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Monseñor Carlos Castillo se reencontró con la comunidad de San Lázaro, en el distrito del Rímac, para presidir la Toma de posesión del Padre Frederic Comalat, quien llega al Perú tras su experiencia como responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Cuba.

Acompañado del Padre Carlos Valderrama, el Arzobispo de Lima se mostró emocionado de volver a la Parroquia San Lázaro, que estuvo bajo su tutela durante el periodo 2010 – 2015: «Nos reunimos para transmitir, al nuevo párroco, todo lo que hemos ido haciendo en estos años; todo lo que significa nuestra vida en este pueblo del Rímac y en esta Parroquia que es fuente inagotable de una tradición que es viva, que no está muerta, y que es la comunidad que ha sostenido por más de 400 años la fe del conjunto de esta parte de la capital», expresó.

Reflexionando sobre el Evangelio de Lucas (12, 13-21), que narra la Parábola de un hombre rico y necio que no quería compartir sus bienes, Monseñor Castillo explicó que la codicia nos lleva a la desesperación, a la ambición y al sinsentido, alejándonos de nuestra misión de anunciar el Evangelio y amar gratuitamente:

«Jesús ha venido para recordarnos las cosas centrales en cada hecho y acontecimiento de la vida, porque el sentido de la vida y los valores se viven diariamente, aunque no los veamos. Cada vez que tenemos un problema, una depresión o una necesidad, están en juego siempre esos valores latentes que necesitan ser rescatados por los cristianos: anunciar el Evangelio y ayudar a ver que una situación se pueda resolver, realmente, si vamos al fondo de las cosas y no a la superficie», destacó.

Para ir al fondo de las cosas, reflexionó el arzobispo, es necesario que enfrentemos los males que impiden orientar nuestras decisiones hacia el bien común, como es la corrupción: «La corrupción es un virus que se nos ha metido a todos, y todos tenemos que reconocer nuestra parte de culpa en esa ambición desmedida para poder superarlo», exhortó.

Saber compartir nuestros bienes y resolver los problemas con discernimiento.

En otro momento, Monseñor Carlos habló sobre la importancia del discernimiento y la actitud crítica para solucionar las cosas. El apresuramiento, en cambio, nos impulsa a soluciones inmediatas sin capacidad de reconocimiento de nuestros límites, buscando el conflicto y juzgando sin haber profundizado.

«Muchas veces existen, entre nosotros, problemas de este tipo, y pensamos que el Señor tiene que resolverlo y no nosotros, sin discernimiento de las cosas que están en juego. Por eso, el Señor se coloca distante, no de nosotros, sino de las soluciones que inventamos nosotros. Cuando dice “¿Quién me ha nombrado juez entre ustedes?”, lo hace para ir al fondo de las cosas», indicó el prelado.

Tenemos la necesidad de un mundo a inventar a partir de los principios básicos de la fe, que son los de la humanidad. Los bienes, hermanos y hermanas, son para compartirse.

Nuestro arzobispo recordó que Jesús entregó su vida a la humanidad como un don generoso para compartirlo con nosotros: «Por eso no se bajó de la Cruz – resaltó – para que este don gratuito sea el punto de partida de una manera de hacer la historia y la vida que pueda hacernos recrearla completamente con ese amor misericordioso, absolutamente gratuito, que hace posible que entendamos que algún día la humanidad tiene que vivir de lo gratuito», puntualizó.

San Lázaro: 400 años de experiencia como comunidad.

Dirigiéndose al nuevo Párroco, el Padre Frederic Comalat, el arzobispo afirmó que la comunidad de San Lázaro atesora «más de 400 años de experiencia como comunidad vieja de Lima». El prelado insistió en la necesidad de aprender a dialogar y caminar juntos para solucionar nuestros problemas más apremiantes:

«La Iglesia siempre creció cuando supo sumergirse en el sentir de los pueblos, cuando no mantuvo rigideces que llevaban, finalmente, a excluir a los demás; sino que aprendió a compartir con la gente en su lengua, en su sentir, en su música, y así, fue haciendo una vida distinta», acotó.

Hemos querido continuar el camino de la comunidad de San Lázaro con el apoyo de la comunidad Sant’egidio, que nació en la ciudad de Roma, en los barrios más pobres de esa ciudad, en Trastévere.

«Que nuestra comunidad de San Lázaro, que tiene tantos siglos, pueda seguir reverdeciendo, refloreciendo, como ya en todos estos años se ha hecho en toda situación adversa, en toda situación difícil, pero siempre con la imaginación que el Señor nos da cuando nos cuenta sus parábolas», se despidió Monseñor Castillo entre aplausos.

«Hoy día tenemos grupos e instituciones en la sociedad y en la Iglesia que solamente piensan en sí mismos, y que, por lo tanto, limitan su horizonte a lo menudo e inmediato(…) Ser “rico” ante los ojos de Dios es cuando yo tengo algo, lo comparto, y si tengo muchísimo… ¡todo es para compartir! La felicidad está en eso, en que el amor de Dios en la historia se desarrolle y se plasme con plenitud, con alegría, para que las personas puedan resolver sus problemas, para que haya salud, para que el hambre se termine», es la reflexión que hace nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, en la homilía de este domingo XVIII del Tiempo Ordinario.

El Primado de la Iglesia peruana agradeció la visita de las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, quienes acudieron junto a su nueva superiora, Luciane Urban, después de participar en su III Asamblea General: «Es muy importante esta retoma de las fraternas, del sentido profundo de su camino comunitario en María de la Reconciliación, para ir a los principios fundamentales de la fundación de la fe cristiana, viendo si realmente lo vivido está en la línea de Jesús o no», expresó el prelado. (leer transcripción de homilía).

Al comentar el Evangelio de Lucas (12, 13-21), que narra la Parábola de un hombre rico y necio que no quería compartir sus bienes, Monseñor Castillo explicó que «pensar en decisiones excesivamente apuradas» para «solucionar inmediatamente las cosas», sin discernir, nos impide ver más allá de nuestro horizonte; esto que llama hoy día San Pablo (Col 3, 1-5. 9-11): el horizonte de lo terreno.

«La vida del hombre rico está marcada, definitivamente, por un crecimiento en donde los otros no interesan. ¡Mis graneros!, dice. “Entonces, me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años, descansa, come, bebe y date la buena vida”. Este hombre rico ha obviado cualquier relación, solo piensa en su alma, en él mismo; es un narciso que cree que de ahí se puede derivar la felicidad», recalcó el arzobispo.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Esta misma actitud (limitar nuestro horizonte a lo menudo e inmediato), es un problema que se presenta en los grupos e instituciones de la sociedad, incluida la Iglesia. Para Monseñor Carlos, la imagen del hombre rico se representa, en la actualidad, por la ambición egoísta de nuestra sociedad, especialmente en los cargos de alta dirección que buscan la manera de encubrirse por ser autoridad:

«Esa es la imagen del rico epulón, un plutócrata, una persona que solamente se enriquece, se engorda cada vez más y, en un momento… ¡estalla! Y por eso, el Señor le llama a este personaje “necio”; y al final, Dios le dice: «¡Necio!, esta misma noche se te quitará el alma. ¿Lo que has acumulado… ¿para quién será?» Esta vida absurda la estamos repitiendo cada vez que constituimos grupos que tienen características corruptas, mafiosas», reflexionó.

