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RPP celebró este sábado 7 de octubre 60 años de fundación, y como parte de las actividades para conmemorar esta importante fecha, se realizó en la Catedral de Lima una misa con la participación de directivos, trabajadores y periodistas.

En su homilía, Monseñor Castillo afirmó que la aventura de estos 60 años suponen un proceso de madurez en el gran proyecto de Radio Programas del Perú, que, con la iniciativa y creatividad de sus fundadores, supo generar relaciones nuevas en el periodismo peruano a través del diálogo. «Nos dirigimos a todos en el país como «la voz del Perú», y hoy «la voz del Perú» les dice a ustedes: ¡gracias hermanos de RPP», expresó.

La Santa misa en Catedral de Lima oficiada por el arzobispo de Lima tuvo varios momentos emotivos, como la presentación de un arreglo floral y la simbólica bendición al tradicional micrófono de RPP, ofrecida por los colaboradores y periodistas de la institución.

En el día que también se celebró a la Virgen del Rosario, Monseñor Carlos señaló que estos 60 años de testimonio han significado un «rosario de buenas noticias», precedidos por la inspiración de su fundador, Manuel Delgado Parker, quien tuvo «la gran idea de hacer este proceso generacional de construcción de una forma de comunicar que pudiera abrirse paso en el corazón de nuestro pueblo».

El prelado destacó el esfuerzo comunitario de la gran familia de RPP, especialmente, al interior del país, donde reporteros, comunicadores y técnicos, contribuyen a difundir las noticias: «Inclusive, los vecinos apoyan en el rotafono para decir su palabra», agregó.

«Esta comunidad que ustedes forman, hermanos, es una comunidad muy viva, porque encuentra a varias personas haciendo una misión, que no solamente es la de informar, sino la de educar. La noticia debe ser comentada, discutida, saboreada, onducida a algo interesante y, por lo tanto, tiene que haber el concurso de todos», reflexionó el Monseñor.

El arzobispo de Lima recordó que los medios de comunicación son una fuente inagotable de encuentro, porque promueven la información, la conversación y el sentido crítico en la población. En ese sentido, la comunidad de RPP, formada por laicos comprometidos, nos han entregado su testimonio, anticipando que es posible vivir en la verdad y la corrección fraterna, informando y esclareciendo las cosas.

El acontecimiento de estos 60 años también representa un desafío, adelantó el Primado del Perú, principalmente, evitar que la ambición se apodere de nuestro propósito de informar con verdad y justicia. «Un pueblo renuncia a su capacidad de crear cuando no sabe para qué está en esta vida, cuando no ha identificado su vocación profunda. Y cada vez que nos reunimos en RPP, sentimos que no lo hacemos por plata o interés, sino para servir y compartir», acotó.

Queremos dar gracias a Dios por el milagro que significa que ustedes sean una comunidad capaz de solidarizar al Perú. Gracias por los esfuerzos que han hecho en todos estos años.

Al concluir la Eucaristía, Monseñor Carlos se acercó a los trabajadores de RPP y a los seguidores para rociar agua bendita, acto que fue muy celebrado por todos los asistentes.

«En esta Misa por la Nación venimos a encomendar nuestro país al Señor de los Milagros, pidiéndole que nos ayude en las situaciones que vivimos», con estas palabras, el arzobispo de Lima inició su homilía dirigida a todo el Pueblo de Dios, congregado en el Santuario Las Nazarenas para celebrar la Misa por la Nación.

Monseñor Carlos Castillo exhortó a dejarnos interpelar por el sufrimiento de los más desvalidos y últimos, y así reconocer la presencia del Señor en nuestra vida. Para ello, necesitamos «despojarnos de las ideas religiosas que nos acechan por la costumbre» y «actitudes invidualistas» que nos impiden vivir en hermandad.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El arzobispo Castillo explicó que la procesión del Señor de los Milagros es un signo que nos recuerda que «Jesús sale a nuestro encuentro para ir más allá de nuestro propio interés». Por eso, todos tenemos la oportunidad de dejarnos transformar por Él y ser un milagro para los demás.

