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Más de 300 sacerdotes acudieron a la Basílica Catedral de Lima para participar de la tradicional Misa Crismal, presidida por el arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo. También se hizo presente el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri; los obispos auxiliares de Lima, el obispo emérito de Chachapoyas, Monseñor Emiliano Cisneros, el Clero de Lima y el Pueblo de Dios.

En su homilía, Monseñor Castillo afirmó que la renovación de las promesas sacerdotales nos recuerda que somos ungidos en Jesús para aprender a identificarlo en la historia de nuestros problemas, especialmente, en los más pobres y marginados: «Todos los cristianos, pero, sobre todo, los consagrados y los ungidos por el Espíritu Santo con el crisma, estamos llamados a ejercer nuestro ministerio como sacerdotes, profetas y reyes, pero de un modo particular: procurando el hermanamiento, no el des-hermanando, no polarizando,  sino suscitando un cuestionamiento de actitudes de fondo que permitan pensar en recapacitar y rectificar caminos equivocados, que permita una conversión personal y social de cada persona y comunidad humana», dijo el prelado.

Leer transcripción de homilía de Misa Crismal

«Jesús introdujo, por su Espíritu, el principio de “gracia gratuita” para que los cristianos afrontáramos, desde nuestra fe, el tiempo y la historia que nos toca vivir, siendo Él la gracia gratuita que nos invita a renovarla y acogerla, viviéndola en cada tiempo, en cada hoy y en cada lugar, de diversos modos, pero bajo el principio del don, la gracia sin medida que viene del Espíritu», reflexionó el prelado.

El gran tiempo o “año de gracia del Señor” que Jesús inaugura, por el Espíritu que Jesús nos trae, continúa hoy en esta actualización para nuestro tiempo. Lo hemos propuesto como lema para la Iglesia de Lima: «Hermanos y solidarios, forjemos la paz».

El Primado del Perú explicó que la forja de la paz no ocurre, «sino a través de un proceso de hermanamiento y un encuentro durable y estable». Para ello, necesitamos reconocer que somos hijos y que hemos recibido la gracia del Padre, es decir, que somos hermanadores.

Sacerdotes generadores de hermandad.

Dirigiéndose a todo el Clero de Lima presente, el arzobispo Carlos Castillo manifestó que «estamos llamados, convocados, en este tiempo difícil, a ser sacerdotes generadores de hermandad. Nuestro ser sacerdotes cristianos nos sitúa como hermanos que tienen la misión de hermanar, presidiendo, santificando y comunicando la Palabra en la misión de hermanar».

Somos llamados a servir a la trágica situación que vive nuestro pueblo, tomando la orientación y la dirección del proceso humano de hermanamiento estable y durable que necesitan los peruanos, asumiendo consciente y responsablemente la forja de la pacificación del país para ayudar a superar cualquier tipo de violentismo, venga de donde venga.

En otro momento, el obispo de Lima agradeció toda la acción solidaria desplegada en las parroquias de nuestra Arquidiócesis para brindar ayuda humanitaria a las familias afectadas por los huaycos. «Esta iniciativa se convierte en punto de partida excelente para un camino a largo plazo, que debe, quizás, estabilizar relaciones de hermanamiento que todavía hemos de forjar para que haya paz en el Perú», recalcó.

Pero el prelado también advirtió que el trabajo solidario y comunitario no debe quedar en una anécdota, por el contrario, tiene que «generar una forma estable que de fruto humano, social, ético y espiritual en nuestra sociedad, basados en la fuerza de la fe que todos tenemos y compartimos. Y así, desarrollar un proceso  más amplio de hermanación inter-comunitaria, inter-parroquial, inter-institucional,  inter-comunitaria,  inter-provincial, inter-diocesana,  como signo de la esperanza que tenemos los peruanos», apuntó.

Aprender a guiarnos por Jesús, escondido en la historia.

Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco, Monseñor Castillo recordó que debemos «alejarnos de la concepción funcionaria de sacerdotes de corte, donde única y exclusivamente, repetimos las cosas y no nos guiamos por Jesús, escondido en la historia».

Nuestra unción crismal está desafiada a responder, desde la identidad de la misión de ungidos sacerdotales, una nueva inspiración. Uno es sacerdote, pero se va haciendo sacerdote y presbiterio en cada circunstancia, poco a poco, afrontando diversas circunstancias y desafíos. Y esto requiere replantearse completamente la vida ante la historia cambiante, desafiante, interpeladora y exigente.

«Nosotros no hacemos agitación política, partidaria, gestión económica, acciones gubernativas, negocios de diverso tipo… en nuestra Iglesia, eso es tarea  del laicado – aseguró Monseñor Castillo – «Lo propio sacerdotal, ordenado, es anunciar el Evangelio con oportunidad, dar a reconocer la verdad del amor en todo tiempo, llamando a vivir actitudes humanas profundas y renovadas por el amor gratuito de Dios», acotó.

El gran año de la sinodalidad.

El arzobispo de Lima se refirió a los diferentes problemas, preocupaciones y necesidades que surgen en la vida de la Iglesia, temas que requieren se tratados en comunidad y sinodalmente: «El Papa, que es un gran padre espiritual, ha invitado a la sinodalidad en todos los aspectos de la Iglesia, y existen modos comunitarios y solidarios que necesitamos asumir cotidianamente y temas acuciantes que agregar. Y es que los sacerdotes tenemos el mismo problema de nuestro pueblo: nos es difícil tratar y conversar las cosas, mirarlas cara a cara, como dice el Papa, afrontar esa tendencia que tenemos a encubrir, a maquillarnos. Por eso, es preciso entrar a mirarnos de frente y con los problemas delante», insistió.

Sabiendo que nuestra misión, como sacerdotes, será hermanar y orientar al hermanamiento durable y estable, les propongo hacer una agenda de temas que vayamos conversando y debatiendo con amistad y calidad.

Monseñor Castillo adelantó que empezarán las visitas pastorales a cada parroquia con un carácter sinodal: «Convocaremos en cada parroquia a la asamblea pastoral abierta con todos los fieles que quieran participar con la presencia de los obispos. Y cerraremos así, el quinto año de nuestra misión en esta diócesis de Lima, con las indicaciones dadas por el Sínodo de Roma en octubre del presente año, con una asamblea sinodal en enero del 2024, lo que nos prepara para las decisiones finales que se tomarán en octubre del 2024, en la segunda sesión del Sínodo sobre sinodalidad», anunció.

