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Por segundo año consecutivo después de la Pandemia, la imagen del Señor de los Milagros volvió a recorrer las calles de nuestra capital peruana. En la ceremonia de apertura, Monseñor Carlos Castillo recordó que nuestra «procesión sinodal» se desarrollará en comunión con el Sínodo de la Sinodalidad convocada por el Papa Francisco, como un signo que nos acerca a la verdadera hermandad, llevando al Señor en el corazón y caminando juntos con nuestro pueblo.

Hoy se inicia el primer recorrido procesional del Señor de los Milagros, y miles de fieles se congregaron en los exteriores del Santuario Las Nazarenas para acompañar, con paso firme, el camino de nuestro Cristo Moreno.

«Este gesto que hacemos de levantar al Señor, significa que todos ponemos nuestra mirada en Él. Y el Señor de los Milagros nos ayuda a comprometernos en el camino del amor, del servicio, de la solidaridad; el camino que permite que los seres humanos sean como nuestra hermandad, hermanos de corazón», ha expresado Monseñor Castillo poco antes del inicio de la procesión.

El Primado del Perú afirmó que en momentos de crisis «no hay más esperanza que Jesús, porque Él nos hermana a todos y reconstruye nuestros lazos para caminar hacia la paz».

En comunión espiritual con el Sínodo de la Sinodalidad que se viene desarrollando en Roma, el arzobispo de Lima recordó que el gran peregrinaje que hacemos al acompañar al Señor de los Milagros, nos recuerda que nuestra Iglesia mundial debe ser sinodal, es decir, que camine junta, conversando, apreciándose, ayudándose mutuamente y reconociendo el valor en el Otro.

En su primer recorrido, el Cristo de Pachacamilla visitó el Convento de Santa Rosa de Lima, el Arzobispado de Lima y el Edificio de la Hermandad del Señor de los Milagros. Su próximo recorrido se dará el próximo 18, 19 y 28 de octubre. El último día de procesión será el 1 de noviembre.

Las calles de nuestra ciudad se volvieron a teñir de morado para rendir homenaje a la sagrada imagen de nuestro Señor de los Milagros. En su primer recorrido procesional, el Cristo de Pachacamilla llegó hasta los exteriores del Arzobispado de Lima, donde fue recibido por todos los colaboradores de la institución eclesiástica.

Al llegar al jirón Chancay, la venerada imagen del Cristo Moreno fue recibida con cánticos y alabanzas por los colaboradores del Arzobispado de Lima y sus familiares, quienes agradecieron a Dios por todas las bendiciones recibidas.

De esta manera, el Padre Sandro Carbone, en representación de toda nuestra institución, expresó la gran emoción que sentimos todos los peruanos al volver a acompañar al Señor de los Milagros.

Agradecimiento al personal del Arzobispado de Lima.

Sandro Carbone oró por todas las personas que dedican su tiempo y esfuerzo en la Arquidiócesis de Lima: «Ellos son trabajadores que le ponen amor, cariño y entrega, para sacar adelante nuestro Arzobispado», destacó.

Durante el sentido homenaje, colaboradores del Arzobispado de Lima manifestaron la importancia de mantener la unidad y la hermandad por encima de las diferencias para superar todas las dificultades. «Necesitamos que el Perú esté unido, necesitamos que Lima esté unida», expresaron.

Cada 05 de octubre celebramos el Día de la Medicina Peruana, fecha que conmemora el enorme sacrificio de Daniel Alcides Carrión García, héroe nacional y mártir. Nuestra Iglesia de Lima reconoce y valora la labor diaria de nuestros médicos peruanos, quienes, a través de su dedicación abnegada, dan testimonio vivo de Jesús.

En esta ocasión, compartimos el mensaje de dos médicos voluntarios que participan en la Pastoral de la Salud de nuestra Arquidiócesis:

Marisol Egúsquiza: «Renunciar a nuestro Yo por el bien de los que sufren»

La doctora Marisol Egúsquiza es jefe de hospitalización en el Hospital Nacional Arzobispo Loayza, donde viene laborando cerca de 20 años. Ella descubrió su vocación a los 10 años, cuando experimentó el dolor de un inyectable intramuscular y prometió «inventar una medicina que cure a las personas sin dolor».

