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En el marco de la Solemnidad de Santa Clara de Asís, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, presidió la santa misa en el Monasterio de Santa Clara . La celebración eucarística fue concelebrada por Mons. Adriano Tomasi, Obispo Auxiliar Emérito de Lima, y la venerable comunidad de padres franciscanos de la Provincia Franciscana los XII Apóstoles.

«Hermanos y hermanas, estamos celebrando con alegría esta fiesta de Santa Clara, una mujer que nos esclarece todo el panorama de la vida, saliendo de las tinieblas y de distintas dificultades que podemos tener. Clara siempre estuvo dedicada al Señor desde muy pequeña gracias a que su madre la educó en la fe vivamente «, comentó durante la homilía.

Permanecer en circunstancias distintas a las que me tocan

«A veces pensamos que la palabra permanecer, es una palabra estática. La palabra permanecer en la biblia es un acto de fidelidad que se renueva, y si bien Clara fue muy fiel en el sentido de mantenerse firme en donde tenía que estar, siempre tuvo la capacidad de preguntarse cómo ser fiel en circunstancias distintas a las que me tocan. Por eso tuvo esta novedad que es revolucionaria para todas las mujeres de su tiempo de pensar fuera del monasterio».

Por su frecuencia de escucha del evangelio y las enseñanzas de su madre, Clara «pensó siempre pensó en los pobres, y de hecho cuando se hizo mayor y ya tenía más o menos una herencia, ella la vendió y la entrego a la gente sencilla», recordó el obispo de Lima.

Santa Clara: mujer con carácter interpelada por los pobres

«A veces pensamos que Clara solo depende de Francisco – prosiguió – pero tenemos que destacar la personalidad de esta mujer más allá de Francisco«:

«Mientras que Francisco viene de una familia, podríamos decir, de emprendedores, de fabricantes del mercado textil; Clara era hija de terratenientes, gente de alta clase. Es interesante cómo Francisco se desprende de los límites de su padre, y simultáneamente, Clara que seguramente había escuchado el accionar de Francisco, desde el monasterio comparte la misma idea de que había que compartir con los pobres».

Clara fue eso, una mujer esclarecedora porque pensó y reaccionó en medio de una situación difícil

«Esto es muy importante porque en nuestro tiempo unas clases luchan contra la otra por conseguir dinero, poder y establecer entre ellos soluciones por acuerdos, pero siempre hay el olvido del pobre. Todos esos intereses luchan olvidándose de la gente, nosotros mismos, los católicos, a veces vivimos prescindiendo del pobre. Por eso la gente reclama», reflexionó.

En ese sentido, Clara tuvo «la capacidad de ver a los que no se ven y dedicarse a ellos mucho antes de que se encontrara con Francisco, y los autores actuales que han hecho sus biografías dicen que tenía una gran capacidad de impresionar y también tenía mucha autonomía para decidir, tenía mucho carácter».

Santa Clara augura un camino de desarrollo humano, personal y social para su pueblo

A partir de sus vivencias, e inspirada en el encuentro que tuvo con Francisco, «empieza lo que hoy día el evangelio llama “un camino fecundo”, de tal manera que Clara de Asís no es una mujer estéril que se encierra y se separa del mundo, sino que piensa por el mundo, reza por el mundo y da de lo suyo también.»

Clara comparte lo que tiene, y por lo tanto, se establece «un camino fecundo que es un camino no estéril, no cerrado en sí mismo, no un camino incapaz de crear algo nuevo, sino que ella les augura un camino de desarrollo humano, personal y social para su pueblo.»

Clara y Francisco pertenecían a clases distintas, y aún así, coinciden en un punto central: «el evangelio. Hoy también nos encontramos en una situación muy difícil donde todos se pelean contra todos por intereses, pero nosotros como cristianos tenemos que volver a la misma fuente, esa fuente que por permanecer en el Señor nos hace ir a lo más importante que tiene el mundo: los pobres».

