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«Ustedes son el milagro más grande que hoy la venerable Madre Teresa de la Cruz, vuestra fundadora, mira desde el cielo. Por eso nosotros las recibimos con entusiasmo y alegría, y las miramos con este gran milagro de amor en nuestra Iglesia», comentó Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú, durante la misa de acción de gracias por el centenario de la Congregación de Canonesas de la Cruz.

La celebración eucarística contó con la presencia del Cardenal Pedro Barreto, Arzobispo de Huancayo; y Mons. Aldo Giordani, Nuncio Apostólico en Venezuela. También asistió el Alcalde Metropolitano de Lima, Jorge Muñoz.

Acompañaron como concelebrantes Mons. Guillermo Vera Soto, Obispo de Iquique; Mons. Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho; Mons. Richard Daniel Alarcón , Arzobispo de Cusco; Mons. Juan Carlos Vera, Obispo Castrense del Perú, Mons. Isidro Barrio, Obispo de Huancavelica; Mons. José Eduardo Velázquez, Obispo de Huaraz; y Mons. Héctor Vera, Obispo de Ica.

Mons. Girasoli reconoció el esfuerzo, servicio y amor a la Iglesia de las hermanas canonesas desde su fundación: «Han sido 100 años de haber formado muchas generaciones de jóvenes, 100 años de contribución al crecimiento de la Iglesia con su apostolado de evangelización».

«En cualquier lugar donde están las canonesas con su trabajo y su servicio hacen brillar el rostro misericordioso de la Iglesia. Gracias por su total entrega al pueblo de Dios, gracias por estar con los pobres, los jóvenes, los más necesitados, gracias por estar siempre donde el Señor las necesita».

Jubileo con un corazón memorioso

Y recordando la visita del Papa Francisco al Perú en enero de 2018, el Nuncio Apostólico en el Perú indicó que cuando se celebra un jubileo el corazón debe hacerse «memorioso»:

«Miramos a estos 100 años con un corazón memorioso y agradecido. Recordamos hoy a todas las hermanas que ya están en el cielo y que hoy con la Madre Teresa de la Cruz están felices de verlas a ustedes en esta Catedral, como la continuación entusiasta del viaje que empezó con la madre fundadora y las primeras hermanas», indicó.

La celebración de un jubileo, con un corazón memorioso, nos anima también a vivir con mayor entusiasmo y mayor ardor apostólico en el presente

«En este viaje jubilar, el pasado agradecido y memorioso, y el presente lleno de amor y de entusiasmo a Cristo crucificado, nos hace mirar hacia el futuro con confianza y esperanza. La esperanza de la que hablamos no se basa en números ni obras, se basa en el Cristo crucificado, en aquel en quien han puesto su confianza».

El verdadero amor tiene forma de cruz

«Necesitamos mirar a la cruz – prosiguió – la cruz nos enseña a retomar el camino». Y si muchas personas representan el amor en la forma de un corazón es porque todavía no han «conocido la cruz», porque el verdadero amor «tiene forma de cruz».

«Es en la cruz que se vive el verdadero amor, mirando la cruz el amor se dilata y une el cielo con la tierra, por eso la venerable Teresa de la Cruz ha puesto en la cruz y en el Cristo crucificado el ideal del carisma fundacional de vuestra congregación», expresó.

«Todas ustedes hermanas canonesas forman el mosaico de amor para Dios, cada una de ustedes es una pieza irremplazable de este mosaico. Sean siempre orgullosas y felices de vuestro carisma y de vuestra congregación», concluyó.

Recomenzar con nuevas fuerzas

Por último, la Madre Sara Merino, Superiora General de las Canonesas de la Cruz recordó las palabras de la fundadora Teresa de la Cruz: ‘Vuestro título de nobleza es la cruz, eso lo habéis de realizar todas en conjunto como ideal de vuestra comunidad’ –«Son palabras significativas que vienen a dar sentido a todo este tiempo de actividades – explicó.

«No solo es la celebración de una institución – insistió – es una vocación, un llamado de Dios que hace más de 100 años Teresa sintió y hoy vemos que sus frutos no están ni en la cantidad, ni en las obras, sino en el estilo de vida que el crucificado imprime en nuestros corazones».

«¿Y ahora qué? ¿Ahora acaba todo? – preguntó la Madre Sara Merino – Nos toca recomenzar con las fuerzas de nuestro título de nobleza: el crucificado; que nos da un estilo que es el del sacrificio, la inmolación, la humillación, el desamparo».

