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La Parroquia Santa Magdalena Sofía Barat, ubicada en El Agustino, recibió la visita pastoral de nuestro arzobispo de Lima. En la Celebración Eucarística que congregó a muchos fieles, Monseñor Castillo reafirmó el llamado del Papa Francisco a encaminar una Iglesia peregrina que llegue a todos, sin excepción: «El Señor nos invita a anunciar la cercanía de su Reino con nuestra cercanía. Salgamos a anunciar el Evangelio y no los ‘encerremos’ solo en los templos, porque el Señor quiere entrar en lo más profundo de todos para que el Reino de Dios llegue al mundo», reflexionó en su homilía.

Comentando el Evangelio de Lucas (10, 1), que relata la misión encomendada por Jesús a los setenta y dos discípulos: ir de dos en dos a anunciar el Reino de Dios; Monseñor Castillo explicó que el Señor ha llegado a Jerusalén con la intención de decir su Palabra para que penetre en la vida de todas las personas y podamos renacer, ser hombres y mujeres nuevos, es decir, personas que viven en el amor y saben anunciar el Evangelio.

«El Señor llama a sus discípulos a ponerse en camino. Y, ¿qué significa esto? Ponerse en camino es saber que estamos en una situación difícil, pero allí, en medio de los lobos, podemos anunciar el Evangelio y ser discípulos misioneros. Todos podemos serlo, no se necesitan muchas cosas. Uno de los problemas en nuestra Iglesia es que, a veces, pensamos que se necesita mucha plata, muchos aparatos… pero cuando uno vive en la sencillez y anuncia el Evangelio, tiene que estar ligero de equipaje», reflexionó.

Discípulos y discípulas en misión.

El Primado del Perú agradeció el esfuerzo y el espíritu solidario de la comunidad de Santa Magdalena Sofía Barat, que bajo la guía de su párroco, Arturo Alcos, han colaborado desinteresadamente con de las ollas comunes y la organización de las cunas, beneficiando a cientos de familias de las periferias: «Ustedes están al servicio de la Palabra, porque dan testimonio del Señor con sus vidas y nos ayudan a renovar la sociedad. Gracias por ser discípulos misioneros y discípulas misioneras en medio de la Pandemia», reconoció.

Anunciar la Paz en medio de las dificultades para conversar y aclarar.

El arzobispo de Lima también reflexionó sobre la crisis mundial que vivimos a consecuencia de la Pandemia y los conflictos armados, así como la escasez de trabajo y el incremento del costo de vida, perjudicando siempre a los más pobres: «Probablemente, en unos meses, tendremos una crisis económica mundial, y hay que saber enfrentar este momento sin crear terror o desesperarse. Lo que debemos hacer es organizarnos y pensar juntos, y para eso se necesita Paz; no necesitamos andar peleándonos, necesitamos anunciar la Paz en medio de las dificultades, para crear espacios donde podamos conversar y aclarar cómo hacemos para resolver los problemas», remarcó el prelado.

La presencia de la fuerza amorosa de Dios está la gente.

Monseñor Castillo hizo hincapié en el mensaje del Señor a sus discípulos: «Anunciar que el Reino de Dios está cerca». ¿Y de qué manera está cerca? A través de la presencia de la fuerza amorosa de Dios en la gente: «Esa fuerza no es agresiva, es una fuerza fina que suscita esperanza en nuestro pueblo. Todos tenemos cualidades finas para ser evangelizadores y discípulos misioneros, y necesitamos desarrollar nuestra fineza para anunciar y dejar que la Palabra entre profundamente en las personas, las inspire», acotó.

Al llegar el XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo recordó que la misión de la Iglesia es evangelizadora y se encuentra en servicio a las periferias. El prelado advirtió que una Iglesia que no es testigo vivo de Cristo corre el riesgo de convertirse en una «Iglesia estancada y encerrada». (leer transcripción de homilía).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El Arzobispo de Lima inició su homilía recordando que el amor de Jesús por Jerusalén, es el mismo que tiene por nuestro pueblo, a pesar de sus contradicciones, ambiciones, odios y celos. En ese sentido, como Iglesia y como cristianos, «nosotros estamos llamados a reparar ese daño y hacerlo con la misión que el Señor nos ha encargado: la evangelización; no salirnos de nuestro lugar, porque nosotros no estamos para hacer política o formar un partido católico de ninguna clase, estamos para inspirar, con la Palabra de Dios, las situaciones para que todo el mundo se convierta», resaltó.

Nuestra humanidad, en las situaciones de conflicto y dificultad en el mundo, está llamada, desde la fe, a transformar su humanidad en una más sensible, generosa, que cuide a la población pobre; y para eso, necesitamos que la Iglesia sea evangelizadora, anuncie el Evangelio, sea testimonio vivo de Cristo.

Comentando el Evangelio de Lucas (10, 1), que relata la misión encomendada por el Señor a los setenta y dos [discípulos]: ir de dos en dos a anunciar el Reino de Dios; Monseñor Castillo explicó que «Dios quiere que todos nos salvemos porque nos ama, porque ama a la humanidad y somos hechos para amar». ¡Pónganse en camino!, es la primera misión que le pide a sus discípulos. «Ponerse en camino es el modelo y la inspiración que el Papa Francisco tuvo cuando nos dijo que sueña con una Iglesia en que sea siempre misionera, en salida, en servicio a las periferias; una Iglesia que evangelice», recalcó el prelado.

«Nos hemos habituado a una Iglesia estancada, callada, que está siempre encerrada en el templo. Y como dice uno de los cardenales que inspiró el Papa Francisco: “Jesús sigue golpeando, pero para que lo dejemos salir, porque lo tenemos aprisionado”. Y, ¿cuándo no lo dejamos salir? Cuando salimos del templo y no somos testigos, no anunciamos, lo reducimos a nuestro pequeño grupo, a nuestra familia, pero no organizamos a los vecinos, salimos, no anunciamos juntos», indicó.