«Los pobres del mundo que están clamando que hagamos esta tierra distinta, capaz de abrir todos los puños cerrados, todos los entrampamientos y egoísmos que existen a la posibilidad y capacidad de compartir y de tener un mundo lindo como el que nos ha dado el Señor».

Clara y Francisco: inspiradores de una nueva época

Monseñor Castillo se refirió a Francisco y Clara como «dos inspiradores de la nueva época que hemos de vivir», una nueva época «que va a costar porque estamos en un grave peligro por todo este crecimiento económico por ambición, que si bien tiene muchas cosas buenas, también está calentando el ambiente».

Es por eso que tenemos la tarea de «cultivar las relaciones humanas, apreciarnos, comprender las cosas, usar la cabeza, no apresurarnos en hacer varias cosas rápido, pensar bien en las consecuencias de nuestros actos, ser responsables los unos de los otros, y sobre todo, ser responsables de quienes más sufren. Esa tarea inmensa nos la inspira Clara con su propio carácter, con su propia inteligencia como María.»

Hagamos renacer nuestra fe con alegría y aprecio

Y recordando la invitación de Francisco durante su visita a nuestro país a que «los católicos peruanos estamos llamados a ser los santos del nuevo milenio», el Arzobispo de Lima recordó que «tenemos que abrir el corazón e ir al centro del evangelio para llenar nuestro país de esperanza y hacer renacer la fe, con alegría, con la dicha de estos dos inspiradores que hoy día venimos a celebrar, especialmente la dicha de esa mujer inteligente como María que profundiza en su corazón y crea formas de relación nueva entre la gente capaz de darle esperanza a toda la humanidad».

«Feliz día a todos los franciscanos y franciscanas, feliz día a todos y todas los que celebramos, llenémonos de dicha y de alegría para que, inspirados en Santa Clara, todos podamos renovarnos y hacer nuevas las cosas en fidelidad al Señor”, concluyó.

El Obispo Auxiliar de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez presidió la santa misa en la Basílica Catedral de Lima en el Domingo XIX del Tiempo Ordinario.

«En el evangelio de hoy (Lucas 12,32-48), Jesucristo dice: “no temas, pequeño rebaño, no tengas miedo” Pero Jesucristo no se refiere solo al miedo que puede estar referido a alguna circunstancia de peligro o de sobresalto, Cristo está hablando también de las circunstancias internas y de aquellas que quizás no vislumbramos todavía hoy», comentó.

“Cristo comienza así porque nos advierte, nos advierte no frente a esos peligros externos que alguno podría decir, no; Cristo nos advierte de lo interior, del desánimo, de la desesperanza, del cansancio interior.”

Donde esté tu corazón, ahí está tu tesoro

En otro momento de su homilía, el obispo resaltó que el Señor nos pide que cuidemos de no almacenar “cuidar de no poner tu corazón en cosas que pasan”, cosas del momento que “quizás hoy son importantes, pero pasan”.

“Dale a cada situación de tu vida el valor y el peso que deben tener, el trabajo, incluso la recreación, la familia, todo aquello que hoy constituye parte de tu vida es importante pero no le des más peso que el que tiene», indicó.

«Donde está tu corazón, ahí está tu tesoro – insistió – si tu corazón está en Dios todo lo demás no pierde sentido, al contrario, si tu corazón está en Dios todo lo demás tendrá el verdadero y auténtico sentido que debe tener».

Buscar tesoros que no puedan robarte

“A la altura de la edad que ya tenemos muchos de nosotros, uno se puede preguntar: ¿Qué he logrado hasta hoy? ¿Quién soy? ¿Quién soy a estas alturas de mi vida? ¿Cómo me he ido constituyendo como persona? ¿Dónde está mi corazón? ¿En qué gira todo mi ser hoy en día?”, reflexionó Monseñor Ricardo.

