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«En esta Misa por la Nación venimos a encomendar nuestro país al Señor de los Milagros, pidiéndole que nos ayude en las situaciones que vivimos», con estas palabras, el arzobispo de Lima inició su homilía dirigida a todo el Pueblo de Dios, congregado en el Santuario Las Nazarenas para celebrar la Misa por la Nación.

Monseñor Carlos Castillo exhortó a dejarnos interpelar por el sufrimiento de los más desvalidos y últimos, y así reconocer la presencia del Señor en nuestra vida. Para ello, necesitamos «despojarnos de las ideas religiosas que nos acechan por la costumbre» y «actitudes invidualistas» que nos impiden vivir en hermandad.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El arzobispo Castillo explicó que la procesión del Señor de los Milagros es un signo que nos recuerda que «Jesús sale a nuestro encuentro para ir más allá de nuestro propio interés». Por eso, todos tenemos la oportunidad de dejarnos transformar por Él y ser un milagro para los demás.

En alusión al Evangelio de Lucas (10,25-37), que narra la parábola del Buen Samaritano, el Primado del Perú habló sobre la importancia de «identificar la presencia del Señor en nuestra vida», especialmente, en los desvalidos, los golpeados, las personas que sufren y son maltratadas. De esta manera estamos dinamizando nuestro ser hacia ellos, donde mora Dios.

Esta es la aventura permanente del ser cristiano: salir hacia Dios y encontrarlo en los marginados, para que así podamos encontrar a Dios Padre que se nos ha revelado en Jesús.

Monseñor Carlos afirmó que la procesión que acompañamos cada año se asemeja a una «liturgia masiva», porque es un encuentro de celebración que nos alienta a vivir mejor las exigencias cotidianas y poner nuestro servicio en favor de los demás.

El prelado hizo un llamado a tener las mismas actitudes del samaritano, que pese a ser considerado un «hebreo de segunda clase», optó por ir más allá de sus intereses y prejuicios culturales para actuar con misericordia (a diferencia del sacerdote y el levita).

Por lo tanto, esta es una invocación a «salir de nosotros mismos y nuestros quehaceres» para dejarnos interpelar por los que más sufren. Y como el samaritano: detenernos, mirar al herido, sentir compasión, cargarlo, curarlo y acompañarlo.

El samaritano es una persona común y corriente que tiene compasión y hace la voluntad de Dios. Él cumple realmente con la ley, porque la ley no es un cumplimiento formal, sino un cumplimiento real, de vida con el Otro.

Dirigiéndose a todos los fieles presentes, Monseñor Castillo ofreció la Misa por la Nación por nuestro «Perú herido», que requiere madurar, reeducarse y acercarse unos a otros para tratar nuestras cosas:

«Despojémonos de esas maneras egoístas de pensar, porque son actitudes individualistas que requieren ser superadas para vivir una religión y una vida cristiana auténtica. El Señor nos ama gratuitamente y nos ayuda por su sola presencia en la Cruz, llamándonos a ser todos transparencia de su servicio generoso y gratuito en la Cruz», aseveró.

El Señor nos interpela una y otra vez, sobre todo, hoy que los tambores de la guerra suenan y el descalabro de los ímpetus y las ambiciones y arrogancias cogen a las naciones y a los pueblos por la profunda crisis en que está el mundo que hemos construido a espaldas de los últimos de la tierra.

Monseñor Carlos aseguró que nuestro pueblo también es samaritano. Lo es cada vez que se levanta para ayudar al que más lo necesita, como ocurrió en la Pandemia. «El Señor de los Milagros nos ha dejado tal huella a todos los peruanos que las bases de nuestro Estado independiente reposan siempre sobre personas que lo fundaron con ese sentido de amor generoso», acotó.

Por ello, el legado de nuestros nobles héroes nos enseña que es posible una vida plena y dedicada a los más pobres. A modo de ejemplo, el arzobispo recordó el testimonio de José Gabriel Condorcanqui, María Parado de Bellido, Miguel Grau, José Olaya, Alfonso Ugarte, María Elena Moyano, entre otros.

«Al volver a esta Misa por la Nación, volvemos a la médula más profunda de nuestra identidad Peruana Samaritana. El Señor no nos bendice para que nos quedemos quietos, sino para que nos volvamos benditos y seamos bendición para el Otro. Esta promesa sólo puede cumplirse haciendo caso a la esperanza que tienen todos los peruanos, esperanza de que se reconozcan sus iniciativas, sus búsquedas de participación, su anhelo de justicia y seguridad, su búsqueda de una democracia amplia y ancha, su anhelo de salir de la pobreza y del hambre, su anhelo de esperanza, de paz y de respeto por todo derecho humano», reflexionó el Monseñor.

La Misa por la Nación celebrada en el Santuario Las Nazarenas contó con la presencia de la Hermandad del Señor de los Milagros y las hermanas nazarenas carmelitas.

Un fuerte llamado a la conversión y a la reeducación de todos para «florecer como un pueblo bien dispuesto que produce frutos». Esta es la reflexión que nos deja nuestro arzobispo de Lima en la Eucaristía de hoy celebrada en el Santuario Las Nazarenas.

Al frente de la imagen del Señor de los Milagros, Monseñor Carlos Castillo pidió tener las mismas actitudes de gratuidad y paciencia de Jesús, que nos llama a cuidar su viña con relaciones fraternas y justas, reconociendo que todos somos pecadores y nos ayudamos unos a otros a convertirnos. El prelado advirtió que la Iglesia no puede ser usada como medio de aprovechamiento para dar «anti-testimonio» de Dios y permitir las injusticias.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo inició su homilía manifestando su consternación por la tragedia de Israel y Palestina, y recordó que el Señor siempre nos acompaña a pesar de todas las situaciones difíciles, en medio de las guerras, las culturas y las lenguas, ahí está Él invitándonos a vivir en hermandad. «En esta época trágica de la humanidad, anunciar a Jesucristo por las calles visiblemente es sumamente importante», agregó.

