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Escuela de Catequesis: «Una experiencia de la comunicación del amor del Señor»

Después de varias semanas de formación y vivencia comunitaria, cientos de jóvenes catequistas y agentes pastorales de nuestra Arquidiócesis, participaron de la Misa de Clausura y Envío que presidió Monseñor Carlos Castillo. En su homilía, el prelado hizo un llamado a «dejarse interrogar por el diálogo con el Evangelio que nos ilumina» para realizar una «acción con el criterio evangélico y desde la experiencia».

El arzobispo de Lima advirtió que la catequesis no debe ser un «adoctrinamiento estricto y de memoria», en donde se de prioridad al cumplimiento de normas y reglas que aturden a las personas con tantos conceptos. «Estamos para alentar y levantar a las personas a vivir intensamente la experiencia de encontrarse con el Señor», para escucharlos y dejar que puedan expresarse en sus lenguajes.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

La Escuela de Catequesis, promovida por la Comisión de Catequesis y Evangelización (y bajo el acompañamiento pastoral del Padre Víctor Solís), marca el inicio de un proceso de renovación en la vida de nuestra Iglesia de Lima y en el espíritu de nuestros catequistas, desde una perspectiva sinodal, misionera, solidaria y comunitaria.

Bajo esta premisa se celebró la Misa de Clausura y Envío en la Parroquia Santa Rosa de Lima, en Lince. El arzobispo Carlos Castillo, reflexionó en su homilía, sobre la importancia de «dejarnos evangelizar» para poder «anunciar el Evangelio bajo la fórmula de la catequesis».

En ese sentido, el obispo de Lima se inspiró en el Evangelio del día (Mc 7, 31-37), que narra la sanación de un sordomudo, para explicar cómo es la catequesis de Jesús: una experiencia de la comunicación del amor del Señor y de su alegría.

Toda catequesis es kerigmática, porque da prioridad al anuncio alegre del Evangelio.

Monseñor Carlos afirmó que la prioridad en una catequesis es el anuncio alegre del Evangelio, sin embargo, muchas veces nos enfocamos en comprender la vida sacramental (bautizo, primera comunión, confirmación) como una sucesión de anuncios (primero, segundo, tercero…), olvidando que cada programa es un encuentro y una experiencia kerigmática. Y agregó:

Nosotros no estamos para dar charlas de aburrimiento, estamos para alentar a las personas a vivir intensamente la experiencia de encontrarse con el Señor y de amar porque se es amado. 

Retomando la lectura del Evangelio, el Primado del Perú destacó la actitud que tuvo el Señor ante el sordomudo: no sólo le impone las manos, sino que le anuncia el Evangelio. Para ello, primero, lo aparta de la gente a un lado. Este es un gesto, una primera nota de la evangelización que nos habla de la importancia de «reconocer y saber tratar, desde la intimidad, los problemas que tienen las personas».

La catequesis no es un adoctrinamiento estricto y de memoria.

Los gestos de Jesús nos permiten entender que Él no ha venido a adoctrinarnos, sino que establece una «comunicación de vida» para centrarse hondamente en cada persona, en este caso, en el sordomudo, a quien le mete los dedos en los oídos y, con la saliva, le toca la lengua. «El Señor no tiene miedo de comunicarse y comunicar íntimamente su vida a este pobre hombre», aseveró el arzobispo.

Cuando se evangeliza, no se trata de comunicar conceptos; cuando se catequiza, se quiere generar un eco personal, un anuncio capaz de levantar a las personas, de hacerlas ser, de reconocer su grandeza dentro de su complejidad y ayudarlas.

Monseñor Castillo aseguró que hemos heredado, en la catequesis, «la sordera por exceso de doctrina», por el exceso de normas y reglas que aturden a la persona con tantos conceptos, al punto que no es posible escucharlas y dejarlas expresar. «Ya la persona no razona en su interior, se vuelve “sorda” y también “muda”, porque no tiene palabras de la experiencia que le permitan decirse, porque nuestras palabras no permiten que reconozca su valor, su ser. Y esto lo vemos en los seminarios, lo vemos en las catequesis, y hasta en el trato que tenemos en la casa. ¡Te va a castigar el Señor si no haces eso!, se suele decir», advirtió.

El riesgo de una «educación bancaria» y una «conversión» por miedo.

Dirigiéndose a los catequistas y formadores de la Escuela de Catequesis, el arzobispo de Lima reiteró que los excesos de reglas «hacen que las personas se apoquen, se amilanen y se vuelvan niños». El prelado señaló que hay un exceso de una «educación bancaria», en donde “depositamos” todo en el cerebro, hacemos un hueco (como el chanchito), y les metemos depósitos de conceptos y conocimientos, sin reflexión.

«Este es uno de los problemas que tenemos en la Iglesia – puntualizó el Monseñor – obligar a que los chicos de la catequesis se conviertan porque, si no lo hacen, se van a condenar. Entonces, los muchachos aceptan convertirse, pero sin alegría, sin convicción, sin sentido, por miedo», recalcó.

¡Effetá! Una catequesis que se abra al mundo.

Y, ¿qué hace al Señor cuando aparta al sordo? Está haciendo que ese ser humano, mediante la curación, recobre también el sentido de vivir. Eso se expresa cuando el Señor le dice «¡Effetá!» (Ábrete). 

Ante esto, el obispo de Lima indicó que una catequesis «que limita a las personas a su mundo», es una catequesis opuesta a lo que quiere el Señor. «Cuanto más callada es una persona, más “taponeada” está. Y para evitar eso, tiene que salir a las calles a gritar, tienen que defenderse de todo el mal que existe. Esto implica considerar que cada cosa que hagamos en la catequesis sea una comunicación profunda como la del Señor, que abre a las personas, que no las cierra en su mundo, que no las ensimisme ni les crea temor», dijo.

Hay maneras de amar que, entrando en lo profundo, hacen recapacitar a las personas. Y ese es el gran desafío que tenemos como país: que nuestra evangelización cale en la gente y la haga inteligente para poder afrontar juntos los problemas, como personas humanas, sin destruirnos.

Finalmente, Monseñor Carlos exhortó a que todos podamos tomar conciencia de la grandeza de la evangelización a través de esta catequesis experiencial, viva y comunicadora. «Estos elementos de experiencia son centrales porque Jesús nos habló siempre y compartió experiencias con nosotros. Hagámoslo también con nuestros hermanos que tanto necesitan que los comprendan», concluyó.

La Escuela de Catequesis Arquidiocesana fue posible gracias a la colaboración desinteresada de muchos jóvenes, agentes pastorales, sacerdotes y profesores del extranjero. Queremos enviar un agradecimiento especial a la hermana Claudia Núñez (Canonesas de la Cruz), al Padre Alberto Scalenghe, así como a los jóvenes y adultos voluntarios de San Pío X.

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