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Mons. Castillo: El Señor es la fuerza de aliento para cambiar nuestro país

Llegado el domingo XXX del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo hizo un llamado a rectificar las ambiciones que nos impiden anticipar el Reino de Dios en esta vida y dejarnos llenar por la Gracia del Espíritu del Señor, que es «una fuerza de aliento» para «levantar la moral de nuestro pueblo» y cambiar nuestro país: «El Señor nos ama a todos, nos llama siempre a entrar en un camino de conversión, de recapacitación, de reconocer nuestros límites, de aceptar que hemos errado», reflexionó el prelado en su homilía.

Esta mañana, Monseñor Castillo meditó sobre el Evangelio de hoy (Lc 18, 9-14), que narra la Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos, es decir, un religioso y un pecador declarado, respectivamente. En ese sentido, el prelado explicó que los fariseos solían conservar una actitud de exclusivismo y pretensión por sentirse superior al resto: «Ellos despreciaban a la demás gente, y mucho más a este hombre que es un publicano».

Por su parte, el publicano era una persona considerada traidor, porque, siendo hebreo, cobraba impuestos para Roma. Sin embargo, de estos dos hombres, es el publicano quien se muestra humilde y avergonzado en su oración. Esta disposición de cambiar, este hombre «malo» y arrepentido, nos enseña que todos podemos convertirnos si dejamos que el Señor entre a nuestra vida: «El solo hecho de acercarnos al Señor, nos cambia, nos transforma», como lo hizo con este publicano o con el propio Zaqueo, acotó el arzobispo.

Monseñor Carlos agregó que, en el Perú, también hay muchos “publicanos”, pero tenemos que ayudar que, a través de la procesión del Señor de los Milagros, eso se cambie. «¡Es necesario rectificar las ambiciones! Las ambiciones nos llevan a la destrucción, tenemos que siempre pensar en el bien de todos, en el bien común», expresó.

Ser cristiano es ser amado, amar a partir de que somos amados por el Señor.

En otro momento, el Primado del Perú afirmó que el comportamiento del fariseo representa un problema muy grave del mundo actual: «solo se mira a sí mismo e, inclusive, considera que la religión lo protege. A veces, también tenemos eso en nuestro país, entre nosotros mismos. Nuestra fe se fundamenta en el amor gratuito que recibimos porque todos somos amados por Dios», recalcó.

Ser cristiano es ser amado, es amar a partir de que somos amados. El Señor nos llama siempre a entrar en un camino de conversión, de recapacitación, de reconocer nuestros límites, de aceptar que hemos errado. Por ahí comienza la fe, cuando uno reconoce y decimos: “Señor, dame tu fuerza para poder superar estas cosas”.

Cuando dejamos que el Señor pase por nuestra vida, cuando salimos a «callejar» y a misericordiar» (como nos recordó el Papa Francisco en su mensaje por el Mes Morado), nos convertimos en otros «Jesús”, en otras «Marías”, que están compartiendo el amor que han recibido.

Si recibimos el amor del Señor y la acogemos, todo lo que somos de negativos, de medio locos, medio chiflados… todo, poquito a poco, se va superando, porque entramos en razón, entramos en relación con los demás, vemos el rostro del Otro, apreciamos a las personas, no prejuzgamos.

En cambio, quien no acepta el amor de Dios, se siente perdido y sustituye ese vacío con el prejuicio ante los demás. Esto también ocurre dentro de la Iglesia, así lo manifestó Monseñor Carlos: «Eso nos pasa, sobre todo, a los católicos y, muchas veces, a los curas, a los obispos que estamos “chanque y chanque” a la gente. Pero el Señor no nos ha mandado a “chancar”, sino a alentar y a pedir perdón si nos hemos equivocado.

Evangelizar para anticipar el Reino de Dios en nuestra vida.

Finalmente, el obispo de Lima pidió superar todos los obstáculos y prejuicios que nos impiden anticipar el Reino de Dios en esta vida: «No vamos a encontrar el Reino de Dios si es que aquí no adelantamos el Reino y hacemos justicia y bien para todos. Por eso, tenemos que evangelizar. Nos ha faltado educar, nos ha faltado explicar, nos ha faltado visitar, acercarnos», precisó.

La mejor manera para recapacitar indivual y socialmente es descubriendo lo bueno que la gente tiene, aseguró el arzobispo Castillo: «¡Tenemos que aprender a apreciar! A apreciar al Otro, a apreciarnos mutuamente».

Antes de despedirse, el prelado recordó una curiosa anécdota…

Yo me acuerdo, cuando era chiquito, salíamos a la calle y nos enseñaban los curas en la parroquia a decir: “¡Protestante!”  Y le sacabamos la lengua…. Eso no puede ser, ellos son nuestros hermanos también. Entonces, nada de sacar la lengua a nadie, sino de unirnos para comprender y apreciar a todos. Hay que levantar la moral del pueblo, y el Señor, viniendo a visitarnos, pasando por nuestros hospitales, nuestros enfermos, después de todo lo que hemos sufrido estos dos años, es una fuerza de aliento que nos da una maravilla de inspiración para cambiar nuestro país ¡Y lo vamos a cambiar! Tengan, con seguridad que todo lo que viene de la Gracia del Espíritu cambia a las personas.

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