Este es precisamente el ejemplo que nos deja Jesús con la parábola de los viñadores infieles (Mateo 21,33-43), en donde un dueño arrienda su viña porque debe irse al extranjero, y cuando llega el momento de la vendimia “envía a sus siervos para recibir los frutos. Pero los viñadores los maltratan y los matan”; y cuando manda a su hijo, “ellos lo matan también”. ¿Y qué hace el dueño? No actúa con venganza, sino que les quita la administración y se las entrega a otros que sí produzcan frutos; es decir, actúa de forma pacífica.

El arzobispo de Lima explicó que el Señor nos propone asumir con responsabilidad y sentido de justicia la fe de una viña, sin ambiciones ni egoísmos. «Ser creyente es siempre cuidar la viña del Señor – recalcó el prelado – Y cuidar la viña es tener relaciones buenas, justas, trato positivo, ver por el desarrollo de todos, pensar en el bien de todos, no solamente en mi grupo o mis intereses».

Esta invocación del Señor también va a todos los que son dirigentes, desde los padres que son administradores de una familia y no «dueños» de sus hijos, hasta quienes toman decisiones importantes en el país, en una comunidad parroquial o en una congregación.

«Tenemos que hacer una reflexión sobre nuestro catolicismo porque, a veces, pensamos que ser católico es sinónimo de tener “la verdad”, y ser «el puro» y «el limpio». Y no reconocemos que, en realidad, todos somos pecadores y nos estamos ayudando unos a otros a convertirnos», aseveró el arzobispo.

En otro momento, Monseñor Castillo aseguró que la procesión del Señor de los Milagros es también una «procesión sinodal», porque caminamos todos juntos para ser acogidos por el Señor, sin excepciones ni distinciones. Y cuando lo acompañamos, compartimos nuestra fe en un Dios que nos ama, nos escucha y entrega su amor gratuito sin medida.

Por eso, «todos somos un don de Dios, y ese don de Dios lo reconocemos cuando nos ayudamos, nos acompañamos y aprendemos a ser un país también gratuito, en donde todos los servicios y las cosas se hagan como un intercambio generoso de unos con otros».

Un fuerte llamado a la conversión

El Primado del Perú habló sobre el peligro que supone usar la Iglesia para pedir préstamos y hacer especulaciones financieras. Esto sucede cuando nos aprovechamos de nuestra condición de católicos para «hacer maldades» y dar «anti-testimonio de Dios», usando la religión como un medio para patentar todas estas injusticias y mentiras. «¡Tienen que corregirse! Tenemos que convertirnos si quieren seguir en la Iglesia», reiteró.

«Tenemos que empezar a ser guardianes de una Iglesia que sepa llevar las cosas al servicio de todos. El Papa quiere la reforma de la Iglesia y que estas cosas no ocurran nunca. Y para eso tenemos que ayudarnos mutuamente porque la cosa es muy seria», exhortó.

Carlos Castillo insistió en la necesidad de poner en práctica la «hermandad sinodal», en donde haya espacio para la contribución de todos en la reeducación del país y, de este modo, se haga visible el signo de la presencia de Dios en nuestra humanidad, como ocurre con las hermandades del Señor de los Milagros presentes en todas partes del mundo.

Oremos para que haya paz en el mundo, para que las actitudes del Señor de los Milagros se instalen en el corazón de todos y podamos florecer como un pueblo bien dispuesto que produce frutos, que genera frutos.

Finalmente, en el día que conmemoramos el aniversario del Combate de Angamos, nuestro arzobispo recordó la inmolación de Miguel Grau: «Por dejarnos un legado noble, verdadero y honrado, hundió su barco y murió ahogado por la Patria. Inspirado en la grandeza de nuestro Señor que murió en la Cruz, Grau entregó su vida como todos nuestros héroes nobles. Quizás, ninguno ganó una guerra, pero nos dejaron el legado de que nuestro pueblo es un pueblo de amor y de verdad».

En el inicio del Mes Morado, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a «tener las mismas actitudes de Jesús» para salir de los entrampamientos humanos que nos impiden vivir verdaderamente nuestra fe. El prelado advirtió del peligro que corremos al practicar un «cristianismo de apariencia» que nos impide afrontar los problemas serios y nos conduce a un «proceso de decadencia», en donde la fascinación por el dinero «genera la destrucción de la Iglesia».

En la Eucaristía concelebrada con Monseñor Jordi Bertomeu, el arzobispo de Lima reconoció el trabajo dedicado y acucioso de los periodistas, tantas veces maltratados en su afán por querer conocer la verdad.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

El Evangelio de hoy (Mateo 21,28-32) nos presenta la parábola de dos hijos que son convocados por su padre para ir a trabajar a la viña. El primero no quiso, pero, después, lo pensó bien y fue; el segundo, en cambio, respondió que sí, pero, luego, no fue. Sobre ello, Monseñor Castillo afirmó que nuestra vida «está surcada por decisiones que tomamos», muchas de ellas «pueden ser contradictorias» o hacernos «perder el norte».

A través de esta parábola, el Señor toma el ejemplo de las personas que son mal vistas (las prostitutas y los publicanos) para decirnos que, a pesar de estar «marcadas» por la sociedad como pecadores públicos, todo aquel que busca rectificar su vida y está abierto a cambiar «nos preceden en el camino del Reino de Dios». Este no es el caso del segundo hijo que, por más comprometido que se mostraba, no fue a la viña a trabajar, es decir, no hizo la voluntad del Padre.

Muchas veces, recordó el arzobispo de Lima, queremos quedar bien con Dios de palabra y apariencia, pero las apariencias en la fe «son muy peligrosas, porque entramos en un proceso de decadencia, no afrontamos los problemas, las ambiciones que tenemos, y generamos la destrucción de la Iglesia».

