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Arzobispo de Lima: Saludo de Navidad (2021)

“Hoy nos ha nacido, en la ciudad de Belén, un Salvador, Jesucristo, el Señor. ¡Gloria a Dios en el cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor!”.

Hermanos y hermanas, con el deseo de la Feliz Navidad, en este día me dirijo a todos ustedes para que comprendamos que, en medio de cualquier situación, el Señor viene para darnos su amor generoso y gratuito.

No dice el texto: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que “aman” al Señor”. No dice así. Dice: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Es el Señor que nos ama y ama a todos los seres humanos, no solamente a los que creemos en Él.

Y por esa razón, porque la fe no es una fe exclusiva, todos los seres humanos, hombres y mujeres, recibimos ese amor. Y nos toca a nosotros no realizar nuestros propios intereses en base a ese amor, y “dorar” nuestros males y nuestras agresiones, nuestras envidias y nuestros celos. Dorarlo en el sentido de “barnizar”, con el amor de Dios, nuestro pecado. Muy por el contrario, recibir el amor del Señor gratuito significa dejarnos llevar por Él para amar como Él nos ha amado.

Y este amor que se representa en el niño sencillo y pobre, Hijo de María e Hijo de Dios, nos da la muestra más evidente de que, solamente si ocupamos el lugar del servicio, del camino de los sencillos, nuestra vida puede salir adelante con ese mismo amor.

El asunto central es que, en el último tiempo, hemos creído que, por tener el amor de Dios, entonces, podemos hacer lo que queremos y podemos desarrollar todos los impulsos, las acechanzas, las envidias, los celos, las agresiones, porque el Señor siempre nos va a querer. Y es verdad que siempre nos va a querer, pero quien se hace daño con ese aprovechamiento del querer para barnizar su vida, crear y generar mal en el mundo, en el fondo, él mismo se autocondena.

Y el Señor persiste en amarnos para que nos salvemos, en el sentido de recibir ese amor y guiarnos en la vida con ese amor, para actuar amorosamente en toda ocasión.

El Papa Francisco nos invita a ser Fratelli Tutti, todos hermanos, y esta Navidad especialmente es importante para aprovecharla verdaderamente, para que todo lo grandioso, humano y espiritual, todo lo grandioso de nuestra fe, pueda florecer en nuestras vidas y renacer como una manera real de vivir nuestra fe en las circunstancias que tenemos delante.

No estamos en los mejores tiempos, no solamente por la Pandemia, sino por el desarrollo de actitudes de odio, de revancha, de “amiguismo”, de corrupción, que existen en la sociedad y en la Iglesia. Pero para eso tenemos, entonces, que recapacitar y volver al pesebre, a Belén, allí en donde, en este lugar en que nace Jesús, que es algo así como el lugar donde comen los rebaños, también nosotros podamos comer del Señor y alimentarnos para poder aprender a amar, inspirados por la fuerza de ese amor y acogiendo al Señor. como lo ha acogido María y lo acompañó hasta el momento más difícil de su vida, en que prefirió asumir la Cruz, como la asumió desde el inicio de su vida, para darnos vida comunicándonos que Dios nos ama y no retracta su promesa, la realiza a través de inspirarnos. Dejémonos inspirar por el amor del Señor y las cosas irán mejor.

Que Dios bendiga a todo nuestro pueblo peruano, a todas sus autoridades, a todos los que son de diversos lados y diversas situaciones sociales, los pobres, los ricos, la gente de clase media, a todos y a todas las personas, especialmente a todas las mujeres que, muchas de ellas, son muy maltratadas, para que todos nos ayudemos a compartir el amor del Señor y nos ayudemos a bendecirnos los unos a los otros, porque el Señor nos bendice y somos bendecidos justamente para bendecirnos y bien hacernos.

La bendición para todos ustedes en esta Navidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y que nos hagamos niños en el Niño, para madurar y crecer como Él creció y entregó su vida.

¡Feliz Navidad para todos y para todas!

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