Tag

cabecera

Browsing

En su homilía dominical, Carlos Castillo, arzobispo de Lima, hizo un llamado a erradicar de nuestra vida la ambición desmedida por el ‘dios dinero’. El prelado pidió «luchar contra los intereses individualistas» que nos impiden ver el norte y compartir los signos de la gratuidad con quienes más sufren.

«El dinero ha creado una sociedad mecánica en donde todo se mide y se calcula. Tenemos que invertir todo lo que tengamos en la amistad y la amistad social, en velar por los pequeños, por los que no tienen nada y necesitan que nosotros compartamos nuestra vida, nuestros bienes con ellos. Ese es el centro de la reconstrucción del mundo», reflexionó.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Con la Eucaristía de este domingo XXV del Tiempo Ordinario, ha dado inicio la semana central de la Jornada Arquidiocesana de la Juventud (JAJ), encuentro que congregará a las pastorales juveniles de nuestra jurisdicción eclesiástica, el próximo sábado 24 de septiembre en el Colegio Salesiano de Breña.

El Evangelio de hoy (Lc. 16, 1-13), narra la Parábola de un administrador injusto que, para evitar ser despedido por su señor, condona algunas de sus deudas. A pesar de su conducta inicial, bastó una «mínima pizca de cambio» en el administrador infiel para que su señor lo felicite. Con este cambio de actitud, explica Monseñor Castillo, «el administrador puede empezar, por lo menos, adorando algo más interesante: la amistad».

Servir a Dios y al dinero es incompatible con la fe.

Carlos Castillo indicó que, ante la posibilidad de una caída, es importante levantarnos con la ayuda del Señor para cambiar nuestra actitud de ambición y ganancia por una de servicio y generosidad:

«Todos tenemos esa experiencia de caerse y de levantarse, mucho más en un país en donde la corrupción nos agarra por cualquier lado. Aquí, en el Perú, se “respira” corrupción, y nosotros tenemos que ver la manera de cambiar los objetivos de nuestro país, las orientaciones a las cuales estamos yendo, casi, inconcientemente. Nos hemos acostumbrado a una manera de ganar dinero fácil, en donde se especula y se roba de mil formas, se consiguen influencias, se amarra aquí, se amarra allá… y quienes podrían ser una esperanza para el país porque dicen que aman a los pobres, empiezan a ver la manera de decir: “bueno, si los otros robaron, por qué yo no voy a robar”. ¡Eso tenemos que cambiarlo!, porque ahí hay una pérdida de norte absoluta, y estamos adorando a un dios que no es el Dios de nuestra fe, es el “dios mamona”, el dios dinero», precisó.

El obispo de Lima aseguró que servir a Dios y al dinero, a la vez, es incompatible con la fe. Eso no quiere decir que no haya un deseo natural de crecimiento económico, sin embargo, el problema se suscita cuando ese deseo se convierte en absoluto, «cuando solamente yo y mi dinero son lo que importa y no importan los demás».

Regenerar el país y acabar con los intereses individualistas.

Monseñor Castillo señaló que los jóvenes están sufriendo las consecuencias de la corrupción en el país. Pese a ello, esta nueva generación de jóvenes tiene la misión de «regenerar el país a través de la lucha indesmayable contra los intereses individualistas, procurando que haya bien para todos y, especialmente, para los más necesitados y los que más sufren».

El bien común es el bien que nos pertenece a todos; por lo tanto, cuando uno recibe una responsabilidad, está llamado a hacer lo correcto y no a jugar con esa responsabilidad.

El dinero ha creado una sociedad mecánica.

La gran cuestión, plantea el Primado del Perú, es cómo construir la amistad en el mundo desde una nueva manera de relacionarse mediante el servicio y la ayuda mutua. «La amistad es gratuita y desinteresada, no se impone, sino que se comparte en libertad. El dinero, en cambio, nunca podrá darnos estas cosas, porque el dinero ha creado una sociedad mecánica en donde todo se mide, todo se calcula y todo se somete a mi cálculo; y se destruye, entonces, lo más grande que tenemos, que es la humanidad; nuestra humanidad que está hecha para amar y para servir, para considerar a las personas, para respetarlas», dijo el arzobispo.

Tenemos que construir una Iglesia donde nos expresemos con libertad, nos acompañemos, nos corrijamos mutuamente  y crezcamos en esa amistad. Hay que expresar lo que sentimos, compartirlo, conversarlo, caminar sinodalmente, como dice el Papa Francisco.

Carlos Castillo reiteró que la humanidad necesita un nuevo camino basado en la experiencia del amor gratuito, puesto que «la crisis económica que estamos viviendo, vivida en los valores individualistas que adoran el dinero, genera desesperación y odio los unos contra los otros».

¡La Iglesia es la casa de los jóvenes!

Finalmente, el arzobispo de Lima se dirigió a las delegaciones juveniles de nuestra arquidiócesis para recordar que la Iglesia debe valorar la experiencia de los jóvenes y abrir sus puertas al mundo: «En la próxima Jornada Arquidiocesana de la Juventud vamos a reunirnos con todos los jóvenes para poder conversar, alegrarnos, celebrar y hacer fiesta de “rompe y raja”… y vivir, así, una experiencia linda, porque nuestra Iglesia tiene que ser la casa de todos, sobre todo… ¡la casa de los jóvenes! Esta Iglesia es para eso», comentó.

Queridos jóvenes:
Despídanse, por favor, de la ambición y el dinero. Saluden siempre a la amistad, al cariño y al amor de Dios que es el amor que nos une a todos los humanos.