Actitud de autocrítica y restitución en la Iglesia

Es necesario, por lo tanto, una actitud de autocrítica en la Iglesia para «ver las cosas malas que hemos hecho y rectificarlas realmente». Por eso, el testimonio de los periodistas (que hoy celebran su día en el Perú) es importante, porque nos ayudan a «entender que estamos en una maraña seria en el país y en la Iglesia», y tenemos que «afrontar la grave situación para no darnos ilusiones de que somos un país lindo, católico y precioso, pero, después, resulta que somos los peores corruptos».

«Hoy quisiéramos agradecer a los periodistas, sobre todo, a los periodistas de investigación, que son muy acusados y golpeados porque quieren saber la verdad y ayudar a que afrontemos cara a cara y reparemos lo que hemos hecho mal», señaló el prelado.

Estamos para servir, no para sentirnos superiores

En este camino de reforma, el liderazgo del Santo Padre ha hecho posible que se inicie un proceso de esclarecimiento en la Iglesia universal, para que sepamos «afrontar los problemas» y «reconocer los signos de bondad que existen en las personas que viven con una cierta coherencia, a pesar de que pueden ser lejanas y pecadoras».

Muchas veces, existe gente que no viene a la Iglesia, pero es más honesta que los católicos. Y nosotros, a veces, nos sentimos y nos creemos más, pero los católicos estamos para servir, no para sentirnos superiores y condenar al resto.

Citando la carta de san Pablo a los Filipenses (2,1-11), Monseñor Carlos exhortó a que tengamos las mismas actitudes de Jesucristo, el cual, siendo de condición divina, no retuvo para sí su condición de Dios, sino que se anonadó, tomó la condición de servidor y pasó por uno de tantos. El prelado aseguró que necesitamos «aprender a ser cristianos de otro modo, no creyéndonos la comunidad privilegiada, sino aprendiendo a compartir los dolores de la gente y reconociendo que también somos pecadores».

Cuidarnos de la fascinación al «dios» dinero

En otro momento, el Primado del Perú advirtió que no podemos poner a Dios en segundo lugar y usarlo para robarle a la gente o hacer apariencias de cosas bondadosas. Uno de los problemas más serios que tenemos – sostuvo el prelado – es que la Iglesia hace ese tipo de cosas. «Hay una especie de fascinación por el dinero, y esa fascinación nos impulsa a adquirir el dinero con mañas y, a veces, usando el nombre de Dios», recalcó.

A puertas del Sínodo de la Sinodalidad, Carlos Castillo llamó a que unamos esfuerzos para discutir juntos cómo mejorar la Iglesia hacia el futuro, con un clero y obispos «al servicio del camino que hacemos todos y no al servicio de sí mismos».

Llenémonos de esperanza porque el Señor de los Milagros nos acompaña y, en esa compañía, nosotros queremos también acompañar el Sínodo del Santo Padre.

La Santa Misa de este domingo XXVI del Tiempo Ordinario fue concelebrada por monseñor Jordi Bertomeu, y un grupo de sacerdotes provenientes del país hermano de Chile. También recibimos la visita de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú y nuestro Coro Juvenil Arquidiocesano.

En el Mes de la Familia, la Basílica Catedral de Lima recibió la visita de las familias de nuestra Arquidiócesis, que acompañados de la imagen de la Virgen de la Merced, participaron de la Eucaristía presidida por nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo.

En el día que celebramos la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, el Primado del Perú recordó que el fundamento de toda la salvación cristiana consiste en poner nuestra mirada y servicio en los últimos. «Este Dios que nos ama gratuitamente a todos, que nos promueve y alienta, debe vivir en cada uno de nosotros, en nuestra disposición y apertura a dejarnos interpelar por los pequeños, a crecer juntos con ellos, integrando siempre a los que más sufren, a los que tienen mayores necesidades», expresó en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo

Nuestra Iglesia de Lima acogió a las comunidades de familias, niños, parroquias y hermandades que, en espíritu sinodal, participaron de la Santa Misa de este domingo XXV del Tiempo Ordinario. La Eucaristía fue ofrecida en especial intención por todos los frutos que nos ha dejado este mes de septiembre, marcado por una serie de actividades promovidas por la Pastoral Familiar, bajo el acompañamiento de nuestro obispo auxiliar, Monseñor Guillermo Elías.

Al comentar el Evangelio de Mateo (20,1-16), el arzobispo de Lima explicó que la parábola de hoy nos ayuda a comprender que «Dios nos busca a todas horas y nunca nos abandona. Él nos sigue, no nos ‘persigue’, sino que nos acompaña y quiere ayudarnos». Por eso, el Señor nos dice que el Reino de Dios se parece al propietario de una viña que llama a trabajar a algunos jornaleros desde muy temprano y en distintos horarios, pero, al final, paga a todos con la misma cantidad, incluso a los que han trabajado solamente una hora.

Aunque este gesto es un acto de generosidad, hay quienes optan por cuestionar la decisión del propietario en base al cálculo y la envidia, dos actitudes que, en palabras de Monseñor Castillo, son una «tendencia a desfigurar las cosas por tener un ‘ojo posesivo’ que nos corrompe «para sacar algo de dinero». Estas malas costumbres, luego, «se introducen por las ideologías y el pensamiento moderno actual», que nos impulsa abandonar el sentido de compartir y actuar de forma solidaria.

El punto de vista de Dios es distinto a los cálculos que hemos aprendido en la vida. El Señor nos busca para hacernos felices, para que la generosidad, la gratuidad, se instalen en nuestras vidas y no tengamos que estar calculando.

Los más pequeños, en primer lugar

Para evitar que el cálculo y la ambición se acentúen en nuestro modo de vida, necesitamos pensar en los más frágiles, en los más pequeños. «Ése es el camino de Dios, ése es el fundamento de toda la salvación cristiana, y tenemos que esforzarnos todos por cambiar de manera de pensar», recuerda el arzobispo.

