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Mons. Castillo: Dios es el centro de nuestra vida, no la ambición de dinero ni poder

«Dios es primero, siempre. Y ese es el principio que nos permite reestructurar toda la sociedad en el mundo», son las palabras del arzobispo de Lima en la Eucaristía de este domingo celebrada en el Santuario Las Nazarenas.

Cuando olvidamos que Dios es el centro de nuestra vida y colocamos como centro la ambición y el poder, se desata el egoísmo espiritual, la guerra y todas las tragedias que estamos viendo. Para no quedar entrampados en mezquindades e intereses propios que afectan el bien de todos, Monseñor Carlos Castillo recordó que el Señor nos llama a ver con hondura la vida y reconocer que somos pecadores en conversión.

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Comentando el pasaje del Evangelio de Mateo (22,15-21), Monseñor Castillo reflexionó sobre la actitud de los fariseos, quienes, acostumbrados a interpretar la ley a su medida, le preguntan al Señor: “Maestro. ¿Debemos pagar el impuesto al César o no?”

Esta pregunta, afirmó el prelado, esconde una «trampa» para que la respuesta de Jesús lo coloque como subversivo o cómplice del imperio romano. «Están sometiendo al Señor a sus propios intereses, y no ven más lejos, no ven con hondura la vida, porque, para ellos, la vida es un juego de pagar o no pagar», aseveró.

No hay trampa peor que la mezquindad, que las preguntas mal planteadas. Y es necesario que todos nosotros nos preguntemos hondamente: ¿qué sentido tienen nuestras vidas? ¿a dónde estamos yendo? ¿El centro de nuestra vida es el dinero o Dios?

Al igual que los jefes de Israel, nosotros también podemos caer en este tipo de distracciones que nos alejan de las cosas principales de la vida. Cuando esto sucede, explicó el arzobispo de Lima, terminamos actuando en base a la desesperación y el cálculo, y no por la inspiración del Señor que nos habla a través del Espíritu Santo.

Mientras que los fariseos buscan limitar al Señor y pelarse por minucias, Él nos llama a ver las cosas, a recordar cuál es el centro de nuestra vida. Por eso, el obispo de Lima hizo un llamado a superar las leguleyadas y ambiciones que corroen nuestro espíritu, especialmente, en aquellas personas que están a cargo de la dirección del país y de la Iglesia. «Cuando estamos pensando cómo hacemos para  hacer triquiñuelas y sacarle ventaja a las cosas, entonces, el país se empieza a hundir, la sociedad y la Iglesia también», aseguró.

Tenemos que hacernos las preguntas profundas porque, de lo contrario, estamos entrampados en mezquindades e intereses propios y afectamos el bien de todos, que es el bien de Dios.

En otro momento, el Primado del Perú señaló que la vida cristiana «es la vida del reconocimiento de ser pecador, para que el Señor, con su amor, nos vaya haciendo suyos, hijos y hermanos, y nuestro pecado se vaya superando».

El reconocer que todos somos pecadores en conversión nos ayuda a vivir un cristianismo con los pies en la tierra, no en la «estratósfera» ni alejados de la realidad. Monseñor Castillo recalcó que el egoísmo espiritual nos impide vivir la verdadera salvación basada en el amor gratuito y generoso.

«Nosotros no queremos solamente la felicidad en el más allá. El Señor nos creó y llamó a Abraham a caminar en medio de nosotros para todos ser benditos: “Sal de tu tierra y ve a la tierra que yo te mostraré. En ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”, dice Dios. Y ser bendito significa vivir en la bendición, en el amor de Dios, en esta tierra, y aprender a ser hermanos, que es lo que más nos cuesta, pero es nuestra misión y la misión de la Iglesia», dijo el prelado.

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