando venga el Hijo del Hombre, encontrará esta fe en la tierra, en el Perú, porque somos orantes permanentemente», apuntó.

Esa fe insistente —añadió— es capaz de sostener a un país tan diverso como el nuestro y, simultáneamente, herido. “Si somos orantes, es en gran parte porque somos un pueblo muy necesitado. El clamor por las calles también es oración. Los lamentos, las personas que nos piden ayuda, son oración. Y nos reclaman a nosotros, a las autoridades, a la Iglesia también», apuntó.

Cuando oramos nos expresamos. Dios nos ha hecho para comunicar la Palabra que es Él, porque Dios es comunicación, es Palabra.

El Cardenal Castillo afirmó que esta expresión orante que nos une como peruanos, hoy se ha visto manifestada en la multitudinaria procesión del Señor de los Milagros, que esta mañana recorrió las calles de Roma y recibió la bendición del Papa León XIV en la Plaza de San Pedro.

La Trinidad no es una fórmula, es familia, comunidad y comunicación

En otro momento, el obispo de Lima explicó que la «Trinidad misma es comunicación y comunidad», es una relación permanente de amor y diálogo que inspira la vida de la Iglesia. No es una «fórmula» que debemos repetir, como si se tratase de un cálculo numérico, es más que eso: «es el Padre que ama al Hijo, el Hijo que ama al Padre. De ellos, brota el Espíritu y son una familia, y siempre están conversando, siempre están relacionados», acotó.

Nuestra Iglesia puede ser un signo de esperanza para la humanidad si todo el mundo ve, en ella, el signo de la Trinidad que conversa.

Escuchar para construir una Iglesia sinodal

Destacando la experiencia vivida en Lima con las asambleas sinodales parroquiales, el Primado del Perú indicó que los sistemas democráticos tienen un «sentido humanista» y «algo de cristiano» que no puede reemplazarse por ningún tipo de dictadura. «En la democracia acordamos las cosas, conversamos. Es parecido a la sinodalidad, aunque la sinodalidad más profunda es espiritual, implica un discernimiento, es una experiencia de Dios, pero, por lo menos, nos escuchamos», argumentó.

Cuando las cosas se ”guardan” y uno está “mudo”, en cierto modo se ”suicida”. Dios, que es Palabra y es diálogo, nos crea a su imagen para ser Palabra. Él no nos ”fabricó”, Dios nos dijo, nos recitó. Somos un delicado poema del Señor, todos, sin excepción.

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Redescubrir el sentido de la Eucaristía

El arzobispo de Lima llamó a volver a las raíces del misterio eucarístico, reconociendo que la Comunión no es una práctica ritualista de normas y formas, sino un encuentro más profundo, íntimo, comunitario y participativo con Dios. Recordó que, a lo largo de la historia, la Iglesia ha vivido diversas formas litúrgicas, pero que lo esencial nunca ha sido la lengua, la postura o el rito, sino la presencia real de Jesús que alimenta y transforma la vida.

«Quien impone las cosas es porque no quiere escuchar y se ha encerrado en sí mismo. Eso pasa también en la Iglesia, en donde algunas personas piensan que la misa en latín era la mejor», advirtió.

El Cardenal Castillo aseguró que reducir la Eucaristía a una cuestión de “formas externas” puede alejarnos del corazón del Evangelio: la comunión entre Dios y su pueblo:

«Algunos grupos muy duros en la Iglesia creen que, quien recibe la Hostia en la mano, “cree menos” en la presencia real de Jesús. No importa que sea en la boca o en la mano, de rodillas o de pie. Lo importante es que lo recibamos. Porque, cuando lo recibimos, Él, que es la Palabra viva, alimenta nuestra capacidad de pedirle a Dios y de amar a los hermanos y compartir con ellos nuestra palabra», reflexionó.

Los discípulos, que creían en la presencia real de Jesús, compartieron y recibieron el pan en la mano. Si recibir la Hostia en las manos significa creer menos, entonces, estaríamos mal fundados.

Con estas palabras, el arzobispo limeño nos invita a repensar el modo en que transmitimos la fe, para formarnos como discípulos que disciernen, dialogan y comprenden el sentido de nuestra fe. Finalmente, se solidarizo con los estudiantes universitarios que han sido privados de su libertad durante las protestas en la ciudad.