Al celebrarse el Día del Abogado en nuestro país, Monseñor Juan José Salaverry presidió una Eucaristía en la Basílica Catedral de Lima en compañía de los miembros del Colegio de Abogados de Lima. Durante su homilía, nuestro obispo auxiliar afirmó que  la vocación de todo abogado es la de servir a la humanidad desde la ley, «ponerla al servicio de la humanidad y no al hombre al servicio de la ley, como tantas veces lo ha acusado nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio».

Monseñor Salaverry tomó como referencia uno de los esquemas básicos en la teología moral de Santo Tomás de Aquino. El Doctor Angélico señala que la ley eterna es la ley del amor que se vive en el interior de la Trinidad, que se plasma en el orden supremo del cosmos y en la naturaleza a través del derecho natural, y que se inscribe en el interior del hombre, en la conciencia que es el recinto de la moralidad. Este camino de la ley eterna, la ley natural y la conciencia nos debe llevar a vivir la ley de la gracia y del Espíritu, de la cual habla San Pablo en la Carta a los Gálatas.

“Por eso, el derecho positivo, el derecho escrito, sea el derecho del Estado o de la Iglesia, son solamente ‘muletas’ (ayudas) que nos ayudan a vivir de acuerdo a los valores éticos fundamentales, que nos encausan para crecer y desarrollar nuestra vida como personas racionales, como humanidad, evolucionando para ser una humanidad cada vez más perfecta, una humanidad cada vez mejor”, expresó.

Los hechos tienen que ser encausados por leyes y mostrar al Pueblo de Dios, es decir a la sociedad, cuál es el camino que hay que seguir. Y como los hechos van primero, los hechos nos comprueban que hacemos mal uso de nuestra libertad, de los dones que Dios nos ha dado, de la sociedad y el mundo.

Comentando el Evangelio de Juan (11, 45-56), Monseñor Juan José Salaverry aseveró que Jesús debió enfrentar «el proceso judicial más injusto que ha habido en la historia», promovido por los lideres religiosos de la época, impulsado por la ambición de los sumos sacerdotes – gestores del culto oficial de aquella época. Estos ‘maestros de la ley’, los fariseos, ven en las palabras del Señor una amenaza para sus intereses. «Estos sumos sacerdotes, estos maestros de la ley, dictaminan ya, desde ahora, la muerte de Jesús, porque con su testimonio de amor del Padre, está poniendo en peligro el negocio su seguridad y poder», resaltó.

Pese a esta injusticia, Jesús decide seguir ofreciéndonos el amor, única  ley capaz de salvarnos de la ambición y el error, mostrándonos la ley del amor, frente a las ambiciones de la ley del poder, de las argollas y la defensa de los intereses personales.

Queridos amigos abogados, soy canonista,  así que soy (más o menos) colega de ustedes. Y nosotros debemos entender que nuestra vocación no es de servicio a la ley, nuestra vocación es de servicio a los valores y principios a los cuales la ley atiende, a la persona humana, al Evangelio, a la sociedad.

Y dirigiéndose a los miembros del Colegio de Abogados de Lima, representados por su decano el  Doctor Cesar Bazán Maveda, Monseñor Salaverry agregó: «Es realmente un gozo poder contar con ustedes aquí, en la Iglesia Catedral de Lima, y pedir por todos los miembros de este Ilustre Colegio de abogados de Lima, ilustre por la valía de aquellos hombres y mujeres de leyes que no han servido a sus intereses, sino que han servido a la sociedad; ilustre por los valores de servicio a la Verdad, la justicia, la persona humana y el Evangelio».

Por su parte, César Bazán, dirigió unas palabras de agradecimiento por la Eucaristía presidida por Monseñor Salaverry. «Los abogados leemos la Biblia, esperamos la inspiración de Dios para defender en nuestras causas, para asesorar a nuestros clientes con la inspiración divina de Dios. Por eso, en este acto de fe, nos manifestamos siempre por la justicia, por la libertad y porque esa arquitectura creada por Dios se cumpla en su infinita fe», señaló el decano del Colegio de abogados de Lima.

Cientos de fieles se congregaron, desde muy temprano, en los exteriores de la Catedral de Lima, para participar comunitariamente de la Misa de Domingo de Ramos que presidió Monseñor Carlos Castillo junto a sus obispos auxiliares. El prelado hizo un llamado a no confundir la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén «con una entrada de poder y de gloria vana» para despreciar y maltratar al Otro que, como Jesús, carga con la cruz de cada día y es marginado por ser joven, mujer, provinciano o pobre.

«Que esta Semana Santa sea inspiradora y educadora, alimentadora de nuestra capacidad solidaria, para que no nos conformemos con lo que ya hemos logrado, porque tenemos que reformular todos los aspectos de la vida social, política, económica, familiar, barrial, de nuestros pueblos, de nuestras ciudades y familias», comentó en su homilía (leer transcripción).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

El arzobispo de Lima dio inicio al Domingo de Ramos recordando que el Señor «no es un rey como los gobernantes de nuestras tierras que, para poder imponer, someten a los pueblos a guerras, maltratos y represiones». Este Rey nos enseña que es posible reinar en el mundo «desde lo sencillo, montando un burrito, para revelarnos su amor gratuito, generoso, generador y promotor de la vida de todos, especialmente, de los que más sufren».

¿Dónde está el poder del Señor? En su compañía. Jesús no quiere ser un rey que repita la historia, sino que se introduzca en nosotros como experiencia profunda de amor gratuito y generoso, capaz de promovernos a todos y de ser personas dignas, de ayudarnos a limar nuestra violencia, nuestro desprecio, nuestros prejuicios, nuestros maltratos, especialmente, de quienes tenemos más costumbres de maltratar.

Monseñor Castillo aseguró que, con la entrega de Jesús en la Cruz (vapuleado, maltratado, desnudado, traicionado y abandonado), se produce una identificación con las víctimas del mundo para acompañarlas y darle fuerza; sin embargo, muchos parecen no entenderlo, sobre todo, quienes ejercen distintos modos de violencia contra los más débiles.