Desde entonces, Egúsquiza se ha dedicado de lleno a la medicina, adentrándose al interior del país donde descubrió realidades más complejas: “En el SERUMS, descubrí la gran necesidad de ayuda que tienen nuestros hermanos más pobres en el distrito de Pomabamba, Ancash. Ello me interpeló y motivó a especializarme en la gestión de la salud y prevención de la enfermedad”, afirmó.

Sin embargo, el desafío más grande llegó con la Pandemia, no solo porque conoció de cerca el dolor y la tragedia humana de los pacientes hospitalizados. Incluso – recordó emocionada – Marisol se contagió en octubre 2020 de Covid-19. Sobrevivir a la enfermedad, cuando aún no habían vacunas en el Perú, supuso una nueva oportunidad para «hacer una reingeniería en mi vida y hacer algo para cambiar el mundo»:

“Después de salir del hospital, trabajé en el proyecto de mejora “Modelo de Cuidado Integral de Salud” (MCI) en los pacientes hospitalizados. Actualmente, mi proyecto se viene implementando en uno de los pabellones del Loayza”, sostuvo.

Los médicos estamos para darlo todo y entregar la vida, si fuera necesario, como lo hizo nuestro Señor Jesucristo.

En el Día de la Medicina Peruana, la doctora Egúsquiza nos recuerda que la práctica de la medicina es una búsqueda constante para mejorar la calidad de vida de las personas: “Ser Médico es una aventura: en la búsqueda del bien y la verdad, en la búsqueda de la belleza y la justicia, en la búsqueda del autoconocimiento, en la búsqueda de la salud, la vida y el amor. Es una vocación de servicio que implica renunciar a nuestro yo personal por el bien de los que sufren».

Stephani Rozas: “Una profesión de servicio, amor y misericordia»

La doctora Stephani Rozas es médico general dedicada a la investigación en el Instituto de Investigación Nutricional, y miembro de la Pastoral de la Salud. Su vocación nació a raíz de una experiencia muy profunda: la enfermedad de su abuela. “Tenía el propósito de convertirme en una buena doctora para tratarla a ella y a otras personas más. Lamentablemente, mi abuelita ya no me vio graduarme, pero quedó la intención de servir a través de mi profesión en favor de los más frágiles”.

Entre sus momentos más desafiantes, Rozas confiesa que la Pandemia representó un cambio radical en la vida de todos, pero, principalmente, en los médicos y enfermeros, quienes tuvieron que batallar incansablemente para salvar todas las vidas posibles. «En ese camino, muchos perdieron la vida, pero un médico siempre debe mantener el buen trato y la empatía hacia sus pacientes, porque para curar también se necesita amor y misericordia», expresó.

Stephani Rozas está convencida de que su vocación es un regalo de Dios, por eso, uno de sus propósitos no solo es salvar el cuerpo, también el alma. «Tenemos una gran misión para curar el cuerpo, actuar de forma solidaria y salvar nuestras almas. Con esfuerzo, perseverancia y de la mano de Dios, podremos ser instrumento de ayuda para los demás”, es el mensaje que dirige a todos los médicos en su día.

El arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio recibió en audiencia al obispo de Argentina y Sudamérica Leonid (Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú) en el Palacio Arzobispal de Lima.

Durante la reunión los interlocutores destacaron la importancia de fortalecer el diálogo interreligioso como base para la promoción de los valores cristianos comunes. La conversación se desarrolló en un ambiente cálido y amistoso, y se confirmó la disposición para continuar desarrolando los vínculos entre las dos iglesias.

Al término del encuentro, Monseñor Castillo el Obispo Leonid visitaron los restos de Santo Toribio de Mogrovejo, en el relicario de la Capilla del Palacio Arzobispal de Lima.

Publicada la exhortación apostólica de Francisco «Laudate Deum», que precisa y completa la encíclica de 2015. No estamos reaccionando lo suficiente, estamos cerca del punto de ruptura. Crítica a los negacionistas: indudable el origen humano del calentamiento global. El compromiso con el cuidado de la casa común brota de la fe cristiana.

Fuente: Vatican News

«“Alaben a Dios” es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo». Con estas palabras concluye la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco, publicada el 4 de octubre, fiesta del Santo de Asís. Un texto en continuidad con la encíclica más amplia de 2015 Laudato si’.

En 6 capítulos y 73 parágrafos, Francisco plantea precisar y completar lo ya afirmado en el texto anterior sobre ecología integral, y al mismo tiempo lanzar una voz de alarma y una llamada a la corresponsabilidad ante la emergencia del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde. La exhortación mira en particular a la COP28 que se celebrará en Dubai a finales de noviembre y principios de diciembre. Escribe el Pontífice: «con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre» y «es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas» (2). Es uno «de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial» y «los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo» (3).