En alusión al Evangelio de Lucas (10,25-37), que narra la parábola del Buen Samaritano, el Primado del Perú habló sobre la importancia de «identificar la presencia del Señor en nuestra vida», especialmente, en los desvalidos, los golpeados, las personas que sufren y son maltratadas. De esta manera estamos dinamizando nuestro ser hacia ellos, donde mora Dios.

Esta es la aventura permanente del ser cristiano: salir hacia Dios y encontrarlo en los marginados, para que así podamos encontrar a Dios Padre que se nos ha revelado en Jesús.

Monseñor Carlos afirmó que la procesión que acompañamos cada año se asemeja a una «liturgia masiva», porque es un encuentro de celebración que nos alienta a vivir mejor las exigencias cotidianas y poner nuestro servicio en favor de los demás.

El prelado hizo un llamado a tener las mismas actitudes del samaritano, que pese a ser considerado un «hebreo de segunda clase», optó por ir más allá de sus intereses y prejuicios culturales para actuar con misericordia (a diferencia del sacerdote y el levita).

Por lo tanto, esta es una invocación a «salir de nosotros mismos y nuestros quehaceres» para dejarnos interpelar por los que más sufren. Y como el samaritano: detenernos, mirar al herido, sentir compasión, cargarlo, curarlo y acompañarlo.

El samaritano es una persona común y corriente que tiene compasión y hace la voluntad de Dios. Él cumple realmente con la ley, porque la ley no es un cumplimiento formal, sino un cumplimiento real, de vida con el Otro.

Dirigiéndose a todos los fieles presentes, Monseñor Castillo ofreció la Misa por la Nación por nuestro «Perú herido», que requiere madurar, reeducarse y acercarse unos a otros para tratar nuestras cosas:

«Despojémonos de esas maneras egoístas de pensar, porque son actitudes individualistas que requieren ser superadas para vivir una religión y una vida cristiana auténtica. El Señor nos ama gratuitamente y nos ayuda por su sola presencia en la Cruz, llamándonos a ser todos transparencia de su servicio generoso y gratuito en la Cruz», aseveró.

El Señor nos interpela una y otra vez, sobre todo, hoy que los tambores de la guerra suenan y el descalabro de los ímpetus y las ambiciones y arrogancias cogen a las naciones y a los pueblos por la profunda crisis en que está el mundo que hemos construido a espaldas de los últimos de la tierra.

Monseñor Carlos aseguró que nuestro pueblo también es samaritano. Lo es cada vez que se levanta para ayudar al que más lo necesita, como ocurrió en la Pandemia. «El Señor de los Milagros nos ha dejado tal huella a todos los peruanos que las bases de nuestro Estado independiente reposan siempre sobre personas que lo fundaron con ese sentido de amor generoso», acotó.

Por ello, el legado de nuestros nobles héroes nos enseña que es posible una vida plena y dedicada a los más pobres. A modo de ejemplo, el arzobispo recordó el testimonio de José Gabriel Condorcanqui, María Parado de Bellido, Miguel Grau, José Olaya, Alfonso Ugarte, María Elena Moyano, entre otros.

«Al volver a esta Misa por la Nación, volvemos a la médula más profunda de nuestra identidad Peruana Samaritana. El Señor no nos bendice para que nos quedemos quietos, sino para que nos volvamos benditos y seamos bendición para el Otro. Esta promesa sólo puede cumplirse haciendo caso a la esperanza que tienen todos los peruanos, esperanza de que se reconozcan sus iniciativas, sus búsquedas de participación, su anhelo de justicia y seguridad, su búsqueda de una democracia amplia y ancha, su anhelo de salir de la pobreza y del hambre, su anhelo de esperanza, de paz y de respeto por todo derecho humano», reflexionó el Monseñor.

La Misa por la Nación celebrada en el Santuario Las Nazarenas contó con la presencia de la Hermandad del Señor de los Milagros y las hermanas nazarenas carmelitas.

En una emotiva ceremonia, nuestro clero de Lima se unió a la celebración de los 25 años de sacerdocio del Padre Luis Sarmiento, Rector del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo.

Acompañado de sus padres, familiares, amigos y jóvenes seminaristas, Sarmiento recordó que el sacerdocio es un llamado a anunciar la alegría del Evangelio y ponerse al servicio de los demás.

