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Hace tres años el Papa Francisco visitó Perú. Nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, hace memoria de la misión que el Papa les dejó a todos los peruanos en aquel memorable viaje: ser esperanza mediante la unidad entre todos y todas. En este contexto, cobra particular sentido la encíclica Fratelli tutti.

“Fratelli Tutti” y el renacer del Perú
de: Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima

Quisiera explicar el sentido y la importancia que tiene para nosotros los peruanos la encíclica “Fratelli Tutti” del papa Francisco , quien visitó nuestro país hace ya tres años, y nos dejo la misión de ser esperanza mediante la unidad entre todos y todas,.

En un país tan fracturado, sobre todo en dos sentidos, socialmente, debido a las injusticias seculares, y culturalmente con la diversidad de costumbres, naciones y etnias que reunieron en el Perú a buena parte de los pueblos de la tierra, y produjeron combinaciones y mestizajes difíciles de engarzar por medio del aprecio, y superando el desprecio y prejuicio mutuo. Estamos a punto de celebrar los 200 años de independencia y aun somos una “promesa”, la promesa peruana de la que escribió nuestro historiador Jorge Basadre. Aun hoy continuamos siendo promesa y si encontramos alguna solución unitaria en cada momento difícil, como el actual de crisis debido a la pandemia, demoramos, pero buscamos, y muchas veces encontramos formas de unidad. Desde esa crisis y la búsqueda de unidad, leer la encíclica en el corazón de nuestro país resulta fascinante porque nos abre un horizonte esperanzador real. Por eso denomino a este articulo “Fratelli Tutti y el renacer del Perú”.

Si la unidad mundial, global, desde los años 90, nos pareció siempre endeble y superficial, quebradiza y conflictiva, concentradora de riqueza y productora de descarte ecológico y de vidas humanas, el asunto de la pandemia en esta unidad global se volvió unidad en la fragmentación y unidad en la vulnerabilidad.

En nuestro país, además, es todavía una unidad en el deterioro, la corrupción y la presencia de mafias de todo tipo. Esto no quiere decir que faltaron reacciones de fondo que aquí resaltaré, que son justamente las que constituyen algo novedoso para todos nosotros, que es justamente lo que el Papa plantea. En efecto, Fratelli Tutti resalta la sed de fraternidad que brota del clamor de un mundo quebrado y ofrece las líneas maestras para conducirnos a la generación de un proceso de renacimiento de la Humanidad. Quisiera que nos movamos todos en esta perspectiva, porque el Papa mira lejos, es un hombre que después de mucha experiencia entre la gente, como pastor, sabe mirar hacia dónde ir.

Dice, en el número FT35: «Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos […] los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado». (subrayado nuestro).

En efecto, este mundo cerrado, en el que estamos viviendo todavía, fundado más en la ganancia y menos en la persona, ha creado y ha generado una desvinculación social extensiva e intensiva en todas las sociedades del mundo y también en nuestro país. Y, justamente, la tarea que surge, pero que ya está presente y en el fondo de las búsquedas humanas de hoy, en la base de la sociedad, es justamente cómo se reconstruyen esos vínculos.

Y hay experimentos, hay experiencias interesantes, por eso el Papa, aunque sean chiquitas, las percibe, las acoge, las comprende, las valora, las recoge, las ayuda a reconstruir, las recibe, y escribe libros, como ese precioso libro sobre los movimientos sociales, que es tan importante porque nos hace ver que nuestro pueblo, a pesar de todo, está en movimiento. Y él ha querido tomar como ejemplo para eso el “movimiento” del buen samaritano, que sale de sí mismo, que no se queda ni en ser un burócrata religioso, como el sacerdote y el levita, ni tampoco en ser un asaltante, sino que se distingue de ellos, pero se distingue por su inmersión en el problema, no por su separación, renunciando a cualquier complicidad con el mal activo o la indiferencia.

En ese sentido, quisiera subrayar que, en el caso de los 200 años de independencia,  a la cual ha aludido que muy bien Guzmán Carriquiry, que vamos a celebrar en el Perú en medio de la pandemia, es preciso volver a recordar que nuestro país, desde mucho antes, y mas desde la independencia esta marcado por ser más una promesa que una realidad. 

La independencia nacional fue y es un “problema” y una “posibilidad”[1], pero aun no es una realidad lograda. Una nación en formación es lo que ha seguido, que todavía no está terminada en aspectos básicos. Una utopía siempre inacabada es la que tenemos nosotros como peruanos. Todavía el Perú es una promesa, una posibilidad, y hay que jugarse por ella, en el contexto de un mundo que parecía estar hecho, acabado, “perfecto”, pero realmente estaba hecho frágilmente, justamente para renovar la promesa, porque conducía, y conduce, a la destrucción, como bien se señalaba.

