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Confirmación universitaria: Anunciar y vivir la belleza de la fe

Este domingo 13 de noviembre, la Basílica Catedral de Lima acogió a los 70 miembros de la comunidad académica de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), entre estudiantes y administrativos, quienes recibieron el don del Espíritu Santo a través del Sacramento de la Confirmación.

En su homilía, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre la importancia de vivir la belleza de la fe a través del testimonio de los jóvenes, conversando sobre sus problemas, escuchando al Señor en cada situación de la vida, y tratando de entender cómo está presente el Espíritu en las relaciones humanas.

A inicios de año, 70 jóvenes de la comunidad del Centro de Asesoría Pastoral Universitaria (CAPU) de la PUCP, comenzaron un camino pedagógico de preparación hacia la Confirmación. Al llegar el día más importante de este proceso, los jóvenes se congregaron en la Catedral de Lima para decirle Sí a Jesús y recibir el Sacramento de manos del arzobispo de Lima.

En ese sentido, Monseñor Castillo explicó que la Confirmación marca una nueva etapa en la vida de toda persona: ser un cristiano reflexivo que sabe re-pensar y vivir la fe como «un proceso creador ante la situación y el dolor ajeno, en cada circunstancia y en cada momento, no repitiendo fórmulas o petrificándose en costumbres».

El Primado del Perú, quien también se desempeña como docente del Departamento Académico de Teología PUCP, resaltó que la experiencia compartida en el CAPU durante este año de formación, es la «experiencia de la comunidad cristiana que sabe vivir en la diversidad y promover relaciones de amistad de generación en generación». Ahí es donde habita el Señor, en las relaciones humanas.

El prelado recordó que la pastoral universitaria en nuestra Arquidiócesis fue un camino iniciado por el Cardenal Augusto Vargas Alzamora, y que 25 años después, continúa creando espacios llamados a ser «una muestra para compartir con las demás universidades».

La misión de irradiar y testimoniar la fe.

Comentando el Evangelio de hoy (Lc 21, 5-19), el obispo de Lima meditó las palabras de Jesús en alusión a la belleza y solidez del templo de Jerusalen: Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido, dice el Señor.

¿Qué nos dice Jesús con estas palabras? Que el punto esencial de todos los templos no está en su belleza ni en su antiguedad, al contrario, «si el templo existe, existe por la fe de la gente como muestra de la belleza con la cual debe anunciarse y vivirse. Si eso no se vive, si esa fe no se irradia ni se testimonia, si esa fe “se encierra” en el templo, se produce una “cueva de bandidos”. Eso ha ocurrido en muchas religiones, y todavía está el riesgo de producirse en nuestra Iglesia católica», advirtió el arzobispo.

Un llamado a la conversión personal, social y eclesial.

Por lo tanto, la Liturgia de hoy, en esta confirmación universitaria, es un «llamado a la conversión personal, social y eclesial, en las sociedades, en el mundo, pero, especialmente, en la Iglesia». Monseñor Castillo reiteró que debemos «inundar al mundo del amor del Señor» desde la «vivencia de la justicia y de las relaciones sanas que permitan un testimonio que ayude a superar los problemas».

Esta misión personal y social implica un cambio en todos los aspectos de la vida que generen maltrato, estilos de vida ostentosos y cantidad de problemas con los cuales confundimos la fe. «La fe no está en la ostentación ni en el dinero, ni en el lujo de los ropajes o en la grandeza de las catedrales. La fe está en el testimonio vivo que comenzó con Jesús. Él, pudiendo haberse bajado de la Cruz, no quiso hacerlo, para mostrar que Dios es misericordioso, abre el camino del perdón y pacifica a una humanidad violenta».

Moderar la vida del mundo a través de la hermandad.

En otro momento, el arzobispo de Lima exhortó a los jóvenes confirmados a «ser testigos del mismo amor de Cristo en la Cruz», especialmente ahora que el mundo afronta la peor crisis económica y ecológica de la historia: «Necesitamos moderar la vida del mundo por medio de la hermandad, ayudarnos unos a otros a ser testigos del mismo amor de Cristo en la Cruz. Él es el único que conduce a la Resurrección de los seres humanos, de la vida, de la ecología y de toda la creación», destacó.

Necesitamos, poco a poco, aprender a acoger lo bueno del pasado, recoger la inspiración del presente, caminar hacia el futuro con nuevas iniciativas y transformar la Iglesia sinodalmente, siempre haciéndolo con el mismo modo original de Jesús, pero siempre abiertos a que todo pasa y todo queda.

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