Hace 25 años que Luis Sarmiento decidió consagrar su vida al Señor. En sus propias palabras, este tiempo ha sido un «tiempo de descubrimiento y aprendizaje» en amistad y comunidad. Por ello, el rector del Seminario Santo Toribio reflexionó sobre la importancia de vivir el sacerdocio al servicio de los demás, colocándose en el lugar del Otro y abrir las manos para compartir.

«A lo largo de mi historia, voy viendo cómo Dios se ha manifestado en mi camino. El Evangelio dice: “Permanezcan en mi amor”, y permanecer en el amor del Señor es amar al modo que amó Cristo, de forma gratuita, capaz de abrirse totalmente y de plantear esa dimensión creadora».

En su alocución, Luis Sarmiento recordó su paso por todas las comunidades parroquiales que visitó. “Dios tiene los caminos y tiene el modo de que descubramos su presencia en cada persona, amigo y comunidad que pasa por nuestras vidas. Estos 25 años han sido una oportunidad para descubrir lo que Dios va haciendo en mi», manifestó.

Evidentemente emocionado, el Padre Sarmiento agradeció a todos los amigos en el clero y familiares que llegaron al Seminario Santo Toribio de Mogrovejo para celebrar este aniversario sacerdotal. «Hoy es un día de encuentro con el Señor y los amigos, porque Él nos hace hermanos, nos hace caminar hacia el perdón, hacia esta dimensión de familia y de comunidad a la que todos estamos llamados a vivir».

Un fuerte llamado a la conversión y a la reeducación de todos para «florecer como un pueblo bien dispuesto que produce frutos». Esta es la reflexión que nos deja nuestro arzobispo de Lima en la Eucaristía de hoy celebrada en el Santuario Las Nazarenas.

Al frente de la imagen del Señor de los Milagros, Monseñor Carlos Castillo pidió tener las mismas actitudes de gratuidad y paciencia de Jesús, que nos llama a cuidar su viña con relaciones fraternas y justas, reconociendo que todos somos pecadores y nos ayudamos unos a otros a convertirnos. El prelado advirtió que la Iglesia no puede ser usada como medio de aprovechamiento para dar «anti-testimonio» de Dios y permitir las injusticias.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo inició su homilía manifestando su consternación por la tragedia de Israel y Palestina, y recordó que el Señor siempre nos acompaña a pesar de todas las situaciones difíciles, en medio de las guerras, las culturas y las lenguas, ahí está Él invitándonos a vivir en hermandad. «En esta época trágica de la humanidad, anunciar a Jesucristo por las calles visiblemente es sumamente importante», agregó.

Este es precisamente el ejemplo que nos deja Jesús con la parábola de los viñadores infieles (Mateo 21,33-43), en donde un dueño arrienda su viña porque debe irse al extranjero, y cuando llega el momento de la vendimia “envía a sus siervos para recibir los frutos. Pero los viñadores los maltratan y los matan”; y cuando manda a su hijo, “ellos lo matan también”. ¿Y qué hace el dueño? No actúa con venganza, sino que les quita la administración y se las entrega a otros que sí produzcan frutos; es decir, actúa de forma pacífica.

El arzobispo de Lima explicó que el Señor nos propone asumir con responsabilidad y sentido de justicia la fe de una viña, sin ambiciones ni egoísmos. «Ser creyente es siempre cuidar la viña del Señor – recalcó el prelado – Y cuidar la viña es tener relaciones buenas, justas, trato positivo, ver por el desarrollo de todos, pensar en el bien de todos, no solamente en mi grupo o mis intereses».

Esta invocación del Señor también va a todos los que son dirigentes, desde los padres que son administradores de una familia y no «dueños» de sus hijos, hasta quienes toman decisiones importantes en el país, en una comunidad parroquial o en una congregación.

«Tenemos que hacer una reflexión sobre nuestro catolicismo porque, a veces, pensamos que ser católico es sinónimo de tener “la verdad”, y ser «el puro» y «el limpio». Y no reconocemos que, en realidad, todos somos pecadores y nos estamos ayudando unos a otros a convertirnos», aseveró el arzobispo.