Los signos del cambio climático, cada vez más evidentes

El primer capítulo está dedicado a la crisis climática mundial. «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes», explica el Papa. Que observa cómo «en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra», una «enfermedad silenciosa que nos afecta a todos». Además, Francisco afirma: «es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos». El Pontífice, tras recordar que si el aumento de la temperatura supera los 2 grados «se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida, con enormes y gravísimas consecuencias para todos» (5), sobre los que minimizan el cambio climático, responde: «lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo». «Probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos» (6). Los fríos extremos también «expresiones alternativas de la misma causa» (7).

La culpa no es de los pobres

«Con la pretensión de simplificar la realidad -escribe Francisco-, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?» (9) El Papa también cuestiona la postura de quienes afirman que los esfuerzos para mitigar el cambio climático reduciendo el uso de combustibles fósiles «provocará una reducción de los puestos de trabajo». Lo que está ocurriendo en realidad «es que millones de personas pierden su empleo debido a las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva». Mientras «la transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada» es capaz «de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores. Esto requiere que los políticos y empresarios estén ahora mismo ocupándose de ello» (10).

Indudable origen humano

«Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático», afirma Francisco. «La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera… se mantuvo estable hasta el siglo XIX… En los últimos cincuenta años el aumento se aceleró notablemente» (11). Al mismo tiempo, la temperatura «aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años. En este período la tendencia fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados por década, el doble de lo ocurrido en los últimos 150 años… A este ritmo, es posible que en diez años alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados» (12). Provocando la acidificación de los mares y el deshielo. La coincidencia entre estos acontecimientos y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero «no es posible ocultar… Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia». Por desgracia, observa amargamente el Pontífice, «la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda» (13).

Estamos justo a tiempo para evitar daños más dramáticos

«Me veo obligado -continua Francisco- a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza» (14). Por desgracia, algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles durante al menos cientos de años, mientras que «el derretimiento de los polos no podrá revertirse por cientos de años» (16). Por tanto, estamos justo a tiempo de evitar daños aún más dramáticos. El Papa escribe que «ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados», pero «no podemos afirmar con certeza» qué sucederá (17). Por lo tanto, «urge una mirada más amplia… Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo» (18). Recordando la experiencia de la pandemia de Covid-19 Francisco repite «todo está conectado y nadie se salva solo» (19).

El paradigma tecnocrático: la idea de un ser humano sin límites

En el segundo capítulo, Francisco habla del paradigma tecnocrático que «consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico» (20) y «se retroalimenta monstruosamente» (21) basada en la idea de un ser humano sin límites. «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo… Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad» (23). Por desgracia, como también enseña la bomba atómica, «el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia» (24). El Papa reitera que «el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada» (25). Recuerde también que estamos incluidos en la naturaleza, y «esto mismo excluye la idea de que el ser humano sea un extraño, un factor externo sólo capaz de dañar el ambiente. Debe ser considerado como parte de la naturaleza» (26); «los grupos humanos muchas veces han “creado” ambiente» (27).

Decadencia ética del poder: marketing e información falsa

Hemos logrado «progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia» (28). «La decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos». Estos mecanismos convencen a los habitantes de las zonas donde se van a implantar proyectos contaminantes, engañándoles con que se generarán oportunidades económicas y de empleo, pero «no se les dice con claridad que detrás de ese emprendimiento» quedará «una tierra arrasada» (29) y condiciones de vida mucho más desfavorables. «La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad… extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos» (31). Existe «un dominio de los que nacieron con mejores condiciones de desarrollo» (32). Francisco les invita a preguntarse, ante «los hijos que pagarán el daño de sus acciones» cuál es el sentido de sus vidas (33).

Política internacional débil

En el siguiente capítulo de la exhortación, el Papa aborda la debilidad de la política internacional, insistiendo en la necesidad de favorecer «los acuerdos multilateralesentre los Estados» (34). Explica que «Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal» sino de «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales». Que «deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables» (35). Francisco deplora que «las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían la ocasión para provocar cambios saludables. Es lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007-2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del covid-19», que han traído «más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes» (36). «Más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial» (37) reconociendo que muchas agregaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a compensar las debilidades de la Comunidad internacional. El Papa cita el proceso de Ottawa sobre minas antipersona, que muestra cómo la sociedad civil crea dinámicas eficaces que la ONU no consigue.