El creyente es creatura nueva, es semilla de una vida nueva.

El Primado del Perú señaló que, en el Evangelio de hoy, el Señor envía a sus discípulos como corderos en medio de los lobos, porque reconoce que en todo camino pueden haber lobos; pero el Señor nos envía para convertir a los lobos, «no para condenar a nadie – aclara el arzobispo – nos envía para ayudar a comprender las cosas. Y, a pesar de que tengamos una pequeña minoría de creyentes, esos creyentes han de ser fermento en la masa, han de ser la semilla de una vida nueva»

Para ser creatura nueva, como dice San Pablo (Gal 6, 14-18), tenemos que ayudarnos a aprender a amar juntos y a reconocer que somos receptores de que Dios nos ama sin medida, gratuitamente, sin condiciones. A veces, en la Iglesia, hemos puesto demasiadas condiciones para el perdón, pero el perdón, si no es gratuito, no es perdón. El perdón no es interesado, es un perdón que suscita, en nosotros, un amor en demasía.

Monseñor Castillo afirmó que el Señor nos convoca a cumplir nuestra misión en el mundo libres de equipaje, sin alforjas ni sandalias, ni mucha plata. Él pide nuestra concentración en la tarea que nos ha encomendado, sin distracciones: «Y el Señor también dice que visitemos las casas, pero que nos quedemos en una sola casa. A veces, quien es alojado y es misionero, busca la mejor casa. Como se suele decir y creer que para Dios es lo mejor, entonces, pensamos que también para el misionero, para el cura, lo mejor; y así, entonces, estamos endiosándonos todos. Tenemos que optar por la sencillez de vida, la pretensión sencilla, no la pretensión de lo impretendible», subrayó.

El Arzobispo de Lima hizo hincapié en el mensaje del Señor a sus discípulos: “Hay que anunciar que el reino de Dios está cerca”, porque a veces pensamos que Dios está muy lejos. Jesús ha mostrado a un Dios familiar, como ese Dios que se sentó a comer con Abraham y le prometió que tendría descendencia».

Dios come y bebe con nosotros, nuestro Dios se ha acercado con Jesucristo.Todos tenemos cercanía con Dios porque Él se ha metido con Jesús, muerto y resucitado, en cada ser humano. ¡Y vive allí! Y nosotros, como evangelizadores, lo único que hacemos es despertar al Cristo que está en cada uno. Ya todos están irradiados por la gracia de Dios, y el anuncio del Evangelio es despertar la gracia presente.

Finalmente, el Obispo de Lima reflexionó sobre la importancia de anunciar el Evangelio sin imponerlo: «Es tan fuerte este cariño que el Señor dice: «Cuando entren a un pueblo y no los reciban, váyanse a la plaza, sáquense los zapatos y sacúdanlos para devolverles el polvo de su pueblo porque no nos han querido escuchar”. En otras palabras… ¡déjenlos en libertad! No les impongan el Evangelio, que ellos mismos lo descubran, ya el Señor se encargará. A veces, cuando evangelizamos, vemos realmente cómo caen los demonios, porque cuando uno se acerca de verdad, con ternura, con amistad, con cariño, la persona se siente amada y cede».

La Celebración Eucarística contó con la participación de Congregación Salesiana, Hijas de María Auxiliadora y los hermanos del Santísimo Sacramento: «Que el Señor los haga testigos de Cristo y siempre anunciemos su Evangelio de corazón, para suscitar alegría y esperanza en todos», dijo el arzobispo.

En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, Monseñor Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú, hizo un llamado a la unidad de todo nuestro país, para anteponer el bien común sobre nuestros propios intereses y combatir la cultura de la corrupción, proponiendo espacios de respeto y de diálogo, aprendiendo a servir a los que más sufren, como lo hicieron los santos apóstoles, Pedro y Pablo: «Necesitamos encontrarnos y generar puentes de auténticas relaciones humanas», exhortó en su homilía.

La Eucaristía contó con la presencia del presidente de la República, el profesor Pedro Castillo Terrones; el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo; los obispos auxiliares de nuestra arquidiócesis; obispos de otras diócesis hermanas; miembros honorables del Cuerpo Diplomático del Perú; y autoridades representativas de nuestro país.

Al inicio de la Eucaristía, Monseñor Castillo dirigió unas palabras de bienvenida y agradecimiento en el día que también recordamos al Santo Padre, Papa Francisco: «Este día retomamos el camino de amor y de entrega de Pedro y Pablo, dos pecadores que lograron seguir y escuchar al Señor; en el caso de Pedro, inclusive, muriendo como el propio Jesús, de amor, como todos podemos morir si es que caminamos por la senda que el Señor nos inspira y lo obedecemos», expresó el prelado.

Los cristianos estamos llamados a encontrarnos.

Por su parte, Monseñor Nicola Girasoli afirmó que Pedro y Pablo fueron «las dos columnas de la Iglesia» que nos recuerdan la importancia de anunciar a Jesús con el testimonio de nuestra vida. En esa misma línea, el Papa Francisco ha querido que el servicio hacia las periferias, en busca de los lejos y los dispersos, sea el fundamento de su pontificado: «Es la cultura del encuentro, muy claramente expuesta por el Papa Francisco, en su Encíclica «Fratelli Tutti», donde nos dice que los cristianos estamos llamados a encontrarnos», precisó.

La misión de salir a las periferias, recuerda el nuncio, es un caminar juntos para promover el bien común, «creando espacios de respeto y de diálogo como el más eficaz remedio en contra de la cultura de la corrupción, de la horrible violencia contra la mujer y la pobreza. Necesitamos encontrarnos y generar puentes de auténticas relaciones humanas», agregó.

