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«Todos sentimos el dolor por la partida de tantas personas, y pedimos a Dios que su presencia escondida y discreta aparezca con la fuerza del Espíritu, y en forma sorpresiva y simultáneamente organizada, podamos recuperarnos y superar esta adversidad» – éstas fueron las palabras de Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, quien presidió la Celebración Eucarística a puerta cerrada del V domingo de Cuaresma en la Basílica Catedral de Lima.

«Hermanos y hermanas, este V Domingo de Cuaresma nos prepara para el acontecimiento más grande de la historia de nuestra fe, que es el camino del momento decisivo de Jesús en su vida, cuando tuvo que enfrentar el asedio de aquellos que lo condenaron injustamente y terminó aceptando la muerte para darnos vida a todos», expresó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.

En medio de las condiciones difíciles en las que se encuentra el mundo, el Arzobispo de Lima resaltó que debemos prepararnos para vivir la Semana Santa de manera sencilla pero profunda, desde el recogimiento y en nuestros hogares: «el Santo Padre Francisco nos ha dado el ejemplo que nuestra liturgia se basa en cosas muy sencillas y elementales que nos pueden recordar lo fundamental de la vida, porque la Palabra de Dios siempre se hace presente a pesar de las contrariedades»– indicó.

Dios se hace presente en lo más profundo de la debilidad humana

«Muchas veces pensamos que Dios está lejos – prosiguió – desde hace veinte siglos la Iglesia proclama en el mundo que Dios no está lejos, y a pesar de que no lo veamos o no nos demos cuenta, el Señor «está durmiendo en la popa cuando el banco comienza a hundirse» – como lo dijo el Papa».

El Señor está presente en lo más profundo de la debilidad que vivimos ahora, en la situación vulnerable de la humanidad, en todas aquellas personas que sufren y acompañan el sufrimiento

Refiriéndose al Evangelio de Juan (11, 1-45) que narra la resurrección de Lázaro, Monseñor Carlos explicó que Jesús tenía una profunda sensibilidad y un gran sentido de compasión: «cuando el dolor se extiende en nuestra sociedad, nos llega hasta lo más profundo del corazón, y por eso desarrollamos eso que tenemos todos los humanos, sensibilidad y sentido de compasión, desde los médicos, las enfermeras, las personas que están sirviendo para asistir en esta situación de aislamiento social, o los camarógrafos que tienen la tarea de difundir esperanza».

Todos sentimos el dolor por la partida de tantas personas, y pedimos a Dios que su presencia escondida y discreta aparezca con la fuerza del Espíritu, y en forma sorpresiva y simultáneamente organizada, podamos recuperarnos y superar esta adversidad

El Arzobispo de Lima hizo un llamado a tener la capacidad de sensibilizarnos y reconocer a Dios en medio de las personas que más sufren: «como decía nuestro gran poeta César Vallejo – ‘Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo, grave’ – porque el Señor nos habla a través de los enfermos, de las personas que están abandonadas y no se visitan – ‘tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve desnudo y me vistieron, estuve en la cárcel y me visitaron, estuve enfermo y vinieron a verme ¿Cuándo lo hicimos? Cuando lo hicieron con uno de estos pequeños a mí me lo hicieron’ (Mateo 25:35-46)»

Estamos llamados a inventar formas de vivir en donde haya menos destrucción y maltrato, y este es un tiempo para que desde nuestras casas podamos soñar juntos un mundo distinto, tal y como fue la primera Iglesia

«Ésa invención viene del Espíritu de Dios que nos abraza y podrá hacer que la normalidad futura sea distinta – añadió Monseñor Castillo – una nueva normalidad basada en la misericordia, en la solidaridad y en la dignidad humana»

«Que el Señor también nos levante de la muerte y de este momento de desolación. Dios bendiga nuestro país, Dios bendiga nuestra Iglesia y a todo nuestro pueblo para que sigamos caminando en la esperanza» – concluyó.

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