Al perder el sentido de las cosas, se pierde el sentido de Dios. ¡No hay límites!

El arzobispo Castillo reiteró que la búsqueda del poder y el enriquecimiento a costa del sufrimiento de los demás, es un problema vigente y viral en todos los sectores, en las autoridades políticas, en la cultura, en el comercio, en las empresas, y también en la Iglesia: «Eso es lo que carcome al ser humano, porque, al perder el sentido de las cosas, pierde, evidentemente, el sentido de Dios… ¡no tiene límites! Es más, recurre a Dios para encubrir su corrupción y, por lo tanto, usa a Dios», afirmó.

El obispo de Lima fue más allá y aseguró que, inclusive, buscamos la riqueza usando a Dios: «Eso lo hemos visto en cosas terribles que han acontecido en la Iglesia y siguen existiendo aquí, en el Vaticano y en otras partes; en donde algunas personas, en nombre de Dios, roban, maltratan, destruyen, usan, y se creen santísimos; y nos puede corresponder a cada uno de nosotros si vamos en esa línea. No estamos exentos de caer en la tentación de la codicia; y les digo eso, es muy fuerte porque, las redes, cuando se hacen de tipo corrupto, siempre tratan de implicar, inclusive, al que no lo es, para que caiga y, así, entonces, no tenga derecho a decir su palabra, la Palabra del Señor; y así, se ahoga la Palabra y se crea un sistema de complicidades», sentenció.

Agradecimiento a las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación.

En otro momento, el arzobispo de Lima habló sobre los días de asamblea que vivieron las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, quienes acaban de elegir a su nueva superiora, Luciane Urban:

«Quisiera agradecer a Luciane Urban, que ha aceptado ser la nueva superiora general; y a Alejandra Keen von Wuthenau, que ha dejado el cargo después de muchos años de trabajo. Estamos alegres porque un camino nuevo, con una intencionalidad profunda de servir al Señor y servir a los pobres, entra en ustedes: la fraternidad mariana de la reconciliación… ¡fratelli tutti!, todos somos hermanos y hermanas», dijo.

Hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que el Señor las siga bendiciendo, y que ustedes sean bendición para todo nuestro pueblo. Muchas gracias por su camino, su ejemplo, por su constancia, por su bondad. Que juntos podamos hacer mejor esta Iglesia para que no haya duda de que Jesús está viviendo en esta tierra, y seguirá resucitando en medio de nosotros, hasta encontrarnos con Él definitivamente en su Reino.

La Celebración Eucarística por el 201º Aniversario de nuestra Independencia contó con la presencia del Presidente de la República, Pedro Castillo Terrones, así como las máximas autoridades de nuestro país.

La Misa y Te Deum fue presidida por el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo. Acudieron como concelebrantes Monseñor Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en Perú; los obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Lima y el Cabildo Metropolitano de Lima.

A continuación compartimos la homilía de Monseñor Carlos Castillo, en el marco de la Tradicional Misa y Te Deum por el 201º Aniversario Patrio de nuestra Independencia.

Misa y Te Deum 2022: Homilía.

Venimos a orar dando gracias a nuestro Padre por la Independencia y pidiéndole su ayuda en la profunda crisis que vivimos.

María servidora genera a Jesús servidor: Luz en la tiniebla.

Meditemos esta Palabra del evangelio. Conmueve el gesto de María que se levanta para ir de prisa a ayudar a la anciana Isabel en el parto. Similar al samaritano cercano al herido en el camino, María, multiplica cuidados de servicio a Isabel durante tres meses.  La “llena de gracia”, madre del rey, sirve y ayuda.

¡Cuántas veces en estos durísimos años, hemos recibido estos gestos de amor generoso de tantos samaritanos y Marías! Hoy somos los sobrevivientes de la tragedia y no podemos olvidar a la amplísima comunidad de peruanos y peruanas que arriesgaron sus vidas para salvar la nuestra. Sólo podremos corresponderles con nuestra vida donada. Se asoma así el nuevo proyecto nacional de la vida peruana regenerada por la generosidad servidora, lejana de toda ambición estrecha.  

La Palabra escuchada es para vivirla y renovarnos en la actualidad y se “fieles” como “pueblo fiel de Dios”. Aparece aquí este detalle: Isabel bendice a María y se pregunta: “¿Cómo es que la madre de mi Señor viene a mí?”, en palabras modernas “¿Cuándo se ha visto que la madre del gobernante venga a ponerse al servicio de una anciana pobre y parturienta?”.

He aquí la gran novedad, el Dios de nuestra fe llega a nuestra historia como servidor que da alegría, a través de la madre servidora, en cuyo seno está el Rey que será servidor. La alegría es por la novedad del abajamiento de los gobernantes que abre la era del servicio a los humildes y entre los humildes, prometida desde antiguo.

Con ello se inaugura la era de la rectificación definitiva del falso orden inventado por poderes tiranos, ideologías y religiones encubridoras que endiosaban al gobernante para que dominara sin medida al pueblo sencillo, cuando debía defenderlo porque provenía de allí. En cambio, en esta visita desborda el servicio, que inspirará al gobernante, y aprenderá a actuar en forma justa, prístina, efectiva, y creíble. Solo así el pueblo verá la “luz grande” en medio de la oscuridad.

Hace 200 años: el difícil inicio de la República.

No estamos lejos de esta novedad en el Perú de hoy. Jorge Basadre dice que, en estos mismos días de 1822, comienza realmente nuestra República, porque una cosa había sido proclamarla y otra realizarla. En efecto, a un año de la proclamación de la independencia, es decir hace 200 años, similares dificultades que hoy vivimos desafiaban también nuestro despegue como república:

-Ayer: caudillismos, ambiciones particulares, ambigüedades, tibiezas y complicidades con el colonialismo, traiciones, apetitos de poder, corrupción, nostalgias aristócratas.

-Hoy: -instituciones públicas deficientes y corroidas ante las necesidades de seguridad, salud, trabajo, educacion de calidad, equilibrio ecológico, organización autonoma solidaria, desarrollo de poblaciones originarias, y otras demandas de nuestro pueblo;

-enorme crisis política con fondo viral de corrupción y encubrimiento al servicio de intereses particulares.

-indiferencia, individualismos, intereses de grupo, mafias.

La actitud fundadora: el desprendimiento de San Martin.

Recordemos por eso las valerosas actitudes humanas y cristianas que nos generaron para nacer como nación. Decía Jorge Basadre: “Es el nuestro un estado concebido primero como un bello ideal y llevado luego penosamente a la realidad”[1]. Quiso decir “penosamente” debido quizás a la nobleza humana de los que renunciaron a sí mismos para que el bello ideal se realizara.

En efecto, hace 200 años exactos, el 28 o 29 de julio de 1822 no hubo Te Deum en esta Catedral. Peligraba la futura República y don José de San Martín, fue presuroso a Guayaquil el 26 y 27 de julio de 1822 a encontrar a Simón Bolívar, emancipador norteño de América Latina. Conversaron de la terminación de la guerra emancipadora y de nuestro futuro como Estado.