En la homilía de este domingo XXIV del Tiempo Ordinario, el arzobispo de Lima aseguró que, para no caer en el extremismo de la violencia y la agresión, «se necesita volver a la sabiduría de Dios»; sabiduría que nuestros hermanos del GEIN quisieron sentir y vivir hace 30 años, cuando se dio inicio al proceso de pacificación en el Perú:

«Ellos se unieron para pensar un camino pacífico e inteligente, profundo y sabio, con pleno respeto de todos los derechos humanos, guiados por una finalidad noble: la paz del Perú», ha dicho el prelado en su reflexión dominical.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Una Eucaristía muy emotiva se vivió este domingo en la Catedral de Lima. La Basílica principal de la capital peruana recibió la visita de los representantes del Grupo Especial de Inteligencia del Perú (GEIN), al cumplirse 30 años de la captura de la cúpula del grupo terrorista Sendero Luminoso. También estuvieron presentes las hermanas de la Congregación de Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas, en el marco de su 350º Aniversario; y la Hermandad del Señor del Santuario de Santa Catalina, al celebrarse 100 años de fundación.

Durante la Santa Misa, se leyó el decreto extraordinario que dispone, para nuestra sede arquidiocesana, que cada 12 de septiembre, durante la Fiesta del Santísimo Nombre de María, se celebre la advocación de María Sede de la Sabiduría, «para dar gracias a Dios por los dones de sabiduría pacificadora» que hicieron posible el inicio del proceso de pacificación en el Perú.

«Acogiendo esos dones, todos superemos las polarizaciones y violencias con paciencia, serenidad, humildad, desprendimiento, generosidad, disciplina, inteligencia profunda, comprensión ponderada de las situaciones y la prudencia pacificadora», indica el decreto firmado por nuestro arzobispo.

Dios siempre nos busca, siempre nos espera.

Comentando el Evangelio de Lucas (15, 1-10), Monseñor Carlos Castillo explicó que el Señor ha querido representarse en tres figuras claves: el pastor que busca a la oveja perdida, la mujer que encuentra la moneda perdida, y el padre del hijo pródigo. A través de estos tres casos, Dios quiere recordarnos que «siempre nos busca, siempre nos espera y siempre nos pone en nuestro lugar».

Para dejarnos encontrar por Dios, lo único que tenemos que hacer es dejarnos encontrar y reconocer nuestro límite. Él quiere que regresemos a su amor.

En medio de las dificultades que vivimos, es normal que «andemos medio perdidos», dijo el arzobispo Castillo, pero debemos saber que «el Señor nos está buscando», y podemos volver si encendemos «esa pequeña chispita» que nos impulsa a regresar a Él, «porque hemos sido creados para amar».

Siempre, el Señor, está en el fondo de nuestras heridas para repararlas con su amor.

Monseñor Carlos reiteró que debemos superar los sentimientos de enojo que nos impiden caminar hacia el bien común, de lo contrario, «no podemos tener paz». Para ello, es necesario que sigamos el Espíritu del Señor, que nos inspira la gracia de la sabiduría mediante actitudes e iniciativas de paz en la vida de todos los peruanos.

En la homilía de este domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo advirtió que nuestra sociedad «ha crecido en individualismo», en el «cálculo seco» de la ambición y la ganancia, olvidando que el «centro de nuestra vida es el amor». Y, ¿quién puede nutrir en nosotros esa capacidad de amor gratuito? Jesús, que «nos da su Espíritu» y nos hace «servidores de los demás».

«Tenemos que volver a la fuente de la inspiración y hacer de la Iglesia una fuente para amar, en donde el dinero y los bienes se compartan con más fuerza, con más vitalidad, especialmente, para quien más sufre», ha dicho el Primado del Perú.

El prelado adelantó que, este año, «de todas maneras hay procesión del Señor de los Milagros. La imagen del Cristo Moreno volverá a recorrer las calles de nuestra ciudad después de tres años: «Con tanto que hemos sufrido, el Señor es nuestro consuelo y vamos a seguir”, agregó.

Leer transcripción de la homilía del arzobispo de Lima.

Inspirado en las palabras del Evangelio de hoy (Lucas 14, 25-33), Monseñor Castillo explicó que el Señor, acompañado de una muchedumbre y sus discípulos, quiere que recapacitemos a partir de estas palabras: El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

«Este es un camino muy exigente – señaló el prelado – porque solamente es discípulo quien, en primer lugar, ama a Jesús; y en segundo lugar, pone lo más propio, inclusive, su propia vida y su propia familia».

«Invadidos» por el cálculo económico, sin inspiración para hacer el bien.

La Liturgia de hoy, en ese sentido, nos invita a tener una actitud de prudencia, sin perder el sentido humano en nuestras decisiones, sin dejarnos llevar por el cálculo de la ambición y la ganancia:

«Este es un mundo en donde todo está súper calculado, especialmente, por medio de las computadoras, de los algoritmos y de los robots… ¡todo está bajo control! Pero todo es “cálculo seco”, es decir, sin inspiración, porque es un cálculo para sacar plata y para dominar. Nuestra propia Iglesia está invadida de personas que ven, en ustedes, los fieles, “un mercado” para sacar plata; y contra eso está luchando, justamente, el Papa Francisco», reflexionó el arzobispo.

Para evitar que nuestra vida sea invadida por el «cálculo seco», Monseñor Castillo reiteró que debemos estar dispuestos a dar testimonio del amor de Dios a tiempo a destiempo, incluso, con nuestra propia vida: «Es la gran esperanza que tiene el Santo Padre de que toda la Iglesia, convirtiéndose, pueda ayudar a convertir al mundo a una nueva manera de vivir. Y, hoy día, eso es urgente, porque nuestras costumbres han sido invadidas por el solo cálculo económico y, entonces, no hay inspiración para hacer el bien, porque la gente se está matando por el dinero y todos nos destruimos», sentenció.

El Papa Francisco se ha reunido esta semana con los cardenales para presentarles la reforma de la Iglesia, que debe superar esta forma de Iglesia en donde todo el mundo calcula y hace lo que quiere (…) Queremos que la Iglesia sea testigo, por su propia vida, de que es una Iglesia sencilla que comparte lo que tiene y acompaña al pueblo, sobre todo, en sus sufrimientos.