Dice el Señor: «Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos». Para Monseñor Carlos, este es un llamado a superar el clericalismo y los elitismos dentro en la Iglesia, porque nos alejan de las necesidades más hondas de nuestro pueblo. Cuando esto ocurre, aseguró el prelado, se forma una ‘élite’ que vive separada de la gente y no tiene en cuenta sus necesidades, porque no pienso en el Otro, especialmente, en el más pequeño, el último. «Siempre, en la historia de la Iglesia, los más antiguos se creyeron privilegiados, y eso no ha terminado. Sucedió en el judaísmo y después sucedió en la Iglesia católica», advirtió.

Tenemos que repensar toda nuestra Iglesia, una Iglesia sinodal en la que caminemos juntos y nos escuchemos, sobre todo, una Iglesia en salida como Dios, que nos invita a trabajar en la viña y nos paga a todos lo mismo.

Presencia mercedaria en el corazón de Lima

En otro momento, el arzobispo de Lima saludó a toda la comunidad de las Mercedarias, ubicada en Barrios Altos, que se congregó en la Catedral de Lima para vivir la Fiesta de la Virgen de la Merced: «Yo quiero felicitarlos por esta iniciativa lindísima de venir con toda la comunidad a la Catedral. Es la primera Parroquia completa que viene a celebrar la misa, y yo les agradezco mucho»

Queremos agradecer la presencia de toda la Parroquia de las Mercedes, que tantos años han acompañado a nuestro pueblo por todo el barrio.

Dirigiéndose a todas las familias presentes, Monseñor Castillo habló sobre la importancia de la misión interfamiliar en el camino evangelizador de la pastoral familiar, para que aquellas familias que han logrado avanzar en la Iglesia y en la sociedad, puedan acompañar a las que están en problemas o dificultades.

La Eucaristía del domingo 24 de septiembre contó con la presencia de la Hermandad del Señor de las Caídas y de Nuestra Señora de las Mercedes, acompañados por su párroco, el Padre Tomás Garvan. También participó como concelebrante el Padre Roberto Aibar, de la Parroquia San Pablo y Nuestra Señora del Carmen.

«Uno de los grandes problemas que tenemos en nuestra sociedad, en su mayoría creyente y católica, es que en vez de afrontar los problemas, los escondemos. No los afrontamos cara a cara», con estas palabras, Monseñor Castillo pidió asumir el signo del perdón y la rectificación con un sentido de franqueza y amistad social, pero, sobre todo, con una actitud capaz de superar toda mezquindad para compartir a manos llenas.

«Vayamos juntos en este camino solidario de ayudarnos entre pecadores, que es lo que el Señor ha querido al darnos su vida, porque Él, no siendo pecador, decidió hacerse pecado por nosotros. Necesitamos una Iglesia que pueda comprender a la humanidad, pecadora como ella, para regenerar la matriz de la vida de la Iglesia y del mundo», dijo en su homilía en la Catedral de Lima.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo inició su alocución recordando que el Señor quiere que su comunidad, la Iglesia, sea un signo de amor: «Y la mejor manera que tiene Dios de manifestar su amor, considerando que todos somos pecadores y que esta Iglesia está formada por pecadores, es con el signo de su perdón».

En ese sentido, el Evangelio de hoy (Mateo 18,21-35), nos plantea el tema del perdón al hermano que nos ofende. «¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?», se pregunta Pedro. La respuesta de Jesús no solo es generosa, también nos revela que Él quiere que su amor entre tan fuertemente en nosotros que podamos superar el pecado.

“Hasta setenta veces siete, te digo que perdones”, responde. El arzobispo de Lima explicó que esta es una manera exagerada de manifestar que «el amor de Dios nos llama a un perdón infinito, porque Él quiere un mundo en donde todos nos reconciliemos, nos reencontremos, seamos hermanos».

El objetivo del Señor es que la humanidad se hermane y comprenda que todos somos hijos y, por lo tanto, hermanos.

El Primado del Perú aseguró que la Iglesia tiene la misión de prolongar el signo del perdón permanente. No solo es cuestión de ser absueltos en el sacramento de la Confesión y no hablar con el hermano que he ofendido, es indispensable que haya un sentido respetuoso de afrontamiento cristiano. «Lo que propone la Iglesia es que en la comunidad cristiana nos aprendamos a decir las cosas, aprendamos a regenerar la matriz de la vida de la Iglesia para regenerar la matriz del mundo en donde las cosas no se afrontan», reflexionó.

La gran revelación nueva es que el Señor seguirá llamándonos a cambiar. Si alguno se condena es por autocondena, por decisión libre de no querer escuchar nunca. Y, aun así, siempre está la mano extendida del Señor para ayudarnos.

En otro momento, Monseñor Castillo señaló que la lógica de Dios va más allá de la lógica de la moral humana, regida por un sistema de premios y castigos: si haces bien, Dios te premia; si haces el mal, Dios te castiga. ¡No es así! «La lógica de Dios es: Yo te amo y siempre te amaré, incluso, si eres pecador. Pero trata de acoger este don para que no te pongas tu propia condena».

Por todo ello, la Parábola del siervo malvado que narra Mateo, nos permite comprender que todos podemos ser generosos y generadores de vida para los demás. Sin embargo, también corremos el riesgo de dejarnos corromper por nuestras ambiciones, como el siervo malvado que, después de haber recibido el perdón de diez mil talentos (más o menos, 500 millones de dólares), se mostró despiadado con un siervo que le debía apenas 3 dólares).

El obispo de Lima exhortó a que no nos dejemos contagiar de la mezquindad: «A veces, no nos fijamos en el que tiene grandes deudas, pero nos fijamos en el que tiene pequeñas deudas y abusamos de él. Y ocurre también en la sociedad, en la vida política, en la vida económica del país, en donde las preferencias nos han convertido en personas angurrientas y mezquinas», advirtió.

Si somos una sociedad cristiana o católica o pretendidamente creyente, pero no damos testimonio de que somos capaces de superar la mezquindad, estamos negando nuestra fe.