Apreciemos aquí la actitud fundamental que abrió el camino republicano. Con la sensibilidad del Samaritano y de María, San Martín, preocupado por el alto costo de sufrimiento humano que implicaba la prolongación de la guerra pidió ayuda a Bolívar. Pero lo hizo con humildad y responsabilidad sin igual:  le pidió ponerse a sus órdenes, sin afán de protagonismo personal. Bolívar no asintió a esta propuesta, le parecía poco delicado poner a San Martin bajo su mando y dudaba que el Congreso Colombiano le diera permiso.

Ante esto don José comprendió que para lograr el bien común del Perú había que hacer un acto adecuado y justo de desprendimiento que permitiera una acción efectiva que culminase la guerra. Por ello decidió algo más hondo todavía, retirarse para dejar paso a quien tenía las fuerzas preparadas para que no retrocediera el proceso libertario y republicano.

En su carta a Bolívar -29/08/1822- San Martin le manifiesta: “estoy íntimamente convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de América es irrevocable; pero también lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males. En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado al primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse. No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a usted de alguna utilidad su conocimiento”[2].

Aquí sentimos una viva espiritualidad que coincide con la del evangelio de esta misa. Apreciando este gesto y actitud desprendida de San Martín, consideremos pues: ¿acaso no es también urgente hoy? ¿acaso no extrañamos la presencia de esa generosidad y desprendimiento en toda la dirección nacional, en cualquiera de sus niveles, y especialmente en la esfera política y pública? ¿acaso no falta cultivarla en la vida social, económica, cultural, educativa e incluso religiosa de todo responsable institucional?; ¿Pero dónde encontramos la generosidad en el Perú de hoy? Pues la apreciamos clarísima en la actitud de las personas y organizaciones solidarias que operan permanentemente con absoluta generosidad y desprendimiento, como el caso emblemático de la “red de mujeres de las ollas comunes” y muchísimas otras.

Pero falta en quienes dirigen desde zonas de poder de cualquier tipo. La espiritualidad contraria a esta fe de los peruanos es el egoísmo individualista o de grupo. Es el espíritu de elite separada, o que pretende separarse y servirse de su llegada a ese espacio. Ese es el flagelo que nos corroe, y donde pervive la corrupción. En contraposición la espiritualidad del desprendimiento es la que intentamos, especialmente ahora, vivir en la iglesia en favor del Perú, aunque debemos pedir perdón de que el aire de la indiferencia y de la corrupción también nos ha llegado, como recordó Papa Francisco en su visita al Perú[3].

José de San Martín tomó el camino de la fe. Abnegado y desprendido, contribuyó a nuestra independencia, dejando el Perú en las buenas manos estratégicas de Bolívar, y en buenas manos institucionales, con un competente Congreso Constituyente, que promovió a los más valiosos peruanos y reunido por fin, “el 20 de setiembre de 1822, a las 10 a.m., en el Palacio de Gobierno” y “Desde allí se dirigieron a la catedral a solicitar la asistencia divina, mediante la misa votiva del Espíritu Santo que celebró el deán gobernador eclesiástico del Arzobispado de Lima[4]. Por ello la misa y Te Deum que debió celebrarse en 29 de julio, se celebró el 20 de septiembre de 1822.

Así, la República fue, desde el comienzo un largo y progresivo proceso de generación. Poco a poco los peruanos debimos aprender el camino de la unidad, y afrontar crisis tras crisis, conflicto tras conflicto, y hasta ambición tras ambición. Pero si logramos aun existir es porque se pudo imponer por sí misma la exigencia de la realidad sobre las vanas ilusiones. Y este proceso continúa hoy en su compleja ambigüedad. Felizmente algunas bases sólidas quedan, pero siempre existe el riesgo de corroerlas y perderlas, si la ambición desmedida no se supera. Necesitamos la grandeza humana del servicio desprendido y abnegado. Así hemos ido llegando al año 201. 

Sabedores de que todavía están pendientes de resolver problemas fundamentales, y que la ambición egoísta personal o grupal actual requiere nuestra libre decisión de rectificación en todos los actores, acojamos con sabiduría la experiencia adquirida en estos 201 años, y emprendamos un nuevo esfuerzo inspirado que requiere humana generosidad y desprendimiento, un programa básico de prioridades que todos debemos realizar por el bien común, sin segundas intenciones propias, y también… fe cristiana verdadera, y no encubridora de los males.

En efecto, la historia nos exhorta a no traicionar lo mejor de su enseñanza, que mucho más, se forjó humildad tras humildad, desprendimiento tras desprendimiento, restañando las heridas dejadas por quienes creían que su ambición era una forja, cuando era una ruina.

Estas actitudes y este modo de actuar mariano y samaritano urge hoy en nuestra patria. Y ya lo practica diariamente la gran mayoría de los más de 30 millones de peruanos que somos, quienes saben  autoorganizarse solidariamente, especialmente los jóvenes y las mujeres, y de quienes hemos de aprender todos.

“La justicia de su causa que Dios defiende”: el bien común.

La causa de nuestro pueblo peruano, “que Dios defiende” es el bien común de todos. Ningún peruano esta de sobra, todos somos importantes, y más importantes son los vulnerables, los niños, y adultos mayores, los trabajadores estables y eventuales de la ciudad y del campo que sufren, pobreza, miseria, enfermedad, falta de empleo, hambre, daño ecológico, violencia callejera, machismo y maltrato de la mujer, racismo y discriminación de todo tipo, pésima educación basada en el negocio, inestabilidad económica, hastió de la política, desesperanza e intolerancia.

Papa Francisco, en su “peregrinación penitencial” a Canadá, pidió perdón histórico a los pueblos originarios: “Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales.”[5]

Por eso Dios defiende sobre todo la causa de las víctimas de los que usaron y usan la religión para dominar y maltratar hasta la muerte a las poblaciones originarias, y con modernas esclavitudes,  cuyo fundamento es el “proselitismo religioso”, la “obediencia religiosa” ciega termina en  abuso prepotente en todas sus formas. Dios defiende a las víctimas de todos los que dominan y destruyen sus cuerpos y mentes, sus libertades, sueños y justas ilusiones, su fe y su esperanza. Y la iglesia asume esta tarea como su misión.

Y las defiende también suscitando su Espíritu para irnos convirtiendo todos los peruanos, creyentes y no creyentes, en milagros vivientes que renuevan los gestos abnegados y desprendidos que nos fundaron, para que podamos emprender iniciativas inteligentes y sabias. Esto es lo único que nos ha permitido existir como nación y durar hasta ahora 201 años.

Es nuestra tarea histórica convertirnos todos personal y socialmente al servicio del bien común, dándonos la mano, con una generosidad que regenera la Patria. Hemos de promoverla por todos los medios, adecuados y legítimos. La corrupción puede ser vencida no nos resignemos. Participemos en este proceso que lleva a la anchura de la democracia.

La misión evangelizadora de la Iglesia y el camino sinodal como aporte.

La misión de la iglesia es evangelizar inserta en las bases de nuestra sociedad. Para ello está en proceso de reforma mediante en “camino sinodal” de servicio a nuestro país Estamos reaprendiendo y recuperando el modo más antiguo de resolver los problemas consultando y deliberando juntos, para afrontar los desafíos de las grandes crisis siempre guiados por nuestros pastores y el Papa, pero teniendo en cuenta lo que siente y propone el pueblo fiel.

Ofrecemos a nuestro pueblo este pequeño aporte inspirador para su vida social y democrática. Como el Papa pedimos a todos los peruanos perdón de nuestras graves faltas y males al dejar de evangelizar, y les anunciamos que vamos rectificándonos de ello poco a poco, caminando con el Perú hacia su Reino de Vida, de Verdad, de Justicia, de Paz, y de Amor.

