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Por + Santiago Silvapresidente de la Conferencia episcopal, José Antonio Rosasdirector general de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos

Ayer, domingo 4 de octubre, el Papa Francisco publicó su tercera encíclica: Fratelli tutti’ (Todos hermanos), después de Lumen fidei (2013) y de Laudato si´ (2015). En esta última encíclica, el Papa nos interpela fuertemente por las situaciones que vivimos en toda Latinoamérica, especialmente en el contexto chileno que enfrentamos fuertes tensiones sociales y políticas internas y nos encontramos en medio de un proceso plebiscitario.

La nueva encíclica de Francisco, partiendo desde la tradición más clásica de los Padres de la Iglesia y continuando el surco de la tradición heredada por sus antecesores, sobre todo del Papa Benedicto XVI y Juan Pablo II, se nutre de la contribución de las distintas iglesias locales, así como del camino emprendido con otras religiones no cristianas y del pensamiento secular para proponer el ideal de la fraternidad y la amistad social.

Fratelli tutti del Papa Francisco está en continuidad con sus predecesores, pues cita en 22 ocasiones a Benedicto XVI y en 14 a Juan Pablo II. No solo esto, también se nutre del pensamiento de toda la Iglesia, especialmente de las periferias, como lo muestra al citar en 12 ocasiones a conferencias episcopales locales de todos los continentes, entre ellas, las conferencias del Congo y Sudáfrica, la de Colombia y las de Corea, India o Croacia. Pensadores seculares como Paul Ricoeur, Gabriel Marcel, el poeta brasileño Vinicius de Moraes o el sociólogo Georg Simmel, padre de la sociología moderna, son citados por el Papa Francisco, mostrándonos así que el diálogo de la Iglesia con el mundo de hoy no puede estar ajeno cuando se trata de la persona y sus relaciones y del desarrollo integral de la humanidad.

Con todos estos antecedentes, el Papa plantea como eje fundamental de la encíclica “la amistad social”, lo que en Chile también llamamos “amistad cívica”. En razón de esta amistad, nos dice el Papa, es imprescindible renunciar a los desencuentros y optar por el camino que antepone los radicalismos de cualquier tipo, sean políticos, sociales, religiosos u otros. Nada de esto se consigue, testimonia el Papa, si no somos capaces de recuperar y valorar la centralidad de la persona como miembro de una comunidad y, por lo mismo, el concepto de “pueblo”. En este punto, resulta llamativo que al único cardenal que cita en el documento es a nuestro querido don Raúl Silva Henríquez, justamente en el Te Deum, en que don Raúl habló del alma de Chile (18 de septiembre 1974).

Si bien la encíclica se dirige a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los destinatarios principales son los políticos, responsables de construir una cultura del encuentro. Para ello, los invita a renunciar a espirales de violencia y polarización que dañan, y a veces gravemente, la construcción de una sociedad que aspira al buen trato, la paz y solidaridad. Pero esto se hace, dice el Papa, asumiendo y viviendo su vocación al servicio del bien común como artesanos de la paz, que implica –entre otras cosas– integrar a los diferentes y escuchar las reivindicaciones sociales, sin pretender un consenso de escritorio “o una efímera paz para una minoría feliz. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias” (FT, 217). Estas palabras del Papa son, sin duda, una guía para el delicado momento político que vive nuestro país.

Francisco invita a construir una nueva y mejor política. Por ello, invita a preocuparse por los más frágiles y los más pobres: “Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias” (FT, 188). Y con la sensibilidad humana y pastoral que lo caracteriza, el Papa hace un llamado sorprendente a no olvidar que “también en la política hay lugar para amar con ternura, como el amor que se hace cercano y concreto, que procede del corazón y llega a los oídos, a las manos. En medio de la actividad política, los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos” (FT, 194).

A los políticos y a quienes tienen gestión directa en la marcha de la sociedad, el Papa les hace un fuerte llamado a “abrir las puertas frente a un mundo que se está cerrando”; a transformar una “cultura del enfrentamiento en una cultura de encuentro”; a “recuperar la pasión compartida por la comunidad”; a pasar “de los otros, al nosotros”; a “buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación reposada o incluso en la discusión apasionada”; a “preocuparse de la fragilidad de los pueblos y las personas”.

Justamente ahora que en nuestro país nos encontramos ad portas del plebiscito en que la tentación es pretender esperar que la Iglesia reemplace las decisiones de la conciencia personal en lugar de formarlas, Fratelli Tutti será para nosotros, los que seguimos a Jesús, y para todo hombre y mujer de buena voluntad, una sabia y oportuna “carta” a cada uno de nosotros para discernir nuestra realidad y construir puentes de entendimiento entre nosotros, acogiendo el conflicto, pero superándolo en la unidad, siempre en beneficio de los más pobre y desposeídos.

Invitamos a leer esta encíclica “sobre la fraternidad y la amistad social” y dejarse tocar e interpelar el corazón, para construir un mundo más humano y más fraterno y un Chile donde cada uno tenga pan, respecto y alegría. Los desafíos de hoy nos lo exigen.

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