El prelado insistió en la necesidad de tratar nuestras asperezas, hablarlas y superarlas, expresando la compasión y el perdón de Dios, de manera tal que formemos una humanidad que sabe reconciliarse y encontrarse, disculparse y disculpar al Otro. «Esta es una gran tarea que todos tenemos, y que debe comenzar por encontrar nuestros propios límites, reconocerlos humildemente y, luego, ver también el límite del Otro y su valor. Y si nos reconciliamos es porque todos valemos, porque nadie sobra en este mundo, todos somos importantes», aseveró.

La Santa Misa del domingo XXIV del Tiempo Ordinario, contó con la participación de los niños y jóvenes de la confirmación de la Parroquia El Sagrario. También se ofreció una especial intención por el aniversario institucional de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria – SUNAT.

Monseñor Castillo hizo un llamado a acoger el don de la sabiduría que nos ayuda a vivir en comunidad y ponernos de acuerdo para generar climas de paz. El prelado recordó que la Iglesia «está para ser fuente de comprensión y resolver los problemas más fundamentales» con un sentido de corrección fraterna, de manera prudente y con fineza.

Frente a la imagen de María, Sede de la Sabiduría, el Primado del Perú advirtió sobre los riesgos de tomar decisiones precipitadas que pueden dañar nuestras instituciones democráticas: «Cuando se pone en peligro, hermanos y hermanas, el equilibrio de poderes y el orden constitucional, se está estrechando la democracia, y eso no es lo que requiere el Perú. Pido a la Virgen María, Sede de la Sabiduría, ayudarnos a recapacitar, especialmente, a quienes tienen en sus manos las decisiones de tan honda repercusión para todos los peruanos».

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo señaló que el Señor quiere orientarnos sobre cómo hemos de ser en la Iglesia para ser una esperanza, un camino y una forma distinta de vivir que puede ayudar al ser humano y a toda la sociedad, a abrirse paso en la historia. Por eso, el Evangelio de Mateo (18,15-20) nos permite reflexionar sobre el concepto de la corrección fraterna.

El Primado del Perú explicó que el Señor ha querido iniciar un camino de claridad y mesura, dejando indicaciones para que, dentro de la vida de la comunidad, todo se resuelva en forma efectiva, con la mayor prudencia y fineza.

“Si tu hermano peca contra ti, repréndelo, los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos», dice Jesús. Los testigos, por lo tanto, también ayudan a la conversión del hermano. Para el obispo de Lima, un problema tampoco se hace público desde un inicio, sino que se comparte para ayudar.

Pero el mensaje del Señor continúa: «Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano”. Ante esto, Monseñor Carlos afirmó que «solamente se dice a la comunidad cuando el caso se convierte en grave, porque esa ofensa es una cosa seria y es necesario que toda la comunidad intervenga».

Y, aunque al final el Señor dice: «y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano», el prelado recordó que el Señor siempre es misericordioso, porque «trata a las personas con dignidad». En cambio, aquel que se autoexcluye de la comunidad necesita empezar todo el proceso de conversión cristiana nuevamente.

La Iglesia está para ser fuente de comprensión, para que resolvamos los problemas, especialmente, los más fundamentales.

En otro momento, el arzobispo de Lima hizo hincapié en las palabra del Señor: “Si ustedes dos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos”. Es decir, el acuerdo constituye un elemento vital en la comunidad como un aporte a toda la humanidad. «Por eso, el Papa está propiciando – y dentro de unos días empezará – la primera sesión del Sínodo de los obispos, que este año es el Sínodo de la sinodalidad, con cerca de 3600 delegados de todo el mundo, en donde vamos a ponernos de acuerdo sobre cómo vamos a seguir modificando algunas cosas en la Iglesia para poder hablarle al mundo que viene», aseveró.

Actitud sabia y justa para no desesperarnos

Frente a la imagen de la Virgen de la Sabiduría, cuya fiesta en nuestra Arquidiócesis se celebra el próximo 12 de septiembre, Monseñor Castillo habló sobre la importancia de mantener una actitud sabia y justa en las acciones que tomamos. Es precisamente esta sabiduría la que hizo posible que el Grupo Especial de Inteligencia del Perú (GEIN), nos devuelva la paz en el Perú hace 31 años, con la captura del líder terrorista Abimael Guzmán.

«Ustedes, hermanos del GEIN, nos salvaron a través de su inteligencia profunda y sabia, y se encomendaron a la Virgen de la Sabiduría, porque la sabiduría está en aprender a ponerse de acuerdo, en hacer las cosas con paciencia, en generar climas de paz. En una situación dramática terrible, ustedes pusieron el dedo en la llaga sin disparar un tiro. Ese es un acto de sabiduría, de confianza en que las cosas se resuelven con inteligencia verdadera», expresó el Monseñor.

No estrechemos la democracia

Inspirado en la Liturgia de hoy, el Primado del Perú hizo una exhortación a respetar las instituciones democráticas de nuestro país:

Cuando se pone en peligro, hermanos y hermanas, el equilibrio de poderes y el orden constitucional, se está estrechando la democracia, y eso no es lo que requiere el Perú. Todas las instituciones del Estado y los poderes públicos están llamados a ser muy cuidadosos y actuar con prudencia, para procesar diferencias y conflictos, recurriendo a procedimientos transparentes y ajustados al derecho.

Causa gran preocupación, en todos los ciudadanos, que ciertas graves decisiones que se están debatiendo en los últimos días conduzcan a todo el país, a nuestra democracia, a salir del marco institucional. Debemos evitar precipitarnos a un abismo que, como sabemos, luego, es muy difícil de salir de él, de reconstruir lo que destruimos.

Pido a la Virgen María, Sede de la Sabiduría, ayudarnos como ayudó a nuestros hermanos del GEIN y nos ayudó a todos, a recapacitar, especialmente, a quienes tienen en sus manos las decisiones de tan honda repercusión para todos los peruanos.

La Eucaristía de este domingo XXIII del Tiempo Ordinario, contó con la participación de la Hermandad infantil del Señor de los Milagros de Nazarenas. También recibimos la visita del Colegio de Contadores Públicos del Perú.