Volver al fundamento no al pasado: Gareca y Kimberly.

Por ello nuestra tarea nacional es volver siempre, no al pasado, sino al fundamento de la sensibilidad fundadora de la patria, que la construye generosidad tras generosidad, heroísmo tras heroísmo, martirio tras martirio, amando gratuitamente a todos y cada uno  de los peruanos y peruanas.

Las imágenes de Ricardo Gareca y de Kimberly García, desbordantes de generosidad, alentadores de nuestra esperanza, pero maltratados por el egoísmo estrecho de intereses equivocados, nos reafirman en esta misión, porque siguen dejándonos el mismo legado que hemos de expandir hasta las estructuras más amplias de toda la sociedad peruana. Somos herederos de modos de ser humanos, muy lejanos a los que nos inducen la ambición y la corrupción.

El Perú se ha ido construyendo así. Cualquier otra teoría sobre el Perú, como la del terrorismo destructor del estado, o la corrosión egoísta de la corrupción y la ganancia absoluta, destruye nuestro estado, nuestra patria y nuestra historia, y nos desprecia como peruanos. Como sobrevivientes agradecidos, sigamos el camino que Jesús anticipó mediante signos tangibles del Reino del Dios bueno, que permita generar o quizás regenerar al Perú como “una partecita del cielo”, sueño preciado de nuestra Rosa de Lima.


[1] Basadre, J. Historia de la Republica del Peru, Tomo 1, p.

[2] Carta de Jose de San Martin a Simon Bolivar 29 de agosto de 1822.

[3] Mensaje en el Patio de Palacio, versión oral.

[4] Relato de fundacion del Congreso de la republica, el Basadre, Historia T. 1.

[5] Papa Francisco, ENCUENTRO CON LOS PUEBLOS INDÍGENAS PRIMERAS NACIONES, MÉTIS E INUIT, Maskwacis Lunes, 25 de julio de 2022

Bajo el lema: «Caminando juntos construimos un Perú mejor», nuestra Iglesia participó comunitaria y espiritualmente de la Misa por el Perú. En todas las parroquias de nuestra Arquidiócesis se ofreció una acción significativa para dar gracias a Dios por nuestra amada Patria, mientras que en Catedral de Lima, Monseñor Castillo presidió la Eucaristía acompañado del Equipo Arquidiocesano de Animación Pastoral (EAAP), la comunidad shipibo de Cantagallo y la comunidad parroquial Cristo Misionero del Padre.

El Primado del Perú hizo un llamado a que, a través de la oración, recuperemos la madurez, la inteligencia y la sabiduría de nuestro país, para enfrentar los males que nos impiden trabajar por el bien común: «Tenemos que convertirnos en sujetos activos, discípulos y misioneros, que testimoniemos, con las obras prácticas y con las acciones, aquello que Dios nos inspira realizar», reflexionó en su homilía dominical. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía del Arzobispo de Lima.

El arzobispo Carlos Castillo inició su homilía hablando sobre la importancia que tiene la oración en nuestra vida. «La oración es la compañía de Dios en nuestras vidas, mucho más en situaciones y circunstancias de dificultad. La oración exige ser, justamente, constante y permanente, siempre abiertos hacia el Padre que nos ama», ha expresado el prelado.

En ese sentido, el Obispo de Lima señaló que hemos empezado a dejar a Dios en el rincón de nuestras decisiones, sin orar, meditar, ni profundizar las cosas antes de una decisión:

«Si todavía hemos durado 200 años de historia de nuestra Patria es porque, a través de la oración, se han podido solucionar las grandes crisis que hemos sufrido, desde la guerra con Chile hasta la pelea de los caudillos, las mafias, las corrupciones, las desgracias que hemos heredado por las malas decisiones de ciertas personas; pero, aun así, seguimos existiendo. Nuestra independencia fue declarada por «la voluntad general de los pueblos» y el apoyo de las zonas aledañas, la voluntad general de libertad, que es la que necesitamos para vivir realmente y que Dios defiende, la justa causa que Dios defiende, la justa causa de los pueblos; no los caprichos de los pueblos o de las élites, o de grupos que quieren aprovecharse, sino la causa profunda, el valor profundo de algo nuevo, de algo beneficioso para todos, del bien común», indicó.

Aprender a escuchar al Señor en nuestro camino y en nuestras decisiones.

Comentando el Evangelio de Lucas (11, 1-13), Monseñor Castillo explicó que Jesús ha querido enseñarnos que, en la oración, tenemos que dirigirnos, en primer lugar, al Padre. «Toda nuestra oración se dirige siempre a Él, y estamos llamados a acoger la venida del Reino de Dios en nuestro ser personal y nuestro ser comunitario, en nuestras culturas distintas y en este país diversificado que tenemos», acotó.

Cuando oramos al Padre, le pedimos el pan cotidiano; le pedimos que nos perdone todas las veces que erramos en nuestro camino porque no escuchamos lo más profundo que nos dice; y que nos ayude, también, cuando recibimos ese perdón para perdonar a los demás.

El arzobispo de Lima afirmó que, mediante la oración, Dios nos da su Espíritu para inspirarnos y responder a las necesitades más grandes que sufrimos con creatividad y responsabilidad: «Hay que pedirle que nos inspire a todos para organizarnos, de tal manera que neutralicemos todas las cosas que nos hacen daño. Y eso requiere, de parte nuestra, de todos los fieles cristianos, de todos los fieles católicos y del pueblo peruano, acciones inteligentes para resolver todo el drama complejísimo que estamos viviendo, especialmente, quienes tienen en sus manos la dirigencia del país en todas sus formas y en todos los poderes».

Son pocos los que escuchan la voluntad de Dios en nuestra historia, y necesitamos seguir orando y pidiéndole, para ver la forma, con esa oración, de inspirarnos para participar directamente en la solución de los problemas y todos hacernos responsables.

Haciendo eco de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, Monseñor Castillo aseguró que todos tenemos la responsabilidad de llevar a la humanidad a un destino generoso, alegre, feliz; y no seguir insistiendo en sistemas que ya son caducos, que lo único que hacen es buscar la plata y, con ello, el caos, la destrucción y la guerra.

Si el Papa ha ido a Canadá, es para decir, en carne propia de la Iglesia, que quienes colaboramos mal a la vida y también a la muerte de estos pueblos originarios de Canadá, venimos a pedirles perdón y empezar un camino a reconciliación que nunca más haga posible que la Iglesia proteja el maltrato, la muerte, la destrucción de niños, la violación sexual y espiritual de las personas, el dominio psicológico y manipulador de personas que buscaban someter a los pueblos para que piensen y vivan como ellos, sin reconocer la grandeza y belleza de su cultura, de su manera de pensar, de su manera de ser.

Antes de finalizar, Monseñor Castillo hizo una invocación para caminar juntos hacia una Iglesia sinodal que dialogue y dé testimonio de una vida santa y verdadera: «Que el Espíritu Santo venga a todos nosotros y seamos una Iglesia distinta, una Iglesia que no sea cómplice de las malas cosas que se hacen en la historia de los seres humanos y, más bien, que dé testimonio de que es posible una vida santa y verdadera. Ayudémonos mutuamente orando los unos por los otros, orando por nuestro país y obedeciendo al Señor que nos da la libertad y la inspiración adecuada».