Pensar en la «cruz de cada día» que sufre mi hermano maltratado y marginado.

El obispo de Lima afirmó que, en esta Semana Santa, venimos «para volver a la fuente de nuestra fe» y «contemplar el misterio del Señor que nos interpela y nos deja admirados». Estos días santos también deben cuestionarnos profundamente sobre la actitud que tenemos hacia otros «dioses» creados por el hombre, como el dios dinero y el dios poder.

En la historia, algunas personas han introducido elementos de poder y desprecio, pensando que Dios Todopoderoso es el dios todo-prepotente, todo-dictador, todo-tirano, todo-amenazador, todo-incitador al miedo. Eso no es lo genuino, eso se ha metido por nuestras culturas y nuestros inventos de Dios. 

Junto a la imagen del Señor del Santuario de Santa Catalina y la Virgen de las Angustias, el Primado del Perú nos invitó a pensar si estamos creyendo solamente en «la realeza, el oro y la plata con que los hemos vestido» o «en las lágrimas, en los sufrimientos y en las heridas que, muy bien representadas en el genio de los autores coloniales, nos están comunicando que hay Otro que sufre en la Cruz, pero en la cruz de cada día, el ciudadano peruano medio que trabaja con ahínco, se sacrifica por sus hijos, trata de salir adelante y, sin embargo, es marginado y maltratado de mil formas, especialmente, si es provinciano, mujer y migrante».

Acabar con las costumbres dominantes. En Dios solo hay amor.

El arzobispo Castillo advirtió que no podemos ser cómplices de la mentalidad despreciadora de nuestras costumbres dominantes, «capaz de matar por ganar prestigio, como ha sucedido con las mujeres que han sido asesinadas porque un varón tiene que demostrar que nadie le saca la vuelta».

El Dios que nos predica el Evangelio, la Palabra de Dios que nos ha dejado la Iglesia para que la saboreemos año tras año, siglo tras siglo, semana tras semana, dice que Dios es amor y solo es amor. Y así me encuentre en la situación más terrible, no estoy solo.

«Si nuestro país, ahora, está callado, es porque, con la costumbre de resolver las cosas a golpes, a la gente se le ha pretendido silenciar con las armas, con el maltrato; cuando se ha podido inventar formas de diálogo, formas de tratar las cosas, y también formas de pedir perdón realmente, eficazmente y no de palabritas. Si estamos en una situación así no es solamente por intereses económicos y políticos, sino por actitudes que están arraigadas en nuestras costumbres y que tenemos juntos que erradicar, todos», precisó.

«El Señor nos llama a hacernos parte de la vida y de las familias que han sido maltratadas por los perdigones y las balas que les han caído – prosiguió el prelado – nos llama a identificarnos con todos los que han sido matados por obra de la violencia que algunos hermanos nuestros han ejercido. Y, por eso, el clamor del Señor es grande desde el que sufre, porque Él está en el que sufre».

Superar los prejuicios y expulsar el temor de nuestra sociedad.

Monseñor Carlos Castillo manifestó la importancia de superar todos los prejuicios que venimos arrastrando, para que, «agarrados íntimamente al Dios que ha muerto por nosotros y se ha identificado en el sufrimiento y el abandono, confiados en Él, podamos salir de la situación terrible en que nos encontramos».

Tenemos que superar los prejuicios contra las provincias y contra los provincianos, tenemos que superar los prejuicios contra el que no es de mi color, tenemos que superar los prejuicios que existen contra la mujer, tenemos que superar los prejuicios que hay contra la juventud (a la cual siempre acusamos de loca). Todos, en nuestra Patria, tenemos algo que aportar: una belleza incalculable que Dios hizo posible en un país perdido del mundo, en donde estamos todas las razas, todas las culturas y todos los pueblos de la humanidad.

Finalmente, el arzobispo de Lima exhortó a que sepamos expulsar el temor en nuestra sociedad y en nuestra comunidad cristiana, «para tener la valentía de vivir con honestidad y con verdad y cambiar las cosas más terribles que nos pueden estar pasando», concluyó.

La Eucaristía del Domingo de Ramos contó con la presencia de nuestros cuatro obispos auxiliares: Monseñor Guillermo Elías, Monseñor Ricardo Rodríguez, Monseñor Juan José Salaverry y Monseñor Guillermo Cornejo.

En la Eucaristía del V Domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a reeducarnos en la sensibilidad de Jesús, que siempre tiene en cuenta el sufrimiento del Otro. El Primado del Perú señaló que la violencia, la corrupción y el no reconocimiento de la vida del Otro, se han instalado en nuestro país y en nuestras costumbres. Por eso, necesitamos «levantarnos de todo signo de muerte», salir del sepulcro e inventar formas inteligentes para disuadir la violencia», con «actitudes solidarias inspiradas en el Espíritu del Señor».

«Que la intimidad honda de Jesús, que nos ama como verdaderos amigos a todos con la hondura con que ama a su amigo Lázaro, nos saque de nuestros sepulcros, removiendo las piedras que nos sepultan y desatando las vendas que nos atan, para volvernos a unir como hermanos, pacificados, reconstruyéndonos, resanándonos y resucitando como hermanos que caminan hacia la vida definitiva de su amor», dijo el prelado en su homilía. (leer transcripción)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Juan (11, 1-45) que narra la resurrección de Lázaro, el arzobispo de Lima explicó que, a través de este gesto milagroso, el Señor quiere ayudarnos a comprender el sentido de su presencia en medio de las tragedias y la enfemerdad que sufrimos. «A pesar de que la muerte exista, el Señor nos revela que no hemos de terminar jamás en la muerte y, por ello, incluso en las situaciones
extremas, debemos confiar siempre en el destino final: la vida plena».

Para que comprendamos este mensaje, Jesús ha querido anunciar y darnos la vida plena con su presencia. Por eso, tenemos que «levantarnos de todo signo de muerte» y «salir del sepulcro» de nuestra vida, quitando las piedras que nos sepultan, desatando las vendas que nos impiden vivir como hermanos.