Entre los sacerdotes concelebrantes estuvieron: Padre Humberto Giusti Garro, director espiritual de la Hermandad de Señor de los Milagros; Padre Edwin Aguilar Arias de la diócesis de Carabayllo; Padre Carlos Hudtwalcker, misionero montfortiano.

Al llegar el domingo XXII del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo habló sobre la importancia de asumir nuestro camino misionero como cristianos y anunciadores del Evangelio, dispuestos a entregar la vida como Jesús, que vino a mostrarnos que la religión no puede estar ligada al poder ni el dinero, sino a la inspiración y suscitación de la esperanza en el mundo: «Que todos sigamos el mismo camino y estemos dispuestos a cargar con nuestras cruces, a compartir nuestras historias y sanar mutuamente», dijo en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo

Comentando el Evangelio de Mateo (16,21-27), el arzobispo de Lima señaló que el Señor nos llama a todos a dejarnos llevar por su Espíritu, sin embargo, existen algunas resistencias que pululan en nosotros y obedecen a intereses personales o búsquedas individualistas ajenas a nuestra fe. Esto fue lo que sucedió con Pedro, quien se mostró resistente ante el anuncio de que el Hijo de Dios tendría que padecer y entregar su vida por amor a los demás. «¡No lo permitiré! Eso no puede pasarte», reaccionó Pedro.

«A veces, empezamos a querer distorsionar el camino de Jesús para que no nos toque las exigencias que tiene el seguir a un Dios que es amor y ha dado la vida, a un Dios que se ha anonadado a través de Jesús por nosotros. Nos cuesta el intentar reconocer que tenemos una misión, y esa misión implica, inclusive, el martirio de la muerte por anunciar el Evangelio. Jesús no es un masoquista que está buscando morir porque quiere inducirnos morbosamente a la muerte, eso no es cristiano; pero sí hay que afrontar los problemas con un fuerte compromiso y entrega total.», dijo el obispo.

«El único camino para tener vida, siempre es compartirla. Y esto no lo entiende Pedro porque tiene un problema en su fe», prosiguió el prelado. Pedro no tiene poca fe, sino una fe de pocos (oligopistía), porque la entiende desde la exclusividad de un grupo de élite, propio de los dirigentes de Israel, los sacerdotes, que habían ocupado el lugar de los reyes seis siglos antes. «Jesús viene a rectificar la forma negativa de cómo se trató la vida religiosa en Israel», agregó.

Monseñor Carlos explicó que el riesgo de distorsionar y evadir la realidad de las cosas también ocurre cuando intentamos cambiar el rol de la Iglesia y, en vez de suscitar el amor en el mundo, lo condenamos.

Vale la pena seguir a Jesús porque así se implantará el amor, si con el corazón, con la sangre, con todo nuestro ser, nos dejamos seducir por Él y el Espíritu nos guía.

En otro momento, nuestro arzobispo de Lima advirtió que, en el camino de la Iglesia, pueden presentarse «enormes tentadores» que desvían nuestra atención. Esta «tendencia satánica» es a la que se refiere Jesús cuando le dice a Pedro: «Ponte detrás de mi, satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios».

«La tentación permanente ocurre en todos nosotros, y todos tenemos una debilidad, pero el Señor ha suscitado en nosotros ese fuego ardiente que nos dice el libro de Jeremías (20,7-9) que permite el poder rectificar en la fe», aseveró el Primado del Perú.

La Iglesia no puede estar ligada al poder ni al dinero, la Iglesia está para servir a la gente.

Todas estas imágenes de Jesús como un rey que vence al mundo con poder, se han acumulado en la historia de la Iglesia, aseguró Monseñor Castillo. «Por eso es que el Papa Francisco propicia la reforma de la Iglesia, de lo contrario, se nos “cuelan” imágenes demasiado ampulosas. Es cierto que el Señor es poderoso, pero en el sentido del amor, porque su poder suscita, en las personas, una manera nueva de vivir y de ser».

Tenemos el deber de poder, en medio de las situaciones que vivimos, colocar la fuerza inagotable del amor, que es capaz de convencer y cambiar a todas las personas.

Finalmente, el arzobispo Castillo exhortó a unir esfuerzos para promover el encuentro entre las personas y ayudarnos a crecer en el amor: «Hermanos y hermanas, no nos dejemos tentar. Para poder salir de toda tentación, desamor y pelea, les propongo hacer un examen de cómo es mi historia con Dios en mi vida y cuál es mi vocación».

«Todos tenemos que preguntarnos: ¿Quién digo que es Jesús? ¿Cómo lo siento y lo vivo? La vocación y la misión sostienen nuestra fe, nos invitan a actuar de acuerdo al Espíritu Santo», es el mensaje de Monseñor Carlos Castillo en este domingo XXI del Tiempo Ordinario.

Siguiendo el ejemplo de Pedro, que supo identificar al Señor como el Mesías y el Hijo del Dios viviente, el prelado recordó que todos estamos llamados a reconocer al Dios vivo que se esconde en nuestra historia, para que, inspirados por su Espíritu, sepamos desarrollar nuestra vocación al servicio del Otro y aprendamos a ser evangelizadores en cada circunstancia de la vida.

Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima

Monseñor Castillo señaló que la liturgia de hoy nos permite comprender que, cuando identificamos profundamente nuestra fe y lo sabemos manifestar, adquirimos una identidad como cristianos que nos convierte en anunciadores del amor gratuito de Dios.

Esto se puede rescatar del Evangelio de Mateo (16,13-20), que nos recuerda cómo Pedro reconoce a Jesús como el Mesías y el Hijo del Dios viviente. «Pedro expresa con hondura lo que es el Señor y une dos tradiciones de la vida de Israel: 1) La tradición ancestral, que establece que Dios salvaría a su pueblo por medio del Hijo del Hombre. 2) Una tradición mucho más nueva y universal, que viene directamente de parte de Dios en la vida de Pedro, quien inspirado y movido por el Espíritu Santo, obedece lo que le dice y sabe identificar al Señor», explicó el prelado.