La Fiesta de la Virgen del Perpetuo Socorro fue el motivo que permitió el reencuentro entre el Arzobispo de Lima y la Parroquia La Virgen Medianera, comunidad que estuvo bajo el acompañamiento pastoral de Monseñor Castillo durante siete años. «Veo que la comunidad sigue viva, sigue llena de alegría y de esperanza. En este barrio he aprendido a comprender las simples situaciones, los problemas y dificultades, pero también las maravillas de su gente, en un espacio tan lindo, tan acogedor. Quisiera que sigamos en esta línea de comprensión, de aprecio y de desarrollo de las cualidades más bellas de las personas», expresó el prelado en su homilía.

El Arzobispo de Lima inició su reflexión dominical recordando la enorme desigualdad que se vive en nuestro país y en el mundo entero: «No hemos aprendido de la tragedia que hemos vivido con la Pandemia», ha afirmado. «Estamos apesadumbrados de todo un camino largo y hay que seguir reflexionando, ahondando lo que hemos vivido para aprender juntos a vivir de otra manera. Por eso el Papa decía que no se sale igual después de una Pandemia: salimos peor o salimos mejor; y para salir mejor hay que organizarse bien», refirió.

En ese sentido, Monseñor Castillo habló sobre la importancia que tiene la Iglesia en los procesos de acompañamiento y diálogo constante con la vida de la gente: «Dios camina en nuestros caminos, en nuestras tragedias, en nuestras esperanzas y en nuestras alegrías», recordó.

Dejar que el Señor actúe en nosotros para salir al servicio de los demás.

Al comentar el Evangelio de Lucas, que relata una escena doméstica entre las hermanas Marta y María (ambas tuvieron una actitud distinta de hospitalidad con Jesús), el Arzobispo Carlos explicó que Jesús quiere hacernos entender que nuestra capacidad de hospedar, acoger y mirar al otro, tiene que complementarse: «La primera manera de actuar al servicio de los demás es dejando que el Señor actúe en nosotros, para ser testigos de ese amor y, llevados por su Espíritu, actuar».

En ese sentido, la actitud de María, respecto a la de Marta, es sentarse a los pies del Señor y escucharlo. «Ella quiere reconocer lo grande que ha escuchado que es el Señor, y María se deja intimidar por Él. Eso es muy importante, porque ser cristiano no es amar a tontas y a locas, sino dejarse amar para poder amar», precisó el prelado.

Escuchar al Señor y dejar que entre en nuestra vida.

Nuestro sentido de servicio y solidaridad hacia el prójimo, por lo tanto, está impulsado por una sabia concordancia entre nuestra vida espiritual y nuestra actitud de cercanía por aquellos que más sufren. Así lo manifestó Carlos Castillo:

«A veces, nosotros, como muy católicos, podemos ser indiferentes. Pese a que asistimos mucho a la misa, pasamos de largo, levantamos la nariz y nos escapamos. Y eso es lo que hoy día estamos viendo en el país, en donde todos los que somos dirigentes, estamos mal vistos, porque la forma de ejercer esa dirigiencia consiste en usar a la gente, pero no servirla; y eso se está convirtiendo en una costumbre que debemos revertir. Para eso, tenemos que contemplar más hondamente al Señor, escucharlo más; para que el Señor se meta en nosotros, y nosotros aprender con nuestros caminos, con nuestras heridas y con nuestros problemas, superar todos los desafíos que vivimos como país», acotó.

Tenemos cristianos que son muy de ‘golpe de pecho’ y rosario, pero, luego, maltratan a las mujeres; y nosotros no podemos aceptar eso, porque eso es parte de una visión que no profundiza en el Señor que nos ama. El Señor ha venido para amarnos a nosotros y para aprender con nosotros a vivir como ser humano.

Por último, Monseñor Castillo reiteró que la base de nuestras decisiones deben inspirarse con el mismo amor gratuito que hemos venido a este mundo: «¡Eso es lo que quiere Jesús! Si todos nos hacemos hermanos, como nos ha creado Dios, y aprendemos a sacar lo mejor que tenemos de nuestro corazón, de nuestro ser; entonces, podemos actuar con tranquilidad, escuchando la palabra y aprendiendo a tener sabiduría», afirmó el Primado del Perú.

Estamos llamados a una república que no sea solo representativa, sino participativa, donde todos podamos contribuir desde la hermandad y el sentido del bien común. Para eso necesitamos equilibrio, prudencia, capacidad de ver más lejos, no desesperarnos.

«¡Escuchemos la Palabra del Señor! Inspirémonos en el criterio de la Palabra para aprender a dialogar con los demás y resolver nuestras dificultades juntos, siempre dispuestos a escuchar los relatos de la gente, sus dolores y sus heridas», es el llamado que hace nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, al llegar el domingo XVI del Tiempo Ordinario. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Al comentar el Evangelio según san Lucas, que nos relata una escena doméstica entre las hermanas Marta y María (ambas tuvieron una actitud distinta de hospitalidad con Jesús), el Arzobispo de Lima explicó que, en la vida hebrea, la hospitalidad era un principio importante, razón por la cual Marta se muestra muy preocupada en el quehacer y la atención:

«Marta está actuando como el buen samaritano, que es la persona que se dedica, ve al herido, lo cura, lo ayuda y está haciendo una serie de acciones abundantes. El Evangelio de hoy nos ayuda a comprender de dónde parte esta capacidad de actuar, cuál es el fundamento que nos permite actuar con ingenio, con creatividad, con misericordia y sensibilidad. En ese sentido, Jesús percibe que Marta está haciendo muchas cosas, muy probablemente porque Él es el visitante; pero este nerviosismo de Marta viene, más bien, de una especie de actuación por miedo, porque quiere cumplir la ley y, entonces, se apresura y se siente con derecho a reclamarle a María», argumentó Monseñor Castillo.

¿Y cuál es la actitud de María? Ella está profundizando en la enseñanza de Jesús, en sus palabras y el anuncio del Evangelio; en la explicación sencilla, profunda y tranquila de lo que Dios nos viene a decir.

Por una parte, Jesús se dirige con tranquilidad a María y, por otro lado, también le ayuda a Marta a comprender la fuente de su acción. Él no está recriminando a Marta, sino a su actitud.

Todos hemos sido creados por la Palabra de Dios.

En este contexto, el obispo de Lima hizo hincapié en la importancia de la Palabra de Dios como fuente de inspiración para salir en diálogo con el mundo: «Todos hemos sido creados por la Palabra, y por eso nos encanta que nos digan palabras bonitas y no palabras feas, porque hemos sido creados y todos somos Palabra. Cuando nos hablan, nosotros sentimos que se nos tiene en cuenta y, mucho más, cuando se nos pregunta para que digamos nuestras palabras», aseveró.

Castillo dijo que el clima de confianza en el cual el Señor nos habla para darnos criterios y palabras, es el mismo que debemos mantener en la Iglesia, siempre dispuesta a dialogar con la gente y escucharla. En ese marco se desarrollará la Semana Sinodal de Lima, un espacio de encuentro fraterno con diferentes grupos representativos de la sociedad.