El obispo de Lima habló sobre la importancia del discernimiento y la reflexión en la vida de la Iglesia, dos aspectos que Francisco ha mencionado en su reciente catequesis (leer audiencia general). «[Necesitamos] una Iglesia reflexiva, no una Iglesia que repita costumbres y sea de papagayos, que repiten de paporreta las cosas del catecismo. [El Papa] quiere personas que tengan capacidad de pensar, de ver más lejos, de abrirse a las necesidades y problemas de la realidad, porque allí está Dios presente», apuntó.

Comprometernos en la defensa y cuidado de la creación.

Al iniciarse el Tiempo de la Creación, el arzobispo de Lima aseguró que estamos llamados a comprometernos hondamente en la defensa y el cuidado de la Casa Común, y para ello, es necesario una transformación de toda actitud humana de desprecio y explotación a la creación.

Monseñor Carlos recordó que la Iglesia tiene la misión de acompañar a los pueblos amazónicos que están sufriendo tantos embates a causa de la deforestación y la destrucción ecológica: «Es normal que nosotros caminemos sin rumbo y nos pensemos a nosotros como los únicos poseedores de la verdad, del dinero o de los bienes; pero los bienes son de todos, porque Dios nos ha creado a todos, y nos ha dado la creación para que todos la cuidemos y para que nos hermanemos en ese camino», añadió.

Rezamos por la hermana madre Tierra, que nos ha dado el alimento, que nos da la vida, y que nosotros estamos afectando gravemente con nuestros comportamientos.

Finalmente, Monseñor Castillo exhortó a que escuchemos el llamado del Señor y estemos dispuestos a cargar con nuestras cruces, especialmente, con la cruz de la situación difícil que vivimos: «Todos tenemos la capacidad de reflexionar y de decidir juntos un camino distinto. Y ese también es el camino que nos propone el Santo Padre, que es el camino de Jesús».

En la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a vivir intensamente la fe que nos dejó, para que, inspirados en sus actitudes humanas y cristianas, podamos cambiar la manera de situarnos ante la realidad, redescubrir el sentido de nuestra misión en el mundo, y evitar toda actitud que pueda contrarrestar la vida del país:

«La fe cristiana nos llama a reclamar, en toda la humanidad, entrañas de misericordia, las mismas que hemos recibido de nuestras madres y de nuestro Dios. Necesitamos salir del entrampamiento de las locas ilusiones, de las locas fantasías, que hacen creer que, mediante la lucha indefinida por el poder en favor de mis intereses particulares, todo va a solucionarse. ¡Es la mentira más grande que podemos creernos», reflexionó (leer transcripción de homilía).

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Carlos Castillo.

La Fiesta de Santa Rosa de Lima ya se vive en todo el Perú y el mundo; y las principales autoridades de la Policía Nacional, Fuerzas Armadas y enfermeras, acudieron a la Basílica Catedral de Lima para rendir homenaje a nuestra santa patrona. También estuvo presente Lady Camones Soriano, presidenta del Congreso de la República.

En su homilía, el arzobispo Carlos Castillo señaló que la Fiesta de Santa Rosa es una oportunidad para vivir intensamente la fe que nos dejó: «Rosa de Lima transparentó a Jesús. Como mujer, se atrevió a vivir íntimamente una relación esponsal, enamorada, de noviazgo, de casamiento con el Señor», expresó.

El prelado aseguró que tenemos la misión de actualizar el mensaje universal de salvación que Santa Rosa quiso vivir en concreto en esta ciudad, de lo contrario, «nuestra devoción resulta sumamente frágil y emocionante, pero para nada atenta a la conversión y al cambio de las situaciones que vivimos como humanos, como católicos y como peruanos».

Cuidarnos de las locas fantasías que extravían al ser humano.

Las lecturas de hoy esclarecen el camino que debemos seguir: “No pretendas lo que te sobrepase ni escudriñes lo que se te esconde. Son tan numerosas las opiniones de los hombres y sus locas fantasías, los extravían”, dice el libro del Eclesiástico (3, 17-24). En ese sentido, Rosa fue una mujer lúcida que supo apartarse de la frivolidad del mundo limeño, abundante de riqueza. Ella no se dejó seducir, como dice el texto del Eclesiástico, por las «locas fantasías» que «extravían» al ser humano.

Carlos Castillo recordó que, desde muy pequeña, Isabel Flores de Oliva, percibió los problemas que originó la alta producción del oro y minerales en el país: «Desde los inicios de su vida, siendo de 12 años, Rosa ya había percibido los problemas: la producción del oro de distintos minerales que enriquecían a muchísimas personas; sin embargo, esto tenía su reverso: el maltrato y la explotación de los negros e indios. Por eso, ella opta por el «oro de la virtud», es decir, del amor, de la dicha, la paciencia, el servicio, y la ayuda a los demás», explicó Monseñor Carlos.

Rosa supo traducir la entrega generosa de Jesús en la Cruz con el testimonio de su vida en el Perú. Ella se identificó con los pobres, y sentó un principio humano de solidaridad con los que más sufren.

El arzobispo de Lima precisó que estamos viviendo un mundo consumido por las locas ilusiones, por la ambición del poder y del dinero: «¡Las cosas están muy mal en el mundo! Y hay gente que está pensando en un nuevo proyecto para la humanidad, pero que no es un proyecto basado en el  amor, sino basado en la explotación de unos sobre los otros», aseveró.

Rosa de Lima en el testimonio de entrega de nuestras enfermeras.

En otro momento, el obispo de Lima destacó la entrega heroica de las enfermeras, de forma especial, durante la Pandemia, tal como lo hizo en su momento nuestra Santa Rosa: “Muchas dijeron que no importa morir, lo que importa es ayudar, esa es mi tarea, mi vocación. Esa es la verdadera enfermera”, refirió.

El arzobispo recordó que Rosa traía a su casa “a las negras angoleñas para que pudieran parir con decencia y salud. Las traía desde Malambo, así como gentes de enfermedades asquerosas, sin distinguir si eran negros o indios y los cuidaba con esmero como nuestras hermanas enfermeras”. “Ella siguió hondamente la vocación del amor de Dios en cosas concretas que estaban en su posibilidad de realizar su vocación. Como consecuencia de ese amor, Rosa murió contagiada de una de las enfermedades asquerosas con las que iban a verla sus enfermos, a quienes atendía con tanto esmero”, contó en su homilía.