Las instituciones que preservan a los más fuertes son inútiles

La que propone Francisco es «un multilateralismo “desde abajo” y no simplemente decidido por las élites del poder… Es de esperar que esto ocurra con respecto a la crisis climática. Por eso reitero que «si los ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de los daños ambientales» (38). Tras reafirmar la primacía de la persona humana y la defensa de su dignidad por encima de cualquier circunstancia, Francisco explicó que «no se trata de reemplazar a la política, porque… las potencias emergentesse vuelven cada vez más relevantes». «Precisamente el hecho de que las respuestas a los problemas puedan venir de cualquier país, aunque sea pequeño, termina presentando al multilateralismo como un camino inevitable» (40). Por lo tanto, es necesario un «marco diferente de cooperación efectiva. No basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales». Necesitamos «reglas globales y eficientes» (42). «Todo esto supone generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones»; necesitamos «espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión, y en definitiva una suerte de mayor “democratización” en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones. Ya no nos servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos» (43).

Conferencias sobre el clima

En el siguiente capítulo, Francisco describe las distintas conferencias sobre el clima celebradas hasta la fecha. Recuerda la de París, cuyo acuerdo entró en vigor en noviembre de 2016, pero «si bien es un acuerdo vinculante, no todas las prescripciones son obligaciones en sentido estricto y algunas de ellas dan lugar a una amplia discrecionalidad» (47), no hay sanciones por incumplimiento y se carece de medios eficaces para hacer cumplir la ley, no prevé sanciones reales y no existen instrumentos eficaces para garantizar su cumplimiento. Y «todavía se está trabajando para consolidar prácticas concretas de monitorización y facilitar criterios generales que permitan comparar los objetivos de los distintos países» (48). El Papa menciona la decepción de la COP de Madrid y recuerda que la COP de Glasgow relanzó los objetivos de París, con muchas «exhortaciones», pero «las propuestas tendientes a asegurar una transición rápida y efectiva hacia formas alternativas de energía menos contaminantes no pudieron avanzar» (49). La COP27 en Egipto del 2022 «fue un ejemplo más de la dificultad de las negociaciones» y aunque produjo «al menos un avance en la consolidación del sistema de financiación por “las pérdidas y los daños” en los países más afectados por los desastres climáticos» (51) también en esto muchos puntos siguieron siendo «imprecisos». Negociaciones internacionales «no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global. Quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad» (52).

¿Qué se espera de la COP de Dubái?

Con respecto a la COP28, Francisco escribe que «decir que no hay nada que esperar sería un acto suicida, porque implicaría exponer a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático» (53). «No podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente. Esta Convención puede ser un punto de inflexión» (54). El Papa señala que «la transición que se necesita, hacia energías limpias… abandonando los combustibles fósiles, no tiene la velocidad necesaria. Por consiguiente, lo que se está haciendo corre el riesgo de interpretarse sólo como un juego para distraer» (55). No se puede buscar únicamente un remedio técnico a los problemas, «corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar… mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando» (57).

Dejar de ridiculizar la cuestión medioambiental

Francisco pide que se ponga fin a «las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos. Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos. Por eso se requiere un acompañamiento de todos». En cuanto a las protestas de los grupos radicalizados, el Papa afirma que «ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos» (58). El Pontífice espera que de la COP28 surjan «formas vinculantes de transición energética» que sean eficientes, «obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente» (59). «Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas. Ojalá muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza. A los poderosos me atrevo a repetirles esta pregunta: ¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?» (60).

Un compromiso derivado de la fe cristiana

Por último, el Papa recuerda que la motivación de este compromiso nace de la fe cristiana, animando a «los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan lo mismo» (61). «La cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres». «Todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (67). «Esto no es producto de nuestra voluntad, tiene otro origen que está en la raíz de nuestro ser, ya que «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea» (68). Lo importante, escribe Francisco, es recordar que «no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas» (70). «El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios» contribuye «gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad» (71). El Pontífice concluye su exhortación recordando que «las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más pobres». Y afirma que «un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo» (72).