Necesitamos siempre la Palabra de Dios para cambiar nuestro lenguaje, porque cambiando nuestro lenguaje cambia también nuestro país. Qué importante es, poco a poco, aprender a hablar con propiedad, con sabiduría y, para eso, escuchar la Palabra de Dios es tan importante porque nos educa.

El Primado del Perú se refirió a la misión y la responsabilidad que tiene la Iglesia para salir al encuentro de diversos sectores que no habían sido contemplados en el camino sinodal, como la juventud universitaria, los profesores, las madres de las ollas comunes, los sindicatos, la comunidad no creyente, entre otros: «Esta semana la vamos a dedicar a los encuentros con diversos sectores que no habíamos consultado, porque hemos consultado a las parroquias, hemos hecho asambleas sinodales para entendernos, para escuchar lo que pensamos, pero también, no podemos escucharnos solo a nosotros mismos, los de siempre; tenemos que escuchar a los que nunca vienen», afirmó.

Hay que escuchar los relatos, los dolores, las dificultades, las heridas de la gente; y, entonces, tomar conciencia para responder fielmente. Si soy responsable de dirigir, tengo que responder a las necesidades reales.

Escuchemos e inspirémonos en la Palabra del Señor.

En otro momento, Monseñor Carlos recordó el llamado del Papa Francisco en el Ángelus de hoy, a abrir el Evangelio y leerlo lentamente para dejarnos interpelar por sus páginas: «¡Escuchemos la Palabra del Señor! Inspirémonos en el criterio de la Palabra para todo. El Evangelio es una narración, y ahí está escondida la presencia del Señor que nos da criterios, ideas, nos da luces y serenidad», acotó.

Estamos al borde de una guerra mundial por obra de la desesperación y la ambición. ¡Es la ambición la que nos apura! Este mundo acelerado que se ha creado por Internet, por todo el sistema de comunicación, lo tenemos que domar. ¡No puede él dominarnos a nosotros! Y tenemos que domarlo a través de una educación sabia.

«Vamos a pedir al Señor que nos dé la serenidad de María para fortalecer nuestra capacidad de actuar como Marta, haciendo cosas adecuadas y justas, con inteligencia, con destreza, con capacidad y con altura. Hoy día hay muchos problemas complicados y se necesita tener la serenidad para estudiarlos y resolverlos. Nada se resuelve aceleradamente, como las cosas que se aprueban en ciertos ambientes entre gallos y medianoche», reflexionó el prelado.

En el corazón de la capital peruana, Monseñor Carlos Castillo acudió al Cercado de Lima para celebrar la Fiesta del Perpetuo Socorro, en una Eucaristía que reunió a cientos de personas: «Al celebrar a la Virgen del Perpetuo Socorro, celebramos su amor gratuito e incondicional. Y la Madre del Señor que da este don gratuito a nosotros, nos enseña a construir la Iglesia así, gratuitamente», ha expresado en su homilía.

La Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro recibió la visita pastoral de Monseñor Castillo, en el marco de la tradicional fiesta de su patrona. En su homilía, el prelado habló sobre la importancia de vivir toda devoción desde una misma fe, con sentido de realidad y sensibilidad a las problemáticas más latentes de nuestras comunidades.

En ese camino por vivir una fe inteligente, el Arzobispo de Lima explicó que nuestra visión de las cosas ha madurado, porque hemos dejado de atribuirle a Dios todas las cosas malas que pasan: «Hubo una época en la que se decía: “¡Aplaca tu ira, Señor!”, cada vez que ocurría un temblor. Pero ahora nadie ha pronunciado esa frase cuando ha venido la Pandemia, porque no pensamos que Dios es tan malo como para traernos esta Pandemia. A Dios no se le puede atribuir nunca el mal, y si ocurre un mal es por un accidente de la naturaleza o por nosotros; porque Dios no creó un mundo perfecto, sino perfectible, para que fuera perfeccionando poco a poco», indicó.

Dios es totalmente amor, plenamente amor.

Para tener una comprensión sobre el amor gratuito que Dios tiene hacia nosotros, el Arzobispo de Lima puso de ejemplo el camino de la maternidad, un trayecto de nueve meses de intensa esperanza y amor incondicional por la llegada del hijo: «Perfecto significa que Dios es totalmente, perfectamente amor, plenamente amor. El Señor nos creó para amar como la mamá nos ama en el vientre. Y, ¿qué cosa entrega la mamá en el embarazo además de su amor? Sus líquidos, su aire, su sangre, su respiración, pero sobre todo, sus palabras y su canto. La mamá le canta al niño, y a partir de los ruidos que escucha, el niño empieza a ordenar su vida, desde el ser de la madre, como un sentido de amor gratuito. No lo habla, no lo dice, todavía, pero lo siente. Y eso es lo que sentimos todos», reflexionó.

Si todo el camino que vemos en la vida no tuviera la brújula de que somos amados gratuitamente, entonces, todas nuestras señas y nuestros caminos serían sin sentido, sin color y sin el sabor que nos da el amor gratuito.

El Señor se sumerge con nosotros y se solidariza con nosotros.

Monseñor Carlos hizo un llamado a saber solidarizarnos con los que más sufren, a enlodarnos en el río, como Jesús, que fue bautizado sin tener pecado, para solidarizarse con nosotros y mostrarnos su amor: «Jesús se mete en el agua para que las aguas cambien de forma; ya no son para purificar, sino para acompañar, es decir, son aguas de amor, aguas uterinas como las de la mamá», acotó.

El obispo de Lima reiteró que todos podemos desarrollar la capacidad de delicadeza y amor incondicional que Dios nos ha dado a través de María: «Todos somos generadores de vida, varones y mujeres, porque todos somos generados desde el amor. Jesús dice: ‘Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos!’. Yo le pregunto: ¿Quién de todos los varones aquí reunidos se compararía con una gallina? Nos morimos de miedo de usar metáforas femeninas y, por eso, es el problema del machismo; pues desde ahí hay que destruir al machismo, desde la capacidad de ver también que el varón es generador de vida», señaló.

El amor generativo de Dios es el principio fundamental de amor gratuito que hace posible que todo pueda cambiar. Y la labor de la Iglesia, permanentemente, es volver al amor

Recordando la nueva carta apostólica del Papa Francisco sobre la Liturgia, el Primado del Perú afirmó que, durante la Eucaristía, todos somos invitados a vivir con el mismo amor ardiente que tuvo el Señor con sus discípulos en su Última Cena: «La Misa es una fiesta en que ardemos de amor, para que luego, lo irradiemos en el mundo. La Eucaristía es el alimento que nos permite entender, aclarar y vivir el misterio de la Cruz del Señor en el mundo; misterio que nos lleva, luego, a dar testimonio y a no salir igualito que cuando venimos a la misa. Y si salimos distintos después de Misa es porque el Señor nos ha renovado con su amor gratuito para compartirlo con los demás», comentó.

Somos uno de los países donde la fe todavía vibra y vive; y esa experiencia tenemos que compartirla con amor. ¡Tenemos que irradiar ese amor!

En su homilía dominical, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a desaparecer, de nuestras vidas, toda religión de indiferencia. El prelado recordó que la Iglesia debe caminar, compartir y actuar de forma indetenible al servicio de los que más sufren: «Al igual que el samaritano, todos debemos estar dispuestos a caminar dejándonos interpelar por la sensibilidad hacia los que más sufren, imaginando nuevas formas de responder a los que están en situaciones difíciles, y haciendo desaparecer de la Iglesia la indiferencia.», reflexionó en su homilía.