Cambiar la manera de situarnos ante la realidad.

Finalmente, nuestro arzobispo reiteró que la vocación que nos da el Señor es siempre la del amor, diversificada en todas nuestras tareas, en la tarea de las enfermeras, de la policía, de nuestras autoridades políticas, de los sacerdotes, y de todo el Pueblo de Dios: «Todos los que tenemos esta tarea, tenemos que desarrollarla como una vocación, porque nace de lo más profundo del amor de Dios que nos ha inspirado», acotó.

«Este es un día para agradecer todas las actitudes gratuitas, de servicio gratuito y generoso que las enfermeras y la policía nos han dado en la historia; como también lo ha hecho el congreso que dejó San Martín, hace 200 años, y que, desgraciadamente, todavía no lo honramos con todo lo debido; porque todavía las locas ilusiones y las locas ambiciones nos agarran por todos lados. Por eso, todos tenemos que recapacitar y corregirnos mutuamente. También corríjannos, ustedes, si ven en la Iglesia algún defecto que sea una cosa evidente que pueda contrarrestar la vida del país», subrayó.

Que todos los peruanos nos dejemos llenar por el espíritu entrañable de Rosa, y seamos capaces de compartir, entre nosotros, toda la riqueza de lo que somos: amándonos, comprendiéndonos, apreciándonos y ayudándonos.

En su homilía, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre el sentido de servicio y generosidad que debemos tener como cristianos. «Dios nos creó por absulto y puro amor, a su imagen y para que fuéramos semejantes a Él, es decir, para compartir y donar nuestra vida por los demás, de manera generosa y gratuita. Pidamos a Dios que a todos nos dé esa capacidad de servir, mucho más, a todos los que somos responsables y dirigentes en la sociedad.», acotó.

El Primado del Perú presidió la Eucaristía de este domingo XXII del Tiempo Ordinario acompañado de representantes del Cuerpo de Bomberos Veteranos del Perú, voluntarios de Cáritas Lima y jóvenes del decanato 1.

El arzobispo de Lima inició su reflexión dominical recordando el texto del libro del Eclesiástico: «Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor hallarás gracia.» (3, 18). Este es un llamado a la mansedumbre, explicó el obispo de Lima, a no ser orgulloso ni creído, sino a reconocer nuestro límite:

«El orgullo se apodera de las personas y siempre se dice: “yo siempre tengo la razón”, “mi familia siempre tiene la razón”, “mi grupo siempre tiene razón y no se equivoca”. Cuando esto ocurre, la maldad echa raíz, como dice el texto hoy, porque entramos en un enredo permanente, no afrontamos la dura realidad que vivimos y el límite real del modo de ser orgulloso, que es simplemente un barniz para esconder los intereses que tenemos, las ambiciones de poder y de aparecer, lo que termina por destruir a todos», señaló.

Invitar a todos los pobres a la cena de nuestra vida.

En otro momento, comentando el Evangelio de Lucas (14, 1. 7-14), Monseñor Castillo afirmó que la búsqueda del reconocimiento y el enaltecimiento de la propia persona, no puede darse a costa del sufrimiento de los demás, sin destruir ni atropellar al otro para obtener prestigio. Por eso, el Señor usa la parábola de la gran cena, para recordarnos que debemos proceder a vivir con sencillez, renunciando a nuestros propios intereses y reconociéndonos hermanos de los demás:

Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos, dice el Señor.

«Somos creados para amar, y para amar gratuita y creativamente como Dios nos amó. Esto presupone que tenemos el mismo destino de ser como Dios: generosos y gratuitos permanentemente», reiteró el arzobispo.

El Señor quiere que podamos invitar a todos los pobres a la cena de nuestra vida, de nuestro corazón, de nuestra Iglesia y de nuestra ciudad.

Carlos Castillo insistió que nuestra actitud como cristianos, debe ir en la misma línea que los sentimientos de amor incondicional que tuvo Jesús con la humanidad, ofreciendo su vida, compartiéndola y donándola al servicio de los demás: «Si soy creyente, cristiano, católico, en primer lugar, estoy para donar mi vida por los demás. No se trata de que salve mi alma, individualistamente, despreciando el cuerpo doliente de los demás. Eso es un egoísmo radical, un espiritualismo que me encierra en mí mismo y no me permite salir», advirtió.

La verdadera salvación es de todo el ser humano que se hace responsable de los deseos y necesidades de los demás, y que está dispuesto, entonces, a compartir lo que tiene.

Monseñor Carlos, exhortó a que sepamos vivir con la misma humildad de Jesús, firme y decidida, capaces de ayudarnos mutuamente para resolver nuestros problemas con un espíritu de servicio y fraternidad.

Finalmente, dirigiéndose a los representantes de Cáritas Lima y el Cuerpo de Bomberos Veteranos del Perú, añadió: «Que Dios los bendiga y nos haga a todos un solo corazón; Cáritas y bomberos, un solo corazón».

Campaña solidaria de abrigo y menestras.

Antes de dar su bendición final, el arzobispo de Lima convocó a una nueva campaña solidaria en favor de nuestros hermanos de la comunidad de Cantagallo y de las ollas comunes de nuestra ciudad.

Los objetivos de esta iniciativa son, en primer lugar, combatir el intenso frío que padece la comunidad shipibo – conibo del AA. HH Cantagallo, ubicada en el distrito del Rímac. Es por eso que se necesitan frazadas, mantas y ropa abrigadora (también se pueden enviar donaciones de casacas, chompas, chalinas y otros implementos para protegerse de las bajas temperaturas).

En segundo lugar, la recaudación de menestras solidarias se dirige para apoyar a las madres de las ollas comunes. Se requiere, con urgencia, donaciones de menestras y víveres no perecibles.

¿Cómo enviar tus donaciones de abrigo y menestras?

