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Monseñor Castillo: «Salir del sepulcro y levantarnos de todo signo de muerte»

En la Eucaristía del V Domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a reeducarnos en la sensibilidad de Jesús, que siempre tiene en cuenta el sufrimiento del Otro. El Primado del Perú señaló que la violencia, la corrupción y el no reconocimiento de la vida del Otro, se han instalado en nuestro país y en nuestras costumbres. Por eso, necesitamos «levantarnos de todo signo de muerte», salir del sepulcro e inventar formas inteligentes para disuadir la violencia», con «actitudes solidarias inspiradas en el Espíritu del Señor».

«Que la intimidad honda de Jesús, que nos ama como verdaderos amigos a todos con la hondura con que ama a su amigo Lázaro, nos saque de nuestros sepulcros, removiendo las piedras que nos sepultan y desatando las vendas que nos atan, para volvernos a unir como hermanos, pacificados, reconstruyéndonos, resanándonos y resucitando como hermanos que caminan hacia la vida definitiva de su amor», dijo el prelado en su homilía. (leer transcripción)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Juan (11, 1-45) que narra la resurrección de Lázaro, el arzobispo de Lima explicó que, a través de este gesto milagroso, el Señor quiere ayudarnos a comprender el sentido de su presencia en medio de las tragedias y la enfemerdad que sufrimos. «A pesar de que la muerte exista, el Señor nos revela que no hemos de terminar jamás en la muerte y, por ello, incluso en las situaciones
extremas, debemos confiar siempre en el destino final: la vida plena».

Para que comprendamos este mensaje, Jesús ha querido anunciar y darnos la vida plena con su presencia. Por eso, tenemos que «levantarnos de todo signo de muerte» y «salir del sepulcro» de nuestra vida, quitando las piedras que nos sepultan, desatando las vendas que nos impiden vivir como hermanos.

Hemos de vivir una vida de confianza total en el Señor. Y el camino para eso es recibir a Jesús que nos da su vida. Por eso, todas las muertes, incluso la más injusta y destructiva, es un llamado a que se manifieste la Gloria de Dios por medio de las acciones solidarias en el Espíritu de Jesús.

Monseñor Castillo aseguró que, cuando estamos ante una situación de desgracia y muerte (debido a causas naturales o provocadas por un hermano que ha pecado gravemente destruyendo la vida del Otro), nuestra acción solidaria «se dirige a restablecer las múltiples formas de vida de los que sufren y, con mucha mayor razón, las vidas de personas inocentes y víctimas».

Emprender un camino de reeducación personal, familiar y social.

El prelado tuvo presente, en sus oraciones, a varios de nuestros compatriotas que perecieron por los aluviones y huaicos en las últimas semanas, así como a María Reyes (36) y su hijo Rubén Flores (18), quienes perdieron la vida después que su casa se derrumbara y cayeran al Río Rímac.»Los encomendamos a nuestro Padre, pero, sobre todo, nos unimos en el esfuerzo solidario de ayudar», expresó.

A esta tragedia se suman «las víctimas inocentes de la vileza de varios hermanos peruanos, humanos, como nosotros, que se han enseñado con gente inocente y la han maltratado sin piedad». Este es el caso de Deyanira Leandro Paredes (34), que recibió 20 puñaladas frente a su hijo de tres años y se salvó milagrosamente; y de Katherine Gómez (18), quemada viva por no aceptar a un pretendiente que ella no quería.

Y también está en nuestra mente la muerte de Rosalino Flores, del Cusco, asesinado por 36 impactos de perdigon que le disparó un miembro de las fuerzas del orden. «Estos hechos han de investigarse y sancionarse, pero nunca olvidarse», replicó el arzobispo Carlos Castillo.

«La violencia, el no reconocimiento de la vida del Otro, se ha instalado en nuestro
país, en nuestras costumbres, en nuestro modo de vivir. Y hay quien quiere incentivarla más para conseguir algún beneficio de poder, tanto de dinero como de influencia y de gobierno. Nuestro Perú, como lo ha dicho el Papa Francisco esta mañana, «está sufriendo mucho», está sufriendo como Lázaro, pero el Señor, que no abandona, nos llama a recapacitar y a emprender un camino de reeducación personal, familiar y social; y así, rectificar, pedir perdón y perdonar, empezando con la vida de las personas individuales, pero, también, de toda la sociedad que estamos matando», ha reflexionado el Primado del Perú.

Aprender a vivir como una nación sana que promueva todas las vidas.

Monseñor Carlos reiteró que estamos urgidos de aprender a vivir como una sola nación, «una nación sana, confiable, que respete y promueva todas las vidas, no su muerte». Por ello, es necesario «inventar formas inteligentes para disuadir la violencia», reconociendo el «derecho a hablar y protestar pacíficamente», sin reprimirlo de manera agresiva e indiscriminada.

«La corrupción se apodera de nuestras instituciones tutelares, inclusive, las que están llamadas a cuidar el orden, y también, se introduce la muerte en nuestra vida cotidiana y nuestras calles, que resultan inseguras y donde la violencia campea», aseveró el obispo de Lima. Ante el sufrimiento, «el Evangelio nos propone solamente una actitud, la de Jesús: considerar al Otro, a Perú Lázaro, al hermano peruano, compañero distinto de mí, de provincia y de cualquiera de las regiones, considerarlo hermano, amigo, y desencadenar la inmensa sensibilidad que Jesús tiene ante el sufrimiento del Otro».

El respeto por la vida humana en todas sus formas requiere reeducarnos en nuestra sensibilidad y no supeditar la vida a ningún interés, ni ningún sentimiento desordenado que, finalmente, nos desboca y nos hace renunciar a nuestra humanidad.

Finalmente, el arzobispo Castillo aseguró que hemos de volver a aprender «a ser humanos como peruanos», especialmente, ante la mujer, ante los jóvenes, ante los niños y los más débiles, ante las víctimas. «Que a través de nuevas actitudes solidarias, inspirados en el Espíritu de Jesús, renunciemos a toda ambición de poder y de dinero para mejorar nuestras vidas familiares, personales y todo nuestro país», afirmó.

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