Cada 4 de octubre la Iglesia recuerda a San Francisco de Asís, proclamado Patrono de la ecología por San Juan Pablo II el 29 de noviembre de 1979. Su vida es una inspiración para miles de personas, un llamado a vivir el amor gratuito de Dios sirviendo a los más necesitados. Esta es la misma inspiración que ha tocado el corazón de ‘otro Francisco’, nuestro Papa:

«Francisco de Asís es para mí el hombre de la pobreza, el hombre de paz, el hombre que ama y protege la Creación». Son las palabras que expresó el Papa a los periodistas en su primer encuentro con los medios de comunicación del 16 de marzo de 2013, con las que explicó lo que significa para él la elección de su nombre y con el cual ya se mostraban las que iban a ser las pautas de su Pontificado.

El Santo Padre ha recordado en numerosas ocasiones a San Francisco de Asís definiéndolo como alguien que «ayuda a descubrir el vínculo profundo entre la pobreza y el camino evangélico», lo que nos hace comprender cómo solo los que siguen a Jesús reciben la paz verdadera.

En el mes del Sínodo de la Sinodalidad, y al publicarse la nueva exhortación del Papa Francisco sobre la crisis climática «Laudate Deum», encomendamos nuestras oraciones a San Francisco de Asís para que los frutos del Sínodo nos permitan continuar el camino de una Iglesia servicial, responsable en el cuidado de la casa común y en salida con los descartados de la sociedad.

En el marco del 65 Aniversario del Colegio Parroquial San José Obrero, Monseñor Carlos Castillo presidió la Eucaristía en compañía de todos los docentes, estudiantes y padres de la familia, así como la comunidad de la Parroquia La Sagrada Familia y padres oblatos.

Evidentemente emocionado por la presencia de los niños, el arzobispo de Lima habló sobre la importancia de inspirarnos en el Señor para tener actitudes que nos permitan hacer nuevas las cosas y no repetirlas cuando dejan de tener sentido. En ese sentido, la vida parroquial, mediante la constitución de la juventud y el aliento de todos, nos ayuda a que la Iglesia se renueve, camine abierta, construyendo maneras de acercarse a la gente.

A ejemplo de San José, obediente y humilde, pero enormemente fecundo, Monseñor Carlos señaló que necesitamos «entrar en la sintonía del Señor que está presente entre nosotros haciendo maravillas, solo que, a veces, no lo notamos. Para eso tenemos que ir abandonando la actitud corrosiva, peleadora, descontenta de todo».

¿Qué cosas tenemos de ejemplo en Jesús y San José? «Ellos valoran lo que son, no están buscando ser lo que no son. Jesús estaba orgulloso de ser el Hijo del carpintero. ¿Por qué? Porque el carpintero es una persona que trabaja, que vive de su trabajo, que tiene experiencia y algo para contar, para enseñar y para soñar», reflexionó el prelado.

En otro momento, el Primado del Perú hizo hincapié en el espíritu sinodal de la Iglesia que también debe habitar en todos los espacios de la vida, sobre todo, en la escuela, donde educandos y educadores participan en un diálogo que hace posible hacer un camino juntos.

«Todos tenemos un llamado y son múltiples, porque Dios nos hizo a todos diferentes, no nos hizo uniformes. El colegio no es un ejército en donde todos marchan, tenemos diversidad, nos comprendemos, nos ayudamos. Todos hemos sido hechos y creados por un Dios que nos habla, y todo se hizo por la Palabra», manifestó.

Como hijos de San José, tenemos que instalar, en el corazón de nosotros, el trabajo, el amor y el servicio, que son los signos de Dios.

La Misa de aniversario por el 65 Aniversario del Colegio Parroquial San José Obrero contó con la presencia del P. Octavio Soto Ladero (Vicario provincial de la congregación oblatos de san josé y Rector del Santuario San José El Justo); el P. Edwin Lima Falcon (Promotor del colegio y Párroco de la Parroquia Sagrada Familia).

También estuvieron presentes: P. Emilio Alfaro Diaz (Superior Provincial de los Oblatos de San José), P. Juan Villanueva Colchado (Rector del Seminario Casa de San José), y P. Jorge Lopez (responsable del Tribunal Eclesiástico del Arzobispado de Lima).

Nuestra Pastoral Juvenil de Lima vivió una tarde sabatina de oración en la Basílica Catedral de Lima. Reunidos en torno a la Palabra y en compañía de nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, jóvenes de distintas parroquias participaron de una noche de reflexión, diálogo y adoración al Santísimo.