Para ambas campañas, puedes acercarte a dejar tus donaciones de manera presencial en los siguientes centros de acopio:

-La Catedral de Lima, ubicada en la Plaza Mayor de Lima.
-Los almacenes de Cáritas Lima, ubicados en Jiron Chancay 282 – Cercado de Lima
-Acudiendo a tu parroquia más cercana.

Todas las donaciones que se reciban en las parroquias de nuestra Arquidiócesis, serán enviadas a Cáritas Lima para su adecuada distribución. Y si deseas realizar alguna contribución económica, te invitamos a visitar las redes sociales de Cáritas Lima para más información.

En la Basílica Catedral de Lima, nuestra comunidad arquidiocesana se congregó para despedir a Monseñor Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú en los últimos cinco años.

En la homilía de este domingo XXI del Tiempo Ordinario, Girasoli se mostró emocionado y agradecido por estos años de acompañamiento a nuestro pueblo peruano: “Hemos caminado juntos por cinco años, junto a los obispos, los sacerdotes, junto a todo el Pueblo de Dios; porque caminando juntos, se abren nuevas perspectivas que alimentan mucho la esperanza”, expresó el prelado.

Monseñor Girasoli inició su homilía recordando el poema “Caminando aprendí”, de Thiago Bazán: “Cuánta verdad hay en esas palabras… ¡Caminando aprendí! Aprendí a admirar, a ver este maravilloso país con tantos viajes, 86 viajes que he realizado en el Perú en estos años. Y esto me ha dado la oportunidad de aprender, porque caminando se aprende, se ve, se admira, y también se pone el ánimo más dispuesto a escuchar y acompañar”, resaltó.

En su camino pastoral por todas las jurisdicciones eclesiásticas del Perú, Nicola Girasoli destacó la fe y la devoción de nuestro pueblo, así como el servicio de nuestros obispos, sacerdotes y religiosos: “Agradezco a Dios por haber caminado con ustedes. Seguimos caminando, como lo dice el Papa Francisco, con los brazos siempre abiertos, mirando siempre la Cruz, porque la Cruz nos enseña este amor infinito de Dios; y Jesús, en la Cruz, siempre tiene los brazos abiertos”, resaltó.

Caminar con las “puertas abiertas” hacia las periferias.

En su alocución, el ahora Nuncio Apostólico de Eslovaquia, repasó el pasaje del Evangelio de Lucas de la Liturgia de este domingo: «Un hombre le pregunta a Jesús: «¿Son pocos los que se salvan?» Y el Señor responde: «Traten de entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24)».

Monseñor Girasoli explicó que el Señor ha querido utilizar la imagen de una puerta estrecha para recordarnos que, aunque los brazos de Jesús en la Cruz siempre están abiertos porque la salvación es para todos, no todos se salvan: “Debemos pasar y entrar a través de esa puerta, que es la puerta del corazón de Jesús, que es la puerta de un amor infinito”.

Tenemos que caminar juntos con los brazos abiertos, con las “puertas abiertas”; unas puertas abiertas que nos hace caminar hacia las periferias de nuestras ciudades, del mundo entero.

Finalmente, Nicola Girasoli señaló que, a pesar de la tristeza por su partida, atesora en su corazón todo el amor de nuestro querido Perú: “Estoy convencido de que partir es también un renacer, porque uno no solamente deja, uno también se lleva todo, todo el amor, toda la simpatía, toda la amistad; y esto nos va a tener siempre unidos”, reflexionó.

Arzobispo de Ayacucho: «Gracias a nuestro nuncio peregrino».

Antes de la bendición final, Monseñor Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho, dedicó unas palabras de despedida a nuestro querido nuncio: «Los obispos del Perú hemos condecorado con la insignia de Santo Toribio de Mogrovejo a Monseñor Nicola Girasoli, para agradecerle su cercanía, su amistad. Hemos tenido la alegría de tener un nuncio peregrino que ha visitado las 46 jurisdicciones eclesiásticas», recordó.

En Monseñor Nicola Girasoli siempre encontrábamos una palabra de esperanza, un signo de amistad. Su trabajo quedará grabado en nuestro corazón.

Arzobispo de Lima: Tenemos un legado que compartir.

“Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma; pero algo también resucita, porque tenemos un legado que compartir”, fueron las palabras de despedida de Monseñor Carlos Castillo, quien expresó su agradecimiento, a nombre de nuestra Iglesia de Lima, por el testimonio de vida y de servicio de Monseñor Girasoli en todos los rincones del Perú:

“Te vas como el cuore zíngaro (el corazón es un gitano), que parte y que camina. Como dice la canción de Nicola di Bari: “Sin culpa estoy yo, gitano es mi corazón, cadenas rompió. Es libre, gitano y va hasta encontrar el prado más verde que hay” … Que en este prado más verde que hay, nos encontremos en el Reino de Dios; que será un prado bellísimo de verdor, de hermosura, de resurrección de la humanidad y de la naturaleza. Y que eso nos permita vivir intensamente como tú has vivido estos años con nosotros”, dijo emocionado el Arzobispo de Lima.

La Celebración Eucarística de este domingo XXI del Tiempo Ordinario, también contó con la presencia del embajador de Italia, Giancarlo María Curcio; y la Presidente del Poder Judicial, Elvia Barrios.

Participaron como concenlebrantes los obispos: Monseñor Salvador Piñeiro, arzobispo de Ayacucho; Monseñor Alejandro Wiesse, obispo de Requena; Monseñor Antonio Santarsiero, obispo de Huacho; Ratislav Zummer, secretario de la nunciatura.

«Tenemos que vivir un cristianismo vital, hondo, profundo, no solamente de grandes celebraciones. Tenemos que vivir un amor verdadero, no desesperado, fiel, entregado y, sobre todo, reconociendo humildemente nuestras faltas, nuestros pecados. Ese es el amor exigente del Señor que nos interpela y nos define como cristianos», es la reflexión que nos deja Monseñor Carlos Castillo en este Domingo XX del Tiempo Ordinario. (leer transcripción de homilía)

La Eucaristía celebrada en Catedral de Lima contó con la participación de los grupos representativos de la Iglesia y sociedad que participaron durante la Semana Sinodal: los migrantes, los jóvenes universitarios, las madres de las ollas comunes, los docentes, los empresarios, las mujeres, las comisiones pastorales parroquiales, entre otros.