Hemos de vivir una vida de confianza total en el Señor. Y el camino para eso es recibir a Jesús que nos da su vida. Por eso, todas las muertes, incluso la más injusta y destructiva, es un llamado a que se manifieste la Gloria de Dios por medio de las acciones solidarias en el Espíritu de Jesús.

Monseñor Castillo aseguró que, cuando estamos ante una situación de desgracia y muerte (debido a causas naturales o provocadas por un hermano que ha pecado gravemente destruyendo la vida del Otro), nuestra acción solidaria «se dirige a restablecer las múltiples formas de vida de los que sufren y, con mucha mayor razón, las vidas de personas inocentes y víctimas».

Emprender un camino de reeducación personal, familiar y social.

El prelado tuvo presente, en sus oraciones, a varios de nuestros compatriotas que perecieron por los aluviones y huaicos en las últimas semanas, así como a María Reyes (36) y su hijo Rubén Flores (18), quienes perdieron la vida después que su casa se derrumbara y cayeran al Río Rímac.»Los encomendamos a nuestro Padre, pero, sobre todo, nos unimos en el esfuerzo solidario de ayudar», expresó.

A esta tragedia se suman «las víctimas inocentes de la vileza de varios hermanos peruanos, humanos, como nosotros, que se han enseñado con gente inocente y la han maltratado sin piedad». Este es el caso de Deyanira Leandro Paredes (34), que recibió 20 puñaladas frente a su hijo de tres años y se salvó milagrosamente; y de Katherine Gómez (18), quemada viva por no aceptar a un pretendiente que ella no quería.

Y también está en nuestra mente la muerte de Rosalino Flores, del Cusco, asesinado por 36 impactos de perdigon que le disparó un miembro de las fuerzas del orden. «Estos hechos han de investigarse y sancionarse, pero nunca olvidarse», replicó el arzobispo Carlos Castillo.

«La violencia, el no reconocimiento de la vida del Otro, se ha instalado en nuestro
país, en nuestras costumbres, en nuestro modo de vivir. Y hay quien quiere incentivarla más para conseguir algún beneficio de poder, tanto de dinero como de influencia y de gobierno. Nuestro Perú, como lo ha dicho el Papa Francisco esta mañana, «está sufriendo mucho», está sufriendo como Lázaro, pero el Señor, que no abandona, nos llama a recapacitar y a emprender un camino de reeducación personal, familiar y social; y así, rectificar, pedir perdón y perdonar, empezando con la vida de las personas individuales, pero, también, de toda la sociedad que estamos matando», ha reflexionado el Primado del Perú.

Aprender a vivir como una nación sana que promueva todas las vidas.

Monseñor Carlos reiteró que estamos urgidos de aprender a vivir como una sola nación, «una nación sana, confiable, que respete y promueva todas las vidas, no su muerte». Por ello, es necesario «inventar formas inteligentes para disuadir la violencia», reconociendo el «derecho a hablar y protestar pacíficamente», sin reprimirlo de manera agresiva e indiscriminada.

«La corrupción se apodera de nuestras instituciones tutelares, inclusive, las que están llamadas a cuidar el orden, y también, se introduce la muerte en nuestra vida cotidiana y nuestras calles, que resultan inseguras y donde la violencia campea», aseveró el obispo de Lima. Ante el sufrimiento, «el Evangelio nos propone solamente una actitud, la de Jesús: considerar al Otro, a Perú Lázaro, al hermano peruano, compañero distinto de mí, de provincia y de cualquiera de las regiones, considerarlo hermano, amigo, y desencadenar la inmensa sensibilidad que Jesús tiene ante el sufrimiento del Otro».

El respeto por la vida humana en todas sus formas requiere reeducarnos en nuestra sensibilidad y no supeditar la vida a ningún interés, ni ningún sentimiento desordenado que, finalmente, nos desboca y nos hace renunciar a nuestra humanidad.

Finalmente, el arzobispo Castillo aseguró que hemos de volver a aprender «a ser humanos como peruanos», especialmente, ante la mujer, ante los jóvenes, ante los niños y los más débiles, ante las víctimas. «Que a través de nuevas actitudes solidarias, inspirados en el Espíritu de Jesús, renunciemos a toda ambición de poder y de dinero para mejorar nuestras vidas familiares, personales y todo nuestro país», afirmó.

En el IV domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a dejarnos curar por Jesús que «abre nuestros ojos» y nos libera de la ceguera de la indiferencia, que nos entumece y nos impide ver el rostro del Otro y sus problemas, especialmente, cuando creemos ver y saber todo, pero resulta que desconocemos la realidad.

«Tenemos que aprender a decidir juntos las cosas y anchar nuestra democracia como valor humano, todos: gobernantes y gobernados, empresarios, amigos, barrios, comunidades… Todos estamos llamados a humanizar nuestra sociedad y dejar hablar a los pequeños, a los marginados, para entrar a un camino de reconocimiento de la dignidad, de acompañamiento y solidaridad», comentó el prelado durante la Misa celebrada en Catedral de Lima.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

En su alocución al Evangelio de Juan (9,1.6-9.13-17.34-38), que narra la curación de Jesús a un ciego de nacimiento, el arzobispo de Lima afirmó que la experiencia de los primeros cristianos y cómo han ido entrando en la fe, nos permiten comprender la novedad que trae el Señor para todos, ayudándonos a creer y salir de nuestras rigideces. Es una invitación a abrirnos vivamente y no asumir que ya lo sabemos todo, de lo contrario, podemos quedar estancados en el entrampamiento.

En ese sentido, el arzobispo de Lima destacó los gestos y momentos de Jesús en su encuentro con el ciego: lo ve y hace un gesto profundo de amistad y de cariño (de su saliva hace barro en la tierra y se lo mete en los ojos. Luego le dice: “Anda, vete a lavar a la piscina de Siloé”. Así fue y empezó a ver).

Este hecho sencillo, explica el Evangelio de hoy, generó todo tipo de cuestionamientos sobre el proceder de Jesús (no se podía curar en sábado) y del ciego (se creía que era ciego por el pecado heredado de sus padres). «Jesús ha hecho algo nuevo» – explica Monseñor Carlos – «y el sistema de vida que llevaban en la religión judía no permitía que algo nuevo surja; por lo tanto, existe un encerramiento tal que solo lo que la ley manda y está ordenado por los sacerdotes del templo de Jerusalén, tiene que pasar».