En ese sentido, quisiera que veamos que el Papa nos está poniendo ante un desafío que es propiamente una oportunidad: renacer, pero renacer ante una situación probable de destrucción o de deterioro que, si continúa, «morimos todos», como él dice. Dice en el número FT.77: «Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones».

Ese tema es, para el Papa, uno de los principales. También cuando vino al Perú, decía que había que partir de los relatos que la gente hace, por ejemplo, los relatos de los pueblos amazónicos, para expresar la generación de una nueva esperanza desde la base de la sociedad. 

Al leer la Fratelli Tutti desde el Perú nos inspiramos y sentimos que podemos vivir una hermandad, proponiendo la fraternidad, que podemos reconocer desde nuestra historia y desde pensadores nuestros. Hace 50 años, José María Arguedas decía las siguientes palabras: «el individualismo agresivo no es el que va a impulsar bien a la humanidad, sino que la va a destruir, es la fraternidad humana la que hará posible la grandeza, no solamente del Perú sino de la humanidad. Y esta es la que practican los indios y la practican con un orden, con un sistema, con una tradición. Eso es todo”.[2]

Quiero señalar por ello que el Papa Francisco ha lanzado el asunto de la fraternidad, primero porque es una cuestión profundamente cristiana, está en la fe, está en la relación entre los propios hermanos, hijos del mismo Padre, pero su actualidad está en que él la está percibiendo como una potencialidad real en el mundo. 

Lo que plante Francisco, no es entonces solamente que nosotros vamos a proponer la fraternidad a la gente, la fraternidad está ya en movimiento, lo que hay que hacer es potenciarla, fortalecerla, desarrollar todas las capacidades fraternales que tenemos. Y siento que en el caso peruano es una cosa fundamental: buscar unidad en todo el laberinto que tenemos es un hecho real. Es muy difícil, pero si lo percibimos y consideramos desde quienes sí se unen, se abre la posibilidad de convencer, de irradiar, de unir, porque se ha convertido en una salida realmente viable. Los tiempos de fragilidad son tiempos de unidad. 

¿Y quiénes están buscándola? Los propios pobres, que se unen en las ollas comunes, los propios muchachos que, al ver la indignidad con que han tratado a la gente ciertos políticos, se han unido en una marcha pacífica, impresionante, en 40 ciudades del país. Hay en el movimiento un deseo de anchar la democracia, y que la democracia no solamente sea representativa, sino participativa, -“la mejor politica”- y esto es lo que nos dice el Papa, de que hay que reconocer esta oportunidad, este signo, porque está creciendo el espíritu de la fraternidad. 

Y esto también se percibe cuando el Papa comenta la parábola del buen samaritano, porque es interesante: él hace como que toma la experiencia que nos cuenta el Evangelio para luego leer la experiencia pastoral del pueblo, y así ver cómo esa dinámica del samaritano que sale, y que no es un socio o un funcionario, sino que reconoce la sensibilidad humana y sale de sí, hace posible que esos gestos de él, siendo tan sencillos y cotidianos, sean fundadores de una nueva actitud distinta a la de los asaltantes y a los indiferentes religiosos ,y abra la posibilidad de un nuevo fundamento para la existencia. 

Un renacimiento implica el reconocer el trajinar de los fundamentos en la vida cotidiana concreta de la gente. Y la percepción que hace el Papa de la fraternidad es primero una percepción práctica, posible y real. No es, como él dice, un simple sueño pasajero, porque nos invita seguir “soñando juntos”, justamente en la línea de lo que ya está presente actuándose realmente, aunque en forma potencial. 

En ese sentido ha señalado el Papa tres cosas con las cuales quiero terminar. 

La primera es el principio de gratuidad, que creo que sea fundamental en la situación que vivimos en donde todo cuesta y se calcula, y justamente la gratuidad es el don gratuito que recibimos sin medida y sin cobro, y que podemos compartir.Allí están las muestras a nivel mundial y peruano de todos los que dieron su vida, gratuitamente por ayudar a los perjudicados en la pandemia.

Una segunda, a partir de esa gratuidad: la valoración que hace el Papa de los grandes valores vivientes de la humanidad, que debe permitir hacer una universalidad y una localidad juntas. Ni un localismo que encierra, ni una universalidad que homologa y estandariza. En ese sentido, esos tres principios: gratuidad, localidad y universalidad, permiten valorar en los movimientos sociales un nuevo espíritu que está surgiendo y que desea más la unidad en la diversidad que se aprecia mutuamente, formando mas la imagen de un “poliedro” que la de una esfera homologadora y “perfecta”.

Una tercera, la misión que tenemos en la Iglesia y con las religiones como las anunciadoras de estos principios vivientes que deben comenzar por valorar lo que la gente está haciendo, y que nos desafían a ofrecer a nuestras iglesias y a nuestras religiones como lugares para cultivarlos y hacerlos crecer, como instancias de su aliento y promoción.

