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Mons. Castillo: Jesús Resucitado nos regenera hacia una vida nueva

Al llegar el Domingo de Resurrección, Monseñor Carlos Castillo manifestó que la Resurrección del Señor «nos reengendra y regenera hacia una vida nueva» en la que todos estamos llamados a «compartir y ayudarnos solidariamente para superar todas las injusticias, los males y las frivolidades que todavía nos acechan».

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En su alusión al Evangelio de hoy (Juan 20, 1-9), el arzobispo de Lima explicó que el paso del Señor por la historia de la humanidad ha supuesto una entrega de amor gratuito y sin medida, a tal punto que tuvo que «atravesar la tremenda hondura de la muerte». Este es un misterio que la Iglesia demoró en comprender y que se ejemplifica claramente en la actitud de María Magdalena y los discípulos que encuentran el sepulcro vacío.

Esta sorpresa nos deja una importante lección: cada vez que nos disponemos a ver la realidad cara a cara, más aún, en momentos oscuros, se produce el atisbo de algo interesante que puede ocurrir y nos ayuda a pensar, a profundizar nuestra fe:

«Si hay algo importante de la Resurrección es que nos moviliza, nos hace cristianos dinámicos y nos hace buscar al Señor, explicarnos las cosas, pensar y comprender poco a poco hasta encontrar una convicción de vida que nos permita seguir pese a todas las dificultades», reflexionó el Prelado.

Dios mismo quitó la piedra – ha dicho hoy el Santo Padre – para que todos pudiéramos acceder a la vida que viene como consecuencia de que se es amado y se ama.

Frente a la novedad de la Resurrección, Monseñor Castillo propuso una lectura sobre los modos de ver que tuvo María Magdalena, Simón Pedro y Juan:

Una primera mirada sincera, pero limitada

En primer lugar, María Magdalena echa a correr y va a contar a los discípulos que “se han llevado del sepulcro a nuestro Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Este modo de ver «es un intento sincero de buscar al Señor porque se moviliza y nos recuerda que la Iglesia debe estar en movimiento. Sin embargo, no deja de ser una mirada limitada».

El obispo de Lima aseguró que esta actitud de mirar superficialmente se presenta cuando no queremos ver más allá de lo que somos o nos creemos: «Vivimos de lo que pensamos, de nosotros, no de lo que somos. Y para vivir realmente de lo que debemos ser, primero, es necesario ver en qué situación estamos», acotó.

Solamente cuando vemos cara a cara la realidad, algo se puede suscitar de esperanza. Y si hay algo que caracteriza a la fe cristiana es el realismo, no la loca ilusión, no la imaginación vana, no el creerse nada, sino el partir humildemente de la realidad.

Observar con detalle, pero sin mayor profundidad

El segundo modo de ver es representado en la actitud de Pedro: entra al Sepulcro, observa con detalle todo lo ocurrido, se fija en las vendas, en el sudario y queda enigmatizado. «Es una segunda manera de ver, pero es una manera que el Señor suscita en Pedro para hacernos ver a todos que podemos ver distintas cosas y estar de distintas maneras, pero siempre hay un núcleo central que es el que vamos a encontrar».

Mirar con hondura y creer en el Señor.

Finalmente, está Juan, el discípulo amado, que vio y creyó. Juan ve lo signos y cree con hondura. «Hoy día, estamos invitados a ver nuestra realidad y a creer, porque hay signos diseminados en toda nuestra vida y nuestra historia que son como las vendas y como el sudario, y que en el sepulcro de nuestra historia están comenzando a ser signos de esperanza y de resurrección», ha recalcado el arzobispo.

Y entre estos signos de esperanza está el caso de las ollas comunes, que ha sido una luz de esperanza en medio de la tragedia de la Pandemia, y que ahora vuelve a clamar nuestra acción y solidaridad para impedir que el hambre continúe azotando a nuestra ciudad, especialmente, en los cerros de Lima, donde se han formado nuevas poblaciones.

Hoy, todos estamos en el punto de partida de nuestra “Galilea peruana”. Y esa Galilea nos exige, con el mismo amor con el que el Señor nos amó, continuar su camino y adentrarnos en lo más profundo de los males y ayudarnos, perdonarnos y curarnos de nuestras heridas.

La Misa de Resurrección, celebrada en Catedral de Lima, contó con la asistencia del obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas. También se hicieron presentes las sagradas imágenes de Nuestra Señora de la Alegría y Cristo Resucitado, llevadas en procesión por la Hermandad de la Santísima Virgen del Carmen.

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