«Que este camino rumbo a nuestro siguiente centenario sea siempre bajo la sombra de la cruz, amando y sirviendo a Dios con esa sencillez que es elocuente», finalizó.

Ser discípulo de Jesús y seguirlo representa «imitar la humildad y el servicio del Señor», expresó Monseñor Octavio Casaverde durante su homilía en la Basílica Catedral de Lima este Domingo XXIII Tiempo Ordinario. La celebración eucarística contó con la participación del grupo de jóvenes y niños cargadores de la Hermandad del Señor de los Milagros.

«San Lucas (14, 25-33), el autor del Evangelio de este relato, nos presenta a Jesús en medio de una gran multitud cautivada por su enseñanza, su sencillez, su humildad, y su cercanía – comenta Monseñor Casaverde – nosotros aquí igualmente hemos venido masivamente, acompañando al Señor de los Milagros, esta vez con los grupos de jóvenes de nuestra arquidiócesis».

Cuando el Señor nos pide «posponer todo para unirnos a su obra», está haciendo un llamado para «contribuir a la salvación del género humano», por eso nos recuerda que no podremos ser su discípulo si nos dejamos dominar por el egoísmo, el orgullo y las ambiciones personales.

Seguir a Jesús es pensar en el prójimo

«Nuestra misión es ayudar a que el Reino de Dios se establezca aquí en la Tierra», continuó el Vicario General – y ese Reino consiste en «buscar siempre el bienestar del prójimo, empezando por nuestra casa»

En ese sentido, la familia, por ejemplo, reproduce de una manera auténtica «ese amor de Dios» cuando los padres se entregan a sus hijos con amor para que sean felices, «ese es el amor que Jesús nos ha revelado», y nos ha mostrado que su reino es un «Reino de amor, fraternidad, paz, progreso y perdón».

Si queremos ser discípulos del Señor, tomemos nuestra cruz, evitemos todo lo que es ambición, mezquindad y egoísmo

Seguir a Jesús, por tanto, es «imitar la humildad del Señor, el servicio del Señor. Cuando miramos aquí la imagen del Señor de los Milagros ¿Qué es lo que vemos? Cristo que sirve a la humanidad entregando su vida, haciendo triunfar el amor sobre el odio y manifestando así el amor entrañable con que Dios nos ama».

Y dirigiéndose a los jóvenes cargadores del Señor de los Milagros, Mons. Casaverde recordó que todos podemos, desde nuestra condición, «imitar la obra de amor y caridad del Señor», asumiendo nuestras responsabilidades y tareas como hijos, estudiando, adquiriendo experiencia, y ayudando a conservar la armonía de la casa.

El Señor nos invita a discernir nuestra vida

Para ser discípulos del Señor, Jesús nos enseña que debemos «meditar, reflexionar, evaluar, y discernir siempre nuestra vida ¿Cómo estoy? ¿Estoy bien? ¿Cómo me porto con mis amigos? ¿Es que soy responsable en el desempeño de mis tareas, de mis obligaciones? ¿Lucho contra todo aquello que me desorganiza?»

«Todos nosotros somos discípulos – añadió- porque Jesús nos ama, nos ha recibido con mucho cariño, porque aprecia la fe, la esperanza, la gratitud con que venimos. Estamos en tiempos difíciles para creer, hay mucha guerra contra Dios, contra la Iglesia, guerra contra la misma dignidad, quieren distorsionar, quieren cambiar hasta cierto punto el género humano, no sé donde estamos, a dónde llegaremos a parar».

La fe nos hace conocer a Dios, conocer su amor misericordioso, nos ayuda a amar como Jesús buscando siempre el bienestar del prójimo. Ese amor falta en nuestra sociedad.

«Vamos a pedir al Señor de los Milagros y a la Santísima Virgen que nos acompañe, nos sostenga, y nos fortalezca», concluyó.

«En la alegría del Señor comenzamos el Tiempo de la Creación unidos a todas las Iglesias del mundo, unidos a todos aquellos que quieren que nuestra tierra siga siendo un lugar de vida y no de muerte», comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo durante la celebración eucarística por el Inicio del Tiempo de la Creación en la Basílica Catedral de Lima.

Estuvieron presentes distintas autoridades de comunidades indígenas, incluyendo el señor Brus Rubio, pintor del pueblo Bora, la comunidad Shipiba «Comunidad buena vivir», el coro ‘Siembra’, y el Colegio Parroquia Luz Casanova.

«Comenzamos el Tiempo de la Creación unidos al Santo Padre que nos ha enviado un mensaje especial en esta jornada, vamos todos juntos a orar, e inspirándonos en la oración actuar en favor de la vida de la creación», expresó.

