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Al llegar la Fiesta de la Transfiguración, Monseñor Castillo afirmó que todos estamos llamados a dejarnos iluminar por el Señor, escucharlo a través de la historia y no tener miedo de levantarnos para salir a anunciarlo. «Vamos a pedir al Señor que nos dé la gracia de cambiar, rechazar el miedo y levantarnos para hacer el bien». 

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Al inicio de su homilía, Carlos Castillo precisó que la Fiesta de la Transfiguración nos permite comprender hacia dónde vamos como creyentes, porque es la manifestación de que el Señor nos acompaña en nuestras contrariedades, dolores y miedos, para ser la luz de esperanza de que nos encontraremos definitivamente resucitados.

Según narra el Evangelio de Mateo (17,1-9), el Señor quiere empezar a generar esta reflexión en sus discípulos más cercanos, que aún no comprendían que nuestro Dios es misericordioso, amoroso y humano; un Dios que asume nuestra humanidad, nuestra fragilidad y sufre con nosotros.

Monseñor Castillo explicó que, en la Transfiguración, el Señor ha querido mostrar a sus discípulos «un pedacito del Reino de Dios», de tal manera que podamos contemplar la maravilla de la grandeza de su amor. Por eso, haciendo eco de las palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, el arzobispo de Lima hizo un llamado a «dejarnos iluminar por el Señor», sobre todo, cuando tenemos un momento de oración y adoramos a Dios que se hace visible en la Eucaristía, cada vez que elevamos el Pan.

El Señor también transfigura el pan y el vino para que todos nosotros tengamos la experiencia de que Dios es amor y nos comparte su vida, nos da el pan, el alimento y el vino de la alegría.

«Todos tenemos que contemplar al Señor para ser iluminados, es decir, llenarnos de la vitalidad de su Luz», reiteró nuestro arzobispo. Iluminados no es lo mismo que luminosos, como lo recuerda el Santo Padre en la JMJ. «Cuando nos creemos luminosos, nos volvemos tenebrosos; cuando nos creemos la divina pomada, resulta ser una “pomada de segunda” que ni siquiera sirve para lustrar zapatos. Y, ¿qué es lo que pasa cuando uno se autoconsidera “el men”, la “mujer maravilla” y los demás son “chusma”? Lo que hacemos es dividir la humanidad y no integrarla como hermanos», advirtió el prelado.

La tentación de creernos «luminosos» también existía en los discípulos, señaló el Monseñor Carlos. Ellos habían desarrollado una fe que buscaba imitar la ‘fe de los pocos’ (ὀλιγοπιστία – oligopistia), es decir, la fe de la élite que gobernaba Israel. Por eso, no podían comprender que el Mesías pase por sufrimientos e injusticias, ellos estaban tan felices que querían quedarse en el Monte Tabor para siempre. «No podemos quedarnos solo en el templo, tenemos que salir a enfrentar ese mundo para que se convierta en un mundo hermano», exhortó el obispo de Lima.

A veces, no queremos salir de nuestra comodidad porque estamos muy bien dentro del templo, pero este momento pacífico y lindo de la Liturgia, tiene que compartirse con el mundo para transmitir la alegría del Evangelio.

En otro momento, el arzobispo Carlos Castillo recordó los tres verbos que Francisco ha dejado a los jóvenes en todo el mundo: 1) resplandecer, dejarnos iluminar por el Señor, 2) escuchar siempre al Señor, y 3) no tener miedo, levantarnos y aprender a confiar en el Señor.

Entre los miedos que podamos tener, el Primado del Perú aseguró que los males reales son más peligrosos que los espirituales. Por ejemplo, el dios dinero corroe nuestro espíritu para anteponer la acumulación de bienes a costa del sufrimiento y la destrucción de las personas. «¿Cómo se destruye la ambición por el dinero? Compartiendo lo que tengo y buscando el bien de todos», aseveró Monseñor.

La Eucaristía, celebrada en la Basílica Catedral de Lima, contó con la presencia del Colegio de Nutricionistas del Perú y el Coro de niños de la Parroquia San Norberto. También acudieron los niños y jóvenes de los programas de Catequesis de la Parroquia El Sagrario.

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