“Cristo dice: mira, cuidado porque tú debes preocuparte por bienes, por tesoros que nadie pueda robar, busca tesoros que un ladrón no pueda robarte, algo que nadie te pueda arrancar y por eso es que una vez alguien decía: “nadie podrá quitarme la fe que tengo” porque había trabajado de tal manera en su existencia, en su cercanía a Dios que había logrado un sentido de pertenencia, de identificarse con Dios», acotó.

Nuestra esperanza debe ser activa

“El Señor nos mueve a trabajar en la esperanza, pero una esperanza activa, es decir, haciendo algo; hay gente que puede cruzarse de brazos en una falsa e irresponsable confianza en Dios: “Dios lo va arreglar”, “Dios proveerá”, “yo se lo pongo en manos de Dios”, “Dios lo va a solucionar” pero hay algo muy claro, Dios no va a hacer lo que te toque hacer a ti”, continuó Monseñor.

Es por ello que es importante que el creyente no solo confiemos en Dios, “sino se mire a sí mismo y diga:¿Qué parte me toca a mí? ¿Qué parte de esto es responsabilidad mía? Muchos de nosotros todavía no sabemos lo que nos toca hacer, y es muy peligroso porque cuando tú no sabes quién eres, cuando tú no sabes lo que te toca hacer, haces cosas que le tocan al otro o quizás nadie hace lo que a ti te corresponde y nos perdemos».

El sentido de nuestra misión

El Obispo Auxiliar de Lima instó a la comunidad presente a renovar nuestra identidad cristiana: “renovemos nuestra identidad cristiana, hoy les pido eso, no solamente pensemos ¿Quién soy? ¿Cómo va mi fe? No, también revisemos ¿Cuál es mi misión? ¿Cuál es mi tarea? Hoy el Señor te dice eso: “Siervos que hagan lo que les toca hacer” dice el Señor, pero tengo que hacer lo que me corresponde, ese es el llamado que Dios nos hace hoy”.

“Si cada peruano hace lo que lo que le corresponde de manera seria y responsable, creo que podríamos mejorar mucho nuestra sociedad, creo que podríamos avanzar mucho si cada quien asume sus responsabilidades de manera clara, concreta y directa”, concluyó.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la santa misa en la Basílica Catedral de Lima en el Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. Participaron como concelebrantes Monseñor Javier del Río, Obispo en la Diócesis de Tarija (Bolivia), y el sacerdote mexicano Julio Díaz Villegas. La celebración eucarística contó con la presencia del Coro de Niños de la Catedral de Trujillo.

«Dice el texto de hoy (Lucas 12,13-21), que alguien del público le dijo a Jesús: “maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo su herencia”, y el Señor lo que quiere es que sus discípulos vayan más allá de los líos inmediatos para ver desde dónde y cómo tenemos que interpretar y vivir las cosas», comentó Monseñor Castillo durante la homilía.

«El Señor no quiere meterse a dirimir estas cosas y por eso es que dice “¿Quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?” Aquí la palabra ‘juez’ no dice una expresión que es en griego, es decir dikastes (justo o juez), sino dice simplemente kriten (crítico), que significa algo así como: “crítico entre ustedes”. ¿Quién me ha nombrado crítico entre ustedes?»

La codicia y el peligro de actuar sin razón

Jesús trata de salir de esa manera de ver las cosas inmediatamente «para ayudar a sus discípulos a comprender que el cristiano tiene que tener siempre una mayor profundidad en las cosas, no dejarse llevar por los líos intestinos, sino ver más lejos y más profundo.» Jesús actúa como verdadero dikastes, como el justo juez que nos lleva al sentido profundo de las cosas.

Por eso les dice: “guárdense de toda clase de codicia”. El Señor ha intuido que hay un peligro muy grande para el discípulo que era «estar entretenido en las cosas diarias, actuando con una actitud que es muy peligrosa, la codicia. Dice esto porque sus discípulos eran personas muy sencillas, y probablemente tenían una actitud de codicia, no eran codiciosos pero tenían una actitud peligrosa que podía envolverlos, y contra eso es con lo que está Jesús».