En otro momento, Monseñor Castillo aseguró que la procesión del Señor de los Milagros es también una «procesión sinodal», porque caminamos todos juntos para ser acogidos por el Señor, sin excepciones ni distinciones. Y cuando lo acompañamos, compartimos nuestra fe en un Dios que nos ama, nos escucha y entrega su amor gratuito sin medida.

Por eso, «todos somos un don de Dios, y ese don de Dios lo reconocemos cuando nos ayudamos, nos acompañamos y aprendemos a ser un país también gratuito, en donde todos los servicios y las cosas se hagan como un intercambio generoso de unos con otros».

Un fuerte llamado a la conversión

El Primado del Perú habló sobre el peligro que supone usar la Iglesia para pedir préstamos y hacer especulaciones financieras. Esto sucede cuando nos aprovechamos de nuestra condición de católicos para «hacer maldades» y dar «anti-testimonio de Dios», usando la religión como un medio para patentar todas estas injusticias y mentiras. «¡Tienen que corregirse! Tenemos que convertirnos si quieren seguir en la Iglesia», reiteró.

«Tenemos que empezar a ser guardianes de una Iglesia que sepa llevar las cosas al servicio de todos. El Papa quiere la reforma de la Iglesia y que estas cosas no ocurran nunca. Y para eso tenemos que ayudarnos mutuamente porque la cosa es muy seria», exhortó.

Carlos Castillo insistió en la necesidad de poner en práctica la «hermandad sinodal», en donde haya espacio para la contribución de todos en la reeducación del país y, de este modo, se haga visible el signo de la presencia de Dios en nuestra humanidad, como ocurre con las hermandades del Señor de los Milagros presentes en todas partes del mundo.

Oremos para que haya paz en el mundo, para que las actitudes del Señor de los Milagros se instalen en el corazón de todos y podamos florecer como un pueblo bien dispuesto que produce frutos, que genera frutos.

Finalmente, en el día que conmemoramos el aniversario del Combate de Angamos, nuestro arzobispo recordó la inmolación de Miguel Grau: «Por dejarnos un legado noble, verdadero y honrado, hundió su barco y murió ahogado por la Patria. Inspirado en la grandeza de nuestro Señor que murió en la Cruz, Grau entregó su vida como todos nuestros héroes nobles. Quizás, ninguno ganó una guerra, pero nos dejaron el legado de que nuestro pueblo es un pueblo de amor y de verdad».

Con inmenso pesar y llenos de esperanza en el Señor, el Arzobispado de Lima comunica a toda la Iglesia de Lima el fallecimiento de nuestro hermano sacerdote Éver Venegas Zúñiga, hasta hoy párroco de la Parroquia San Pablo de la Cruz, ocurrido en la Clínica Stella Maris, hoy domingo 8 de octubre.

Trasmitimos a su mamá y demás familiares, nuestras más sentidas condolencias y agradecimiento por su ministerio sacerdotal en toda nuestra comunidad eclesial, así como a todo el clero de Lima del que formó parte.

Oramos al Padre Creador para que, por medio de su Hijo Jesús, el Señor de los Milagros, lo haga partícipe del amor eterno de su Reino, y nos permita el reencuentro en la Resurrección prometida.

Dios guarde eternamente a nuestro querido P. Éver.

Por segundo año consecutivo después de la Pandemia, la imagen del Señor de los Milagros volvió a recorrer las calles de nuestra capital peruana. En la ceremonia de apertura, Monseñor Carlos Castillo recordó que nuestra «procesión sinodal» se desarrollará en comunión con el Sínodo de la Sinodalidad convocada por el Papa Francisco, como un signo que nos acerca a la verdadera hermandad, llevando al Señor en el corazón y caminando juntos con nuestro pueblo.

Hoy se inicia el primer recorrido procesional del Señor de los Milagros, y miles de fieles se congregaron en los exteriores del Santuario Las Nazarenas para acompañar, con paso firme, el camino de nuestro Cristo Moreno.

