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En un acto de hermandad, los pueblos de Mayorga y Zaña, lugares donde nació y murió Santo Toribio de Mogrovejo, respectivamente, se unieron para rendir tributo a quien fuera el segundo Arzobispo de Lima. Y desde la cuarentena, Monseñor Carlos Castillo, sucesor de Toribio de Mogrovejo, comparte un mensaje de reflexión a las comunidades de fieles:

Mensaje del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo a los pueblos de Mayorga y Zaña en el marco de la Fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo

Queridos amigos de la arquidiócesis de Valladolid, especialmente Señor Arzobispo, Reverendo Padre Jesús Manuel. 

Me dirijo a ustedes con cariño desde la arquidiócesis de Lima, sede del gran arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, eximio pastor y misionero, para decirles que es una gran alegría celebrar la fiesta de Santo Toribio que es el día en que fue enterrado en Lima. Nuestra alegría es grande porque llegaron los restos desde Zaña y por eso se celebra la fiesta en fecha diferente de la fiesta universal.

El santo Padre Francisco nos recordó que Santo Toribio era como Moisés, siempre mirando a la otra orilla. Esa imagen que está plasmado en un cuadro del Vaticano San Pedro, Roma, nos dice que, en momentos difíciles siempre, tuvo una mirada ancha, lejana capaz de resolver múltiples problemas inmediatos.

La figura de Santo Toribio es muy importante porque supo mirar la grandeza de este país, de su arquidiócesis enorme y supo ir resolviendo problema por problema caminando en un éxodo permanente en todo el territorio del arquidiócesis.

Hace poco estuve en Chachapoyas, y en aquella oportunidad, el obispo me dio su báculo para presidir la Misa. Yo rehusé porque me pareció que era una especie de usurpación y me dijo “no, tome usted, porque usted viene de Lima y hace 400 años que no viene un arzobispo de Lima a Chachapoyas”, cosa muy impactante y es que Toribio supo pasar múltiples veces por cada pueblo, tratar con la gente, escuchar sus demandas, adentrarse en sus problemas escribir legajos, y defender a la gente en sus problemas y sugerirle con sus sacerdotes los modos distintos que hay que emplear para vivir y anunciar el Evangelio.

Yo quiero simplemente saludarles en este día porque ustedes se van a hermanar con el pueblo de Zaña y allí donde nació y donde murió son dos pequeños lugares, el del pesebre y el de la cruz. Murió haciendo su entrega generosa como nos dijo el Papa Francisco. No murió detrás de un escritorio sino consolado por la chirimía de un indio que le permitió morir en paz y realizando la tarea cumplida como Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre; y nos dijo claramente: “Ojalá nosotros muriésemos de esa manera“.

El tiempo que vivimos es sumamente difícil y tenemos que crear formas nuevas de Iglesia capaz de renovar la evangelización y el testimonio cristiano.

Santo Toribio nos abrió a una Iglesia creadora, sinodal, con sus distintos sínodos capaz de poder hacer lo adecuado y justo para la evangelización en el momento adecuado; no por medio de una rigidez seca sino por medio de una creatividad profunda,  llena de calor, llena de vida. E implicó a toda su familia, en la cual nació como Grimanesa y todos sus parientes para indicarnos que todo lo debemos entregar al Señor.

Que Dios bendiga a Mayorga, que Dios haga posible que todos estemos siempre unidos y en el compartir del camino espero un día visitarlos especialmente Monseñor Blázquez y a todos ustedes. Y así un día en medio de esta pandemia que ojalá superamos podamos crear nuevas formas de vivir la fe y así poder durar en la historia.

Dios los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

+ Mons. Carlos Castillo, arzobispo de Lima, 27 de abril del 2020

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