Puede ser que en ese proceso mucha gente no se apunte, puede ser que existan diversidad de intereses, que se sigan peleando unos a otros para manipular  y ambicionar, pero si hay una nueva irradiación evangelizadora y una nueva constitución de la manera de ser religiosos en el mundo, que reconoce el proceso real del clamor solidario, se desencadenara, con nuestra ayuda, un proceso irreversible. La “fiebre” que produce el espíritu se inunda y el mundo se transforma, poco a poco pero indeteniblemente. 

Si hay algo que, personalmente, he escuchado decir al Papa es «confíen en el Espíritu Santo». Lo que tiene esta encíclica es que es una encíclica espiritual, profundamente espiritual, capaz de abarcarlo  e inspirarlo todo y unificar, hacer posible una cosa que es fundamental en el mundo de hoy y que la gente ya está haciendo: apreciar, no despreciar.

Es verdad que todos los fenómenos de desprecio y maltrato existen, pero la cosa más importante es que justamente esta pandemia nos ha permitido mirarnos en el rostro, comprender nuestra fragilidad. Pensé en un momento que esto nos iba a encerrar mucho y nos iba a aislar, pero ha permitido reconocerse, pensar, darse tiempo para poder imaginar y soñar y creo que por eso, en el Perú, ha habido las manifestaciones que hemos visto en la amplia mayoría de jóvenes. 

Alguna vez pesamos la manifestación religiosa más importante que tenemos nosotros, la del Señor de los Milagros, si no salía en procesión los peruanos perdíamos la fe. Y, paradójicamente, lo que hemos hecho todo ese mes de costumbre fue un largo retiro espiritual, donde el Señor ha paseado en nuestros corazones de peruanos. En este retiro hemos orado, juntos, los 31 días. Y a través de ello, la primera manifestación pública que ha habido, después de todos ese mes fue la marcha de los jóvenes. Es impresionante saber que hay una relación misteriosa pero estrecha entre la religiosidad intensamente vivida y el desarrollo la esperanza de dignidad. 

Y por eso, puedo terminar ahora con la idea de que esta renovación del sentido religioso no es solamente un diálogo interreligioso de las cúpulas, es un diálogo, y el Papa lo dice, con la religiosidad, y creo que como lo señaló Guzmán Carriquiry, es la religiosidad vivida por la gente que tiene sentires comunes hondos, que se pueden desarrollar si los apreciamos, los ayudamos a hacerse explícitos y damos nuestros “hospitales de campaña” para que se reúna la gente, le damos otra connotación a una iglesia llena de oropeles, y la convertimos en casa de acogida a todos y todas. La gente se contagia el cariño y la bondad y el espíritu por tanto envuelve e inspira a actuar fraternalmente.

Antes de concluir, quiero recordar una reflexión de Fernand Braudel[3]. Él dice que los fenómenos complejos en las crisis de “larga duración” se pueden comprender solamente acudiendo a muchos puntos de vista en material social: sociología, economía, psicología, historia, antropología etc. En algún momento, en una obrita pequeña, dice que es tanto lo que hay que comprender en los fenómenos complejos de las grandes crisis de  siglos, que se necesita quizas de algo mucho más ancho, que él no tenía a la mano. A nuestro parecer esta apelando a la cuestión del espíritu o inquietud propia de una época, que interesó tanto a otro gran peruano, José Carlos Mariátegui[4].

Creo que en eso estamos: el más grande desafío es reconocer y transmitir el Espíritu que el Señor nos dio a través de los espíritus vivos de nuestra época, propios de la gente sencilla, que es la que está inundando el mundo, trajinando dolorosamente, pero esperanzada y mirándonos al rostro, capaz de poder darnos una esperanza a toda la humanidad, de tal manera que la anchura de como vivamos, como Iglesia, es la que puede ofrecer una posibilidad nueva, y sin duda el Papa dijo: para eso tenemos que salir de una etapa clerical de la Iglesia y abrirnos a una etapa por lo menos más laical, mas del pueblo fiel, más capaz de reconocer lo bondadoso de cada persona de a pie para la salvación de la humanidad.

Termino parafraseando palabras de Atahualpa Yupanqui, argentino y andino como Francisco y como el Perú “yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar y una hermana muy hermosa que se llama libertad”…el Espiritu que nos hace libres y hermanos, hijos del mismo Padre.


[1] Cfr. Suarez, F. Jorge Basadre y su libro, Perú problema y posibilidad, en https://cienciashumanasyeconomicas.medellin.unal.edu.co/images/revista-quiron-pdf/edici%C3%B3n-5/7._Ponencia._Suarez_Sanchez._Peru_problema.pdf

[2] Primer encuentro de narradores peruanos (Lima, Casa de la Cultura del Perú,1969), p. 240.  

[3] Braudel, F. (1979). La larga duración en La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza. 

[4] ¿Existe una inquietud propia de nuestra época? Mundial: Lima, 29 de Marzo de 1930.

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