«El Señor les da una parábola para que ellos piensen, deja el pensamiento a la gente para que discierna. Por eso hoy día estamos todos invitados a seguir eso que Jesús hace, ponernos ejemplos para que veamos las cosas ¿Tiene sentido realmente esto? ¿Qué me está diciendo esta parábola? ¿Cómo puedo seguir adelante en mi vida respecto a este problema?»

Apoderarse de las cosas olvidándose del otro

En el pueblo de Israel, los sacerdotes habían mostrado que ellos eran el ejemplo del mundo viviendo enriquecidos y difundiendo este estilo de vida entre la gente sencilla: «si nosotros tenemos esas actitudes de los sacerdotes que en esa época eran personas que vivían a costa de la gente, con mucho dinero y con mucha pompa, entonces nosotros también podemos correr un riesgo, vamos a estar dispuestos a matar si es necesario para poder conseguir lo que queremos», explicó el Arzobispo de Lima.

«Eso es la codicia – agrega – apoderarse de las cosas olvidándose del otro, e inclusive no importando nada, cosa que ocurre hoy día en el mundo, en la sociedad, especialmente en un sector económico que le llaman las finanzas, que todo el día está buscando ganancias».

La codicia también puede existir «en las personas comunes y corrientes que son capaces de, por conseguir un poco de plata, robar, matar, hacer cosas graves en la vida para conseguirlas, y Jesús no quiere que sus discípulos sean así, sino que el verdadero cristiano, el verdadero discípulo del Señor, sea siempre misionero, es decir, ver al otro para ayudarlo, para acompañarlo y anunciar al evangelio».

Una Iglesia misionera que comparte y piensa en el otro

Fraterno encuentro entre el Arzobispo de Lima y el padre Julio Diaz Villegas

«¿Cómo siendo codiciosos nosotros como católicos podemos ser misioneros si no nos fijamos en el otro? – pregunta el Obispo de Lima – Hacemos una vida básicamente para nosotros mismos, como la del señor que era rico y murió antes de tiempo. Este es el caso de una persona absurda que pensó en sí misma toda la vida y no puso su atención en compartir con los demás porque no pensó en los demás».

Esta actitud codiciosa también ocurre en la Iglesia: «nos hemos habituado a pensar de que la Iglesia va a surgir si tenemos grandes ahorros e invertimos la plata para tener más ganancia. No es así, solo si compartimos tenemos Iglesia, porque conforme compartimos tanto el dinero como las riquezas y las cosas, poquito a poco se forma la comunidad y todos vamos a ayudar».

«No es embolsicándonos el dinero que arreglamos las cosas, sino es compartiendo el dinero, y compartiendo los bienes para que juntos vayamos consiguiendo poco a poco un sentido de Iglesia para compartir con la gente», aseguró.

Sencillez de corazón para dejar las ambiciones personales

Monseñor Javier del Río, Monseñor Carlos Castillo, padre Julio Diaz Villegas

«Por eso el evangelio nos invita a todos a no ser necios, pero en vez de actuar correctamente y de acuerdo a las necesidades, a veces nos cegamos y no queremos abrir los ojos y ni abrir el puño, entonces nos encerramos, nos enriquecemos y la codicia nos destruye.»

«Hoy día, en gran parte, todo lo que está pasando en el mundo se debe a la gran codicia que está reinando, de lo contrario, no se destruiría la naturaleza, no tendríamos calentamiento global, no se maltrataría a la mujer, no habrían tantos sufrimientos en las personas, en sus vidas».

La vida cristiana es un renunciar a la codicia, a la ambición, al amontonar como locos. Todas las riquezas, lo dice la Iglesia, están para ser compartidas, para el bien común

«Hoy día también sucede eso cuando hay ambiciones sociales, políticas, económicas que se dan pensando en sí mismo y no en nuestro país. Si no pensamos en el país nos hundimos todos. Debemos tener la capacidad, la anchura de corazón, la generosidad, la sencillez de corazón para salir y ceder de aquellas cosas que ambicionamos para poder ponernos de acuerdo con los demás y hacer una patria más linda».

