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Durante la Vigilia Pascual, Monseñor Carlos Castillo, meditó sobre el camino que hemos llevado en esta Semana Santa a partir de la Pandemia: «así como la muerte de Jesús fue injusta doblemente, hoy día sentimos y comprendemos más la muerte de Jesús, porque nos ha azotado una enfermedad que nosotros no hemos promovido, pero que, probablemente, ciertas fuerzas en el mundo, errores de la humanidad y pecados, han generado estos problemas. Al conducirnos por cierto individualismo, hemos creado del mundo un sepulcro, un panteón, un camposanto», resaltó en su homilía. (leer homilía completa).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo

El Arzobispo de Lima señaló que en este tiempo tan duro y tan difícil, es necesario revisar nuestras vidas y que entremos en ‘nuestros sepulcros’ para esperar lo más nuevo: «vivamos abiertos para entrar en nosotros mismos, en los problemas de nuestro país, en este sepulcro en que se ha convertido el Perú, en este sepulcro en que se ha convertido el mundo», acotó.

Comentando el Evangelio de Marcos (16, 1-7), Monseñor Carlos remarcó la actitud de las mujeres que fueron a ver a Jesús en el sepulcro: «dice exactamente el texto que se asustaron, porque estamos acostumbrados a que todo es muerte y que no hay nada más que la muerte, y que solo que hacemos los ritos para embalsamar y para terminar».

Dios no nos creó para la muerte, Dios nos creó para Él, y por lo tanto, para la vida. Cuando penetramos nuestros ‘sepulcros’ y nos atrevemos a ‘bajar al sepulcro con las mujeres’, estamos, en cierto modo, con una pizca de apertura a recibir la novedad de Dios.

Una Iglesia que salga de su anquilosamiento.

Carlos Castillo explicó que ‘salir del sepulcro’ significa «una Iglesia que sale de su anquilosamiento, una Iglesia que sale de un concepto cíclico y cerrado de la vida, de una humanidad que ha perdido la fe, no porque no tenga religión, sino porque su religión se basa muchas veces en sus propios intereses y proyecciones que terminan en construir muerte».

Jesús ha venido a reparar nuestro ser con la esperanza, pero también a reparar nuestra fe para que sea un don y no una construcción nuestra.

Finalmente, el prelado hizo un llamado a redescubrir nuestra fe cristiana y renovar nuestra historia después de la experiencia vivida con Jesús: «conocimos a un Dios que no se bajó de la cruz para vengarse de sus enemigos, un Dios que no recrimina, que no maltrata, que no juzga, sino que ama, Él se ofrece para que no nos autocondenemos y aceptemos su amor», agregó.

Hemos de acoger al Señor en ‘nuestras Galileas’, en nuestros caminos distintos, en nuestras historias, en nuestros pueblos, en nuestras provincias, en nuestras zonas de la Selva, de la Sierra y de la Costa, donde hay más pobreza y necesidad, en las contrariedades de nuestras familias, en el dolor que sentimos por la enfermedad, en todos los esfuerzos que hacemos por identificar la Luz en medio de la oscuridad

«Este Dios nos abre caminos y nos hace esperar contra toda esperanza. Y esa esperanza está en la Resurrección, que no solamente es un acto que le tocó a Jesús, si no es la Resurrección de toda la humanidad y de toda la creación, para superar los límites y las trabas creadas por el pecado, por la intolerancia, por la indecencia, por el abuso y por la maldad», concluyó.

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