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El Evangelio de hoy (Lucas 12, 49-53) relata que, mientras Jesús está en camino con sus discípulos, dice las siguientes palabras: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” Pero, ¿de qué fuego está hablando? El arzobispo de Lima explicó que el Señor ha querido expresar su misión usando un lenguaje y unos símbolos particulares: «Quizás nos asusta un poco las palabras que dice Jesús, y, sin embargo, Él está usándolas para traducirlas a un lenguaje nuevo. El Señor utiliza el símbolo del fuego para decirnos que en sí mismo se va a cumplir ese fuego, que es el fuego del amor profundo, el amor no desesperado. Es un amor exigente que nos interpela y, sobre todo, nos define», indicó.

Ese bautismo que va a recibir y que hace mención Jesús, es al que estamos llamados todos a pasar en este mundo y en la sociedad peruana, irradiando el amor gratuito del Señor para participar a nuestra sociedad del amor de Dios, así lo aseguró el obispo de Lima. «El Papa Francisco nos recuerda que, en medio de una crisis radical, la sinodalidad en la Iglesia puede irradiar el amor a todo el mundo. Para eso estamos aquí, para generar fraternidad y amor humano alimentado por el amor de Dios. Y ese amor es un amor ardiente, un amor de fuego, un amor vital, un amor que nos define y nos hace profundamente comprometidos con esa tarea», agregó.

Este amor que nos define, reflexionó el arzobispo, es un amor que también nos convierte, pero «no es un amor que nos convierte en militantes agresivos para destruir este mundo», ni mucho menos «un amor melifluo, dulzón, tibio, que lo que hace es hacer componendas, consensos solo por interés que no tienen nada que ver con el amor del Señor».

El amor ardiente del Señor nos hace creativos y nos introduce en la historia para ver cómo la solucionamos y la arreglamos.

«De eso se trata – reiteró Monseñor Carlos – de definir y ser conscientes que, como parte del amor, eso puede llevarnos, incluso, al martirio, como ocurrió con la Iglesia primera que daba testimonio del amor de Dios. Esa es nuestra tarea, y si es a costa de nuestra vida, hemos de estar dispuestos. El martirio no se busca, el martirio se encuentra, pero en ningún momento vamos a dejar de anunciar el Evangelio a tiempo y destiempo con entrañas de misericordia», comentó.

El Señor ha venido a traer definición y claridad a nuestras vidas.

En otro momento, cuando el Señor dice que no ha venido a traer paz a la tierra, sino división; el arzobispo Castillo señaló que Jesús ha venido a traer definición y claridad a nuestras vidas, no a destruir a nadie. Y acotó:

«Cuando una persona es treja, cuando se es firme, leal, fiel; la persona define y todos empiezan a temblar, porque también tienen que definirse ante ella al ser interpelados. Tenemos que aprender esa tarea, sin creernos la divina pomada, ayudando a los demás a convertirse y a caminar juntos; no para entreverar las cosas y destruir con violencias y con lucha de clases aquello que el Señor nos ha prometido destinarnos a vivir como hermanos».

Jesús, en su definición y en la angustia que tiene, está esperanzado en que pueda derramar todo su ser por nosotros. Aprendamos a ser cristianos como Él nos ha enseñado, poco a poco.

Finalmente, Monseñor Castillo agradeció la presencia de los diferentes sectores de nuestra Iglesia y sociedad que participaron en la Semana Sinodal de Lima: «Es un honor, para nosotros, recibir a todos ustedes que forman parte de grupos sociales que, a veces no, están cerca de la Iglesia porque no hemos trabajado con ustedes en favor de ustedes; y a pesar de ello, se acercan y nos ayudan y nos dicen su palabra; y nos permiten, también, a nosotros, interpelarnos como Iglesia».

El Primado del Perú saludó la participación representativa de la Compañía de Bomberos Voluntarios «Cosmopolita», quienes celebraron su 145 aniversario: «Cuántos de ustedes han muerto por salvar las vidas de la gente. Por eso, a ustedes los preside el amor, el amor comprometido, decidido, efectivo, que se olvide de sí mismo para dar la vida por los demás. Y ese es el que nos va a salvar también como país en la situación terrible que vivimos, cuando, con franqueza, reconocemos nuestros errores y, desde nuestra debilidad, ofrecemos nuestra vida entera», destacó.

En su reflexión sobre el Evangelio de hoy, Monseñor Carlos Castillo señaló que debemos estar atentos a las situaciones que vivimos para encontrar al Señor en medio de la adversidad. «No podemos ser insensibles a lo que vive la gente», dijo. «El Señor nos ama gratuitamente y suscita en nosotros, la capacidad de amar y de servir. Que este servicio se prolongue, también, hacia todas las autoridades y a todos los que tenemos alguna responsabilidad; y también, se extienda a todos ustedes, a todo nuestro pueblo», comentó.

El prelado también pidió que aunamos esfuerzos y acudamos a nuestras parroquias para llevar víveres y menestras en favor de las ollas comunes de nuestra ciudad. La Eucaristía de este Domingo XIX del Tiempo Ordinario fue concelebrada por Monseñor Javier Salinas, obispo auxiliar de Valencia.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (12,32-48), Monseñor Carlos afirmó que el Señor quiere hablarnos para ayudarnos a comprender cuál es la misión específica de la Iglesia en un mundo convulsionado: «Estamos en un camino sinodal, un camino para ir juntos a anunciar el Evangelio en el mundo, a través de todas nuestras experiencias diversificadas y complejas en las que estamos», adelantó.

