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Un desagravio pendiente – José Antonio Ubillús, C.M.

(A modo de meditación)

Escribe: P. José Antonio Ubillús, C.M.

El año 1992, año del quinto centenario y del descubrimiento y de la evangelización de América, escribí la reflexión que sigue, publicada posteriormente en la revista CLAPVI 84(1994) pp. 231-236. Mis convicciones de aquellos años sobre los pueblos originarios de América, que se mantienen intactas, he decidido publicarlas nuevamente con el fin de compartirlas con los lectores de la revista ANALES, pero esta vez pensando y teniendo más presentes en mi alma las múltiples etnias de la Amazonía, especialmente las de mi querido país, el Perú.

A lo largo y a lo ancho del doble continente americano, cátedras de antropología y museos arqueológicos, peor o mejor dotados, dan puntual información sobre las extinguidas culturas autóctonas, anteriores o coetáneas a Colón, y sobre las que aún existen en nuestros días. Conocemos así la leyenda de Quetzacoatl, Viracocha (Perú) y Kon Tiki (Perú): los mágicos dioses blancos que recrearon el mundo en el tiempo mítico de los orígenes, para marchar hacia el Sol una vez concluida su misión.

Para los aztecas de México-Tenochtitlán y para los incas del Perú, la irrupción de Cortés y Pizarro encarnó el mágico retorno de Quetzacoatl y Viracocha. Considerando la sucesiva historia americana desde entonces hasta hoy, se nos hace patéticamente inteligible la apocalíptica dimensión del regreso de aquellos viejos dioses en figura de conquistadores hispanos.

La progresiva expansión colonial de los nuevos señores blancos iba a arrasar para siempre el arcaizante esplendor de las grandes culturas amerindias. De aquel ancestral pasado nos queda el espejo invertido de su devastada actualidad, espectacularmente iluminada por grandiosas ruinas, museos y mausoleos.

Hacia el mismo tiempo (1541) en que Bartolomé de las Casas escribe su patético alegato contra la conquista en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, Chilam Balam profetiza y recuerda la destrucción de su pueblo maya a manos de los azules: los españoles, a sangre y fuego sobre su presa colonial. “Llegan los azules. Rojas son sus barbas. Son hijos del Sol. Son barbados. Del oriente vienen. Cuando llegan a esta tierra, son los señores de la tierra. Son hombres blancos. ¡Ah, itzaes! ¡Preparaos! Ya viene el blanco gemelo del Cielo. ¡Ay, será el anochecer para nosotros cuando vengan! ¡Los gavilanes blancos de la tierra! ¡Encienden fuego en las puntas de sus manos, y al mismo tiempo esconden su ponzoña y sus cuerdas para alcanzar a sus padres! Ceñudo es el aspecto, todo lo que habla, es: ¡Vais a morir![2].

¿Qué relación tuvo la Iglesia con todos estos hechos?

Una “leyenda negra”[3] la implicó. Pero, honestamente hablando, con base histórica, y a pesar de ciertos errores como la violenta extirpación de idolatrías, ella se puso más bien al lado de los indios, de su raza y de su cultura. Baste citar el testimonio de tantos misioneros religiosos, laicos y obispos, como Antonio de Montesinos, Toribio de Benavente: “Motolinía”. Bartolomé de las Casas, Santo Toribio de Mogrovejo y otros muchos más[4].

Al respecto, es muy significativo lo que con tanta objetividad escribe, sobre los aciertos y desaciertos de la Iglesia en el Perú a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, el indio Felipe Huamán Poma de Ayala en su Nueva Crónica y Buen Gobierno, extensa carta con valiosas ilustraciones, dirigida al Rey Felipe III de España[5].

Últimamente los obispos de América Latina escribieron en el Documento de Santo Domingo lo que sigue: “La historia nos muestra que se llevó a cabo una válida, fecunda y admirable obra evangelizadora y que, mediante ella, se abrió camino de tal modo en América la verdad sobre Dios y sobre el hombre que, de hecho, la evangelización misma constituye una especie de tribunal de acusación para los responsables de aquellos abusos (de colonizadores a veces sin escrúpulos)”[6]. Pero, aún queda una gran deuda que pagar a los indígenas: aún queda pendiente un desagravio a los indios de América.

A continuación, quisiera indicar algunos presupuestos que, según mi modo de ver, hay que tener en cuenta en la evangelización de los indígenas.

  1. INTERÉS POR LOS SALVAJES E INDÍGENAS DE AMÉRICA
  2. El “noble salvaje”

Montaigne creó en sus Ensayos (siglo XVI) el concepto literario del “noble salvaje” después de que en Rouen tuviera un encuentro con indios guaraníes de Brasil, de los que uno fue criado suyo por espacio de diez años. Cuando los idealizó, no le estorbaba el hecho de que los guaraníes pasaran por ser caníbales, ni le impidió que, en su primera autocrítica inspiración americana (ya que se trataba de aborígenes de América) los presentase como una contraimagen de la decadencia europea.