Buscar las cosas buenas del cielo que hay en la tierra

Coro de niños de la Catedral de Trujillo

En otro momento, Monseñor Castillo explicó el sentido de las palabras del apóstol Pablo cuando nos pide que no busquemos los bienes de la tierra sino los del cielo:

«Cuando dice que no debemos estar persiguiendo los apetitos de la tierra, se refiere a las cosas malas de la tierra, la fornicación, la posesión de los demás, la impureza, la pasión desordenada, la codicia, la avaricia. Esas maneras de comportamiento las llamamos terrenas en el sentido figurativo, son cosas que hemos inventado los humanos, pero en la tierra también hay cosas muy buenas: la amistad, la alegría, el compartir, la cercanía, el cariño. Están en la tierra pero son del cielo, son de Dios y por lo tanto tenemos que vivirlas y valorar muchas cosas buenas que hay en el mundo».

Las cosas buenas que nos edifican hay que alentarlas, y Dios quiere esas cosas que él nos ha traído que le llamamos del cielo y son de su reino, de su amor.

«Sepamos que el Señor nos invita a un cristianismo y a una fe inteligente, insistimos mucho en eso porque estamos acostumbrados a preguntarle siempre al padrecito: “¿se puede o no se puede? ¿por quién voto? ¿por este o por el otro?” y no está bien eso, cada uno debe formarse su conciencia y todos debemos aspirar a ser cristianos maduros, cristianos inteligentes, cristianos que puedan discernir con libertad y no teman discernir».

«Háganlo siempre pidiéndole a Dios que les de la inspiración para la mejor salida y solución, y si se equivocan vuelvan a reflexionar y vuelvan a escuchar la palabra de Dios para seguir decidiendo. Que Dios los bendiga y que las parábolas de Jesús siempre los alienten a ser cristianos inteligentes, capaces de eliminar la codicia de nuestras vidas y de dar vida a todos», concluyó.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la tradicional Misa y Te Deum por el Día del Juez que se celebra todos los años en la Basílica de la Catedral de Lima. Participaron de la celebración eucarística el Doctor Francisco Távara Córdova, distintos representantes de la Fiscalía de la Nación, jueces supremos, fiscales supremos y jueces del Tribunal militar.

También estuvieron presentes como concelebrantes el padre Rafael Reátegui Cabrera de la Comisión de Hermandades y Movimientos religiosos, y el padre René Jesús Mendoza, Vicario de la Pastoral Juvenil.

“Hoy día celebramos en esta misa, el día del juez, y nada mejor que recordar a aquel que nuestra religiosidad popular denomina: “el juez justo” o “el justo juez”, que es Jesucristo”, comentó el Arzobispo de Lima durante la homilía.

El Señor es el justo juez que nos interpela

Monseñor Castillo recordó que Jesús “es el justo juez que nos interpela definitivamente a todos para entrar en el sentido de las cosas”, y añadió que “la tarea del juez es difícil porque tiene que resolver problemas, a veces muy graves, y tiene que dar una sentencia justa, estudiar hondamente las cosas, aclararlas y tomar una determinación, y en esa misma dificultad, qué importante es tener la iluminación para acertar correctamente y hacer lo adecuado, lo verdadero”.

El tesoro más grande que tiene un juez es su capacidad de actuar según la voluntad de Dios en medio de situaciones muy difíciles y con discernimiento profundo.

“En ese sentido, Jesús viene en nuestra ayuda porque nos da un criterio esencial: toda persona justa es aquella que ha tenido misericordia con aquellos que sufren o aquellos que son las víctimas del mundo: el hambriento, el sediento, el encarcelado, el enfermo, y tantas personas que nosotros conocemos en el mundo que sufren las consecuencias del mal infligido por otros”.

Un proceso regenerativo de la sociedad

“Hacer un partecita del cielo en la tierra, como decía Santa Rosa, significa hacer justicia – prosiguió – una justicia con misericordia, aplicando sentencias adecuadas que permitan un proceso regenerativo de la sociedad y del mundo.”

