En la Parroquia Virgen Milagrosa, la comunidad miraflorina celebró la Fiesta de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Patrona del distrito, en una Eucaristía oficiada por Monseñor Juan José Salaverry.
La Santa Misa contó con la presencia del Alcalde de Miraflores, Carlos Canales Anchorena y algunos regidores municipales; el Visitador Provincial de la Congregación de Padres Vicentinos, Jesús García Matta, CM; el Párroco de la comunidad de La Virgen Milagrosa, el Padre Francisco Amésquita CM; algunos Padres Vicentinos, Hijas de la Caridad en el Perú, miembros de diversas Asociaciones de la Medalla Milagrosa y una gran multitud de fieles que colmaron el templo parroquial.
En su homilía, nuestro obispo auxiliar afirmó que la gran devoción mariana de nuestro pueblo nos ha conducido a la vivencia del Evangelio: “Nuestro pueblo ha conocido el Evangelio desde los brazos de María”, agregó.
En ese sentido la advocación de la Medalla Milagrosa es un signo que marca nuestros pechos no solo con el uso de la Medalla, sino con la imagen de Cristo y María en lo más profundo de nuestros corazones.
María nos muestra el camino de Jesús
«La unidad entre María y Jesús, no es solo la unidad entre la Madre y el Hijo, sino la comunión entre el Maestro y la discípula; Ella es la auténtica discípula que sabe vivir el Evangelio y como Madre y discípula, es la gran mediadora de la Gracia. La imagen de la Virgen Milagrosa con las manos abiertas distribuyendo rayos de luz, es la representación de Aquella que es distribuidoras de las gracias de Cristo, regalándonos los auxilios que, con tanta fe, imploramos de ella», refirió.
Monseñor Salaverry profundizó en la figura de María, evangelizada y evangelizadora, que sabe captar la Palabra de Dios y la pone en práctica. Es decir, no solamente es Madre, también es discípula fiel de Jesús y lo acompaña en toda la travesía de su vida pública y después de su muerte y Resurrección:
«María unida al proyecto de Cristo, desde su “sí” inicial en la Anunciación hasta el compromiso de la maternidad sobre la Iglesia al pie de la cruz, nos muestra a la mujer que hizo suya la predicación e instauración del Reino», cometó.
«Antes de fijarnos en esta devoción a la Medalla Milagrosa, debemos ir a la fuente, a la raíz de estos prodigios que ha obrado el Señor a través de María y a través del símbolo de la Medalla: la unidad entre Cristo y María, la unidad entre el Hijo y la Madre, la unidad entre el maestro y la discípula. Esta es la primera enseñanza que nos presenta Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa», reflexionó el obispo.
La misión de María es una misión de fecundidad
La Liturgia de esta fiesta también nos recuerda la imagen portentosa de María que narra el texto del Apocalipsis (12, 1-9). Monseñor Juan José explicó que la figura de María vestida de sol y coronada de estrellas, es también la de una mujer que está alumbrando el misterio más grande que el Señor ha podido confiar a su Madre: la fecundidad.
Por ello, no debemos olvidar que «la misión de María es una misión de fecundidad», de «dar vida a un pueblo necesitado de vida» porque estaba rodeado de signos de muerte. Aquí radica la imagen portentosa que se luce en la Medalla Milagrosa, que es la imagen de la Madre capaz de fecundar la tierra. La devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa no significa solo la protección que se recibe sino el compromiso por ser fecundos en la familia, en la sociedad y en la Iglesia.
Otro aspecto a destacar se relaciona con el Evangelio de Mateo (25, 31-46), que nos habla sobre el juicio final y la importancia de ser fecundos en la caridad como lo fue María: «No vamos a vivir en unidad con Jesús ni vamos a ser fecundos si nos olvidamos del prójimo y de la caridad. Nuestra vida será fecunda y será una vida según el proyecto de Jesús, si nos damos a los demás, si gastamos nuestra vida por los otros», exhortó.
Tenemos que ser discípulos de Jesús, como lo fue María. Y el emblema que llevamos de la Medalla Milagrosa es la identidad que nos recuerda cómo María vivió su discipulado.
Monseñor Salaverry reiteró que todos estamos llamados a asumir el compromiso de ser verdaderos discípulos de María, capaces de fecundar esta tierra para dar vida, luz y esperanza; capaces de llevar a los demás las gracias que María nos regala.
«Los que llevamos la Medalla Milagrosa, debemos de llevar la marca de Jesús en nuestros corazones, que seamos portadores del Evangelio, portadores de gracia, portadores de la Palabra de vida. Y que así vivamos nuestra devoción y la fe de nuestro pueblo se mantenga firme en Cristo y en María, su primera discípula».