Acerca de su criado indio escribía: “Era un hombre sencillo y sin instrucción; precisamente esta circunstancia hace que su testimonio merezca crédito… Esos pueblos foráneos nos parecen tan bárbaros porque están todavía muy cerca de su estado primitivo. Entre ellos las leyes de la naturaleza marcan todavía la punta, y aún están poco adulteradas por las leyes humanas. Es lástima que ni Licurgo ni Platón lo supieran… Platón tendría que reconocer que el estado ideal que él concibiera dista mucho de ser tan perfecto como aquel otro”.

Montaigne sostiene, aludiendo a la Inquisición, que resulta mucho más bárbaro “torturar una persona viva que comérsela después de muerta; dar tormento a un cuerpo que todavía siente…y, lo que es todavía peor, hacer esto so pretexto de fe y piedad. Podemos, por tanto, calificar a los salvajes de bárbaros…, pero no si los comparamos con nosotros, pues en muchos aspectos los somos mucho más que ellos”.

Durante siglos, la idea montaigneana del “noble salvaje” influyó en el ánimo de muchos viajeros. El más ilustre entre ellos fue, en las postrimerías del siglo XVIII y comienzos del XIX, Alexander von Humboldt, el redescubridor de Centroamérica y del Cono Sur. Esto se ve igualmente en las ideas de varios pensadores utópicos como Juan Jacobo Rousseau[7].

  1. El Indigenismo

Es sabido por todos que las repúblicas americanas no trajeron los beneficios esperados para los indios. Es lamentable e indignante constatar que, aun después de la llamada independencia, el racismo, el desprecio y la marginación de los indígenas aún existen. Comentando la película “Danza con lobos”, ganadora de varios premios Oscar, refiriéndose al holocausto de los indios sioux de los Estados Unidos, el español César Vidal afirma: “Este sistemático exterminio podría haber llevado como lema la frase formulada en 1876 por el general Philip Sheridan: “El único indio bueno es el indio muerto”.

La llegada de los primeros colonos ingleses al Nuevo Mundo implicó, casi desde los inicios, un trato sangriento hacia los indígenas. Fueron precisamente ellos, pese a la versión que han proporcionado al respecto las películas del Oeste- los que introdujeron la costumbre de arrancar cabelleras a los enemigos de guerra. Po cada resto capilar entregado en un fuerte británico se recibía una recompensa en metálico. No tardó en aparecer el encuadre legal que iba a recibir el indio piel-roja en la nueva sociedad: era, no una persona, sino un “ser dependiente”[8].

Sendero Luminoso en el Perú y los últimos acontecimientos en Chiapas en México son dos botones de muestra de las reacciones, alguna sanguinaria como la de Sendero, que se pueden suscitar en nuestros países.

Por indigenismo se conoce a los movimientos pro-indios que surgieron, sobre todo en México y Perú, a comienzos de este siglo. Se trata de una reflexión antropológica sobre las sociedades y culturas indígenas, que han sido redescubiertas tras la tormenta del liberalismo político. Como todo hecho social complejo, el indigenismo no surge por generación espontánea, sino que está enraizando en la evolución política desde fines del periodo colonial hasta nuestros días. Su objetivo es plantear el problema indígena en la política, la economía, la sociología, la literatura y el arte. Su meta es integrar al indio a la sociedad moderna, conservando sus características culturales propias[9].

  1. El Movimiento Indio

La integración, que era la meta del indigenismo, se vio que, en la práctica, terminaba por destruir la cultura indígena que quería preservar. Por eso, los antropólogos van a replantear, no los métodos, sino la meta misma del indigenismo. Pero, además, los indios mismos, como consecuencia de una serie de factores externos e internos, van a desarrollar su conciencia política y a iniciar diferentes formas de organización, para convertirse en el “poder indio”. Esto ha dado origen al “Movimiento Indio”, cuyas declaraciones son muy conocidas a lo largo del continente americano[10]. En una última, dicen: “Como pueblos indígenas, somos explotados y culturalmente marginados… Queremos decirle al mundo que estamos dispuestos a asumir con dignidad el siglo XXI, sin renunciar a nuestra identidad y a nuestra ancestralidad”[11].

  1. Indigenismo Eclesial

De unos años acá también se ha despertado un más vivo interés, porque siempre lo hubo, por los indígenas al interior de la Iglesia, a un nivel pastoral y a un nivel teológico. Es muy conocida la labor que hacen a favor de los indios las Conferencias Episcopales, sobre todo la de Brasil.