La misión de la Iglesia es la de servir a los más pobres y necesitados

En otro momento, Nicola Girasoli recordó que la misión de la Iglesia es saber compartir y servir a la sociedad, no competir, porque «la Iglesia no quiere competir con nadie. El Papa Francisco repite mucho que la misión de la Iglesia es la de servir a los más pobres y necesitados”.

La Iglesia Católica, en sus relaciones institucionales, no busca privilegios, no buscamos ni queremos privilegios, ni ganar espacio de poder; la Iglesia Católica quiere seguir creciendo, como lo hace desde hace siglos, un valioso servicio a la sociedad, especialmente, a los más pobres y necesitados. 

Monseñor Girasoli reiteró que la Iglesia quiere continuar su misión con mucha humildad y espíritu de servicio, a través de sus innumberables instituciones educativas y sociales, para seguir siendo «una gran realidad de ayuda y de presencia para todos los peruanos, sin alguna forma de proselitismos». 

Necesitamos brindar esperanza a nuestro pueblo, especialmente, a los jóvenes que, como repite el Papa Francisco, son el presente de nuestra sociedad y no solamente el futuro, poniendo la educación de los jóvenes en el centro del desarrollo del país; recordando las famosas palabras del gran poeta peruano César Vallejo: “saber más, es ser más libre”.

«Que la Fiesta de los santos apóstoles, Pedro y Pablo, por las palabras del Papa Francisco, sucesor del apóstol San Pedro, como pastor universal de la Iglesia, nos impulse a vivir una fe que se refleja en una coherencia de vida para ser, como dice el Papa, creyentes y creíbles», reflexionó.

Nicola Girasoli: Siempre contigo ¡Perú!

Antes de finalizar, el Nuncio Apostólico adelantó que su misión en nuestro país está cerca de culminar: «Han transcurrido más de cinco años de mi misión en el Perú, y como pasa con todos los diplomáticos, se acercan los días para terminar esta muy linda experiencia. Tuve la gran oportunidad de recorrer todo el país, recorrer todo el Perú, de visitar las 46 jurisdicciones eclesiásticas del país. Tuve el don de estar y vivir como cantan ustedes: «¡Contigo Perú!, siempre contigo, ¡Perú! En la costa, en la sierra y en la selva».

Ha sido una experiencia única, edificante, maravillosa, para expresar la íntima satisfacción que a todos nosotros, los diplomáticos, nos da el trabajar en el Perú; un país tan hermoso y apasionante.

«Me permito concluir esta homilía, citando a Raúl Porras Barrenechea, ilustre diplomático, historiador y catedrático que, junto con Jorge Basadre, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, y otros pensadores de la llamada “generación centenario”, plasmaron una nueva visión que colocaba al Perú como cantera y fuente inagotable de posibilidades que hemos constatado y afirmado, precisamente, en la celebración del Bicentenario de la Independencia del Perú. Decía Raúl Porras: “El nombre Perú tiene el más rico contenido histórico, espiritual. Perú es anuncio de leyenda y de riqueza; Perú es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral”, finalizó.

Cientos de fieles se congregaron en los exteriores de la Parroquia San Juan Bautista de Amancaes para celebrar la Fiesta de San Juan. Aquí llegó nuestro Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, para compartir la alegría del pueblo rimense, el entusiasmo de sus jóvenes, y la fuerza de las madres de las ollas comunes que se organizan para dar el alimento.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

En su homilía, el prelado afirmó que tener un patrón como San Juan, nos ayuda a situarnos en el mismo camino hacia Jesús, especialmente, si consideramos la historia que hereda de su padre, Zacarías, sacerdote expulsado por la ambición de poder y de dinero de los saduceos: «El grupo de los saduceos, que gobernaba el templo, había arrojado al margen a casi todas las familias sacerdotales para que vivieran como pudieran. Es por eso que Juan sintoniza con la misma actitud de Jesús, que viene de siglos en donde los reyes los habían botado del poder», contó.

Israel, en la época de Jesús, tenía una religión corrupta que usaba al pueblo para sus intereses, para dominar y destruir, no para servir al pueblo. Hoy día, en un momento tan difícil como vivimos en el mundo, la religión puede ser usada mal, y eso es lo que pasaba en Israel también. 

Monseñor Carlos explicó que San Juan supo reconocer su rol como profeta, anunciando que había alguien más a quien deberíamos seguir: «Ustedes saben que, cuando nos bautizan a todos, aquí en la coronilla, nos colocan el crisma, que contiene las tres tareas fundamentales de un cristiano: ser rey, ser profeta y ser sacerdote; ósea que todos tenemos algo de sacerdotes, pero no de sacerdotes que están mezquinando y maltratando a la gente, sino que, dentro del corazón del pueblo, suscitamos que haya profetas, reyes y personas buenas que dirijan el mundo».

Estamos destruyéndonos, hermanos; y por eso, la labor de Iglesia es muy importante, porque estamos llamados a desviolentar, a pacificar el mundo. La gente puede tener problemas, pero nuestra tarea es comprender para cambiar, no atacar, ni agredir, menos en nombre de la religión, sino creamos una religión que, en realidad, no cumple su misión en el mundo, que es realizar la condición de hijos de Dios que todos tenemos, para que todos seamos hermanos.

El Arzobispo de Lima reiteró que, en el momento de nuestro Bautismo, somos ungidos por el Señor para caminar hacia Él, para ofrecer nuestra vida al servicio de los demás, como lo hizo Jesús antes de subir al cielo, ofreciendo el testimonio de su vida: «El cielo no es la estratosfera, no son las nubes, es el Reino de Dios de amor, de justicia, de paz, de alegría, de amistad», acotó.