Ver el rostro del Otro con los ojos de Jesús.

Estas rigideces y modos absolutistas de ver la vida, es un problema que cada vez se va acentuando más en nuestra región de América Latina, así lo indicó el obispo de Lima: «El totalitarismo es una tendencia a pensar de que solo quien manda y ya tiene un sistema organizado, tiene la verdad y, por lo tanto, nadie tiene que decir nada distinto. Esa es la «ceguera» que nos entumece y no nos permite ver el rostro del Otro y sus problemas, que no nos hace ver con los ojos de Jesús, que tiene compasión  por las personas y sale a buscarlas, sino que nos encierra en nuestros pensamientos y, especialmente, en nuestras ideologías», precisó.

Por eso, la actitud del ex-ciego, luego de ser curado, consiste en afirmar y mostrar su experiencia permanentemente, es decir, ante todo el sistema de objeciones y rigurosidades que se había impuesto en Israel:

«El ciego ni siquiera sabía quién era el Hijo del Hombre, porque los hebreos más sencillos y marginados esperaban que Dios enviara, en medio de los hombres, a un hijo de una familia determinada (el Hijo del Hombre). Israel había pasado siglos de maltratos, destrucciones, intolerencia y guerras, y el pueblo estaba cansado por la humillación que sufría. Por eso, siempre había, en el corazón de todos, la esperanza de que alguien viniera de parte de Dios a dar aliento y consolar», manifestó el arzobispo Castillo.

Dios está para ayudarnos en medio de las tragedias.

A partir de su experiencia con Jesús, el ciego cree y se pone de rodillas ante Él. Esta imagen, señala Monseñor Carlos, significa que «cuando tenemos una intuición de fe, que es profunda, hay que seguirla». Sin embargo, a veces, estamos habituados a mantener «costumbres que se quedan en el tiempo y no se reforman», pero es necesario que aprendamos a madurar en la fe y reconocer que «Dios es amor y solo amor».

Y como testimonio de ello, está toda la acción solidaria desplegada en favor de nuestros hermanos damnificados por las lluvias: más de 16 toneladas de víveres que Cáritas Lima ha podido compartir en apenas tres días. Esto nos revela que ya no pensamos que las tragedias son una manifestación de la ira de Dios (¡Aplaca tu ira, Señor!, solíamos decir). «Ahora empezamos a sentir que una cosa son las tragedias, y otra cosa es el amor de Dios que está para ayudarnos en medio de las tragedias; que Dios no nos manda las tragedias por castigo (como lo pensaban los hebreos)».

Dios no quiere el mal para el ser humano, Él es nuestro escudo y nuestra esperanza. Dios está siempre con nosotros y nos alienta a identificar los males para solucionarlos.

«Ante la desgracia, ante el dolor: somos hermanos solidarios, hermanos de verdad», reiteró el prelado. Por lo tanto, podemos decir que «la experiencia puede más que las costumbres, y que tenemos que seguir rectificando, incluso en la Iglesia».

Salir del miedo y respetar la diversidad que tenemos como país.

En otro momento, el Primado del Perú exhortó a que aprendamos a convivir en la diversidad de opiniones y sentires. Carlos Castillo advirtió que, si solo infundimos el temor, las personas no hablan por miedo, acumulan rabia y reprimen las cosas que desean ser tratadas:

«Por años, en nuestro país, se ha ido creando un nuevo sistema que es la democracia, para poquito a poco, aprender a tratarnos y tratar nuestras cosas. Pero siempre hay, en este tiempo, personas que dicen: “Esa cosa no está buena, es mejor que todos obedezcan a uno solo”, y eso viene ocurriendo en toda América Latina, tanto en los grupos totalitarios como en las democracias, donde hay personas que quieren manipular el sistema y tener control absoluto sobre todo».

Hermanos y hermanas, tiene que haber diversidad y todos tenemos que participar. No puede ser que algunos capturen ciertas cosas o inventen ciertas costumbres en donde todo el mundo aparece “agachadito”.

«Todos tenemos el legítimo derecho a hablar y a decir las cosas (como lo hizo el ciego)», reflexionó Monseñor Castillo. Y, aunque cuesta salir del miedo (sobre todo cuando se usan medios para crear terror y tener al mundo callado), la mejor manera de actuar es «escuchándonos, expresándonos, curándonos y reconociéndonos dignamente».

En memoria de Monseñor Bambarén.

Durante la Santa Misa, se ofreció una especial intención por el eterno descando de Monseñor Luis Bambarén, obispo emérito de Chimbote, al cumplirse dos años de su partida al Padre.

La Eucaristía del IV domingo de Cuaresma ha congregado, en la Basílica Catedral de Lima, a representantes del Ministerio de Turismo y de la Dirección General de Artesanía; así como los niños y jóvenes de la Catequesis de la parroquia El Sagrario.

En la Eucaristía del Tercer domingo de Cuaresma, Monseñor Octavio Casaverde hizo un llamado a vivir este tiempo de reflexión y arrepentimiento con abriendo nuestro corazón a Jesús, que calma la sed de paz, de felicidad personal, familiar, nacional y mundial: “Cuando hacemos una obra de caridad, ya tenemos paz; cuando perdonamos, ya sentimos alegría; cuando ayudamos, saciamos la sed de un mundo mejor. El Señor va calmando la sed cuando oramos, cuando participamos en una Misa, porque Él es el agua viva, el pan vivo que vamos a recibir en la Santa Comunión”.

Monseñor Casaverde, Vicario General de nuestra Arquidiócesis, presidió la Celebración Eucarística desde la Basílica Catedral de Lima en representación de nuestro Arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo, quién se encuentra de misión en el Vaticano.

Al inicio de su Homilía, monseñor Casaverde refirió que el Evangelio de hoy, tomado de san Juan (4,5-42), nos invita a contemplar el diálogo prolongado que Jesús tuvo con la mujer de Samaria: “En este diálogo, Jesús está sirviéndose del agua material. Como humano, sintió cansancio, había caminado bajo el sol implacable del mediodía; entonces, estaba sentado, en el pozo. En eso, aparece aquella mujer de Samaria, y Jesús, con toda naturalidad, le pide de beber, y la mujer se sorprende, porque los judíos no se llevaban bien con los samaritanos por considerados medio paganos. Entonces, la mujer le dice: “Pero tú, ¿cómo me pides a mí?”. Allí empezó el diálogo”.