«Este gesto que hacemos de levantar al Señor, significa que todos ponemos nuestra mirada en Él. Y el Señor de los Milagros nos ayuda a comprometernos en el camino del amor, del servicio, de la solidaridad; el camino que permite que los seres humanos sean como nuestra hermandad, hermanos de corazón», ha expresado Monseñor Castillo poco antes del inicio de la procesión.

El Primado del Perú afirmó que en momentos de crisis «no hay más esperanza que Jesús, porque Él nos hermana a todos y reconstruye nuestros lazos para caminar hacia la paz».

En comunión espiritual con el Sínodo de la Sinodalidad que se viene desarrollando en Roma, el arzobispo de Lima recordó que el gran peregrinaje que hacemos al acompañar al Señor de los Milagros, nos recuerda que nuestra Iglesia mundial debe ser sinodal, es decir, que camine junta, conversando, apreciándose, ayudándose mutuamente y reconociendo el valor en el Otro.

En su primer recorrido, el Cristo de Pachacamilla visitó el Convento de Santa Rosa de Lima, el Arzobispado de Lima y el Edificio de la Hermandad del Señor de los Milagros. Su próximo recorrido se dará el próximo 18, 19 y 28 de octubre. El último día de procesión será el 1 de noviembre.

Las calles de nuestra ciudad se volvieron a teñir de morado para rendir homenaje a la sagrada imagen de nuestro Señor de los Milagros. En su primer recorrido procesional, el Cristo de Pachacamilla llegó hasta los exteriores del Arzobispado de Lima, donde fue recibido por todos los colaboradores de la institución eclesiástica.

Al llegar al jirón Chancay, la venerada imagen del Cristo Moreno fue recibida con cánticos y alabanzas por los colaboradores del Arzobispado de Lima y sus familiares, quienes agradecieron a Dios por todas las bendiciones recibidas.

De esta manera, el Padre Sandro Carbone, en representación de toda nuestra institución, expresó la gran emoción que sentimos todos los peruanos al volver a acompañar al Señor de los Milagros.

Agradecimiento al personal del Arzobispado de Lima.

Sandro Carbone oró por todas las personas que dedican su tiempo y esfuerzo en la Arquidiócesis de Lima: «Ellos son trabajadores que le ponen amor, cariño y entrega, para sacar adelante nuestro Arzobispado», destacó.

Durante el sentido homenaje, colaboradores del Arzobispado de Lima manifestaron la importancia de mantener la unidad y la hermandad por encima de las diferencias para superar todas las dificultades. «Necesitamos que el Perú esté unido, necesitamos que Lima esté unida», expresaron.

Cada 05 de octubre celebramos el Día de la Medicina Peruana, fecha que conmemora el enorme sacrificio de Daniel Alcides Carrión García, héroe nacional y mártir. Nuestra Iglesia de Lima reconoce y valora la labor diaria de nuestros médicos peruanos, quienes, a través de su dedicación abnegada, dan testimonio vivo de Jesús.

En esta ocasión, compartimos el mensaje de dos médicos voluntarios que participan en la Pastoral de la Salud de nuestra Arquidiócesis:

Marisol Egúsquiza: «Renunciar a nuestro Yo por el bien de los que sufren»

La doctora Marisol Egúsquiza es jefe de hospitalización en el Hospital Nacional Arzobispo Loayza, donde viene laborando cerca de 20 años. Ella descubrió su vocación a los 10 años, cuando experimentó el dolor de un inyectable intramuscular y prometió «inventar una medicina que cure a las personas sin dolor».

Desde entonces, Egúsquiza se ha dedicado de lleno a la medicina, adentrándose al interior del país donde descubrió realidades más complejas: “En el SERUMS, descubrí la gran necesidad de ayuda que tienen nuestros hermanos más pobres en el distrito de Pomabamba, Ancash. Ello me interpeló y motivó a especializarme en la gestión de la salud y prevención de la enfermedad”, afirmó.

Sin embargo, el desafío más grande llegó con la Pandemia, no solo porque conoció de cerca el dolor y la tragedia humana de los pacientes hospitalizados. Incluso – recordó emocionada – Marisol se contagió en octubre 2020 de Covid-19. Sobrevivir a la enfermedad, cuando aún no habían vacunas en el Perú, supuso una nueva oportunidad para «hacer una reingeniería en mi vida y hacer algo para cambiar el mundo»:

“Después de salir del hospital, trabajé en el proyecto de mejora “Modelo de Cuidado Integral de Salud” (MCI) en los pacientes hospitalizados. Actualmente, mi proyecto se viene implementando en uno de los pabellones del Loayza”, sostuvo.