Iglesia sinodal que camina junta, conversa, comparte y llega a acuerdos.

Monseñor Castillo insistió en el llamado del Papa Francisco a poner en práctica la fraternidad para la conversión del mundo: «¿Cómo vamos a hacer un mundo de hermanos? Vamos a empezar por la Iglesia, y para eso, el Santo Padre nos invita a que hagamos esa Iglesia sinodal que camina junta, que conversa, comparte, discute, llega a acuerdos comunes, lee el Evangelio junta, y va haciendo un camino de esperanza para que el mundo pueda ver que es posible ser hermano», reflexionó.

Nuestro corazón y nuestra vida está siempre en referencia al Otro.

En otro momento, el Primado del Perú habló sobre la importancia de construir, desde el corazón de nuestras familias, un amor más universal en favor de todos, corrigiendo nuestro exclusivismo, y convirtiéndonos en familias misioneras que llenan de amor el mundo, no en familias que desprecian al que es distinto o tiene otras costumbres: «Tenemos, hermanos y hermanas, que resolver los problemas de esta época… ¡juntos! Todos vamos a participar, ayudándonos en medio de las diferencias», subrayó.

Dios nos ha hecho, de tal manera, que, como todos miramos para adelante, ninguno se mire para sí mismo. Nos miramos para nosotros mismos cuando cerramos los ojos, pero si los abrimos, siempre miraremos a los demás. Todos somos hechos “para”, nuestro corazón, nuestra vida, está siempre en referencia al Otro.

Todo ser humano está llamado a amar gratuitamente ¡Sin condiciones!

Monseñor Castillo recordó que, desde el inicio de nuestra existencia, todos hemos sido acogida en el vientre materno gratuitamente y sin condiciones. De igual manera, «todo ser humano está llamado, no solamente a amar, sino a amar gratuitamente, sin pedir nada a cambio; y ese amor maternal es el que es fuente de toda la vida de la humanidad, porque Dios nos ha creado así, somos sus hijos, nos ama y no nos retira jamás su amor, inclusive si nos portáramos mal».

La Iglesia está para testimoniar y decir a todo el mundo que siempre somos amados y estamos llamados a volver al útero materno. Recordemos que hemos sido amados gratuitamente, y compartamos lo que tenemos, dejemos de pelear, de ambicionar y de maltratar al pueblo de esa manera.

Antes de su bendición final, el Arzobispo de Lima saludó la encomiable labor que viene realizando la comunidad de la Parroquia San Juan Bautista, que junto a su párroco, el Padre Emerson Velaysosa, continúa la misión de ser un lugar de acogida para todos: «Aquí comenzó esa idea de José María Arguedas, todas las sangres del Perú, reunidas en Amancaes; y por eso, ahora, démosle gracias al Señor que nos ha regalado este paraíso, para que nosotros podamos enseñar y hacer del mundo un paraíso, como decía Santa Rosita de Lima, “hacer del Perú una partecita del cielo”. ¡Ésa es nuestra tarea!».

«Toda la Iglesia a nivel mundial se dispone, en el camino sinodal, a ponernos en sintonía los unos con los otros, siempre teniendo en cuenta al Señor, para reformar la Iglesia y ser, efectivamente, luz del mundo; y limpiar a la Iglesia de tantas heridas y males que todavía arrastramos y que tenemos que corregir juntos», es la reflexión que nos deja el Arzobispo de Lima en este domingo XIII del Tiempo Ordinario. (leer transcripción).

La Eucaristía celebrada en la Catedral de Lima, contó con la participación de diferentes grupos familiares convocados por la Comisión de Familia y Vida. Unidos en el nombre del Señor, nuestras comunidades parroquiales se preparan para vivir una gran jornada familiar y diocesana bajo el lema: «El amor familiar: vocación y camino de santidad».

Al inicio de su homilía, Monseñor Castillo afirmó que el relato de Lucas (9,51-62), nos permite comprender la importancia de hacer definiciones en nuestra vida que nos ayuden a corregir y madurar. Cuenta el Evangelio que Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén, pero, ante el rechazo recibido en una aldea samaritana, dos de sus discípulos, Juan y Santiago, toman una actitud violenta y revanchista. («Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?»)

¿Qué sucedió con ellos? El Arzobispo de Lima explicó que, tanto Juan como Santiago, tenían una enorme ilusión en Jesús, al punto de representar sus rivalidades con el pueblo samaritano, en la figura del Señor. «Ellos pensaron que Jesús va a Jerusalén para cambiar las cosas y hacer una especie de revolución, pero no se trataba de una revolución armada, sino de una conversión, que es lo que la Iglesia siempre predica, sobre todo, en las situaciones difíciles. En su época, Israel vivía una situación sumamente grave de conflictos, de tensiones, en gran parte ocasionadas por el imperio romano, y también, por los sacerdotes de Israel, que se hicieron cómplices del imperio romano e hicieron una religión malsana, a espaldas de las necesidades de la gente, sin misericordia, y completamente ligados a cuestiones de dinero y de poder».

Leer transcripción de homilía del Arzobispo de Lima.

Superar las ‘locas ilusiones’ y decidir el camino de la sinodalidad.

Pero Jesús quiere que dejemos de lado nuestras fascinaciones y ‘locas ilusiones’ y, especialmente, aquellas costumbres de desprecio entre pueblos que hemos arraigado a lo largo de la historia: «Nosotros, todos, tenemos ilusiones, y las consecuencias de las ilusiones son el olvido del sentido de las cosas(…) ¿Qué dice el Papa Francisco? Lo mismo que Jesús. El Papa Francisco ha tomado libremente la decisión de ir hacia la sinodalidad y hacia un mundo nuevo basado en el Reino de Dios. Y ese camino seguro, firme, es a través de la sinodalidad», afirmó el prelado.