Fotos de: Pastoral Juvenil de Lima

En el cierre del mes de la juventud, mes de la familia y la Palabra de Dios, los jóvenes de nuestra Arquidiócesis compartieron espacio de oración a la luz de la Palabra. Guiados por el lema: «Y la Palabra se hizo joven, y habitó entre nosotros», la Catedral de Lima fue acondicionada para crear un ambiente de acogida.

En medio de un gran entusiasmo, los jóvenes participaron entronizando la Palabra de Dios y leyendo el Evangelio (Juan 1, 1-17). En su intervención, Monseñor Castillo explicó que la «Palabra se hizo carne», es decir, se hizo humanidad. Y los jóvenes también son parte de esa carne, como lo son la gente sencilla y las personas pecadores que, a veces, marginamos.

«El mundo es un poema de Dios. Como no solamente hemos sido creados por la Palabra, sino que somos también Palabra, todo en el ser humano depende de la Palabra. Si hay un principio que nos rige a todos es que somos palabras», indicó.

El arzobispo de Lima recordó que el Señor está escondido en nuestra historia y humanidad porque se ha encarnado en el mundo. «Dios ha sembrado su semilla en el mundo, y nosotros somos la voz cantante de la Palabra que vive en nosotros. Y quienes tienen más palabra nueva para decir son los jóvenes».

Y la palabra se hizo joven, porque la hemos visto en Jesús. Él nos ha contado quién es ese Dios, el verdadero Dios, que es amor, sencillez, fidelidad y presencia en nuestras vidas.

Posterior a la explicación del texto bíblico, se dio paso al momento de meditación por grupos. Los jóvenes abordaron las siguientes preguntas: ¿Qué me dice a mi este texto bíblico? ¿Qué oración le puedes dirigir al Señor para describir tu momento de oración?

En este espacio de diálogo, y acompañados de nuestros seminaristas, los jóvenes compartieron sus aportes y crearon una oración inspirada en sus vivencias y reflexiones.

Llegado el momento de la contemplación, cada grupo encendió sus velas y ofreció sus oraciones ante el Santísimo. «Gracias, Señor, por darnos tu Palabra, por ser Tú la luz de nuestra vida. Ayúdanos a aceptar tu Palabra, a tener un corazón apto y preparado para escucharte. Señor, queremos acoger tu Palabra, queremos que seas Tú el conductor de nuestras vidas», manifestó uno de los representantes juveniles.

Entre canciones y momentos de silencio, los grupos continuaron compartiendo sus oraciones: «Señor Jesús, gracias por darnos a conocer tu amor, por guiarnos a través de tu Palabra para hacer tu voluntad. Danos la gracia de un corazón sencillo y humilde para acogerte en nuestra juventud».

«Señor, te agradecemos por permitirnos conocerte mediante tu Palabra, para nosotros ser luz y guiar con fe y esperanza a aquellos que no creen en ti».

Gracias por tu amor hecho Palabra, guíanos en tu camino y muéstranos la luz. Amén.

La tarde sabatina de Oración Juvenil concluyó con un repertorio de canciones y dinámicas lideradas por nuestro hermano Freddy Mori. Monseñor Castillo adelantó que este tipo de encuentros se continuará fomentando a través de nuestra Pastoral Juvenil de Lima.

En el inicio del Mes Morado, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a «tener las mismas actitudes de Jesús» para salir de los entrampamientos humanos que nos impiden vivir verdaderamente nuestra fe. El prelado advirtió del peligro que corremos al practicar un «cristianismo de apariencia» que nos impide afrontar los problemas serios y nos conduce a un «proceso de decadencia», en donde la fascinación por el dinero «genera la destrucción de la Iglesia».

En la Eucaristía concelebrada con Monseñor Jordi Bertomeu, el arzobispo de Lima reconoció el trabajo dedicado y acucioso de los periodistas, tantas veces maltratados en su afán por querer conocer la verdad.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El Evangelio de hoy (Mateo 21,28-32) nos presenta la parábola de dos hijos que son convocados por su padre para ir a trabajar a la viña. El primero no quiso, pero, después, lo pensó bien y fue; el segundo, en cambio, respondió que sí, pero, luego, no fue. Sobre ello, Monseñor Castillo afirmó que nuestra vida «está surcada por decisiones que tomamos», muchas de ellas «pueden ser contradictorias» o hacernos «perder el norte».