Los médicos estamos para darlo todo y entregar la vida, si fuera necesario, como lo hizo nuestro Señor Jesucristo.

En el Día de la Medicina Peruana, la doctora Egúsquiza nos recuerda que la práctica de la medicina es una búsqueda constante para mejorar la calidad de vida de las personas: “Ser Médico es una aventura: en la búsqueda del bien y la verdad, en la búsqueda de la belleza y la justicia, en la búsqueda del autoconocimiento, en la búsqueda de la salud, la vida y el amor. Es una vocación de servicio que implica renunciar a nuestro yo personal por el bien de los que sufren».

Stephani Rozas: “Una profesión de servicio, amor y misericordia»

La doctora Stephani Rozas es médico general dedicada a la investigación en el Instituto de Investigación Nutricional, y miembro de la Pastoral de la Salud. Su vocación nació a raíz de una experiencia muy profunda: la enfermedad de su abuela. “Tenía el propósito de convertirme en una buena doctora para tratarla a ella y a otras personas más. Lamentablemente, mi abuelita ya no me vio graduarme, pero quedó la intención de servir a través de mi profesión en favor de los más frágiles”.

Entre sus momentos más desafiantes, Rozas confiesa que la Pandemia representó un cambio radical en la vida de todos, pero, principalmente, en los médicos y enfermeros, quienes tuvieron que batallar incansablemente para salvar todas las vidas posibles. «En ese camino, muchos perdieron la vida, pero un médico siempre debe mantener el buen trato y la empatía hacia sus pacientes, porque para curar también se necesita amor y misericordia», expresó.

Stephani Rozas está convencida de que su vocación es un regalo de Dios, por eso, uno de sus propósitos no solo es salvar el cuerpo, también el alma. «Tenemos una gran misión para curar el cuerpo, actuar de forma solidaria y salvar nuestras almas. Con esfuerzo, perseverancia y de la mano de Dios, podremos ser instrumento de ayuda para los demás”, es el mensaje que dirige a todos los médicos en su día.

El arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio recibió en audiencia al obispo de Argentina y Sudamérica Leonid (Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú) en el Palacio Arzobispal de Lima.

Durante la reunión los interlocutores destacaron la importancia de fortalecer el diálogo interreligioso como base para la promoción de los valores cristianos comunes. La conversación se desarrolló en un ambiente cálido y amistoso, y se confirmó la disposición para continuar desarrolando los vínculos entre las dos iglesias.

Al término del encuentro, Monseñor Castillo el Obispo Leonid visitaron los restos de Santo Toribio de Mogrovejo, en el relicario de la Capilla del Palacio Arzobispal de Lima.

Publicada la exhortación apostólica de Francisco «Laudate Deum», que precisa y completa la encíclica de 2015. No estamos reaccionando lo suficiente, estamos cerca del punto de ruptura. Crítica a los negacionistas: indudable el origen humano del calentamiento global. El compromiso con el cuidado de la casa común brota de la fe cristiana.

Fuente: Vatican News

«“Alaben a Dios” es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo». Con estas palabras concluye la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco, publicada el 4 de octubre, fiesta del Santo de Asís. Un texto en continuidad con la encíclica más amplia de 2015 Laudato si’.

En 6 capítulos y 73 parágrafos, Francisco plantea precisar y completar lo ya afirmado en el texto anterior sobre ecología integral, y al mismo tiempo lanzar una voz de alarma y una llamada a la corresponsabilidad ante la emergencia del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde. La exhortación mira en particular a la COP28 que se celebrará en Dubai a finales de noviembre y principios de diciembre. Escribe el Pontífice: «con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre» y «es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas» (2). Es uno «de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial» y «los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo» (3).