El Papa está decidido a que la humanidad pueda revertir este momento de crisis y desesperación con solidaridad y fraternidad; por eso ha escrito la Fratelli Tutti, porque ha decidido emprender, con la Iglesia, el camino sinodal para ser ejemplo y ayuda al mundo, para ayudarlo a convertirse y no entrar en el caos y destruirnos todos.

Monseñor Castillo reiteró que no podemos continuar por la vida con la falsa ilusión de que todo se soluciona fácilmente: «Hay que ir a lo más profundo, poco a poco, armando y desarmando, poniéndose de acuerdo, discutiendo y aclarando (…) Lo que importa es que, cristianamente, aprendamos a resolver juntos estos problemas, a debatir, a aclarar, y a ponernos en sintonía los unos con los otros, siempre teniendo en cuenta al Señor. Toda la Iglesia a nivel mundial se dispone, en el camino sinodal, a tomar esa decisión, para reformar la Iglesia y ser, efectivamente, luz del mundo; y limpiar a la Iglesia de tantas heridas y males que todavía arrastramos y que tenemos que corregir juntos».

La actitud de saber ceder ante el Señor y servir a los demás.

El obispo de Lima ha resaltado la importancia de saber ceder ante el Señor y no ante nuestras pasiones. Eso implica tener una actitud de servicio y grandeza de corazón, la misma que tuvo Jesús para decidir ir a la Jerusalén por la cual llora. “¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos!”, dice el Señor.

Pero Jesús también advierte que el camino va a ser duro: “Los zorros tienen madrigueras y los pájaros nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”, advierte el Señor para corregir cualquier ambición de poder y dinero en sus discípulos; advierte para recordarnos que nuestra misión no será fácil: «Es muy difícil este camino, hermanos y hermanas, pero es el único camino que nos permite sellar al mundo con el amor gratuito de Dios; es el único que permite que las épocas continúen y cambien y mejoren», reflexionó el arzobispo.

Actuar según la vocación es una cosa fundamental que el Señor nos recuerda; y esa vocación es, siempre, la suya, la del Hijo del Hombre que viene a servir y no a ser servido.

Solidaridad con la comunidad jesuita.

En otro momento, Monseñor Carlos expresó su solidaridad con la comunidad jesuita por el asesinato de dos sacerdotes de su congregación en una iglesia de Chihuahua, México. «Los padres jesuitas entregaron su vida cumpliendo su misión, y su misión era muy sencilla: acoger a un herido en la Iglesia, que para eso están las iglesias; y entonces, entraron los sicarios y los asesinaron a ellos».

Si queremos anunciar que Dios reina en el mundo, necesitamos seguir adelante con Él. Y hemos de seguir también construyendo familia, a pesar de las adversidades, porque ella es también una figura del Reino de Dios. El Señor que nos define y nos transforma, nos dará todos los recursos y las formas de actuar necesarias para que el Reino de Dios llegue y el mundo viva gracias a su sello de amor gratuito.

Familias misioneras que llenen de amor el mundo.

Finalmente, en el marco del X Encuentro Mundial de las Familias, Monseñor Castillo hizo un llamado a saber reconocer el valor y el aporte de todos los miembros de la familia, superando toda costumbre de desprecio y cerrazón entre familias.

El Señor, abriéndonos a su camino, abre la familia a un amor más universal y en favor de todos, corrige nuestro exclusivismo y nos hace familias misioneras que llenan de amor el mundo.

El amor familiar es una vocación y camino de santidad.

Antes de la bendición final, Monseñor Guillermo Elías, obispo encargado de acompañar a la Comisión de Familia y Vida de nuestra arquidiócesis, anunció las acciones que se realizarán en el mes de septiembre con motivo del Encuentro de Familias 2022: «Habrá acciones parroquiales con el inicio del mes de la familia, luego habrá acciones decanales, habrá acciones vicariales, y un encuentro de toda la diócesis con las familias», comentó emocionado.

Monseñor Elías adelantó que las comisiones familiares de nuestras parroquias se vienen preparando en sintonía al X Encuentro Mundial de las Familias convocado por el Papa Francisco. En representación de las familias de nuestra diócesis, fue revelado el lema que acompañará y guiará este proceso de diálogo en el corazón de nuestras iglesias: «El amor familiar: vocación y camino de santidad».

Tras dos años de aislamiento social por la Pandemia, la Fiesta del Corpus Christi congregó a miles de personas en el corazón de la capital peruana. Acompañado del nuncio apostólico en el Perú, Monseñor Nicola Girasoli, así como los obispos auxiliares, clero arquidiocesano, hermandades, cofradías, religiosas, jóvenes y todo el Pueblo de Dios, Monseñor Carlos Castillo presidió la Eucaristía en la Plaza Mayor de Lima. (leer transcripción de homilía)

Corpus Christi: Leer homilía del Arzobispo de Lima

Al inicio de su homilía, Monseñor Castillo explicó que, desde sus orígenes, la Fiesta del Corpus Christi es una motivación permanente para regresar a la fuente inagotable del amor de Dios, mostrado en la vida de Jesús, y expresada en la institución de la Eucaristía.

El Arzobispo afirmó que el Reino de Dios no es el reino de las dicturas o los gobiernos políticos, porque Él gobierna «a través de la suscitación del Espíritu del amor en todos nosotros, y ese Espíritu de amor necesita un alimento. Se necesita alimento también para fortalecernos, de lo contrario, cómo vamos a aprender a amar si no estamos bien alimentados», indicó.