“Eso es lo que quiere Jesús cuando hace de nuestra fe y de los católicos que estamos aquí presentes, personas que deben incidir en las situaciones problemáticas teniendo en cuenta que la última palabra la tiene Dios y no nosotros, y por lo tanto, saber decir y vivir de acuerdo al criterio que Dios nos establece.”

«Cierta visión de nuestro catolicismo, en los últimos años, ha creído que simplemente por llamarnos católicos ya somos justos, pensamos que por ser católicos ya somos santos, ya somos puros, ya somos justos. El Papa Francisco insiste en que, la única manera de ser justo es reconocer nuestro pecado, reconocer los límites que tenemos y disponernos a la voluntad de Dios para actuar de la manera más adecuada.”

Catolicismo ateo: una ideología que destruye la capacidad de recapacitar

En otro momento, habló sobre uno de los grandes problemas de la humanidad, la corrupción: “Ese flagelo que tenemos ocurre, dice el Papa, porque cuando es pecador uno siempre tiene la tentación de decir: “no tengo pecado”, entonces se acumula una serie de justificaciones que luego hacen que la persona degenere y ya no vea los problemas».

Esta actitud es expresión de «un tipo de catolicismo, alguien lo llamó un ‘catolicismo ateo’ porque afirmamos que por ser católicos tenemos siempre la razón y no nos equivocamos, y cuando realmente nos equivocamos encubrimos y decimos: “no es así”, entonces escondemos las cosas”.

“Le llamamos ateo porque no le deja la última palabra a Dios, porque no cree en el fin, en el último juicio de Dios, y lo que ocurre simplemente es la emergencia de una ideología que destruye la capacidad de recapacitar.”

Dejarse interpelar por el sufrimiento del otro

«En este día del juez es muy importante que el Señor nos ayude a ser jueces justos, como él, que siempre hizo la voluntad del Padre. Jesús mismo decía que su obra no era suya sino la del Padre, siempre estaba abierto a la posibilidad de que él se pudiera equivocar. Este gesto lo hizo porque vive siempre abierto a cuestionarse, a interpelarse, a dejarse interpelar por las situaciones y por el sufrimiento del otro».

“Tengan los mismos sentimientos que Jesucristo, el cual siendo de condición divina no reivindicó para sí su derecho de ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, asumiendo semejanza humana y apareciendo a su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, se anonadó haciéndose obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.”

Un gran aliento de renovación de la vida cristiana

El Obispo de Lima señaló que la bendición del Señor “es una fuerza para promover a las personas, para darles ánimo, para consolar a nuestro pueblo que necesita de jueces que puedan ayudarnos a todos a salir adelante y participar en esta situación que estamos viviendo hoy día dando la esperanza que el Señor nos ha dado a todos.”

Que nuestro catolicismo sea creyente y no ateo, un catolicismo vivo que acoja la Palabra del Señor y pueda ayudar a tantas personas que cada día sufren.

«Ayudemos mutuamente a limpiar nuestros errores, nuestras culpas y también ayudemos a todos los que han podido caminar bien en el camino de la justicia, ayudar a los otros a recapacitar y a unirnos todos en un gran aliento generalizado de renovación de nuestra vida cristiana y de nuestra vida como jueces, abogados, fiscales y todo el sector que ciertamente tiene un rol fundamental en la vida de este mundo y de nuestro país», concluyó.

Al finalizar la ceremonia, el Doctor Francisco Artemio Távara Córdova pidió a todos los jueces del Perú “un esforzado y correcto trabajo, pensando fundamentalmente en hacer justicia a la ciudadanía que lo requiere y tratando de acercarnos al juez justo.”

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo participó en el programa ‘Diálogo Abierto’ conducido por Salvador Herencia para abordar el tema ‘La Iglesia, la infancia y los niños: Una prioridad entre la opción por los pobres’. También participaron en el debate el padre Gastón Garatea, y la Dra. Gloria Helfner, miembros del Grupo Directivo de Inversión en la Infancia.

