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Anunciar al Señor con nuestro testimonio y asumiendo nuestra responsabilidad

El Señor nos llama a ser comunitarios, abiertos, respetando el bien común, desechando las ambiciones individuales, y dando testimonio con nuestra vida para dar paso al resurgimiento de nuestro país a partir de la tragedia. Con esta reflexión, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, se dirigió a todo el país en la Misa Televisada del domingo XIII del Tiempo Ordinario.

Comentando el Evangelio de Mateo (10, 37-42) que narra el discurso misionero del Señor a sus apóstoles para salir a anunciar el Evangelio, Monseñor Carlos Castillo invitó a que reflexionemos también sobre nuestra misión, especialmente ahora que estamos a punto de salir del periodo de cuarentena: «salir desde nuestro hacinamiento, desde nuestra casa, requiere siempre hacer obras de misericordia, de salir a encontrar al otro, de reconocer su necesidad», explicó.

Un acto mínimo de misericordia es capaz de cambiar todo el mundo

«La misión de los discípulos de la primera Iglesia fue vivir gratuitamente como Jesús. Nosotros que somos sus seguidores, tenemos que dar esa prioridad, porque el Señor nos inspira a una actitud de misión que implica, ante todo y sobre todo, anunciar al Señor con el testimonio», añadió.

«Un acto mínimo de misericordia es capaz de cambiar todo el mundo – indica el Arzobispo – es el inicio, es la semilla de una nueva situación», porque es un don gratuito y desinteresado que no se condiciona ni espera retribución alguna.

Paradójicamente, este tiempo de encerramiento es también para encontrarnos con la familia, querernos, apreciarnos y aprender a apreciar a los demás, no para encerrarnos en nosotros mismos.

‘Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa’ – dice Jesús en el Evangelio de Mateo, y sobre esta expresión, el Arzobispo de Lima recuerda que ser llamados por el Señor a ser acogidos y anunciarlo con el testimonio no implica aprovecharse de la gente:

«Desde hace tres semanas, nos hemos puesto de acuerdo con todos los vicarios episcopales para que, en estas misas virtuales no se cobre nada, no se pida un solo centavo, porque quisiéramos hacer un primer pasito, un pequeño gesto como en el vaso de agua que pide el Señor, para decir: estamos empezando a cambiar y cambiaremos», acotó.

Una Iglesia misionera, pobre y pascual

En otro momento, Monseñor Castillo, hizo eco del llamado a una Iglesia misionera, pobre y pascual que se expresó en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) celebrado en Medellín de 1968 (ver documento): ‘Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual’ (p14. Con respecto a la juventud en general).

Sobre esto, el Arzobispo dijo: «Todavía no hemos cumplido con el cometido de ser una Iglesia misionera que, por su pobreza, anuncie la pascua, la resurrección y la vida. En el camino hemos creado muchas estructuras un poco inútiles pero llenas de dinero y de poder. Y la imagen que tenemos, a veces del sacerdote o de la Iglesia, es que tiene muchos bienes y que, entonces, tiene muchas riquezas ‘porque el Señor se merece todo’. En vez de ‘cargar’ con nuestra cruz, cargamos con la cruz del Señor de los Milagros, por ejemplo, pensando que ésa es la cruz que ‘hay que cargar’, y la cruz que cargó el Señor es la cruz de su responsabilidad».

Anunciar el amor de Dios y cambiar nuestra actitud de ambición

La responsabilidad del Señor es anunciar el amor de Dios, aceptar la muerte para mostrar el amor de Dios: «enfrentarse a sus enemigos o escapar de su misión significaba desdecir el amor del Padre, ésa es la cruz que tuvo que aceptar Jesús, no la buscó, pero la aceptó como parte de su responsabilidad.

Hoy también estamos con miles de problemas espirituales, y hemos de aceptar la cruz que es nuestra responsabilidad, porque dentro de poco va a venir una hambruna, y tenemos que estas preparados para conseguir alimentos para compartir.

Para prepararnos en recibir a los misioneros y misioneras que pasan hambre, a nuestros hermanos pequeños, como dice el Evangelio, es necesario «cambiar nuestro corazón» y «la actitud de afianzar la riqueza» que se manifiesta en la sociedad, explica el Obispo de Lima:

Hoy inclusive tenemos mucho pueblo sencillo y pobre al que se le ha metido la ideología de la ambición, del sálvese quien pueda, y eso tenemos que superarlo. Hoy el Evangelio nos remite a un modelo de Iglesia sencillo, que da testimonio para que todos seamos sencillos y demos testimonio de amor a los demás.

«¿Es posible que las personas dejen de ser egoístas? El Señor nos dice que nos creó a su imagen y semejanza, todos somos amor y para amar, es cuestión de que tomemos consciencia honda de que somos hechos para los demás», reiteró Monseñor Carlos.

«Que cada uno de nosotros seamos comunitarios, abiertos, que todos respetemos el bien común, y que las ambiciones se desechen para dar paso al renacimiento, al resurgimiento de nuestro país a partir de la tragedia», agregó como reflexión final.

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