Dios no solo nos salva el alma, Dios quiere salvar la historia de los seres humanos, quiere salvar la vida humana en su totalidad, y quiere suscitar su Espíritu para que nos amemos unos a otros.

En otro momento, el prelado recordó las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy: «En el Cuerpo y en la Sangre de Cristo encontramos su presencia, su vida donada por cada uno de nosotros. No nos da solo la ayuda para ir adelante, sino que se da a sí mismo: se hace nuestro compañero de viaje, entra en nuestras historias, visita nuestras soledades, dando de nuevo sentido y entusiasmo».

Ante la reflexión del Santo Padre, Monseñor Castillo señaló que el Señor nos da sus signos, nos da su Cuerpo y su Pan para que, con su compañía y su cariño, podamos salir de nuestros enredos y depresiones, para que no desfallezcamos en el camino: «En ese alimento se encierra todo el amor de Dios en todas sus dimensiones espirituales, corporales, sociales, políticas y económicas; porque Dios ha venido, por medio de Jesús, a realizar su Reino en la humanidad, en nuestro mundo y en nuestro Perú».

El principio de la existencia es siempre la ayuda mutua y el servicio.

Al comentar el Evangelio de Lucas (9,11b-17), que narra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, el Arzobispo de Lima aseguró que todos podemos compartir y donarnos mutuamente, siempre atentos a las necesidades del otro para acompañarlo, alimentarlo, curarlo y anunciar el Reino de Dios con el testimonio de nuestra vida:

«Hacer el rito de Melquisedec significa, en nuestra sociedad, aprender a compartir gratuitamente y volver a la fuente inagotable que es la raíz de nuestra existencia. Todos hemos sido creados por amor gratuito, y Dios permanece con nosotros gratuitamente porque Él es nuestro servidor. Nosotros no tenemos un Dios ambicioso, tenemos un Dios generoso que nos sirve para que comprendamos que el principio de la existencia es siempre la ayuda mutua y el servicio».

El egoísmo, la ambición y la indiferencia destrozan a la Iglesia.

Meditando el relato del Evangelio, el Primado del Perú explicó que el Señor ha querido enseñarle a sus discípulos a salir de esa actitud egoísta que, muchas veces, todos tenemos. Cuando el Señor dice: “Denles ustedes de comer”, lo hace para recordarles que todos podemos acoger el Espíritu para generar una forma nueva de ser, sin mezquindades ni egoísmos, evitando formar pequeños grupos de élites ajenos a las hondas necesidades de nuestro Pueblo:

«En toda situación humana, siempre recordemos lo mismo: Hemos sido creados por un Dios que es amor gratuito, y la humanidad tendrá salvación solamente si regresa a su ser, a su origen, y aprende a compartir sencillamente, sin complicarse tanto la vida. ¿Y cómo se complica uno la vida? Cuando se está pensando solamente en los ritos y en las ganancias. Cuando esto sucede, se destroza todo el ser humano, se destrozan los movimientos, se destroza la Iglesia, se destroza por una serie de ambiciones y locuras».

Nuestra tarea es anunciar el Reino de Dios ya en esta tierra, para cambiar este mundo con los valores de la fe, no imponiéndolos, sino suscitándolos, porque están en el corazón de la gente. Los católicos no tenemos la propiedad privada de la Palabra de Dios, está repartida humanamente en toda la gente.

El hombre es un don de Dios para acompañar, compartir y generar vida.

Ante los pretextos de los discípulos («No tenemos más que cinco panes y dos peces»), Monseñor Castillo dijo que una mirada calculadora y cuantificable de las cosas, siempre conlleva a huir de los problemas e impide afrontarlos con sentido de responsabilidad: «Si yo soy don, yo también acojo al don que me es dado y lo acompaño, lo genero, suscito novedad de vida y espero que la otra persona pueda crecer con la alegría de la misma compañía que yo recibí. Y así nos damos la mano la humanidad, unos a otros», precisó.

En ese sentido, la respuesta del Señor es distinta a la de los discípulos. Él quiere acoger a todos, y además, que coman con dignidad, sentados, sin apuros y organizados en grupos de 50. ¿Qué significa esto? «Jesús quiere un Reino organizado, porque el pueblo en el mundo necesita, hoy día, organizar la fraternidad. Todos tenemos que colaborar y contribuir en la solución de nuestros problemas de manera organizada y sinodal, caminando juntos y ayudándonos unos a otros, dirigiendo la vida del mundo o dando una luz al mundo de que es posible comprenderse y ayudarse», reiteró el Arzobispo Carlos Castillo.

La Iglesia tiene un modo de conversar y compartir que puede ser signo y luz para todo el mundo. Eso es lo que debemos hacer en toda la Iglesia: aprender a hacer juntos las cosas, conversando y escuchándonos.

Finalmente, el último gesto del Señor, antes de partir el pan, es dar su bendición; es decir, Jesús quiere «enseñarles a sus discípulos cómo hay que proceder, aprendiendo a ser servidores de la gente, no tiranos ni mandamases. El que sea y quiera ser el primero, que sea el último y el servidor para ayudar a nuestro pueblo a salir adelante».

Demos gracias al Señor porque, entregando su vida a nosotros, todavía sobra bastante de ese Pan que podemos comer y que todos necesitamos para vivir.

En el día de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, Monseñor Juan José Salaverry presidió la Eucaristía en la Basílica Catedral de Lima e hizo un llamado a saber reconocer la presencia de Dios Trinitario en la vida de la humanidad: «El misterio de la Trinidad no es el misterio de un Dios que está en lo alto, viviendo su propia vida, desentendido de nosotros. Dios Trinidad se involucra en nuestra vida y quiere que nosotros seamos reflejo de la Trinidad en nuestra vida diaria», recordó.