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (10,25-37), que narra la Parábola del Buen Samaritano, Monseñor Carlos explicó que el pueblo judío tenía una concepción distinta del sentido de prójimo, abocándose solamente a la gente de su mismo pueblo. Pero Jesús quiere que estemos abiertos a reentender las cosas, a no quedarnos con los límites establecidos por las costumbres y las leyes:

«El centro de esta pregunta, ¿quién es mi prójimo?, también es algo que nos planteamos todos nosotros. Creemos que nuestro prójimo es el que está cerca y, entonces, si yo hago bien a mi familia, bien a mi hermano, bien a mis amigos, entonces, cumplo con la ley del Señor y con la ley del amor, que es la que une al Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Y esto empieza a ser un problema porque, para amar a mi familia, entonces, tengo que despreciar a las demás; para amar a mi familia, a mi mundo, a los míos, tengo que hacer crecer a mi familia sin pensar en el resto. Esa costumbre también la tenemos los peruanos, especialmente en este mes de la Patria en que vemos comportamientos que muchos de nosotros tenemos, en donde nos interesa lo nuestro y no lo de los demás; o más serio todavía, nos interesa lo nuestro, pero no el país», señaló el arzobispo.

Ponernos en sintonía con este país herido.

Recordando el relato del samaritano, Monseñor Castillo dijo que la historia del hombre que fue asaltado y herido en el camino de Jerusalén a Jericó, representa también la difícil situación que venimos afrontando: «Tenemos un país al cual han asaltado, denunciado, molido a palos y, luego, nos han dejado un país medio muerto; y nuestras familias, nuestros intereses particulares, parecen correr como si no hubiera pasado nada. Seguimos nosotros buscando nuestras ganancias, nuestros intereses, nuestras ambiciones, especialmente, algún sector que ustedes conocen, a espaldas y en la indiferencia a este pueblo herido en el cual vivimos todos. ¡Herido gravemente!», afirmó.

En ese sentido, esta parábola ayuda a interpelarnos profundamente. «¿Todavía sigue siendo mi prójimo, solamente mi familia, mi mundo, mis proyectos, mi manera de pensar y de ver el país? O ¿estamos poniéndonos en sintonía con ese país herido, con ese pueblo sencillo y sufriente, por el cual muchos han ganado un cierto lugar en el país, pero, ahora que tienen posibilidad de ayudarlo, le cierran sus puertas y piensan solamente en sí mismos?», reflexionó el prelado.

Reeducar la pastoral de nuestra Iglesia y abrirnos a las periferias.

El Arzobispo de Lima reiteró que la Iglesia tiene la misión de pensar en aquellas heridas que no son atendidas: «Muchas veces, la Iglesia está pensando en que hay que salvar a la Iglesia y no ayudar a salvar a todos los que están sufriendo. Tenemos que dinamizar y abrir la Iglesia a todas las periferias, a todos los sufrimientos de la gente. En eso consiste nuestro Plan Pastoral: reconstruir la Iglesia de Lima, como manda el Santo Padre, para vivir su destino final con los que más necesitan; y cada parroquia, en el plan general que estamos planteando, tiene que buscar qué periferias, qué sufrientes, qué heridos del camino existen en su parroquia, para poder reeducar toda la pastoral».

Todos estamos llamados, interpelados por el Señor, para salir de nosotros y ver más lejos; no solamente el futuro, sino aquella realidad que me permite, algún día, llegar a ese futuro grande de la salvación y de la felicidad si es que toco las heridas y acompaño con la creatividad enorme del samaritano.

Indetenibles en el servicio a los que sufren.

El Evangelio de hoy es una invitación del Señor a tener la misma actitud del samaritano, que tuvo compasión, vendó las heridas del hombre y le dio posada: «El samaritano es creativo, indetenible en el servicio a los que sufren. Cómo quisiéramos ver que en toda nuestra Iglesia sea así; ya lo hemos estado haciendo con unos primeros pasos, con la Cáritas, con la ayuda mutua; pero necesitamos seguir ese camino, y necesitamos más creatividad para resolver juntos cómo ayudarnos», exhortó el Obispo de Lima.

Superar la religión de la indiferencia y colocarnos en el corazón de los que más sufren.

Meditando sobre la actitud de indiferencia del sacerdote y el levita con el samaritano, Monseñor Carlos pidió nuestro compromiso y apertura para desaparecer de la Iglesia la indiferencia: «Esta pregunta que nos hace el Señor, ¿quién se comportó como prójimo de aquel que estaba herido?, nos revela que hay un problema serio: una religión de la indiferencia. El Señor está denunciando a una religión indiferente, a una religión que prefiere llenarse de dinero y olvidarse del país; a una religión que organiza, inclusive, los actos religiosos simple y llanamente para favorecer su bolsillo. Nuestro Dios se ha colocado en el corazón de la herida de los heridos y nos llama a salir, a construir una Iglesia samaritana», precisó.

Caminar hacia Jerusalén y caminar también hacia la Resurrección, es caminar, primero, acogiendo a todos los que están desvalidos y redefiniendo nuestras vidas en función de ellos. No es posible que nosotros, primero, veamos el engorde de una situación eclesial cuando los otros sufren. ¡La Iglesia está para compartir!

La Parroquia Santa Magdalena Sofía Barat, ubicada en El Agustino, recibió la visita pastoral de nuestro arzobispo de Lima. En la Celebración Eucarística que congregó a muchos fieles, Monseñor Castillo reafirmó el llamado del Papa Francisco a encaminar una Iglesia peregrina que llegue a todos, sin excepción: «El Señor nos invita a anunciar la cercanía de su Reino con nuestra cercanía. Salgamos a anunciar el Evangelio y no los ‘encerremos’ solo en los templos, porque el Señor quiere entrar en lo más profundo de todos para que el Reino de Dios llegue al mundo», reflexionó en su homilía.

Comentando el Evangelio de Lucas (10, 1), que relata la misión encomendada por Jesús a los setenta y dos discípulos: ir de dos en dos a anunciar el Reino de Dios; Monseñor Castillo explicó que el Señor ha llegado a Jerusalén con la intención de decir su Palabra para que penetre en la vida de todas las personas y podamos renacer, ser hombres y mujeres nuevos, es decir, personas que viven en el amor y saben anunciar el Evangelio.

«El Señor llama a sus discípulos a ponerse en camino. Y, ¿qué significa esto? Ponerse en camino es saber que estamos en una situación difícil, pero allí, en medio de los lobos, podemos anunciar el Evangelio y ser discípulos misioneros. Todos podemos serlo, no se necesitan muchas cosas. Uno de los problemas en nuestra Iglesia es que, a veces, pensamos que se necesita mucha plata, muchos aparatos… pero cuando uno vive en la sencillez y anuncia el Evangelio, tiene que estar ligero de equipaje», reflexionó.

Discípulos y discípulas en misión.

El Primado del Perú agradeció el esfuerzo y el espíritu solidario de la comunidad de Santa Magdalena Sofía Barat, que bajo la guía de su párroco, Arturo Alcos, han colaborado desinteresadamente con de las ollas comunes y la organización de las cunas, beneficiando a cientos de familias de las periferias: «Ustedes están al servicio de la Palabra, porque dan testimonio del Señor con sus vidas y nos ayudan a renovar la sociedad. Gracias por ser discípulos misioneros y discípulas misioneras en medio de la Pandemia», reconoció.

