«El Adviento siembra en nosotros los sentimientos de Jesús que hacen posible que el mundo recapacite. Gracias al don generoso del amor de Dios, todos podemos, con anchura de corazón, recibir al Señor y cambiar», fueron las palabras del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, durante el III Domingo de Adviento.
Mons. Castillo explicó que el III Domingo de Adviento, llamado también el domingo de la alegría (Dominica Gaudete en latín), nos acerca a la fiesta de la Navidad y nos recuerda «la esperanza de Israel de vivir una alegría inmensa por la presencia de su Dios después del exilio».
«Hoy también, hermanos y hermanas, necesitamos esa alegría, y los cristianos no solamente creemos que la Navidad ocurrió hace 20 siglos, sino que Jesús viene para renacer en nuestras vidas y para llenarnos de esa alegría que permite reedificar el mundo de otra manera», comentó el Arzobispo de Lima.
Amplitud de visión para cambiar los arquetipos
Esa alegría por la llegada del Señor implica que «nuestra espera tenga el carácter de la paciencia» que la Carta del Apóstol Santiago (5,7-10) nos recuerda – «Pero esa paciencia no debemos entenderla como una actitud pasiva – precisa Mons. Castillo – la palabra paciencia en la Biblia se dice ‘Makrothumia’: [thumia] significa corazón y [makro] significa ancho, en síntesis: ancho corazón».
Esperar la venida del Señor con ancho corazón significa con amplitud de visión, de criterio, disponibles a cambiar los arquetipos que siempre repetimos constantemente.
Este llamado a la amplitud de visión que refiere Monseñor Castillo es el mismo que debió comprender Juan el Bautista, que en palabras del Papa Francisco, tuvo que convertirse de sus arquetipos, de sus deseos propios y de ese juicio apresurado que tenía respecto a un Dios vengativo que intervendría con fuego sobre el mundo y traería alegría únicamente a un pequeño grupo de «purificados».
Por eso, según narra el Evangelio de Mateo (11,2-11), el Señor se percata de las dudas de Juan «acerca del camino y la forma en que Jesús está presentándose».
Jesús se presentó siempre como aquel que restaura las heridas, enjuga las lágrimas, acompaña a su pueblo silenciosamente y como dicen las lecturas – “hace ver a los ciegos, hace que los inválidos anden, que los leprosos queden limpios, que los sordos oigan, que los muertos resuciten” – pero sobre todo, anuncia el Evangelio, la buena noticia a los pobres
Anchura de corazón para recibir al Señor
«Probablemente, a Juan le parecía muy poco lo que estaba haciendo el Señor, como nos parece muy poco las actividades que hacemos en la Iglesia por el bien del pueblo pobre – indica el Arzobispo de Lima – pero Jesús tampoco hizo demasiado, sembró la semilla para que todo tuviera ese carisma, para que esos sentimientos de amor que tenemos en este tiempo sean signos de lo que vendrá».
El Adviento siembra en nosotros los sentimientos de Jesús que hacen posible que el mundo recapacite. Gracias al don generoso del amor de Dios, todos podemos acceder a su generosidad y, con anchura de corazón, recibir al Señor y cambiar
Para recibir al Señor debemos estar dispuestos a llenarnos de su amor, «el amor puro, el amor generoso de Dios, que es un don gratuito, que no cobra». Medir y hacer un cálculo de nuestras relaciones humanas, en cambio, nos aleja del «sentido de gratuidad y generosidad».
Jesús nos enseñó a ver el rostro de las personas y a responder a sus necesidades, atenderlas poniéndonos en el lugar del otro. Jesús se insertó en nuestra historia para que todos comprendiéramos la vida no solamente en favor de los pobres, sino como los pobres la comprenden. Por eso se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.
Entrar en el camino del Reino como pequeño es entrar y renacer del amor de Dios
«Esos ojos del Señor que perciben la realidad de otra manera, permiten también a Juan insertarse en el camino. Juan era un hombre sincero, capaz de denunciar las injusticias, de vivir pobremente y, sobre todo, de sufrir la consecuencia de lo dicho», dijo el Arzobispo de Lima.
«Entrar en el camino del Reino como pequeño es entrar y renacer del amor de Dios – prosigue – el Papa dice que, en esta Navidad, deberíamos intentar dejarnos regenerar por el Señor, renacer a un mundo nuevo desde cada uno de nosotros, pero uniéndonos también como sociedad».
Jesús es la Palabra que nos hace dialogar con todas las naciones, los pueblos, los creyentes, los creyentes de otras religiones, y los no creyentes. Por eso, el Papa Francisco también recordó que, si María ha venido como Virgen de Guadalupe, es porque María es mestiza y quiere llegar a todos, especialmente en nuestros países donde tenemos pueblos tan distintos pero tan necesitados de la presencia diversificada y unida de nuestra Iglesia.
«Que Dios nos bendiga, nos llene de alegría, y que en el corazón de la Navidad, podamos todos renacer también como país», concluyó.
La Celebración Eucarística en la Basílica Catedral de Lima contó con la presencia de representantes de la Mesa de Trabajo Intersectorial para la Gestión Migratoria; la Asociación de ex alumnos del Colegio de Nuestra Sra. de Guadalupe; el economista Igor Garafulic Olivares, Coordinador Residente del Sistema de las Naciones Unidas en el Perú.
Concelebraron Mons. Germano Penemonte, Secretario de la Nunciatura Apostólica en el Perú; y el padre Nivaldo Feliciano Silva, Secretario Ejecutivo Nacional Pastoral de Movilidad Humana (Conferencia Episcopal Peruana).