En su homilía dominical, nuestro obispo auxiliar explicó que las lecturas de hoy nos ayudan a ver la presencia de la Trinidad en la alegría, en el gozo, pero también, a contemplarla en la tribulación. En ese sentido, el Evangelio de Juan (16, 12-15), nos permite comprender, en palabras de Jesús, que la Trinidad no solamente está en el cielo, también ha venido para acompañar al Pueblo de Dios, especialmente en medio de las dudas, los agobios y el desconcierto.

«La presencia de la Trinidad también está en nosotros; por eso, el Padre también es nuestro Padre, porque lo sentimos como creador y como generador de vida; el Hijo es nuestro hermano desde el bautismo, porque hemos sido adoptados como hijos en el momento del Bautismo; y el Espíritu Santo vive en nosotros cuando recibimos amor de los demás y cuando damos amor a los demás», reflexionó Monseñor Salaverry.

La Trinidad tiene sentido en sí misma, pero también tiene sentido en nuestras vidas, porque cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. La Trinidad no es la presencia de un Dios que se queda absorto en el cielo, sino de un Dios que se relaciona con nosotros y que quiere relacionarse con nosotros.

Monseñor Juan José afirmó que, en el Evangelio, descubrimos la presencia de este Dios Trinitario anunciado por Jesús, cuando se muestra en comunión plena con el Padre y nos regala el Espíritu Santo, Espíritu defensor, Espíritu Paráclito, que nos da el conocimiento para poder entender los misterios de la vida y para que no vivamos siempre en incertidumbre.

Seamos reflejo de la Trinidad en nuestra vida diaria.

En otro momento, Juan José Salaverry señaló que todos estamos invitados a «descubrir el misterio dela Trinidad en nuestra propia vida, en esa vida que el Señor nos ha regalado, formando parte de una familia, formando parte de un país, formando parte de la vida clerical a la cual pertenecemos algunos. Debemos dar ejemplo de comunión, de esa comunión que es el signo principal de la Trinidad».

Hoy, el Papa, en el Ángelus, ha dicho que no podemos ser hijos de la Trinidad si no pensamos en el Otro, porque el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, nos muestra la relación con el Otro.

Finalmente, Monseñor Salaverry aseguró que, con la inspiración del Espíritu Santo, todos podemos comunicar amor a los demás, pero con egoísmo o individualismo, jamás seremos reflejo de la Trinidad: «Nosotros no podemos construir familia, construir sociedad, construir Iglesia, si estamos divididos; no podemos salir adelante en nuestra sociedad si seguimos divididos por nuestros propios egoísmos, donde cada uno piensa de acuerdo con sus intereses y busca favorecer sus propios intereses y los intereses de los suyos», precisó.

Que vivamos esa dignidad de criaturas de Dios y sepamos transmitir a los demás ese sentido de comunión, cumpliendo bien cada uno nuestra propia misión, nuestro propio ministerio en la vida de la Iglesia y en la vida de la sociedad.

En el VIII domingo de Pascua, monseñor Guillermo Elías Millares presidió la Celebración Eucarística por la Fiesta de Pentecostés, en compañía de nuestros hermanos de la Renovación Carismática. En su homilía, nuestro obispo auxiliar, explicó que, como católicos, es fundamental que comprendamos la necesidad de recibir y acoger al Espíritu de Dios en nuestras vidas: «El Espíritu nos convierte en nuevas criaturas, para así poder asumir los desafíos que se vienen presentando en nuestro país y poder hacerles frente bajo su inspiración divina», reflexionó.

Monseñor Elías señaló que el Envío del Espíritu de Dios es una experiencia real y simbólica, porque «se manifestó como un viento impetuoso que llenó la casa en la que se encontraban, y que revela que el Espíritu es un viento fuerte y libre, es decir, nos trae fuerza, libertad, y no se deja enmarcar en nuestras exigencias humanas”, acotó.

Retomando la historia de Pentecostés, nuestro obispo auxiliar afirmó que, así como los apostóles tenían miedo de predicar la Buena Nueva de Cristo antes de recibir el Espíritu, nosotros también podemos sentir el mismo temor para anunciarlo o abrirle nuestros corazones:

“El día de Pentecostés, los discípulos de Jesús todavía estaban desconcertados y asustados, aún no tenían el valor de salir a la luz. A nosotros también nos sucede lo mismo: preferimos permanecer dentro de nuestras paredes protectoras; sin embargo, el Señor sabe cómo llegar hasta nosotros y abrir las puertas de nuestros corazones. Él envía su Espíritu sobre nosotros, nos envuelve y derrota todas nuestras vacilaciones, derriba nuestras defensas y desmantela nuestras falsas certezas”, subrayó.

Vivir la experiencia de construir comunidad.

En otro momento, el monseñor Guillermo remarcó que la Fiesta de Pentecostés nos enseña a ser responsables desde la fe, a vivir una experiencia de edificar a la comunidad, de construir la comunidad en la que estamos: «El Espíritu no nos quita las diferencias culturales, de pensamiento, si no, en la diversidad, nos impulsa a procurar la vida. En otras palabras, el Espíritu Santo pone en comunicación a personas diversas, realizando la unidad”, precisó.

Finalmente, monseñor Elías nos invitó a construir una mejor comunidad y un mejor país bajo el fuego del Santo Espíritu: “Que Pentecostés anime, pero también dé sentido a todo lo que, en este momento, cada uno de nosotros esté viviendo. Que el Espíritu de Pentecostés dé sentido a este país que requiere la acción poderosa de santificación que el Espíritu puede lograr”, concluyó.

