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Apreciemos a nuestro sufrido pueblo con los ojos pastorales y responsables de Jesús

En el domingo XI del Tiempo Ordinario, nuestros hermanos cusqueños y quechuahablante llegaron a la Catedral de Lima para traer la alegría y el colorido de la festividad del Señor de Qoyllur Rit’i. Acompañado de más de 30 imágenes sagradas ubicadas alrededor de la basílica, Monseñor Carlos Castillo oró por todos los papás peruanos que celebran su día.

Durante la Eucaristía, el arzobispo de Lima recordó a todos los fallecidos en Cusco a causa de las manifestaciones sociales a principios de año: «Lo hacemos, especialmente, porque no podemos olvidar. No es posible olvidar cuando se ha cometido gravísimos errores que no se pueden esconder. No basta con decir solamente perdón, también es necesario reparar y corregir maneras de actuar. Solamente así podemos tener verdadero futuro», expresó.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo

Visiblemente emocionado por la presencia de las comunidades quechuahablantes, el arzobispo de Lima inició su homilía indicando que nos encontramos en un «momento decisivo para rehacer nuestra Patria», de tal manera que todos nos sintamos ciudadanos sin excluir a nadie, porque en nuestro país «todos somos necesarios, nadie está de sobra».

«Toda esta Catedral llena de colores, de vestimentas, danzas y de vida», representa «la Patria que necesitamos: un Perú multicolor, multilingüe, multihermano». Por ello, el prelado exhortó a dejar nuestras diferencias y aprender a comprendernos, porque «todos somos dignos y estamos llamados a vivir en libertad y con toda nuestra identidad desarrollada».

Dios es amor y misericordia. Expulsar el temor de nuestra vida.

En alusión al Evangelio de Mateo, en el que Jesús envía a los doce Apóstoles a proclamar que “el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10,7), el obispo de Lima destacó la mirada compasiva y misericordiosa del Señor por su pueblo, extenuado y abandonado como ovejas sin pastor por todo el drama que se vivía en Israel, un drama acentuado por los intereses propios de sus gobernantes.

Esa mirada del Señor es también la mirada del Padre Dios que había acompañado toda la vida de Israel, pero que algunos quisieron interpretarlo de otro modo, adjudicándole la imagen de un Dios que infunde temor y miedo en la gente. «Pero en Dios no hay odio ni castigo» – precisó el arzobispo Castillo – «Dios es amor y solo amor»; por eso, tenemos que expulsar el temor de nuestra vida y reiniciar nuestra comprensión de la fe para acabar con esa creación del miedo generalizado como condición para amar a Dios.

El Señor nos envió a Jesús para que con sus ojos y su corazón misericordioso, nos muestre permanentemente que Dios no nos abandona, que es nuestro Padre y nuestra fuerza para poner en orden un mundo injusto, para generar la participación de todos en la vida.

Monseñor Carlos Castillo explicó que, al llamar a sus discípulos por su nombre y darles autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad, el Señor quiere que todos nos sintamos convocados a ser hermanos y asumir nuestra misión: anunciar el Evangelio y pacificar el mundo con nuestra entrega.

«Jesús les dio a sus discípulos autoridad para expulsar a espíritus inmundos. Y eso es lo que vamos a hacer hoy día en esta fiesta, “sacarnos todos los demonios”, es decir, sacarnos todos los odios para hermanarnos. Todo cristiano es un discípulo misionero, y todos tenemos la tarea de espantar demonios, de corregir y de levantar a las personas de sus males y heridas, de sus enfermedades, de su soledad y depresión», aseguró.

La Iglesia es fuente de fraternidad, no de tiranía

En otro momento, el Primado del Perú habló de la importancia de continuar el camino de la sinodalidad para lograr ser una Iglesia participativa. A esto nos convoca hoy el Papa Francisco: a caminar juntos, conversar y decidir comunitariamente. Lamentablemente, «en la Iglesia eso se ha perdido» y «una persona sola no puede decidir», se necesita de la ayuda mutua y el aporte de todos. «El Papa dice que la Iglesia no puede seguir dando testimonio de tiranía, porque tiene que ser fuente de fraternidad y vivirla en la Iglesia», recalcó.

El Papa Francisco quiere una Iglesia que se abra para conversar las cosas, no para solucionarlas con mandatos y reglas, con fórmulas en donde uno cree que, por aprenderlas, ya es cristiano. El Señor no vive de fórmulas, su Palabra es viva, entra en el corazón, anima, alienta, fortalece y hace crecer.

«Yo siempre he pensado que, si nuestra imagen del Señor de los Milagros en Lima o las imágenes que todos traemos del Cristo Crucificado, las seguimos con devoción porque nos recuerdan también nuestra historia de pueblo crucificado y maltratado. Evidentemente, eso nunca nos dará derecho a la violencia, pero sí al empuje constante, terco, siempre con ahínco, de hacer y construir la paz, de denunciar todo aquello que es violencia contra nosotros y contra cualquiera que la pueda sufrir. La violencia, hermanos, es injusta, no mira el bien a la persona, hace y deshace con los demás», reflexionó el Monseñor Carlos.

La religión no es un negocio, es un intercambio de dones gratuitos

Finalmente, el arzobispo de Lima profundizó en las palabras del Señor: “Gratis han recibido, denlo gratis”, para recordarnos que nuestra existencia es fruto del don amoroso y gratuito de Dios, que nos da la vida sin pedir nada a cambio. «Esto es muy importante, hermanos, porque siempre hay el problema de que podemos convertir la religión en negocio, y todos tenemos que corregirnos de eso», advirtió.

La religión no es un negocio, es un intercambio de dones gratuitos. Tenemos que mejorar nuestra Iglesia, mucho más si la mayor parte la conforman los más pobres. Necesitamos una regeneración de la Iglesia para que seamos verdaderos testigos de lo que el Señor nos pide.

Entre las principales imágenes que acompañaron la Eucaristía presidida por el arzobispo de Lima, destacan: el Señor de Qoyllurit´i, la Virgen Inmaculada Concepción de Ninabamba, el Señor de Huanca, el Señor de Pampakcucho, el Señor de los Temblores, la Virgen Asunta, la Virgen del Rosario, el Patrón San Sebastián del Cusco, el Patrón San Jerónimo.

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