  • UNA SABIDURIA POR RESCATAR

No sé si a alguno de ustedes le ha pasado lo mismo que a mí, que recibí, a pesar de que por mis venas corre también sangre indígena, una formación llena de prejuicios contra los indios y lo indio. Considero que, aparte del Evangelio de Jesús, han sido dos autores y una pareja de amigos los que me ayudaron a reconciliarme con las culturas indígenas de mi patria, de América y del mundo entero. Estos son: Ernesto Cardenal, con su poemario “Homenaje a los Indios Americanos” (Buenos Aires, 1962), y un artículo de Joseph Goetz., SJ., “Spiritualité chez les primitifs”, publicado en la obra colectiva “La Mystique et les Mystiques”, (París 1965), dirigida por A. Ravier, SJ., y prologada por Henri de Lubac, SJ. La pareja de amigos son Luigi y Rita Varese. Ellos me hicieron caer en cuenta de la gran sabiduría que existe en las culturas amerindias del pasado y del presente y que se expresa en el folklore, la danza, la pintura, la cerámica, la textilería, la orfebrería, la música, la poesía; pero sobre todo en su religión, tan orante, tan contemplativa, tan mística. Al respecto, basta un solo texto: la carta que el cacique indio Seathl, jefe de la tribu Suwamish de los territorios del noreste de los Estados Unidos, escribió al Presidente Franklin Pierce, en 1885, como respuesta a su oferta de compra de las tierras de su tribu…[12]

  • OPCIÓN POR LOS POBRES, OPCION POR LOS INDÍGENAS: EVANGELIZACIÓN-INCULTURACIÓN-SOLIDARIDAD

Si hay una opción que debemos hacer los cristianos, como lo sabemos, es una opción por Jesucristo evangelizador y servidor, y por los pobres. Ésta indudablemente debe incluir una opción por los indígenas, por esos pueblos (naciones) que, como acabo de hacerles ver muy sucintamente, tienen una larga historia de marginación y desprecio, con una incipiente organización, con un pasado y un presente cultural muy rico.

Y ahora nos planteamos la pregunta clave ¿Cómo evangelizar a un mundo así? ¿Cómo responder al sordo clamor de miles de indígenas que piden a sus Pastores una liberación que no les llega de ninguna parte?[13]¿Cómo hacernos para ellos una buena noticia?.

En primer lugar, por lo que somos. Es la totalidad de nuestra existencia la que tiene que ser evangelizadora. Es nuestra manera de ser la primera en evangelizar. Es nuestra manera de ser Iglesia, es el estilo de vida como Congregación de la Misión, como cristianos, nuestra manera de situarnos ante la realidad de los otros, lo que tiene que ser buena noticia ante todo, hoy como en los tiempos de Jesús, para los condenados de la tierra, para los pobres y oprimidos de este mundo, para los indios. Lo que somos, nuestro carisma y nuestra manera de vivirlo, tienen que resonar hoy en el mundo indígena como un grito que proclama la misericordia de Dios y hace saltar de dicha a los que por nosotros reencuentran, alimentan y agrandan su esperanza.

Lo primero, pues, para nosotros hoy es dejarnos evangelizar, acoger, la buena noticia de la bondad misericordiosa de Dios y dejarnos configurar por ella hasta hacer de nuestras propias entrañas de misericordia su manifestación y cauce. Esto significa conversión a los pobres y oprimidos en la persona de los indígenas, conversión al hermano en cuyo rostro dolorido reconocemos “el rostro sufriente de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela”[14].

En un segundo momento, no tanto cronológico sino dialectico, la misericordia tomo ojos para ver con nueva hondura la realidad del pobre. Es este mundo complejo, en el cual somos conscientes de que la pobreza y el dolor escandaloso de tantos indígenas no se deben tanto a causas puramente naturales, sino que son producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas, es necesario mirar con ojos de misericordia ante todo, pero con la ayuda de cuanto instrumento puedan proporcionar las ciencias humanas y sociales para interpretar los datos que vienen de la realidad, de modo que esa mirada no sea ingenua sino critica.

Pero esta mirada pastoral no debe darse desde una atalaya distanciada y protegida, sino en la cercanía comprometida de la encarnación. Hay que acercarse a la realidad de aquellos para quienes debemos hacernos buena noticia, y acercarse es entrar en su realidad dolorosa. Es entrar en esa cultura de la pobreza, es sufrir la impotencia y marginación de los indígenas.

Hoy nos hemos hecho conscientes de esta característica de la verdadera evangelización y hablamos mucho de encarnación, inculturación, inserción, quizás a veces sin captar todo lo que esto exige de anonadamiento, de vaciamiento de uno mismo. Se trata de dejarse hablar, de dejarse enseñar por la realidad y la experiencia del otro, del indio; sin prisas, pacientemente.

Hoy la Jerarquía nos habla de una Nueva Evangelización, hecha desde dentro, desde el corazón mismo de las culturas marginadas, en absoluto respeto a la identidad y libertad de los pueblos. Esto es quizás el aporte central de la Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo.