En ese sentido, el llamado que hace el Señor, «No temas, pequeño rebaño», es un aliento a sus discípulos, en medio de las dificultades, para que este «pequeño rebañito» tenga la fuerza de poner, en el centro de su misión, el anuncio del Reino de Dios. Así lo explicó el arzobispo Castillo:

«El Señor les recomienda a los primeros discípulos, y nos recomienda ahora también a nosotros, de saber que ese Reino lo tenemos en nuestro ser, en el camino de la Iglesia también, y en el camino de toda la gente interesante y buena que hay en el mundo(…) Si el Señor nos ha dado el Reino, es para que ese Reino de amor pueda ser vigente, visible y realizado con nuestras experiencias de servicio; y para eso necesitamos, evidentemente, en medio del miedo, ganar confianza y tener la capacidad de mirar dónde está germinando para hacer crecer al Reino», meditó el prelado.

Atentos a las situaciones para ver por dónde viene el Señor.

En otro momento, Monseñor Castillo hizo hincapié en la segunda indicación que el Señor dice a sus discípulos: ¡Estén vigilantes! «Esto es muy importante en nuestra fe», resaltó el obispo de Lima, porque debemos estar «atentos a las situaciones para ver por dónde viene el Señor, porque Él nos ha prometido que traerá definitivamente ese Reino y participaremos, pero no sabemos el día ni la hora; por lo tanto, la actitud cristiana verdadera, de confianza, se transforma en una esperanza, y siempre están a la espera de su Señor».

Estamos muy necesitados de percibir, en la adversidad que estamos viviendo en nuestro país, las maravillas de Dios. Un signo maravilloso de este tiempo son las ollas comunes, con el esfuerzo de nuestras hermanas que se unen para evitar el hambre. Tenemos que seguir aunando esfuerzos para que el pan no falte en las casas, y la Iglesia tiene que hacer eso como su misión.

Carlos Castillo reiteró que la Parábola del siervo vigilante nos recuerda nuestra misión como cristianos: ser servidores. ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente su servidumbre para que les reparta la ración de los alimentos a sus horas? «Este pedido del Señor se dirige, especialmente, a quienes están a cargo de la dirección de nuestra Iglesia, a todos los obispos, párrocos, responsables de las catequesis, monjas y jefes de movimientos. El Señor nos invita a ser administradores fieles y solícitos para anunciar su Palabra y ser un signo que transparente el amor de Dios en la humanidad, sobre todo, en la adversidad», puntualizó.

Es indispensable seguir con el signo del Señor, porque ese signo, dócil y sencillo, implica que todos recuperemos nuestra humanidad como una humanidad entrañable que puede superar sus propios intereses y ver el bien común de todos.

«Hermanos y hermanas, no seamos como esas personas que piensan: “Como mi Señor tarda, entonces, me doy a la buena vida”. Sabemos que eso siempre puede pasarnos, sobre todo, porque estamos en un mundo en el que nos divertimos mucho porque nos distraemos bastante, pero no podemos ser insensibles a lo que vive la gente», reflexionó el Primado del Perú.

La Eucaristía de este Domingo XIX del Tiempo Ordinario, fue concelebrada por Monseñor Javier Salinas, obispo auxiliar de Valencia.

La Iglesia de Lima recuerda a nuestro querido hermano, Miguel Ángel Simón, al cumplirse dos años de su partida al Padre. La comunidad del Rímac se congregó en la Parroquia Natividad de María, junto a nuestro arzobispo Carlos Castillo; el actual Párroco, Jan Lozano; y todas las personas que fueron testigos del amor gratuito y desinteresado de Miguel Ángel.

El 2 de agosto de 2020 nos vimos sorprendidos por la repentina partida del Padre Miguel Ángel Simón, apenas nombrado Coordinador Adjunto de la Comisión Central de la Pastoral Arquidiocesana. «Como Iglesia de Lima, reconocemos en él un verdadero sacerdote santo, entregado a su misión de testigo del Evangelio de Jesús», señaló el arzobispo de Lima poco después de conocerse la noticia.

Dos años después, la comunidad de la Parroquia Natividad de María ha podido reunirse de forma presencial para agradecer a Dios por la vida y el testimonio del sacerdote diocesano. Uno de ellos fue Jan Lozano, párroco, quien aseguró que el Padre Miguel Ángel supo identificarse con el más pequeño, con los más pobres: «Él hizo muchas cosas en favor de su comunidad, desde levantar techos para las viviendas, compartir el pan con el hambriento y brindar una mano solidaria a todo aquel que lo necesitaba. Miguel Ángel tenía un lema que me han enseñado aquí: ‘Para Dios y para los pobres, hay que dar lo mejor de nosotros mismos'», comentó.

«Ese lema lo movió siempre a reconocer sus raíces, a nunca olvidarlas y, a la vez, a dignificar a las personas por medio del testimonio», ha acotado Monseñor Carlos en su reflexión. El prelado afirmó que el Padre Miguel Ángel tuvo una sabiduría muy grande que venía de su identificación personal con la familia, con la gente sencilla y con los pobres: «Nuestra tarea en el mundo, como sacerdotes, como Iglesia y como cristianos, es que todos aprendan a amar de verdad, como la única vía para ser felices, para encontrar la felicidad», precisó.

La muerte de Miguel Ángel nos ha marcado, definitivamente, porque murió de amor. Él vino del propio pueblo y sencillo, nunca se separó de esa condición; fue sacerdote y párroco, pero nunca separado, siempre dando testimonio de que hay que servir y no ser servido.

En otro momento, dirigiéndose a la comunidad de la Parroquia Natividad de María, Monseñor Castillo agregó: «Ustedes tienen la gracia de tener un hermano suyo, párroco, que se ha desvivido por ustedes y por esta Iglesia, para que sea realmente transparencia del Dios de los pobres y sencillos».

Finalmente, el obispo de Lima hizo un llamado a seguir el ejemplo de vida del Padre Miguel Ángel Simón: «No solamente somos cristianos, somos testigos anunciadores, somos discípulos misioneros. Y qué mejor que anunciar el Evangelio, contando cómo el Señor pasó por mi vida, por la cercanía de alguien como Miguel Ángel, que ahora nos ilumina desde el cielo», reiteró.

