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Ascensión del Señor: Vivir abiertamente a la plenitud de Dios

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este VII Domingo de Pascua, Fiesta de María Auxiliadora y Solemnidad de la Ascensión, en la Basílica María Auxiliadora, en compañía de los padres salesianos.

«Madre Santa, tú que nos has dado a Jesús, y a lo largo de la historia nos enseñaste que la Iglesia, en medio de los problemas, siempre pueda seguir adelante anunciando la esperanza a la humanidad, ayúdanos en este momento difícil para que, en la oración suscitada por el Espíritu Santo que viene a nosotros, podamos seguir con tu propia delicadeza, poder de amor y ternura, ayudar a que la humanidad se repare de sus heridas, se haga más humana y si es posible, más cristiana» – comentó.

«Festejar la Fiesta de María Auxiliadora en la gran fiesta de la Ascensión del Señor, implica que podamos rastrear la figura de María en el corazón de aquellas cosas que Jesús hace con sus discípulos», comentó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.

Refiriéndose al Evangelio de Mateo (28,16-20), el Arzobispo explicó que después de la pasión, el Señor quiso presentarse ante sus discípulos hablándoles del Reino de Dios a través de diferentes signos: «eso quiere decir que cuando estamos en medio de una situación dramática y compleja donde no se entienden las cosas, el Señor nos sigue hablando», señaló.

La presencia de María en los gestos de Jesús

Jesús anuncia a sus discípulos que van a ser bautizados con el Espíritu, pero la actitud de ellos es un poco extraña, manifiesta Monseñor Castillo, porque se preocupan por restaurar el reino de Israel y no piensan en el Reino de Dios: «se quedaron en la parte social, como nosotros, que nos apuramos más en terminar la cuarentena descuidando el riesgo de contagio, y especulamos sobre el día o la hora pero no sabemos esperar que el Espíritu Santo nos ilumine para salir de la manera adecuada y justa cuando sea necesario».

La delicadeza que tiene el Señor para corregir a sus discípulos sin recriminarles «tendría que haber sido una cosa que Jesús no solamente aprendió del Padre, sino también de María -precisa el Arzobispo de Lima – la presencia de María está presente de manera discreta. María es auxiliadora en la discreción y en la sencillez, por eso guardaba esas cosas en su corazón».

La Ascensión deja el «cielo abierto» para vivir abiertamente la plenitud de Dios

La Ascensión de Jesús nos recuerda que ‘subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre’, como lo recitamos en el Credo, y además de ello, Monseñor Castillo subraya que lo más importante de este acontecimiento es que «el cielo no se cierra, el cielo queda abierto para que el Hijo siga dándonos el Espíritu del Padre, por lo tanto, vamos hacia Dios, el cielo está abierto para que la carne humana entre en él».

En la Ascensión se da la cosa más preciosa del dogma cristiano de la Trinidad, ahora en la Santísima Trinidad hay carne humana resucitada de Jesús y, por lo tanto, tenemos nosotros también la esperanza de que todos aquellos que han muerto, especialmente los que han muerto trágicamente en estos tiempos, pueda vivir abiertamente la plenitud de Dios en su propia carne

«En María también tenemos un ejemplo de que la carne humana ya es parte de Dios, existe carne humana en Dios, ese es el misterio grandioso de que nuestra esperanza está bien fundada, y por más que la muerte nos aceche, la última palabra no la tiene ella sino la resurrección y la esperanza definitiva de participar del amor glorioso de Dios», expresó.

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