De esta manera, el Vicario General destacó dos puntos importantes: por un lado, que Jesús manifiesta su sed física porque conocía la situación en la que vivía esta mujer samaritana y, por otro, la actitud de ella para acoger las palabras del Señor en su vida.

“Él quiere calmar la sed que tiene aquella mujer. Pero también es muy ejemplar la actitud de ella, porque se da tiempo para escuchar a Jesús, prácticamente, en ella surge la sed de escucharlo. Todo lo que le iba diciendo, iba penetrando en lo más hondo de su conciencia. Entonces, por eso, dejó de tomar el agua y se sentó atenta”, destacó Casaverde.

Asimismo, con el transcurrir del pasaje, Monseñor Octavio, señaló que la mujer samaritana descubre que tiene 3 tipos de sed: la sed de conocer la verdad respecto al culto a Dios, la sed de una familia feliz y la sed de saber la verdad respecto de la llegada del Mesías.

En la sed de saber la verdad respecto al culto, monseñor Casaverde, indicó que Jesús, a través de la mujer, nos revela que esta adoración ya no tendrá un lugar específico, sino será en espíritu y en verdad: “Jesús le dice: “Ha llegado el momento en que ya no adorarán en el monte ni en Jerusalén, será la adoración en espíritu y en verdad”, es decir, cuando nosotros oramos, queridos hermanos, el Señor se presenta; cuando nos juntamos 2 o 3 para orar o para hacer el bien, está allí, ese es el espíritu y, en verdad, hablamos con el Señor”, remarcó el vicario.

En la segunda sed, sed de familia, nuestro Vicario General destacó el reconocimiento de la mujer para decir la verdad al Señor: “También tenía la sed de la paz y la felicidad de su familia, por eso, cuando Jesús le dice: “Anda a llamar a tu esposo”, la mujer le dice: “No tengo marido”, y Jesús le dice: “Dices la verdad, cinco has tenido, y este que tienes tampoco es tu marido”. Jesús descubre que la mujer tenía ya 5 fracasos y, con el que estaba viviendo, no estaba segura, tenía sed de estabilidad familiar.

En la tercera y última sed, sed de la llegada del Mesías, monseñor Casaverde refirió la alegría enorme de la samaritana al conocer al Mesías, llevándola a anunciar la buena noticia a su pueblo: “Esta autorrevelación de Jesús, despierta en aquella mujer fe, alegría y un impulso maravilloso para testimoniar esta experiencia extraordinaria. Deja su cántaro y se va volando al pueblo para testimoniar, anunciar al Señor. El pueblo le cree y van donde Jesús, para escuchar sus palabras, llenas de bondad; su enseñanza, que responde a todas sus inquietudes, sus dudas, su sed y se queda con ellos dos días”.

Solidaridad con nuestros hermanos del norte.

De esta manera, sobre lo comentado, Casaverde sostuvo que Dios conoce la sed de nuestro país, la cual requiere de la reflexión y disposición de cada uno para que, de la mano de Dios, podamos saciarla:

“Nuestro país está sediento de la paz, de la prosperidad, ¡qué sensible, qué pena, cuánto sufrimiento! Nuestro pueblo necesita ser calmada de esa sed. Esos hermanos nuestros, del norte, necesitan de nuestras donaciones a través de Cáritas Lima. Por favor, solidaricémonos con ellos, nada ganamos con lamentarnos, hay que expresar con hechos nuestra solidaridad”.

En este Segundo Domingo de Cuaresma, monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima, señalando que este tiempo es un tiempo de gracia y conversión.

Al inicio de su Homilía, refiriéndose a la Primera Lectura del libro del Génesis, nuestro obispo auxiliar puso de ejemplo la confianza de Abraham a Dios: “Abraham nos enseña toda esa confianza que tiene en Dios, confianza, incluso, para aceptar hasta lo desconocido, pero, para ello, se necesita mucha oración, fe, escucha y disponibilidad”.

Reflexionando la Segunda Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a Timoteo, Monseñor Cornejo sostuvo que el apóstol nos invita a identificarnos con el sufrimiento de Jesús, ya que, a través de ello, podremos evangelizar de forma efectiva y realizando un servicio con entrega.

En el Evangelio de hoy, tomada del Libro de San Mateo (17,1-9), nos narra la Transfiguración del Señor, sobre lo cual, monseñor Guillermo remarcó que, a través de esta experiencia, Jesús se revela a sus discípulos.

“Les concedió una experiencia sin igual a sus discípulos, ser testigos de la experiencia más sublime, Jesús junto a Elías y a Moisés, para indicar que, por encima de la ley de los profetas, está Jesús, el Hijo predilecto del Padre. El rostro resplandeciente de Jesús, las vestiduras blancas, la luz, la presencia de quienes eran símbolos de la ley y los profetas, pero lo principal, la nube que lo cubrió y la voz del Padre, afirmando que Jesús es el Hijo Amado, el Predilecto, a quien hay que escucharlo”, reflexionó Cornejo.

En ese sentido, con la Transfiguración del Señor, nuestro obispo auxiliar sostuvo que esta experiencia reforzó la fe de sus discípulos y les dio esperanza sobre la gloria futura, saliendo de sí mismos para dejarse iluminar y salvar por Jesús.

“Yendo a nuestra realidad, debemos dejar egoísmos, diferencias, racismos e insultos de las 2 partes. Ya no debemos pensar en nuestras conveniencias, sino pensar en Dios, en el prójimo, en los más necesitados que, en algún momento, seremos nosotros cuando nos enfermemos, cuando nos ocurre una desgracia o hay falta de oportunidades. Necesitamos pensar con amor en el otro, viendo a nuestro Señor Jesucristo transfigurado”, acotó el sacerdote.