De esta visión y acercamiento brotará la compasión, la pasión del otro que se hace también mi pasión; su dolor, que me duele en mi propia carne. Y de ahí la urgencia de hacer algo que alivie el dolor; que elimine las causas que lo producen: el pecado y sus consecuencias. Será una palabra que consuela, que anuncia o que denuncia; o será una acción concreta que ayude a romper cadenas o a abrir horizontes de esperanza. Entonces brotará el reino como una flor.

Y finalmente conviene recordar las palabras de Jesús: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 15, 25).

  • ¡INDIO DESPUÉS DEL HOMBRE Y ANTES DE EL!

Bella expresión poética de César Vallejo[15] que intenta resumir toda la esperanza mitológica de vuelta al paraíso perdido, a la tierra sin males, de los pueblos indígenas. El indio como hombre que fue y como el hombre que será: el que se reintegra. Modelo eterno en tanto modelo de vida comunitaria, simbólicamente previa a la caída en el individualismo de la propiedad privada, de los medios de producción, en el individualismo egoísta. El indio, pues, como paradigma de la existencia comunitaria en comunión productiva con la naturaleza[16].

Con igual o más ferviente esperanza que el poeta Vallejo, Chilam Balam exclama:

“Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pasa también. También toda sangre llega al lugar de su quietud como llega a su poder y a su trono[17]”.


[1] Este artículo lo publiqué el año 1992 con motivo del V Centenario de la Evangelización, ahora lo hago con motivo del Sínodo de la Amazonía.

[2] Cf. C Moya: “Quinientos años” en El País, 16 de abril de 1990, p.91. España.

[3] Cf. H. López Martínez: “Leyenda negra una historia secular” en Suplemento de el diario El Comercio, octubre de 1992, Perú.

[4] Cf. R. Ballón: Misioneros de la Primera Hora, (Lima 1991).

[5] Cf. F. Huaman Poma de Ayala: Nueva Crónica y buen gobierno. Prólogo de F. Pease (Caracas, 1980)

[6] SD 18

[7] Cf. H. Von Borch:” Las tempranas resonancias de América en Europa” en Humboldt 92 (1997), p.35 y ss. Alemania.

[8] C. Vidal: “Gimiendo con lobos” en Familia Cristiana 15 (1991), pp. 38-39. España. 

[9] Cf. M. Marzal: Historia de la Antropología Indigenista: México y Perú (Lima 1986), PP. 439-499; Varios: La Polémica del Indigenismo (Lima 1975)

[10] Cf. M. Marzal: Ibíd. pp. 502-527.

[11] “Declaración de las Organizaciones Indígenas de América” en Ecclesia 2643 (1993), pp. 18-19. España

[12] Cf. Revista Norsk Natur 10: P. Morande: “La síntesis cultural hispánica indígena” en Teología y Vida 1-2 (1991), pp. 43-52. Chile; C. Arean: Arte prehispánico en el ámbito andino” en Cuadernos Hispanoamericanos 481 (1990), pp. 7-19. España. “Memoires D’Amerique” en Conaissance des arts, Número especial de octubre 19 de 1992. Francia; E. Mérida: “Arte y artistas populares” en Páginas 110(1991), pp.85-93. Perú.  Poesía aborigen y tradicional popular (Lima 1984); Ollantay cantos y narraciones quechuas (Lima 1987); Poesía indígena de América (Bogotá 1988); E. Cardenal: Antología de poesía primitiva (Madrid 1979); I. Zalamea: Poesía ignorada y olvidada (Bogotá 1965); A.M. Di Nola: La preghiera dell’uomo (Roma 1988); Varios: América-Religión y Cosmos( Granada 1991); L- Sejoune: Pensamiento y religión en el México antiguo (México 1983); O. Silva Galdames: “Sistemas de creencias mágico-religiosas en la América prehispana” en Teología y Vida 1-2(1991), pp.21-32. Chile; J.L. Idígoras: La religión fenómeno popular (Lima 1991); Id.: “San Juan de la Cruz y la mística popular” en Revista Teológica Limense 2(1991), pp. 177-191. Perú; César Vallejo: “El hombre y Dios en la escultura incaica” en Beaux- Arts 193 (1936). Francia.

[13] Cf. DP 88. Para las reflexiones que siguen me he servido de J.R. Moreno: “La evangelización y el mundo contemporáneo” en Encuentro 57 (1990), pp. 132-139. Perú; P. Suess: Culturas indígenas y evangelización (Lima 1983)

[14] DP 31

[15] “Poemas Humanos” (Telúrica y Magnética) en Obras Completas (Lima 1974)

[16] Cf. R. González Vigil: El Perú es todas las sangres (Lima 1991)

[17] Citado por C. Moya: ibid., p. 92

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