Los signos del cambio climático, cada vez más evidentes

El primer capítulo está dedicado a la crisis climática mundial. «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes», explica el Papa. Que observa cómo «en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra», una «enfermedad silenciosa que nos afecta a todos». Además, Francisco afirma: «es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos». El Pontífice, tras recordar que si el aumento de la temperatura supera los 2 grados «se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida, con enormes y gravísimas consecuencias para todos» (5), sobre los que minimizan el cambio climático, responde: «lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo». «Probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos» (6). Los fríos extremos también «expresiones alternativas de la misma causa» (7).

La culpa no es de los pobres

«Con la pretensión de simplificar la realidad -escribe Francisco-, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?» (9) El Papa también cuestiona la postura de quienes afirman que los esfuerzos para mitigar el cambio climático reduciendo el uso de combustibles fósiles «provocará una reducción de los puestos de trabajo». Lo que está ocurriendo en realidad «es que millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva». Mientras «la transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada» es capaz «de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores. Esto requiere que los políticos y empresarios estén ahora mismo ocupándose de ello» (10).

Indudable origen humano

«Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático», afirma Francisco. «La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera… se mantuvo estable hasta el siglo XIX… En los últimos cincuenta años el aumento se aceleró notablemente» (11). Al mismo tiempo, la temperatura «aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años. En este período la tendencia fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados por década, el doble de lo ocurrido en los últimos 150 años… A este ritmo, es posible que en diez años alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados» (12). Provocando la acidificación de los mares y el deshielo. La coincidencia entre estos acontecimientos y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero «no es posible ocultar… Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia». Por desgracia, observa amargamente el Pontífice, «la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda» (13).

Estamos justo a tiempo para evitar daños más dramáticos

«Me veo obligado -continua Francisco- a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza» (14). Por desgracia, algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles durante al menos cientos de años, mientras que «el derretimiento de los polos no podrá revertirse por cientos de años» (16). Por tanto, estamos justo a tiempo de evitar daños aún más dramáticos. El Papa escribe que «ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados», pero «no podemos afirmar con certeza» qué sucederá (17). Por lo tanto, «urge una mirada más amplia… Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo» (18). Recordando la experiencia de la pandemia de Covid-19 Francisco repite «todo está conectado y nadie se salva solo» (19).

El paradigma tecnocrático: la idea de un ser humano sin límites

En el segundo capítulo, Francisco habla del paradigma tecnocrático que «consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (20) y «se retroalimenta monstruosamente» (21) basada en la idea de un ser humano sin límites. «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo… Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad» (23). Por desgracia, como también enseña la bomba atómica, «el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia» (24). El Papa reitera que «el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada» (25). Recuerde también que estamos incluidos en la naturaleza, y «esto mismo excluye la idea de que el ser humano sea un extraño, un factor externo sólo capaz de dañar el ambiente. Debe ser considerado como parte de la naturaleza» (26); «los grupos humanos muchas veces han “creado” ambiente» (27).

Decadencia ética del poder: marketing e información falsa

Hemos logrado «progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia» (28). «La decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos». Estos mecanismos convencen a los habitantes de las zonas donde se van a implantar proyectos contaminantes, engañándoles con que se generarán oportunidades económicas y de empleo, pero «no se les dice con claridad que detrás de ese emprendimiento» quedará «una tierra arrasada» (29) y condiciones de vida mucho más desfavorables. «La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad… extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos» (31). Existe «un dominio de los que nacieron con mejores condiciones de desarrollo» (32). Francisco les invita a preguntarse, ante «los hijos que pagarán el daño de sus acciones» cuál es el sentido de sus vidas (33).

Política internacional débil

En el siguiente capítulo de la exhortación, el Papa aborda la debilidad de la política internacional, insistiendo en la necesidad de favorecer «los acuerdos multilateralesentre los Estados» (34). Explica que «Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal» sino de «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales». Que «deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables» (35). Francisco deplora que «las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían la ocasión para provocar cambios saludables. Es lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007-2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del covid-19», que han traído «más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes» (36). «Más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial» (37) reconociendo que muchas agregaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a compensar las debilidades de la Comunidad internacional. El Papa cita el proceso de Ottawa sobre minas antipersona, que muestra cómo la sociedad civil crea dinámicas eficaces que la ONU no consigue.