Asimismo, Monseñor Cornejo nos invitó a mirar la Transfiguración del Señor para comprender la necesidad de convertirnos a Él: «La fe exige una postura nueva. Aferrarnos a intereses, a situaciones cómodas, a privilegios, nos hace instrumentos no aptos para transmitir el mensaje de Jesús, que se despojó de toda prerrogativa y dio su vida. Por el contrario, acoger el reino significa creer en el Dios que rechaza toda injusticia, todo despojo del hermano, especialmente, del marginado, del que más sufre, del pobre, del despreciado, del olvidado, del que está en la cárcel, porque podemos ser, en algún momento, nosotros mismos”.

Finalmente, al término de su Homilía, Monseñor Cornejo, en este tiempo de gracia y, sobre todo, a través de la Transfiguración del Señor, nos llamó a convertirnos, confiando en Jesús sin miedo: «Jesús también nos dice: “Levántese, no tengamos miedo, no nos asustemos, no tengamos miedo”, Dios puede hacer grandes milagros en la vida de cada uno de nosotros y nunca es tarde para cambiar en este mundo marcado por el egoísmo y la codicia”.

Al llegar el Primer Domingo de Cuaresma, Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística, invitando a todos los presentes a “vivir una real y profunda Cuaresma en comunidad, para llegar a la Pascua”.

En ese sentido, al inicio de su Homilía, nuestro obispo auxiliar de Lima remarcó que el tiempo que vivimos, tiempo de Cuaresma, son cuarenta días de preparación para los grandes misterios cristianos: la muerte y la resurrección de Jesús.

Por otro lado, comentando el Evangelio de Mateo (4,1-11), monseñor Elías se refirió a las 3 tentaciones que Jesús vivió en el desierto: “Lo primero que me llama la atención es la firmeza de Jesús ante la tentación corroborada, con el compromiso del bautismo recibido y abre pistas a su propia tarea. Jesús responde, apoyándose en el Deuteronomio, a la voluntad del Padre que, para Él y para todo creyente, debería ser el eje conductual de su propia vida, la voluntad del Padre y la experiencia con su Padre”.

Por otro lado, Guillermo Elías señaló que la primera tentación que padeció Jesús es un claro ejemplo de rechazo a los propios intereses en favor del servicio a los demás: “Ser cristiano, ser católico, ser seguidor del Señor no es un privilegio que nos sitúa por encima, sino un servicio que tenemos que realizarlo como profesional, como estar a cargo de una familia, como un oficio, como una tarea que yo realizo para servir a la vida. Y así lo mostrará Jesús cuando comparte el pan con la multitud, es el Hijo del Padre, es servidor de la vida”.

En la segunda tentación, nuestro Obispo Auxiliar expresó que Jesús se niega rotundamente a tentar a Dios Padre y no alardeaba con los milagros que realizaba: “Jesús jamás realiza un milagro para impresionar a las personas. Sus curaciones son signos de vida, no alardeó con el poder, su vida fue una forma de vida contra toda muerte, especialmente, la del pecado, presente en la humanidad de hoy», expresó.

Finalmente, en la tercera tentación, la tentación del poder, monseñor Guillermo refirió que es uno de los males que más nos amenaza y corroe constantemente: “A veces, esa perversión nos amenaza continuamente de creer que debemos y podemos dominar a quien tenemos al lado o debajo de nosotros, o por nuestras capacidades y conocimientos, o por la posición en la que estamos. A Jesús le ofrecen todos los reinos de este mundo, sin embargo, frente a esto, Él nos recuerda hoy que solo a Dios hay que servir y a su proyecto de vida”.

“Eso fue el proyecto de la vida de Jesús, pero ¿qué hay de tus tentaciones?, ¿qué hay de aquellas tentaciones que a diarios experimentas?, ¿cómo las estás manejando? Todos queremos ser felices y, delante de nuestros ojos, a diario, aparecen estos 2 caminos para ser felices, el que nos ofrece el criterio de Jesús y el que nos ofrece el criterio del mundo”, remarcó nuestro obispo auxiliar de Lima.

Al término de su reflexión dominical, nuestro obispo auxiliar expresó que este tiempo es especial para regresar libre y voluntariamente a Dios, reflexionando sobre lo que suscita en nuestras vidas.

Durante su estadía en Roma, Monseñor Carlos Castillo mantuvo una audiencia con el Papa Francisco para manifestarle los esfuerzos de nuestra Arquidiócesis de Lima hacia una Iglesia sinodal, como la implementación del Plan Pastoral, la creación de un Consejo Pastoral conformado por laicos y religiosos, así como la consolidación de diferentes comisiones pastorales orientadas a promover la vida, la evangelización y la salud. Ante ello, el Santo Padre expresó su alegría por el camino emprendedido: «Les agradezco mucho porque ya están ustedes realizando la Iglesia sinodal que estamos buscando», comentó Francisco.

Por estos días, el prelado fue incorporado como miembro ordinario de la Pontificia Academia para la Vida y participó de una asamblea de tres días sobre la relación entre las técnicas de la ciencia y su intervención en distintos aspectos de la vida humana como ecológica.

«Ha sido una satisfacción verlo con una excelente salud. Se ha cumplido el milagro que me decía él para que recupere la salud. De hecho, está muy lúcido y muy atento a las situaciones», son las palabras de nuestro arzobispo de Lima, que tras su audiencia con el Santo Padre, en la mañana del 18 de febrero, recordó que Francisco se mantiene atento a todo lo que acontece en el Perú.

«Él está preocupado para que en nuestro país se pueda imponer la paz por medio del encuentro de las personas, de no devolver mal por mal, sino tener, poco a poco, el criterio mayor de buscar el bien de todos», expresó Monseñor Castillo en entrevista para RPP.

Participación sinodal de la Iglesia de Lima.

En diálogo con el Papa, el Primado del Perú informó de todos los esfuerzos realizados en el último año por implementar un Plan Pastoral y un Consejo Pastoral. De igual manera, se compartieron los frutos de las distintas pastorales que se desarrollan en nuestra Arquidiócesis, como la de salud, la pastoral sacerdotal, la pastoral de familia y juventud, y la de comunidades religiosas.

Monseñor Carlos también destacó los resultados de los encuentros sinodales de nuestra Pastoral Juvenil: «Le conté que los jóvenes habían participado sinodalmente en distintos plenarios para organizar los temas de preparación de la confirmación», señaló.