Cada niño nace con una vocación que debemos cultivar

«El tema del niño siempre está presente en la tradición de la fe porque Dios, cuando quiere cambiar la historia, hace nacer un niño. Moisés, David, Daniel, todos son niños que luego se hacen grandes y dependerán mucho de cómo son acogidos, como el propio Jesús que es acogido en forma precaria, pero no aparecen como niños abandonados como dice Nietzsche y Heidegger», comentó el Arzobispo de Lima.

Cada niño nace con una vocación, con un llamado especial y tiene una tarea, una misión para todos, pero hay que cultivarla acogiéndolo y aceptándolo como es.

«No somos arrojados a la existencia, somos acogidos a la existencia, no somos seres anónimos, y la biblia quiere recordar que inclusive el niño más menesteroso, más pobre, siempre ha de ser acogido y acompañado para que crezca y pueda también ser un aporte», añadió.

Vocaciones que se frustran por la desnutrición

Con la desnutrición actual que vemos en todo el país «hay posibilidad que una vocación se frustre porque le falta algo elemental como el hierro, por ejemplo». Este es un problema serio porque estamos «cometiendo una falta de acogida, actuando con indiferencia ante el nacimiento de un niño en medio de una sociedad violenta que lo maltrata o usa para fines propios que van a impedir hacer su misión en este mundo».

La Iglesia necesariamente tiene que tomar cartas en el asunto porque es «el sector más lindo para recibir a los niños en sus espacios amplios para que jueguen, participen en la misa y aprendan a cantar, pero también encontramos una proporción de niños que son retraídos o que tienen debilidad, y es muy difícil poder hacer una pastoral que incluya a quienes tienen deficiencias».

«Ciertamente los esfuerzos que se han hecho por la alimentación han existido y existen, pero hay que reforzarlos mucho porque el crecimiento de la población es tan grande que corremos el riesgo de excluirlos como sucede con otros sectores de población como las zonas amazónicas o las zonas más altas de los andes».

Pastoral juvenil de barrios

En ese sentido, la Iglesia debe comenzar a «abrirse a nuevos sectores y mirar para fuera», que salga a compartir la vida para «crear nuevas formas de parroquia donde se encuentra la gente en la calle». Y recordando la exhortación apostólica ‘Christus Vivit’ del Papa Francisco, Monseñor Castillo comentó sobre la propuesta del Sumo Pontífice de una «pastoral juvenil barrial sin muchas exigencias, en donde los agentes pastorales se van a mezclar con la gente en el barrio para hacer grupos de distintos tipos».

Pastoral de la infancia que considere al niño como sujeto

«En el caso de los niños hay que compartir con ellos y empezar dentro de cada barrio a reunirlos para ver en qué condiciones están, y luego hablar con las mamás, reunirse con ellas para ver si están nutridos o no».

«A mí lo que me interesa de la pastoral de la infancia – añadió Monseñor Castillo – es que considera al niño como sujeto, no lo considera como un objeto de trato sino como alguien que es todo una potencialidad de vida para todos, y que además él mismo es una fuente inagotable de reconocimiento de que Dios está con nosotros y nos acompaña».

En la niñez se genera la esperanza de la humanidad

A Jesús desde chiquito se le llama el Emmanuel porque Dios nos acompaña, «quiere que siempre se genere desde la niñez la esperanza de la humanidad; y entonces al considerarlos sujetos, no son simple objeto de nosotros sino que siempre nos están preguntando, demandando y amando, y nosotros estamos respondiendo sus necesidades y estamos en diálogo con ellos».

Podríamos crear un sistema educativo de la infancia que a todos nos pusiera en sintonía sobre cómo vamos a tratar los niños y por qué el niño tiene que ser tratado como sujeto y no como un objeto.