Al llegar el VII Domingo de Pascua, Monseñor Guillermo Elías presidió la Celebración Eucarística de este domingo desde la Catedral de Lima. En su homilía, nuestro obispo auxiliar señaló que, con la Ascensión del Señor, se completa la misión de Jesús en medio de nosotros: “Jesús asciende al cielo llevando consigo nuestra carne. Es el primer hombre que entra en el cielo, porque es verdadero hombre y verdadero Dios. Esto debe causar en nosotros una inmensa alegría, porque nos da una profunda esperanza para nuestras vidas. Abramos y preparemos nuestro corazón para recibir a Jesús”, reflexionó.

Monseñor Elías remarcó que, en el misterio de la Ascensión, Dios Hijo nos abre las puertas hacia un nuevo horizonte, haciéndonos comprender que en esta vida terrenal no termina todo, sino que después de la muerte, Jesús nos espera, porque no nos ha abandonado, Él siempre está con nosotros.

Llamados a bendecir y anunciar la vida.

Guillermo Elías hizo referencia a otro pasaje del Evangelio de San Lucas, en el cual Jesús bendice a sus apóstoles, haciendo referencia al gesto sacerdotal: “El Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran Sacerdote de nuestra vida. Jesús sube al Padre para interceder por nosotros, para presentarle nuestra humanidad. Y así, el Señor hoy nos compromete a también bendecir y anunciar la vida”.

El obispo auxiliar invitó a que reflexionemos juntos y en comunidad a partir de una serie de preguntas: “Hermanos y hermanas, preguntémonos si realmente somos capaces de amar a los demás, dejándolos libres y dándoles espacio ¿Sabemos hacernos hermanos de los hermanos? ¿Estamos en nuestras comunidades, o casas suscitando amor en libertad? ¿Sabemos hacernos intercesores de los demás, es decir, rezamos por ellos, bendecimos sus vidas? ¿Servimos a los demás o solo nos valemos de nuestros propios intereses?”, preguntó.

Ante los ojos del Padre, están y estarán siempre con la humanidad de Jesús, nuestras vidas, especialmente la de aquellos que no encuentran sentido y sufren enormemente. Él ilumina nuestras heridas, nos abre el camino e intercede por nosotros para que siempre estemos acompañados y bendecidos por el Padre.

Finalmente, en la Fiesta de la Ascensión, Guillermo Elías hizo un llamado a comprometernos con la realidad que vivimos para construir una sociedad más fraterna: «Abramos y preparemos nuestro corazón para recibir, el próximo domingo, en la Fiesta de Pentecostés, al Espíritu Santo», concluyó.

Monseñor Juan José Salaverry, en la Fiesta de Maria Auxiliadora, nos invita a seguir el ejemplo sinodal de María: viviendo en comunión con Cristo, participando en la vida de la Iglesia y compartiendo la misión de anunciar la Buena Noticia:

«Contemplemos la figura de María Auxiliadora que nos llama a vivir en comunión y en sinodalidad, participando en la construcción de una nueva humanidad. Sigamos las huellas de María y asumamos nuestra misión de ser portadores del Evangelio», reflexionó en su homilía.

En la Celebración Eucarística estuvieron presentes el Alcalde de Lima, Miguel Romero Sotelo; el Alcalde de Breña, José Dalton Li Bravo; el Obispo del Vicariato de Pucallpa, Monseñor Martín Quijano; y la Superiora Provincial de las Hijas de María Auxiliadora, Sor Elsy Núñez.

Monseñor Salaverry afirmó que, en el día de María Auxiliadora, todos los cristianos «nos confundimos en un solo corazón puestos a los pies de María, tanto autoridades, pastores y laicos». El obispo hizo un llamado a acercarnos a la figura de María, que nos regala su auxilio, pero también «nos exhorta a participar de ese auxilio que nos viene de Dios en la vida de la Iglesia».

Salaverry explicó que debemos aprender a vivir a los pies de María, compartiendo la gracia de Dios como misioneros y reflexionando sobre las tres líneas principales del Sínodo sobre la Sinodalidad: comunión, participación y misión. «María Auxiliadora nos llama la atención para que vivamos en comunión, para que participemos activamente y seamos misioneros de este proyecto de Dios», señaló.

Necesitamos muchos auxilios que nos vienen de la mano de María, pero, para poder recibir estos auxilios, necesitamos construir una sociedad más unida, una Iglesia más unida, una ciudad más unida, donde no imperen los criterios personales, sino la ley del Evangelio que busca el bien de todos.

Comentando el Evangelio de Juan (2:1-11), que narra el milagro en las Bodas de Caná, Monseñor Juan José señaló que María se muestra como gestora de comunión al pedir que su Hijo intervenga para llenar las tinajas de vino que estaban vacías. «A través de este gesto, María nos enseña la necesidad de actuar de una nueva manera, no solamente para alegrar el corazón de los hombres con este vino nuevo, sino para renovar la vida de los creyentes. María Auxiliadora participa en la vida de cada uno de nosotros, regalándonos su auxilio, su protección, intercediendo por nosotros e invitándonos a participar también en la vida y en la misión de la Iglesia», apuntó.

No podemos ser devotos pasivos de María Auxiliadora, esperando que de ella nos vengan la gracia y la intercesión. María siempre está en movimiento, siempre está en disposición de ayudar a su Hijo, a sus hijos, a los necesitados.

Finalmente, dirigiéndose a la comunidad salesiana, Monseñor Salaverry agregó: «Queridos hermanos y hermanas salesianas, ustedes tienen el encargo de mostrar a todos los hombres que estamos asistidos por el auxilio constante de María. Que nuestro pueblo lo siga sintiendo así, y que el Señor regale a la familia salesiana el empuje para seguir viviendo su vocación como hijos de María».

La Celebración Eucarística en honor a María Auxiliadora fue concelebrada por los sacerdotes de la familia salesiana. También estuvieron presentes representantes y religiosas de distintas congregaciones.

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