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Más de 800 religiosos y religiosas de diferentes congregaciones participaron de la Celebración Eucarística por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que presidió el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo, en el Colegio de Jesús: «Reconocer al Señor que nos ama y que nos llama en la vida cotidiana es fundamental para poder entender por qué vamos luego a rezarle, a tomar tiempos de silencio y de contemplación en la Eucaristía, tanto en la misa como en la contemplación del Sagrado Sacramento, no para huirle a la vida, sino para que cada vez que tomamos contacto con Él ahondemos en la profundidad de su presencia en este mundo, en la historia donde ha revelado los signos de su amor» – comentó.

Refiriéndose a la Lectura del profeta Malaquías (3,1-4) que anuncia que llegará el día en que una ofrenda no sea vana, Monseñor Castillo explicó que ya, durante esta época, las ofrendas al Señor en el Templo eran vanas en el sentido que hacían de la religión un intercambio en vez de entregar la vida con generosidad: «Esta visión religiosa que implica una especie de intercambio simétrico, un pacto con Dios, requería una nueva alianza» – agregó.

«Dios nos ha bendecido desde la creación del mundo y ha venido a revelarnos que somos benditos gracias al amor gratuito del Padre – prosiguió – por eso, esta semana el Papa Francisco ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas como la identidad cristiana, porque todos estamos llamados a convertirnos en dones gratuitos, en ofrenda agradable».

Las tres dimensiones en la vida religiosa y sacerdotal

Al conmemorarse dos años de la visita apostólica del Papa Francisco al Perú, el Arzobispo de Lima recordó las tres invocaciones del Santo Padre durante su paso por Trujillo para vivir una vida religiosa y sacerdotal con ánimo, con fuerza, y con esperanza:

«La primera es recordar la consciencia de cada uno, de nuestros límites, de nuestras heridas, de nuestras historias complejas y duras, por las cuales hemos llegado muchas veces a la vida religiosa y no son para tapar nuestras heridas, ni para esconder aquellas crisis terribles que teníamos, sino para darle gracias a Dios por su amor y para que esas heridas se vayan restañando con claridad y enfrentando con lucidez, los traumas, las dificultades, los errores y los horrores de nuestras congregaciones religiosas, para que en una lectura realista podamos retomar el camino verdadero y corregir todas aquellas cosas que existen en nuestra existencia pero en donde nuestra condición de hijos e hijas es superior, y el Señor ha puesto la vocación para que en medio de todas las dificultades que tenemos, el perdón gratuito de su amor nos lleve a constituirnos en seres sanos, en mujeres y hombres sanos que den vida a nuestros pueblos» – apuntó.

«Lo segundo es recordar ese primer amor, ese encuentro personal con el Señor que nos llamó y nos miró – ‘Dejáte mirar y recordá las veces que te miró y te está mirando. Dejáte mirar por él. Es de lo más valioso que un consagrado tiene: la mirada del Señor’ – dijo el Papa en aquella ocasión, y el Señor te miró en donde tú menos lo esperaste, te miró en la calle, en un problema, en una dificultad o en un momento lindo, pero Él te miró, te preguntó, tú respondiste y lo seguiste» – expresó.

Reconocer al Señor que nos ama y que nos llama en la vida cotidiana es fundamental para poder entender por qué vamos luego a rezarle, a tomar tiempos de silencio y de contemplación en la Eucaristía, tanto en la misa como en la contemplación del Sagrado Sacramento, no para huirle a la vida, sino para que cada vez que tomamos contacto con Él ahondemos en la profundidad de su presencia en este mundo, en la historia donde ha revelado los signos de su amor

«La condición humana es la de siempre buscar a Dios porque somos hechos para Él, somos abiertos, somos hechos con dos ojos para mirar doble y para mirarlo a Él – continuó el Arzobispo de Lima – tenemos brazos para abrazar, tenemos una boca para dar vida, apreciar y no despreciar».

«Lo tercero es recordar la verdadera alegría que brota del amor gratuito y generoso de Dios, y eso sucede cuando reconocemos nuestro primer amor, nos entendemos como pecadores en conversión y no como una Iglesia de puros, sino una Iglesia que practique la justicia y el amor de Dios que nos ilumina y nos da la nueva justicia del perdón, de la misericordia, de la capacidad de alentar y sostener al otro» – subrayó.

Una fe reflexiva y de profunda mirada

En otro momento, Monseñor Castillo destacó el esfuerzo y el trabajo que se realiza desde la vida religiosa contemplativa: «muchas veces se dice que vienen a esconderse del mundo complejo y difícil que vivimos, pero no es así, las hermanas contemplativas siguen los acontecimientos de nuestro país y rezan para que la dignificación que viene de la Palabra viva del Señor se encarne en el ser humano y encuentre lo más profundo de sí para recapacitar, salir de sus problemas y levantarse».

Nuestra fe es una fe de ojos abiertos, no es de ojos cerrados, nosotros estamos para amar al mundo, no para despreciarlo, solo así podemos corregir al mundo de sus errores graves, con la autoridad de quien lo ama, como nuestros padres nos ayudaban, como José y María corrigieron a Jesús para que pudiera crecer en estatura, sabiduría y gracia.

«A veces pensamos que las normas resuelven todo – precisó el obispo de Lima – lo único que puede resolver las cosas y los problemas que tenemos es la reflexión, como María, que meditaba las cosas en su corazón con sabiduría, eso requiere sagacidad, creatividad, profunda mirada y, sobre todo, dejarnos mirar por el Señor que siempre nos sugiere cosas interesantes para recrear este mundo según su voluntad».

«Hoy estamos llamados a una nueva forma de vivir que haga posible que este mundo se vuelva generoso y no calculador, no ambicioso, no lleno de guerras y de espantos para la humanidad, sino que el principio de amor y realidad transforme al mundo, ésa es nuestra misión, ésa es nuestra tarea» – recalcó.

Durante la Celebración Eucarística estuvieron presentes Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima; Monseñor Arturo Colgan, Obispo auxiliar de la Diócesis de Chosica; el Padre. Juan José Salaverry, Vicario Episcopal de la Comisión de Vida Consagrada; y el Padre. Raúl Pariamachi. Pesidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas del Perú (CONFER).

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