«La alimentación tiene que ir variando según se avanza en la vida, no puede ser la misma, toda la vida es harinas y entonces eso disminuye las capacidades. Luego está la presencia del alcohol en la vida de las personas que destruye ciertamente las células cerebrales, y que entonces se transmite eso de generaciones a otras, inclusive, cada uno de nosotros podría medir si ciertas enfermedades que tiene no derivan de cosas que en el pasado nuestros familiares comieron o tomaron».

Una cadena ininterrumpida de maltrato infantil

El tema de la violencia en nuestro país se ha hecho más evidente en el último tiempo al ubicarnos en el tercer o cuarto lugar en el mundo de maltrato de la mujer. «Esto es expresión de vidas donde la niñez ha sido tratada como cosa, es una cadena ininterrumpida, histórica, en donde no podemos decir que todo tiempo pasado fue mejor, porque realmente el pasado fue muy duro por la rigidez con que se pretende muchas veces adaptar al niño a las formas de los adultos».

«Todos hemos recibido una educación un poco dura, quizás en eso hemos mejorado pero no lo suficiente, porque aún están los rezagos de una educación violenta, ‘que la letra con sangre entra’, o la amenaza permanente de decir: ‘si no haces esto, Dios te condena’, ‘si no te confiesas, Dios te condena, tienes que temer al Señor'».

«Toda esa manera de pensar del Siglo XVII se ha mantenido en la historia hasta ahora» porque no se dialoga con la persona sobre sus sentimientos, sus búsquedas, al contrario, «se pretende imponer a la persona y fabricarla en vez de suscitarla y resucitarla, que es lo que hace Jesús».

Una fe cristiana basada en el amor gratuito puede desviolentar nuestra sociedad

En ese sentido, Jesús pone en el medio a los niños y nos dice que si no son como niños, no entrarán al reino, «y lo dice porque el niño absorbe, en el sentido de que acoge lo que se le dice y cree, pero claro si eso es dañino también se lo cree».

«Nosotros hemos sido educados en una tradición violenta que en cierto modo ha anunciado el rigor y la amenaza permanente a la persona, y entonces nos hemos olvidado de los más central de la fe, que es el amor, el amor gratuito de Dios que está mostrado en Jesús».

«Yo creo que una fe cristiana, basada en amor gratuito que es la que predica el Papa Francisco con toda claridad y que es la de Jesús original, puede desviolentar nuestra sociedad si es que nos quitamos el temor, y si expulsa al temor, expulsa a la violencia también».

Construir un país es una gran experiencia de amor

«Julio Cotler antes de morir dio una entrevista a Santiago Pedraglio donde dice que el Perú es uno de los países en América Latina en que existen menos experiencias compartidas, y en donde menos hablamos y creamos espacios para poder entendernos». Estos espacios ayudarían «a que pudiéramos por lo menos botar esas represiones, esos maltratos que hemos recibido antes para consolarnos mutuamente».

«Mi papá me enseñó, un poquito de viejito, que hacer un país es una gran experiencia de amor, construir una nación es una gran experiencia de amor, de encuentro los unos con los otros, de conocer nuestras historias. Como sacerdote he confesado en mis distintas parroquias a familias en que no se conoce el uno con el otro, no conoce la historia anterior, y entonces eso ahora se está haciendo un poquito más, pero se necesita propiciarlo.»

Un pueblo herido necesita hablar y ser escuchado

«Ayer le decía en mi parroquia San Juan Apóstol: “todos somos arzobispos y arzobispas”, porque a mí me han nombrado como parte de una experiencia concreta que es parte de todos ustedes, es una parroquia linda, pero la idea es que esa parroquia la asumamos todos para que difundamos esta alegría en las formas eclesiales».

«La Iglesia podemos abrirla para que su aporte sea dar, ser un medio, un ambiente, un espacio para que todos podamos compartir y entendernos, porque si nos entendemos, si nos comprendemos, si nos apreciamos podemos ver lo interesante que tenemos a pesar de todas nuestras dificultades y heridas. Un pueblo muy herido necesita hablar mucho y ser escuchado también».

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