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Mons. Castillo: «Desarrollar nuestra vocación de ser hermanos y solidarios»

En el día que la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial de los Pobres, el arzobispo de Lima recordó que todos hemos sido creados con una vocación común de ser hermanos y solidarios, además de una vocación específica que hemos de cultivar. No hacer caso a ese llamado que sentimos en lo más profundo del ser, nos impide desarrollar el valor que cada uno tiene y supone una negación a la posibilidad de compartir el don que recibimos.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo inició su homilía recordando la importancia de estar vigilantes y atentos a la llegada del Señor en las diferentes circunstancias de la vida, especialmente, en este tiempo de «crisis alimentaria» que se vive en el mundo. Ahí está el Señor escondido en la historia de la humanidad.

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Mateo 25,14-30) nos plantea la Parábola de los talentos, que cuenta la historia de tres hombres que recibieron una enorme riqueza de manos de su patrón, próximo a partir. Pero este señor volverá un día y llamará a sus siervos con la esperanza de gozar los frutos de sus bienes. El tercero de estos siervos, sin embargo, escondió su dinero bajo tierra por miedo a perderlo.

La Parábola hace referencia, explicó el arzobispo, a todo lo que el Señor nos da por amor, siempre con la posibilidad de que podamos crecer y desarrollarnos en la vida. Estos «talentos» nos permiten promover aquellas habilidades, destrezas y cualidades que todas las personas tenemos.

Descubrir, desarrollar y cultivar nuestra vocación

El Monseñor afirmó que aceptar estos dones es un modo de madurar en el camino para hacer en la vida aquello que me nace y me ha sido dado por Dios, para que lo cultive y sea un aporte a los demás. «Dios nos ha creado a cada uno con una identidad que debemos descubrir y comprender, cultivar y servir», agregó.

El problema surge cuando decidimos «guardar» nuestro talento por miedo o especulación, como lo hizo el tercero de los siervos. Cuando no desarrollamos aquello que sentimos en lo más profundo del ser y «apretujamos» el valor que cada uno tiene, estamos anulando la posibilidad de compartir ese don.

Dios no es temor ni terror. Él quiere la promoción humana

El temor, por tanto, es destructivo porque infunde el miedo e impide que podamos actuar con libertad, bajo el acecho de las imágenes que hemos creado de Dios.

«Decir que el Señor es terror o infunde miedo cuando Él nos ha dado todo, es insultar al Señor. Hasta ahora le decimos a nuestros hijos: “Pórtate bien porque si no el Señor te va a castigar y te va a meter al infierno”. Por favor, no insultemos al Señor, que es justo. Dios quiere nuestra promoción humana, y para eso no hay que buscarla denodadamente como locos, sino cultivarla. Y este cultivo requiere que lo vayamos haciendo entre todos, ayudándonos mutuamente a reconocer los dones que tenemos y a que todo florezca», reflexionó el arzobispo.

Lamentablemente, en la vida actual se han «creado condiciones en donde no se promueven las capacidades y las cosas lindas que tenemos los seres humanos», al punto que hemos llegado a despreciarnos: «No es posible que nos estemos matando porque tú eres musulmán y yo soy judío, o porque tú eres católico y yo soy protestante. ¡No es posible! Es verdad que tenemos formas distintas de vivir la fe, pero cada pueblo tiene algo muy positivo que aportar para la vida de todo el mundo».

La ambición es la distorsión de la vocación

Monseñor Carlos recalcó que debemos aprender a vivir y a entendernos en medio de nuestras diferencias, y para ello es necesario desistir de nuestras ambiciones. Y acotó: «La ambición no es vocación, la ambición es la distorsión de la vocación». 

Si no trabajamos en lo que se nos ha dado, corremos el riesgo de auto-condenarnos, como ocurrió con el siervo que perdió toda su riqueza. Para ayudarnos en este camino, todos debemos encontrar la manera de desarrollar nuestras vocaciones al servicio de los demás, porque «eso es lo que hace posible que la vida humana continúe y desemboque, finalmente, en el pleno Reino de Dios que nos tiene prometido».

Antes de finalizar, el arzobispo de Lima citó las palabras del Papa Francisco durante la Eucaristía ofrecida por la VIII Jornada Mundial de los Pobres:

Podemos multiplicar lo que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor para los demás, o podemos vivir bloqueados por una falsa imagen de Dios y, a causa del miedo, esconder bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando sólo en nosotros mismos, sin apasionarnos más que por nuestras propias conveniencias e intereses, sin comprometernos. Y, por eso, hago esta pregunta: ¿Me atrevo a arriesgar en mi vida? ¿Con la fuerza de mi fe, me arriesgo? Yo, como cristiana, como cristiano, ¿sé arriesgarme o me refugio en mí mismo por miedo o por cobardía?

La Santa Misa del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, contó con la presencia de las autoridades y representantes de la ONG Luz Ámbar, organización dedicada a contribuir en el cuidado de la vida en las vías, el cumplimiento de las normas de tránsito y el respeto al medio ambiente.

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