Anunciar la Paz en medio de las dificultades para conversar y aclarar.

El arzobispo de Lima también reflexionó sobre la crisis mundial que vivimos a consecuencia de la Pandemia y los conflictos armados, así como la escasez de trabajo y el incremento del costo de vida, perjudicando siempre a los más pobres: «Probablemente, en unos meses, tendremos una crisis económica mundial, y hay que saber enfrentar este momento sin crear terror o desesperarse. Lo que debemos hacer es organizarnos y pensar juntos, y para eso se necesita Paz; no necesitamos andar peleándonos, necesitamos anunciar la Paz en medio de las dificultades, para crear espacios donde podamos conversar y aclarar cómo hacemos para resolver los problemas», remarcó el prelado.

La presencia de la fuerza amorosa de Dios está la gente.

Monseñor Castillo hizo hincapié en el mensaje del Señor a sus discípulos: «Anunciar que el Reino de Dios está cerca». ¿Y de qué manera está cerca? A través de la presencia de la fuerza amorosa de Dios en la gente: «Esa fuerza no es agresiva, es una fuerza fina que suscita esperanza en nuestro pueblo. Todos tenemos cualidades finas para ser evangelizadores y discípulos misioneros, y necesitamos desarrollar nuestra fineza para anunciar y dejar que la Palabra entre profundamente en las personas, las inspire», acotó.

Al llegar el XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo recordó que la misión de la Iglesia es evangelizadora y se encuentra en servicio a las periferias. El prelado advirtió que una Iglesia que no es testigo vivo de Cristo corre el riesgo de convertirse en una «Iglesia estancada y encerrada». (leer transcripción de homilía).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El Arzobispo de Lima inició su homilía recordando que el amor de Jesús por Jerusalén, es el mismo que tiene por nuestro pueblo, a pesar de sus contradicciones, ambiciones, odios y celos. En ese sentido, como Iglesia y como cristianos, «nosotros estamos llamados a reparar ese daño y hacerlo con la misión que el Señor nos ha encargado: la evangelización; no salirnos de nuestro lugar, porque nosotros no estamos para hacer política o formar un partido católico de ninguna clase, estamos para inspirar, con la Palabra de Dios, las situaciones para que todo el mundo se convierta», resaltó.

Nuestra humanidad, en las situaciones de conflicto y dificultad en el mundo, está llamada, desde la fe, a transformar su humanidad en una más sensible, generosa, que cuide a la población pobre; y para eso, necesitamos que la Iglesia sea evangelizadora, anuncie el Evangelio, sea testimonio vivo de Cristo.

Comentando el Evangelio de Lucas (10, 1), que relata la misión encomendada por el Señor a los setenta y dos [discípulos]: ir de dos en dos a anunciar el Reino de Dios; Monseñor Castillo explicó que «Dios quiere que todos nos salvemos porque nos ama, porque ama a la humanidad y somos hechos para amar». ¡Pónganse en camino!, es la primera misión que le pide a sus discípulos. «Ponerse en camino es el modelo y la inspiración que el Papa Francisco tuvo cuando nos dijo que sueña con una Iglesia en que sea siempre misionera, en salida, en servicio a las periferias; una Iglesia que evangelice», recalcó el prelado.

«Nos hemos habituado a una Iglesia estancada, callada, que está siempre encerrada en el templo. Y como dice uno de los cardenales que inspiró el Papa Francisco: “Jesús sigue golpeando, pero para que lo dejemos salir, porque lo tenemos aprisionado”. Y, ¿cuándo no lo dejamos salir? Cuando salimos del templo y no somos testigos, no anunciamos, lo reducimos a nuestro pequeño grupo, a nuestra familia, pero no organizamos a los vecinos, salimos, no anunciamos juntos», indicó.

El creyente es creatura nueva, es semilla de una vida nueva.

El Primado del Perú señaló que, en el Evangelio de hoy, el Señor envía a sus discípulos como corderos en medio de los lobos, porque reconoce que en todo camino pueden haber lobos; pero el Señor nos envía para convertir a los lobos, «no para condenar a nadie – aclara el arzobispo – nos envía para ayudar a comprender las cosas. Y, a pesar de que tengamos una pequeña minoría de creyentes, esos creyentes han de ser fermento en la masa, han de ser la semilla de una vida nueva»

Para ser creatura nueva, como dice San Pablo (Gal 6, 14-18), tenemos que ayudarnos a aprender a amar juntos y a reconocer que somos receptores de que Dios nos ama sin medida, gratuitamente, sin condiciones. A veces, en la Iglesia, hemos puesto demasiadas condiciones para el perdón, pero el perdón, si no es gratuito, no es perdón. El perdón no es interesado, es un perdón que suscita, en nosotros, un amor en demasía.

Monseñor Castillo afirmó que el Señor nos convoca a cumplir nuestra misión en el mundo libres de equipaje, sin alforjas ni sandalias, ni mucha plata. Él pide nuestra concentración en la tarea que nos ha encomendado, sin distracciones: «Y el Señor también dice que visitemos las casas, pero que nos quedemos en una sola casa. A veces, quien es alojado y es misionero, busca la mejor casa. Como se suele decir y creer que para Dios es lo mejor, entonces, pensamos que también para el misionero, para el cura, lo mejor; y así, entonces, estamos endiosándonos todos. Tenemos que optar por la sencillez de vida, la pretensión sencilla, no la pretensión de lo impretendible», subrayó.

El Arzobispo de Lima hizo hincapié en el mensaje del Señor a sus discípulos: “Hay que anunciar que el reino de Dios está cerca”, porque a veces pensamos que Dios está muy lejos. Jesús ha mostrado a un Dios familiar, como ese Dios que se sentó a comer con Abraham y le prometió que tendría descendencia».

Dios come y bebe con nosotros, nuestro Dios se ha acercado con Jesucristo.Todos tenemos cercanía con Dios porque Él se ha metido con Jesús, muerto y resucitado, en cada ser humano. ¡Y vive allí! Y nosotros, como evangelizadores, lo único que hacemos es despertar al Cristo que está en cada uno. Ya todos están irradiados por la gracia de Dios, y el anuncio del Evangelio es despertar la gracia presente.

Finalmente, el Obispo de Lima reflexionó sobre la importancia de anunciar el Evangelio sin imponerlo: «Es tan fuerte este cariño que el Señor dice: «Cuando entren a un pueblo y no los reciban, váyanse a la plaza, sáquense los zapatos y sacúdanlos para devolverles el polvo de su pueblo porque no nos han querido escuchar”. En otras palabras… ¡déjenlos en libertad! No les impongan el Evangelio, que ellos mismos lo descubran, ya el Señor se encargará. A veces, cuando evangelizamos, vemos realmente cómo caen los demonios, porque cuando uno se acerca de verdad, con ternura, con amistad, con cariño, la persona se siente amada y cede».

La Celebración Eucarística contó con la participación de Congregación Salesiana, Hijas de María Auxiliadora y los hermanos del Santísimo Sacramento: «Que el Señor los haga testigos de Cristo y siempre anunciemos su Evangelio de corazón, para suscitar alegría y esperanza en todos», dijo el arzobispo.

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