Las instituciones que preservan a los más fuertes son inútiles

La que propone Francisco es «un multilateralismo “desde abajo” y no simplemente decidido por las élites del poder… Es de esperar que esto ocurra con respecto a la crisis climática. Por eso reitero que «si los ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de los daños ambientales» (38). Tras reafirmar la primacía de la persona humana y la defensa de su dignidad por encima de cualquier circunstancia, Francisco explicó que «no se trata de reemplazar a la política, porque… las potencias emergentesse vuelven cada vez más relevantes». «Precisamente el hecho de que las respuestas a los problemas puedan venir de cualquier país, aunque sea pequeño, termina presentando al multilateralismo como un camino inevitable» (40). Por lo tanto, es necesario un «marco diferente de cooperación efectiva. No basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales». Necesitamos «reglas globales y eficientes» (42). «Todo esto supone generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones»; necesitamos «espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión, y en definitiva una suerte de mayor “democratización” en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones. Ya no nos servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos» (43).

Conferencias sobre el clima

En el siguiente capítulo, Francisco describe las distintas conferencias sobre el clima celebradas hasta la fecha. Recuerda la de París, cuyo acuerdo entró en vigor en noviembre de 2016, pero «si bien es un acuerdo vinculante, no todas las prescripciones son obligaciones en sentido estricto y algunas de ellas dan lugar a una amplia discrecionalidad» (47), no hay sanciones por incumplimiento y se carece de medios eficaces para hacer cumplir la ley, no prevé sanciones reales y no existen instrumentos eficaces para garantizar su cumplimiento. Y «todavía se está trabajando para consolidar prácticas concretas de monitorización y facilitar criterios generales que permitan comparar los objetivos de los distintos países» (48). El Papa menciona la decepción de la COP de Madrid y recuerda que la COP de Glasgow relanzó los objetivos de París, con muchas «exhortaciones», pero «las propuestas tendientes a asegurar una transición rápida y efectiva hacia formas alternativas de energía menos contaminantes no pudieron avanzar» (49). La COP27 en Egipto del 2022 «fue un ejemplo más de la dificultad de las negociaciones» y aunque produjo «al menos un avance en la consolidación del sistema de financiación por “las pérdidas y los daños” en los países más afectados por los desastres climáticos» (51) también en esto muchos puntos siguieron siendo «imprecisos». Negociaciones internacionales «no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global. Quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad» (52).

¿Qué se espera de la COP de Dubái?

Con respecto a la COP28, Francisco escribe que «decir que no hay nada que esperar sería un acto suicida, porque implicaría exponer a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático» (53). «No podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente. Esta Convención puede ser un punto de inflexión» (54). El Papa señala que «la transición que se necesita, hacia energías limpias… abandonando los combustibles fósiles, no tiene la velocidad necesaria. Por consiguiente, lo que se está haciendo corre el riesgo de interpretarse sólo como un juego para distraer» (55). No se puede buscar únicamente un remedio técnico a los problemas, «corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar… mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando» (57).

Dejar de ridiculizar la cuestión medioambiental

Francisco pide que se ponga fin a «las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos. Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos. Por eso se requiere un acompañamiento de todos». En cuanto a las protestas de los grupos radicalizados, el Papa afirma que «ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos» (58). El Pontífice espera que de la COP28 surjan «formas vinculantes de transición energética» que sean eficientes, «obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente» (59). «Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas. Ojalá muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza. A los poderosos me atrevo a repetirles esta pregunta: ¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?» (60).

Un compromiso derivado de la fe cristiana

Por último, el Papa recuerda que la motivación de este compromiso nace de la fe cristiana, animando a «los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan lo mismo» (61). «La cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres». «Todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (67). «Esto no es producto de nuestra voluntad, tiene otro origen que está en la raíz de nuestro ser, ya que «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea» (68). Lo importante, escribe Francisco, es recordar que «no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas» (70). «El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios» contribuye «gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad» (71). El Pontífice concluye su exhortación recordando que «las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres». Y afirma que «un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo» (72).

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