Ante todos estos anuncios, el Santo Padre envió un mensaje esperanzador a toda la Iglesia de Lima y al Perú: «Les agradezco mucho porque ya están ustedes realizando la Iglesia sinodal que estamos buscando – me dijo el Papa. Él siempre está interesado en saber qué cosa estamos anticipando que pueda ser positivo y que siempre alienta», contó el prelado.

Miembro ordinario de la Pontificia Academia para la Vida.

Durante estos días, Monseñor Carlos Castillo ha sido incorporado como miembro de la Pontificia Academia para la Vida por un periodo de cinco años. El obispo de Lima recibió la medalla y el pin distintivo que se otorga a los miembros ordinarios.

Del 20 al 22 de febrero, todos los miembros de la Pontificia Academia para la Vida vienen participando de la asamblea: «Convergiendo en la persona. Tecnologías Emergentes para el Bien Común».

Al iniciarse la Cuaresma, Monseñor Juan José Salaverry hizo un llamado a vivir este tiempo de conversión comunitariamente y emprendiendo el camino sinodal. «La Iglesia sinodal no quiere fieles adormecidos, a veces, por las tradiciones y sus costumbres. La Iglesia nos pide caminar hacia el norte, que es Cristo, abiertos y motivados por el dinamismo del Espíritu. Esa es la Iglesia que camina en la Cuaresma», expresó en su homilía.

La Santa Misa del Miércoles de Ceniza contó con la presencia de representantes de distintas hermandades y cofradías de nuestra Arquidiócesis, así como autoridades de la ODEC y de la AIEC, docentes, personal del Arzobispado de Lima y el Pueblo de Dios.

Monseñor Salaverry inició su homilía recordando que la Cuaresma es más que un tiempo de penitencia, de luto o de llanto; es un tiempo de conversión, como bien lo recuerda el profeta Joel, en la Primera Lectura (Jl 2, 12-18): «Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso».

El obispo auxiliar de Lima afirmó que el camino de la Cuaresma es una oportunidad para «abrir nuestros corazones a la gracia y vivir con verdadero sentido», es decir, con un «corazón abierto a Dios y a los hermanos». En ese sentido, la penitencia, la limosna y el ayuno, son medios que pueden acercanos al Padre, a través de actos de generosidad y desprendimiento.

«La Cuaresma es un tiempo de gracia para tocar la trompeta y convocar a la asamblea, como ha dicho el profeta Joel. Todos los miembros de la Iglesia y el Pueblo de Dios, somos convocados a tocar la trompeta de la gracia y de nuestro corazón convertido», explicó el prelado.

Renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

Monseñor Juan José señaló que la Cuaresma no se puede «vivir a solas» o únicamente con nuestro grupo o hermandad. «Este tiempo hay que vivirlo comunitariamente para que, a través de las prácticas cuaresmales, podamos afinar nuestra humanidad, renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

La Cuaresma debe ser el camino ascendente hacia Cristo para contemplar el misterio de su Transfiguración y Resurrección.

En otro momento, Salaverry hizo eco de las palabras del Santo Padre en su Mensaje por la Cuaresma 2023: «Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal». Ante ello, el obispo auxiliar reiteró que en la Cuaresma recordamos el caminar del pueblo escogido por el desierto hasta llegar a la tierra de la promisión:

«En la Cuaresma nosotros caminamos, no orientados por Moisés ni por Josué (los patriarcas del Antiguo Testamento que orientaron al pueblo de Israel), sino por Cristo, para caminar hasta llegar a la verdadera promesa de la vida, a la promesa de la resurrección», indicó.

Reconocer nuestros pecados y sanar nuestras heridas.

Todos tenemos la posibilidad de renovarnos para dejar que el Señor «sane nuestras heridas y nos lave con el agua de la fuente de la Pascua», sin embargo, Monseñor Salaverry precisó que también es necesario «una confesión delante del Señor de nuestros defectos, debilidades y pecados».

La Cuaresma no nos puede adormecer en el letargo de hacer siempre lo mismo. La Cuaresma exige un cambio en el interior de nuestros corazones, en nuestros pensamientos y estructuras para poder entender bien lo que el Señor nos pide.

Nuestro obispo auxiliar advirtió sobre el riesgo de «adormecer nuestra fe» con tradiciones y costumbres lejanas a la realidad. «La gracia del Espíritu, a veces, rompe nuestra organización y nos pide que hagamos las cosas de manera distinta, porque el Señor no es el rito, Él no quiere los holocaustos de los sacerdotes del Antiguo Testamento que se mueven en el ritualismo legal, Él quiere un corazón quebrantado, un corazón dispuesto al cambio, un corazón abierto a la gracia», manifestó.

Sin espíritu de oración ni fraternidad, tendremos un corazón endurecido por las cosas que siempre hacemos, sin capaz de vivir lo que el Señor quiere que vivamos: un tiempo de salvación, favorable para nuestra conversión.

Finalmente, Monseñor Juan José habló sobre la importancia de las prácticas cuaresmales:

La limosna: nos pide una caridad auténtica, una actitud de solidaridad cristiana que debemos de tener con los que más sufren. La limosna es compartir la vida y gastarla por los demás (el mismo gesto de Jesús con nosotros que entrega su vida en la Cruz).

La oración: que debe ser una oración confiada y,al mismo tiempo, la aceptación del plan de Dios en mi vida, en medio de las dificultades que tengo, en medio de los problemas que sufro. Es una oración que mueve la generosidad, la misma generosidad de Cristo que, en la Cruz, pide el perdón por nosotros: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

El ayuno: que es el ayuno de todas aquellas cosas que nos separan de Dios y de los hermanos. La Cuaresma es el tiempo de mi relación con Dios, de la Iglesia con Dios y la comunidad con Dios.

En este Tiempo de Cuaresma busquemos a Dios, no el protagonismo. Busquemos el protagonismo de Dios en mi corazón, para que Él nos ayude a cambiar.

«Que el Señor nos ayude a todos a vivir con sinceridad este Tiempo de Cuaresma, y que seamos capaces de poner en las manos de Dios nuestros corazones, nuestras vidas, nuestras conciencias, para que Él transforme con su gracia todo lo que necesita ser sanado en nosotros», es la reflexión que nos deja Monseñor Salaverry.

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