Testimonios de agradecimiento.

Uno de los momentos más emotivos se dio en el espacio de testimonios de agradecimiento por la vida del Padre Miguel.

Una maestra venezolana, por ejemplo, acompañada de su violín, dedicó una canción y recordó los gestos solidarios que el sacerdote diocesano tuvo con ella cuando llegó a nuestro país, hace cuatro años: «Desde el primer momento que llegué, sentí que este era mi hogar. Tuve la dicha de conocer al Padre Miguel Ángel vendiendo café. Un día estaba triste porque no había podido vender nada, y él me entregó un dinero para que pueda regresar a casa y darle sustento a mi familia. Recuerdo que él me dijo que para Dios nada es imposible, y que para los pobres tampoco. Él me animó a no bajar los brazos y a seguir esforzándome por mis hijos», contó emocionada.

Otro de los testimonios hizo mención a los gratos recuerdos de la vida parroquial del Padre Miguel Ángel, siempre preocupado en que los jóvenes se alimenten bien, así como abastecer los ambientes de la Parroquia con los recursos necesarios para la convivencia de la comunidad.

Queremos agradecer a Dios Padre Creador por la vida de nuestro sacerdote Miguel Ángel Simón, por las enseñanzas que deja en el corazón del pueblo rimense, y por todas las vidas que transformó anunciando el Evangelio con el testimonio de su vida.

Monseñor Carlos Castillo se reencontró con la comunidad de San Lázaro, en el distrito del Rímac, para presidir la Toma de posesión del Padre Frederic Comalat, quien llega al Perú tras su experiencia como responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Cuba.

Acompañado del Padre Carlos Valderrama, el Arzobispo de Lima se mostró emocionado de volver a la Parroquia San Lázaro, que estuvo bajo su tutela durante el periodo 2010 – 2015: «Nos reunimos para transmitir, al nuevo párroco, todo lo que hemos ido haciendo en estos años; todo lo que significa nuestra vida en este pueblo del Rímac y en esta Parroquia que es fuente inagotable de una tradición que es viva, que no está muerta, y que es la comunidad que ha sostenido por más de 400 años la fe del conjunto de esta parte de la capital», expresó.

Reflexionando sobre el Evangelio de Lucas (12, 13-21), que narra la Parábola de un hombre rico y necio que no quería compartir sus bienes, Monseñor Castillo explicó que la codicia nos lleva a la desesperación, a la ambición y al sinsentido, alejándonos de nuestra misión de anunciar el Evangelio y amar gratuitamente:

«Jesús ha venido para recordarnos las cosas centrales en cada hecho y acontecimiento de la vida, porque el sentido de la vida y los valores se viven diariamente, aunque no los veamos. Cada vez que tenemos un problema, una depresión o una necesidad, están en juego siempre esos valores latentes que necesitan ser rescatados por los cristianos: anunciar el Evangelio y ayudar a ver que una situación se pueda resolver, realmente, si vamos al fondo de las cosas y no a la superficie», destacó.

Para ir al fondo de las cosas, reflexionó el arzobispo, es necesario que enfrentemos los males que impiden orientar nuestras decisiones hacia el bien común, como es la corrupción: «La corrupción es un virus que se nos ha metido a todos, y todos tenemos que reconocer nuestra parte de culpa en esa ambición desmedida para poder superarlo», exhortó.

Saber compartir nuestros bienes y resolver los problemas con discernimiento.

En otro momento, Monseñor Carlos habló sobre la importancia del discernimiento y la actitud crítica para solucionar las cosas. El apresuramiento, en cambio, nos impulsa a soluciones inmediatas sin capacidad de reconocimiento de nuestros límites, buscando el conflicto y juzgando sin haber profundizado.

«Muchas veces existen, entre nosotros, problemas de este tipo, y pensamos que el Señor tiene que resolverlo y no nosotros, sin discernimiento de las cosas que están en juego. Por eso, el Señor se coloca distante, no de nosotros, sino de las soluciones que inventamos nosotros. Cuando dice “¿Quién me ha nombrado juez entre ustedes?”, lo hace para ir al fondo de las cosas», indicó el prelado.

Tenemos la necesidad de un mundo a inventar a partir de los principios básicos de la fe, que son los de la humanidad. Los bienes, hermanos y hermanas, son para compartirse.

Nuestro arzobispo recordó que Jesús entregó su vida a la humanidad como un don generoso para compartirlo con nosotros: «Por eso no se bajó de la Cruz – resaltó – para que este don gratuito sea el punto de partida de una manera de hacer la historia y la vida que pueda hacernos recrearla completamente con ese amor misericordioso, absolutamente gratuito, que hace posible que entendamos que algún día la humanidad tiene que vivir de lo gratuito», puntualizó.

San Lázaro: 400 años de experiencia como comunidad.

Dirigiéndose al nuevo Párroco, el Padre Frederic Comalat, el arzobispo afirmó que la comunidad de San Lázaro atesora «más de 400 años de experiencia como comunidad vieja de Lima». El prelado insistió en la necesidad de aprender a dialogar y caminar juntos para solucionar nuestros problemas más apremiantes:

«La Iglesia siempre creció cuando supo sumergirse en el sentir de los pueblos, cuando no mantuvo rigideces que llevaban, finalmente, a excluir a los demás; sino que aprendió a compartir con la gente en su lengua, en su sentir, en su música, y así, fue haciendo una vida distinta», acotó.

Hemos querido continuar el camino de la comunidad de San Lázaro con el apoyo de la comunidad Sant’egidio, que nació en la ciudad de Roma, en los barrios más pobres de esa ciudad, en Trastévere.

«Que nuestra comunidad de San Lázaro, que tiene tantos siglos, pueda seguir reverdeciendo, refloreciendo, como ya en todos estos años se ha hecho en toda situación adversa, en toda situación difícil, pero siempre con la imaginación que el Señor nos da cuando nos cuenta sus parábolas», se despidió Monseñor Castillo entre aplausos.

Central telefónica
(511)2037700