La actitud de reconocimiento de Pedro, sostiene el arzobispo, nos ayuda a entender que la fe «es un aceptar que Dios nos inspira y nos mueve y, por lo tanto, nos mueve a vivir nuestra misión, nuestra vida y a decir lo que Él nos sopla. El Señor nos suscita su Espíritu para actuar de acuerdo a Él. Y la fe es, sobre todo, una obediencia al Espíritu Santo que nos guía».

Pedro se ha dejado llevar por la inspiración del Espíritu. A veces, nosotros nos esforzamos por ser los mejores, pero ocurre que este esfuerzo no es de acuerdo a la suscitación del Espíritu, sino a nuestra manera de pensar, a nuestros intereses escondidos.

El Primado del Perú advirtió que uno de los problemas del mundo es que no actuamos por vocación ni inspiración. «Hemos funcionalizado todo, todo es operativo, calculado y fingido, al punto que las cosas no brotan del corazón, en donde está la fuente inagotable del amor».

Para evitar una «relación burocrática con la vida» y cumplir con nuestra misión en esta historia, Monseñor Carlos pidió practicar la caridad y sensibilidad por los que más sufren. En ese sentido, contamos con el testimonio vivo de tantos hermanos y hermanas que nos acompañaron en la Eucaristía de hoy: desde el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú, las madres de las ollas comunes y nuestra Cáritas Lima, hasta los misioneros del Instituto Id de Cristo Redentor y los jóvenes de la Pastoral Juvenil (próximos a vivir la JAJ 2023). Todos ellos nos recuerdan, indicó el arzobispo de Lima, que somos «misioneros de la ayuda de la gente por vocación».

Y esta capacidad de reconocer al Señor como el Hijo del Dios viviente, es resaltada por el Señor: “De ahora en adelante, tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Es decir, toda la Iglesia se fundamenta en el Pedro inspirado, el que obedece al Señor, el que no construye su manera de ser Papa, sino que se deja ser Papa.

«¿Y quién elige al Papa? Lo elige el Espíritu Santo en un cónclave. Nosotros aceptamos al Papa que el Espíritu Santo nos da. Esto también ocurre con los sacerdotes y los obispos … Venimos de una misión que nos ha dado el Señor, que no es por nosotros mismos ni porque somos la divina pomada, sino porque tenemos esa misión y la llevamos en vasos de barro», recalcó el obispo de Lima.

Todos estamos llamados a ser anunciadores y transparencia de Dios mismo en nuestros actos, en nuestras vidas. Y si es necesario, estar dispuestos a dar la vida para ayudar a los demás.

La Eucaristía celebrada en Catedral de Lima contó con la presencia de Monseñor Gilberto Gómez Gónzalez, obispo de la diócesis de Abancay. También participaron como concelebrantes el Padre Emerson Velaysosa y el Padre Arturo Alcos.

En la Eucaristía del domingo XX del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo pidió que superemos todos los prejuicios que nos impiden vivir la universalidad del amor gratuito de Dios. «Dejémonos curar por el Señor que nos ama. Ser católico significa vivir en apertura universal a todos los seres humanos, a los niños, a las mujeres, a los ancianos, a todos los que sufren, a todos los migrantes. Ésa es nuestra gran tarea en el corazón y en la sociedad», manifestó.

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En la homilía de hoy, Monseñor Castillo explicó que, mucho tiempo antes de Jesús, el pueblo de Israel había recibido la gracia y el don de conocer que Dios los ama, acompaña y alienta. «Era algo tan grande ser amados gratuitamente por Dios que esto no podía ser solamente para ellos, sino que debería ser universal», comentó.

Por eso, el Evangelio de Mateo (15,21-28) nos recuerda la misión de apertura a los demás pueblos, que también es la misión universal de la Iglesia, que no excluye a nadie del amor gratuito del Señor. La liturgia de hoy, en ese sentido, nos ayuda a comprender la importancia de ese amor universal.

Resulta que la mujer cananea proviene de los pueblos de Tiro y Sidón, región de gente muy acaudalada dedicada a la pesca y el comercio. Los galileos, en cambio, eran marginados muchas veces por su condición de campesinos y pescadores. Toda esta rivalidad histórica generó resistencias en los discípulos que, ante la insistencia de la mujer cananea por salvar a su hija, piden una respuesta del Señor. Pero Él responde agregando un elemento cultural: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel… No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»

¿A qué se refiere el Señor? Monseñor Carlos explicó que, debido a su maltrato con los campesinos de Galilea, los sirofenicios habían sido apodados «perros». Por eso, la respuesta de la mujer cananea esconde un reconocimiento de sus malas costumbres y tratos despreciativos: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»

Aquí se produce, sostiene nuestro arzobispo, una primera curación en la mujer cananea. Ella se arrepiente de las costumbres negativas y manifiesta su humildad al reconocer que la primera en falta a la universalidad del amor es ella misma. Frente a esta actitud, el Señor la acoge y la incluye, siendo pagana, dentro de los salvados. «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas», dice Jesús.

Esta mujer, poseída por la necesidad urgente de salvar a su hija y por la grandeza de Jesús, expresa su fe desde lo más profundo. Es una fe que implica renunciar a ciertas costumbres que impiden esa relación buena con Dios.

A la luz del Evangelio, el Primado del Perú hizo un llamado a que todos podamos curarnos de nuestras malas costumbres, especialmente, aquellas que marginan a los más humildes, muchos de ellos provenientes de pueblos provincianos. «Aquí todos valemos, en la Iglesia nadie sobra, todos están convocados, todos somos hermanos», recalcó el prelado.

La fe es relación íntima y personal con el Señor, es aprender a hacer una relación que nos permita dejar que nos vaya trabajando por dentro y creciendo en nosotros.

