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El Señor de los Milagros es nuestro aliento y fuerza, nuestro gran libertador

En la Solemnidad del Señor de los Milagros, el arzobispo de Lima afirmó que «tenemos la procesión más misionera del mundo», un signo que debe recordarnos que «Jesús está en los lugares más recónditos», en medio de nuestro sufrimiento, acompañándonos. «Cada vez que es levantado el Señor, nosotros somos animados también a levantarnos y a caminar. El Señor camina con nosotros, es nuestro aliento, nuestra fuerza, nuestro gran libertador», indicó el prelado en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El Señor de los Milagros vuelve a «callejear» por todo el Perú. Este viernes 28 de octubre, Fiesta del Cristo Moreno, cientos de miles de personas acudieron a los exteriores del Santuario de Las Nazarenas para acompañar al Señor en su cuarto recorrido procesional.

En una misa multitudinaria, Monseñor Carlos Castillo inició su homilía recordando que Dios nos creó por amor, y fue ese mismo amor con el que entregó a su Hijo para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre, para ser una comunidad y no un pueblo disperso.

Este principio fundamental de nuestra fe, muchas veces, es difícil de comprender, inclusive dentro de la propia Iglesia. Y, así como los sacerdotes de Israel habían «seperado» a Dios de la gente con sus costumbres y ritos, en la actualidad, se piensa que para llegar a Dios es necesario «hacer mucha penitencia» y adorarlo solo en el templo para «subir a las escaleras donde nos vigilan los ángeles, los arcángeles y los querubines».

Sin embargo, meditando el Evangelio de Juan (3, 11-16), el Señor nos recuerda, a través de Nicodemo, que el camino para acercar el Reino de Dios a este mundo, implica entregar la vida por amor. El camino «no implica una serie de prácticas para poder conseguir la salvación, implica un dejarse llevar por el Espíritu para ser como Jesús todos», afirmó el prelado.

Adorar al Señor con nuestra vida, con nuestro testimonio.

En ese sentido, Monseñor Castillo explicó que Nicodemo, siendo fariseo, logró entender «una chispita» de apertura a Dios, reconociendo los signos y los milagros de Jesús. Ante ello, el Señor le responde con dos mensajes que también están dirigidos a nosotros:

Primero nos dice: “El que no es engendrado de lo alto, no puede ver el Reino de Dios”. Es decir, tenemos que mirar al que atravesaron, al Cristo en la Cruz, que se elevó para dar su vida por amor. «Este es el único camino para llegar a Dios, para ver el Reino de Dios en esta vida», precisó el arzobispo de Lima.

Estamos llamados a adorar al Señor en espíritu y en verdad con nuestra vida. Él se encarnó, se hizo uno de nosotros y se anonadó.

Pero el Señor utiliza palabras más hondas: «el que no es engendrado», es decir, está refiriéndose a la fecundación, no al nacimiento. Por lo tanto, tenemos que «recibir la semilla del Señor y cultivarla en nuestro ser, en el ser de cada uno y en el ser de toda la sociedad peruana, en el ser de todo el mundo, porque está derramada en todo el mundo», reiteró Carlos Castillo.

Como segundo aspecto, el Señor le dice a Nicodemo: “En verdad te digo que el que no esté engendrado del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”. ¿De qué agua y de qué espíritu? Del Señor clavado en la Cruz por la fuerza de su amor, del que brotó el agua y el espíritu de la sangre del Señor.

¿Por qué es esto tan importante? Monseñor Carlos aseguró que, al igual que Nicodemo, podemos permanecer «ciegos» y no ver el Reino de Dios. «Este Evangelio está dirigido, sobre todo, a una Iglesia “ciega” y desalojada (en la época del Evangelista Juan, el templo de Jerusalén era el referente para llegar a Dios y había desaparecido), es un Evangelio para “ciegos” y para migrantes. Y qué difícil, porque uno tiene que ser migrante y está ciego, no sabe dónde ir, no puede ver por dónde caminar. Para ello, necesitamos de la ayuda del Señor que nos conduce».

En un mundo donde todo parece mecánico y todo es cálculo, la procesión del Señor de los Milagros es una muestra de que, como peruanos, podemos inundar la esperanza. Todos «carguemos» unos con otros los problemas de la vida diaria, los problemas del país, pero siempre con la esperanza de que se puedan solucionar y de que encontraremos la salida.

Finalmente, el arzobispo Castillo hizo un llamado a identificar aquellos signos milagrosos del Señor que nos acompañan en la vida: nuestros hijos, nuestros hermanos, la amistad entre nosotros. Y también, todos los signos milagrosos de nuestra historia Patria: los héroes nacionales, en su mayoría, mártires que dieron su vida por nosotros, como Jesús.

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