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El último miércoles 21 de junio, la comunidad rímense celebró los 140 años de reconocimiento canónico de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac, con una Eucaristía presidida por Monseñor Juan José Salaverry.

Inspirado en la Liturgia del día, Monseñor Salaverry explicó que, en la vida de los creyentes, «tenemos que ser generosos para con Dios y con los demás», sembrando sin tacañería, es decir, con actitudes solidarias. Sin embargo, el obispo advirtió que la generosidad no consiste en dar mucho, sino en «dar lo que tenemos y podemos desde nuestra sencillez y limitaciones, pero con amor para sembrar abundantemente».

Eso fue lo que hizo aquel niño que encontró, a orillas de una acequia grande del antiguo barrio del Limoncillo, un lienzo al óleo de la imagen del Cristo Crucificado. La fe de ese pequeño llamado Pedro Salazar Quezada, lo convertiría en el fundador de una Hermandad que ha sabido constituirse de forma sólida con el paso del tiempo.

Cultivar nuestra fe desde una íntima relación con Dios

En otro momento, Monseñor Juan José habló sobre la importancia de vivir con espíritu, interiormente la relación con Dios. En ese sentido, el Evangelio de Mateo (6, 1-6), nos recuerda las palabras de Jesús: «Cuando hagas oración, hazlo en la intimidad… Cuando des limosna, que no te vean… Cuando ayunes, perfúmate la cabeza para que no se den cuenta que has ayunado».

«El Señor nos pide una serie de prácticas religiosas llevadas a cabo desde el corazón, para buscar y promover la intimidad con Dios, no para ser vistos por los demás», sostuvo el obispo auxiliar de Lima.

Pero cultivar nuestra fe desde una íntima relación con Dios no supone quedarnos en el intimismo, es decir, en una «práctica religiosa hacia dentro sin mirar al Otro». Por ello, Monseñor Salaverry precisó que «si no hay comunión con Dios en lo más profundo, nuestro corazón puede embargarse de odio y división; pero si Dios está en lo más íntimo de nuestro corazón, en la oración y el ayuno, entonces, podemos compartir con los demás el desbordamiento de ese amor que recibimos».

Y dirigiéndose a la comunidad de la Hermandad del Cristo Resucitado del Rímac, a los hermanos veteranos y aspirantes, Monseñor Juan José añadió: «La Iglesia de hoy necesita muchísimo de los laicos, porque ustedes son la gran fuerza de la Iglesia; pero necesitamos laicos que crezcan en esa devoción que a ustedes les caracteriza cuando cargan al Señor con fe, con una fe que brota desde lo más íntimo hacia afuera, y que siempre debe estar presente en sus vidas, no solo al momento de cargar al Señor».

Una procesión es una manifestación de fe hacia afuera, hacia las calles y al mundo. Y lo hacemos para anunciar el Evangelio, para decir que Cristo es el centro de nuestra vida.

Finalmente, Monseñor Salaverry afirmó que, a través de la experiencia de la vida comunitaria y solidaria, podemos acercarnos a Dios y unir a nuestro pueblo con Dios, porque cada vez que extendemos nuestra mano para ayudar a alguien, estamos mostrando el rostro misericordioso y solidario del Crucificado.

Que el Señor viva como árbol sembrado en medio de los hogares de todo rímense, para compartir el fruto del amor que nos da el árbol de la Cruz.

La Eucaristía por los 140 años de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac, contó con la presencia del Padre Frederic Comalat, Párroco de la Parroquia San Lázaro.

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