A través de esta parábola, el Señor toma el ejemplo de las personas que son mal vistas (las prostitutas y los publicanos) para decirnos que, a pesar de estar «marcadas» por la sociedad como pecadores públicos, todo aquel que busca rectificar su vida y está abierto a cambiar «nos preceden en el camino del Reino de Dios». Este no es el caso del segundo hijo que, por más comprometido que se mostraba, no fue a la viña a trabajar, es decir, no hizo la voluntad del Padre.

Muchas veces, recordó el arzobispo de Lima, queremos quedar bien con Dios de palabra y apariencia, pero las apariencias en la fe «son muy peligrosas, porque entramos en un proceso de decadencia, no afrontamos los problemas, las ambiciones que tenemos, y generamos la destrucción de la Iglesia».

Actitud de autocrítica y restitución en la Iglesia

Es necesario, por lo tanto, una actitud de autocrítica en la Iglesia para «ver las cosas malas que hemos hecho y rectificarlas realmente». Por eso, el testimonio de los periodistas (que hoy celebran su día en el Perú) es importante, porque nos ayudan a «entender que estamos en una maraña seria en el país y en la Iglesia», y tenemos que «afrontar la grave situación para no darnos ilusiones de que somos un país lindo, católico y precioso, pero, después, resulta que somos los peores corruptos».

«Hoy quisiéramos agradecer a los periodistas, sobre todo, a los periodistas de investigación, que son muy acusados y golpeados porque quieren saber la verdad y ayudar a que afrontemos cara a cara y reparemos lo que hemos hecho mal», señaló el prelado.

Estamos para servir, no para sentirnos superiores

En este camino de reforma, el liderazgo del Santo Padre ha hecho posible que se inicie un proceso de esclarecimiento en la Iglesia universal, para que sepamos «afrontar los problemas» y «reconocer los signos de bondad que existen en las personas que viven con una cierta coherencia, a pesar de que pueden ser lejanas y pecadoras».

Muchas veces, existe gente que no viene a la Iglesia, pero es más honesta que los católicos. Y nosotros, a veces, nos sentimos y nos creemos más, pero los católicos estamos para servir, no para sentirnos superiores y condenar al resto.

Citando la carta de san Pablo a los Filipenses (2,1-11), Monseñor Carlos exhortó a que tengamos las mismas actitudes de Jesucristo, el cual, siendo de condición divina, no retuvo para sí su condición de Dios, sino que se anonadó, tomó la condición de servidor y pasó por uno de tantos. El prelado aseguró que necesitamos «aprender a ser cristianos de otro modo, no creyéndonos la comunidad privilegiada, sino aprendiendo a compartir los dolores de la gente y reconociendo que también somos pecadores».

Cuidarnos de la fascinación al «dios» dinero

En otro momento, el Primado del Perú advirtió que no podemos poner a Dios en segundo lugar y usarlo para robarle a la gente o hacer apariencias de cosas bondadosas. Uno de los problemas más serios que tenemos – sostuvo el prelado – es que la Iglesia hace ese tipo de cosas. «Hay una especie de fascinación por el dinero, y esa fascinación nos impulsa a adquirir el dinero con mañas y, a veces, usando el nombre de Dios», recalcó.

A puertas del Sínodo de la Sinodalidad, Carlos Castillo llamó a que unamos esfuerzos para discutir juntos cómo mejorar la Iglesia hacia el futuro, con un clero y obispos «al servicio del camino que hacemos todos y no al servicio de sí mismos».

Llenémonos de esperanza porque el Señor de los Milagros nos acompaña y, en esa compañía, nosotros queremos también acompañar el Sínodo del Santo Padre.

La Santa Misa de este domingo XXVI del Tiempo Ordinario fue concelebrada por monseñor Jordi Bertomeu, y un grupo de sacerdotes provenientes del país hermano de Chile. También recibimos la visita de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú y nuestro Coro Juvenil Arquidiocesano.

El Arzobispado de Lima se une al dolor de la comunidad jesuita por la partida de nuestro hermano Rómulo Franco Temple SJ. Y nuestro sentido pésame se extiende a la Pontificia Universidad Católica del Perú, lugar donde desarrolló, en los últimos años, toda su labor pastoral y académica.

Que el arraigo de su testimonio, 56 años en la Compañía de Jesús y 44 de ordenación sacerdotal, permanezca en nuestros corazones y en todas las personas que lo acompañaron y tuvieron la dicha de recibir la gracia de su ministerio.

Como Iglesia de Lima, elevamos nuestras oraciones para que nuestro querido Rómulo pueda vivir en la plenitud del Reino del Señor.

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