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Misa por la Nación: Por un Perú samaritano y solidario

«En esta Misa por la Nación venimos a encomendar nuestro país al Señor de los Milagros, pidiéndole que nos ayude en las situaciones que vivimos», con estas palabras, el arzobispo de Lima inició su homilía dirigida a todo el Pueblo de Dios, congregado en el Santuario Las Nazarenas para celebrar la Misa por la Nación.

Monseñor Carlos Castillo exhortó a dejarnos interpelar por el sufrimiento de los más desvalidos y últimos, y así reconocer la presencia del Señor en nuestra vida. Para ello, necesitamos «despojarnos de las ideas religiosas que nos acechan por la costumbre» y «actitudes invidualistas» que nos impiden vivir en hermandad.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El arzobispo Castillo explicó que la procesión del Señor de los Milagros es un signo que nos recuerda que «Jesús sale a nuestro encuentro para ir más allá de nuestro propio interés». Por eso, todos tenemos la oportunidad de dejarnos transformar por Él y ser un milagro para los demás.

En alusión al Evangelio de Lucas (10,25-37), que narra la parábola del Buen Samaritano, el Primado del Perú habló sobre la importancia de «identificar la presencia del Señor en nuestra vida», especialmente, en los desvalidos, los golpeados, las personas que sufren y son maltratadas. De esta manera estamos dinamizando nuestro ser hacia ellos, donde mora Dios.

Esta es la aventura permanente del ser cristiano: salir hacia Dios y encontrarlo en los marginados, para que así podamos encontrar a Dios Padre que se nos ha revelado en Jesús.

Monseñor Carlos afirmó que la procesión que acompañamos cada año se asemeja a una «liturgia masiva», porque es un encuentro de celebración que nos alienta a vivir mejor las exigencias cotidianas y poner nuestro servicio en favor de los demás.

El prelado hizo un llamado a tener las mismas actitudes del samaritano, que pese a ser considerado un «hebreo de segunda clase», optó por ir más allá de sus intereses y prejuicios culturales para actuar con misericordia (a diferencia del sacerdote y el levita).

Por lo tanto, esta es una invocación a «salir de nosotros mismos y nuestros quehaceres» para dejarnos interpelar por los que más sufren. Y como el samaritano: detenernos, mirar al herido, sentir compasión, cargarlo, curarlo y acompañarlo.

El samaritano es una persona común y corriente que tiene compasión y hace la voluntad de Dios. Él cumple realmente con la ley, porque la ley no es un cumplimiento formal, sino un cumplimiento real, de vida con el Otro.

Dirigiéndose a todos los fieles presentes, Monseñor Castillo ofreció la Misa por la Nación por nuestro «Perú herido», que requiere madurar, reeducarse y acercarse unos a otros para tratar nuestras cosas:

«Despojémonos de esas maneras egoístas de pensar, porque son actitudes individualistas que requieren ser superadas para vivir una religión y una vida cristiana auténtica. El Señor nos ama gratuitamente y nos ayuda por su sola presencia en la Cruz, llamándonos a ser todos transparencia de su servicio generoso y gratuito en la Cruz», aseveró.

El Señor nos interpela una y otra vez, sobre todo, hoy que los tambores de la guerra suenan y el descalabro de los ímpetus y las ambiciones y arrogancias cogen a las naciones y a los pueblos por la profunda crisis en que está el mundo que hemos construido a espaldas de los últimos de la tierra.

Monseñor Carlos aseguró que nuestro pueblo también es samaritano. Lo es cada vez que se levanta para ayudar al que más lo necesita, como ocurrió en la Pandemia. «El Señor de los Milagros nos ha dejado tal huella a todos los peruanos que las bases de nuestro Estado independiente reposan siempre sobre personas que lo fundaron con ese sentido de amor generoso», acotó.

Por ello, el legado de nuestros nobles héroes nos enseña que es posible una vida plena y dedicada a los más pobres. A modo de ejemplo, el arzobispo recordó el testimonio de José Gabriel Condorcanqui, María Parado de Bellido, Miguel Grau, José Olaya, Alfonso Ugarte, María Elena Moyano, entre otros.

«Al volver a esta Misa por la Nación, volvemos a la médula más profunda de nuestra identidad Peruana Samaritana. El Señor no nos bendice para que nos quedemos quietos, sino para que nos volvamos benditos y seamos bendición para el Otro. Esta promesa sólo puede cumplirse haciendo caso a la esperanza que tienen todos los peruanos, esperanza de que se reconozcan sus iniciativas, sus búsquedas de participación, su anhelo de justicia y seguridad, su búsqueda de una democracia amplia y ancha, su anhelo de salir de la pobreza y del hambre, su anhelo de esperanza, de paz y de respeto por todo derecho humano», reflexionó el Monseñor.

La Misa por la Nación celebrada en el Santuario Las Nazarenas contó con la presencia de la Hermandad del Señor de los Milagros y las hermanas nazarenas carmelitas.

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