Finalmente, al conmemorarse el Día del Niño en nuestro país, el arzobispo Castillo recordó la gran convocatoria de las «Semillas de Santa Rosa», una campaña solidaria para abastecer las ollas comunes de nuestra ciudad de menestras y alimentos nutritivos. «De este modo podemos mejorar las ollas comunes que llegarán, sobre todo, a los niños. Ellos deben ser nuestra prioridad, y estamos muy agradecidos con todas las madres de distintas partes que se esfuerzan para que ellos se alimenten bien», refirió.

Siguiendo el ejemplo de Rosa de Lima, quien se entregó con el mismo amor universal de Jesús a los más pobres y despreciados, el Monseñor Carlos pidió que todas las donaciones de menestras sean entregadas a las parroquias más cercanas o a los almacenes de Cáritas Lima (jr. Chancay 282 – Cercado de Lima).

En un mundo en el que «todos vivimos desconfiando de todos», Monseñor Carlos Castillo invitó a renovar nuestra confianza en el Dios que es amor y no miedo, porque suscita en nosotros la capacidad de afrontar las situaciones de tempestad que nos impiden ver con claridad.

«Que con la ayuda del Señor, todos crezcamos en la confianza y en el amor para rehacer juntos un mundo mejor, porque todos estamos desconfiando de todos. Pidamos al Señor que su paz y su brisa nos tranquilice, para hacer las cosas con conciencia y sin enredos», invocó en su homilía.

Leer transcripción de homilía del arzobispo Carlos Castillo

Al comentar el Evangelio de este domingo XIX del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo explicó que el encuentro de Jesús con sus discípulos en medio de la tempestad, nos permite comprender que ser creyente es tener confianza en el Dios que nos ama:

«Los discípulos ya están pensando en que se viene el mundo abajo y el cielo se cae… una serie de cosas que estaban en la herencia religiosa antigua de Israel, pero que no eran la revelación de JAHWEH, porque, como se lee en la Primera Lectura del libro de los Reyes (19,9a.11-13a), Elías cree que el Señor se va a aparecer en el terremoto, en la tempestad, en el fuego, en el huracán. Y, ¿dónde se presenta el Señor?: En la suave brisa, porque JAHWEH es el Dios que es amor, que está con nosotros, que no nos abandona y que, por lo tanto, no nos da miedo, sino que suscita la confianza», señaló.

El Primado del Perú aseguró que necesitamos ir dejando los «dioses» que nos dan miedo, especialmente, cuando hacemos de la religión una serie de prácticas y ritos que nos impiden ir a lo principal: la confianza en el Señor para poder hacer sus obras de amor: «Quien es amado, comparte el amor; quien es alegre, comparte la alegría, anuncia la alegría misionera del Evangelio, como dice el Papa Francisco», insistió.

Todo cristiano es un cristiano misionero que anuncia la alegría misionera del Evangelio, una alegría que penetra en el mundo para mejorar la vida de los demás, no para destruir a nadie.

En otro momento, el arzobispo de Lima advirtió que la fe no debe confundirse con el adoctrinamiento que recibimos en la catequesis, porque «la fe es aprender a confiar en el Señor» y hay que ser un poco “sinvergüenzas” en ese sentido, es decir, «atrevernos a abrir nuevos caminos con confianza en el Señor y sin vergüenza».

Ver el rostro del Señor en medio de la tempestad.

Otro aspecto a destacar en la liturgia de hoy es que, ante la amenaza de una tempestad, los discípulos no ven el rostro del Señor y lo confunden con un fantasma. «¿Cómo puede ser que nuestras creencias sean más grandes que el reconocimiento del amigo?», preguntó el Monseñor. «A un amigo siempre se le mira al rostro y reconoce. Pedro era el más tempestuoso de todos, y cuando está a punto de hundirse, reconoce al Señor y le dice: ¡Señor, sálvame!«.

El prelado recordó que todos debemos tener una actitud permanente de confianza y reconocimiento al Señor, que está siempre a nuestro lado para ayudarnos a salir de las dificultades. Por eso, el arzobispo Castillo hizo una invitación a que hagamos una pequeña revisión de nuestras vidas para preguntarnos cómo va nuestra confianza: «Les recomiendo que cada uno, en su ser personal, en sus familias y todos como peruanos, nos preguntemos esta semana cómo va la confianza», reiteró.

Renovemos nuestra confianza en ese Dios que se presenta en la brisa, en la tranquilidad. Elevemos una oración al Señor en silencio, para pedirle su fuerza y calmar las tempestades que nos atormentan.

Pero esta revisión también va para la Iglesia y sus dirigentes: «Nosotros como sacerdotes, en la forma de vivir la Iglesia durante años, en esta forma “colonial” que ha tenido nuestra Iglesia, a veces, damos miedo a la gente. El sacerdote, el obispo y la Iglesia no están para dar miedo a nadie… ¡estamos para incentivar la capacidad de confiar y de crecer!», apuntó.

Necesitamos aprender a hacer las cosas no por costumbre, sino porque apreciamos el valor propio de cada uno y consideramos el bien de todos.

Solidaridad con el pueblo hermano de Ecuador

El arzobispo de Lima también se pronunció por la reciente tragedia ocurrida en el país hermano de Ecuador, que, a pocos días de las elecciones presidenciales, fue testigo del asesinato de uno de sus candidatos, Fernando Villavicencio: «Hay gente que quiere introducir el miedo a través de las amenazas, las agresiones y la violencia. Nosotros tampoco nos libramos de algo así, porque hay esa tendencia a hacer cualquier cosa con la vida de los demás. Cuando estamos atarantados por esas cosas, tendemos a tener desconfianza en el Señor, nos deprimimos, nos desesperamos y vemos fantasmas. Y cuando vemos fantasmas, vivimos paralizados», comentó.

La Eucaristía del domingo XIX del Tiempo Ordinario, contó con la presencia de los niños del Grupo Scout Lima 96 San Judas Tadeo. También recibimos la visita de los niños y jóvenes de la catequesis de la Parroquia El Sagrario.

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