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«Quien cree que la fe cristiana es solamente contemplar y no amar, entonces, no es verdadero cristiano. Y quien cree que puede amar y compartir sin contemplar al Señor, entonces, no es creyente», fueron las palabras de Monseñor Carlos Castillo en alusión al mayor de los mandamientos que Jesús nos ha dado: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.

Ante cientos de fieles congregados en el Santuario de las Nazarenas, el arzobispo de Lima sostuvo que el fundamento de nuestra fe consiste en acoger el amor del Señor y, enriquecidos por ese Espíritu, «llenarnos de imaginación e iniciativa para mejorar todo». En cambio, «cuando nos llenamos de pasión y nos desesperamos, insultamos, agredimos, hacemos guerras y maltratos. Cuando esto ocurre es porque no nos dejamos llevar por el amor de Dios», advirtió.

Leer transcripción de homilía del arzobispo Carlos Castillo

En su comentario del Evangelio de hoy (Mateo 22,34-40), que nos recuerda cuál es el mayor de los mandamientos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente [… y] a tu prójimo como a ti mismo», el Monseñor Carlos explicó que el Señor quiere invitarnos a ir a los aspectos más fundamentales de nuestra fe, sin distraernos en las cosas secundarias (como los ritos y las leyes).

Es esa fijación en los ritos y las leyes la principal motivación de los fariseos, quienes, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se organizaron para poner en aprietos al Señor y tenderle una trampa. «¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley?», cuestionaron.

Monseñor Castillo explicó que la intención detrás de esta pregunta era desprestigiar a Jesús, distrayéndolo con los mandamientos y leyes de su tradición. Cuando regimos nuestra vida en base a tantas reglas, corremos el riesgo de dispersarnos y no centrarnos en lo más importante: el Señor. «Jesús es el centro, Él vino de parte del Padre a decirnos que Dios es amor. Por lo tanto, la consecuencia de eso es que tenemos que aprender a amar, basado siempre en el Señor que contemplamos», recordó.

El obispo de Lima afirmó que también nos dispersamos cuando nuestra devoción se centra en una serie de adornos y elementos secundarios que repetimos por la costumbre (y a veces, sin sentido). Pero el Señor ha venido a mostrarnos que nuestro amor y fidelidad a Dios debe ir acompañado de otro mandamiento semejante al primero y que no se puede separar: amar al prójimo, acompañarlo y ayudarlo.

«El Señor ayuda al prójimo, a los pobres, a los pequeños y no solamente al “prójimo” como «mi cercano”, sino se acerca a los lejanos, a los cojos, a los ciegos, a los mudos, a las personas en problemas, a los migrantes, a las personas, inclusive, enemigas», reflexionó.

Jesús es la imagen fundamental que hemos de seguir

En otro momento, el Primado del Perú reiteró que el Señor es «la única imagen fundamental que hemos de seguir, mirar, acoger y vivir en nuestra vida». Por eso, debemos cuidarnos de «construir idolatrías» a partir de imágenes que no son coherentes con el amor gratuito de Dios: «Toda nuestra vida es concentrarnos en el Padre Dios. Y como es Padre, reconocernos como hijos y amarnos como hermanos. En eso se resume todo», aseveró.

Si nos concentramos en contemplar a Dios, inspirados por su Espíritu, podemos transparentar su amor a los demás. Es una experiencia de fe basada fundamentalmente en la práctica del amor.

Acoger el amor del Señor y ponerlo en práctica con los demás implica una actitud de apertura y escucha, sobre todo, a quienes piensan distinto. Por ello, Monseñor Carlos habló sobre la importancia que ha tenido este mes del Sínodo de la Sinodalidad, convocado por el Papa Francisco, y cuyos primeros frutos se dieron a conocer en el informe de síntesis publicado por la Santa Sede:

«Este documento recoge todas las sugerencias de la Iglesia mundial para ver cómo hacemos una Iglesia que realmente ame a su Señor, adore a su Señor y ame al prójimo como signo de esperanza para la humanidad», señaló.

Como cristianos tenemos que aprender a traducir el mismo amor que hizo el Señor, que se entregó hasta la muerte y muerte de Cruz por nosotros.

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