Mensaje del Papa Francisco por el Tiempo de la Creación

«Vamos a recibir la lluvia de la palabra que el Santo Padre nos ha dado para que gracias a esa palabra nos inspiremos y actuemos con profunda espiritualidad que renueve la faz de la tierra», y prosiguió a leer el mensaje del Papa Francisco por la V Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación (leer aquí)

Le pedimos al Señor la inspiración que nos invite a actuar eficazmente para enfrentar la gravedad de la amenaza de vida que estamos viviendo

El Primado del Perú llamó a los representantes de las comunidades indígenas presentes a participar en la bendición: «El Papa Francisco quiso empezar su visita apostólica al Perú por Madre de Dios para que, encontrándose con nuestra tierra reconociera que era una tierra bendita, una tierra con madre. La madre de Dios que habita en la tierra es también la madre de la naturaleza».

«Bendecir significa: ‘decir bien’ – explicó el obispo de Lima – y cuando decimos y apreciamos, nosotros renovamos el mundo como lo hizo Dios que nos bendijo para que todo sea lindo y bueno. Por eso hoy día vamos a unirnos para hacer la bendición en nombre de los pueblos ancestrales, de las raíces que ustedes tienen y aprendieron de sus padres y de sus mamás, y que recogieron para que la humanidad se salvara».

«Todos juntos elevemos nuestra oración y bendigamos a nuestro pueblo en este día precioso del inicio del Tiempo de la Creación. Que todos al ser bendecidos recibamos la esperanza de que Dios actúa por medio de los hombres buenos que destruyen todo el mal y resucitan el bien para toda la humanidad», concluyó.

Nuestro país recuerda la grandeza de Rosa de Lima, mujer de profunda sensibilidad a favor de los que más sufren. «Ese nivel de solidaridad e identificación con el sufrimiento humano es lo que necesitamos los peruanos hoy día», comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, durante la misa en la Basílica Catedral de Lima.

Rosa de Lima: más allá de la anécdota

Monseñor Castillo explicó que la fiesta de Rosa de Lima en el Perú es una oportunidad para celebrar «no una anécdota», sino un «acontecimiento histórico decisivo para llenarnos de su fe y caridad, porque Rosa supo adentrarse en la realidad de su época encarnando lo más profundo del ser peruano».

«El Perú está llamado a ser una partecita del cielo, y eso significa en palabras de Rosa que todos podemos hallar en nosotros la capacidad de amar, identificarnos con Jesús a través de las personas que amamos, pero especialmente con las que no amamos, las que están lejos de nosotros», agregó.

Acontecimientos importantes en la vida de Rosa de Lima

El obispo de Lima mencionó que Rosa es parte importante de nuestra tradición porque por siglos «hemos crecido al amparo de su ejemplo», sin embargo, es necesario que como pueblo aprendamos a tomar aquellos aspectos importantes de su vida para que se constituyan en «cosas sólidas y permanentes».

En ese sentido, «debemos recordar algo de su historia, porque si el Señor la ha puesto como parábola nuestra, es muy importante conocer algunos hechos importantes de su vida para comprender la grandeza y envergadura de esta mujer».

Como primera nota, Monseñor Castillo recordó la experiencia de vida de Rosa en Quives durante 7 años, es decir, gran parte de su adolescencia. En este tiempo, Rosa tuvo que «mirar una realidad que desconocía»:

«En Quives encontró a los mineros y a los campesinos, y empezó a ver su sufrimiento. Hoy podemos identificar en el camino espiritual de Rosa signos de instrumentos campesinos que ella coloca como momentos importantes del camino hacia Dios. Ella se dejó iluminar y golpear por esa realidad, y tuvo la maravilla de descubrir el llamado para enfrentar la realidad dura que se vivía en ese tiempo y decidir una forma de vivir para servir a la gente».

El oro de la virtud: la elección de Rosa

Monseñor Castillo citó, como primer testimonio, el de María de Oliva, madre de Santa Rosa:

«Llevola consigo… un día a la oficina en que se labraban los metales de plata, retirose Rosa y preguntándole sino le movía la curiosidad, respondió que no, que de los minerales se sacaba escasamente el oro de la virtud… Madre, dijo, estos son bienes mentirosos, tienen muchos achaques, y es la moneda que el mundo ofrece para perdernos; los del espíritu son los verdaderos, y en la voluntad nuestra tienen asegurada la duración, pues los tenemos siempre que queremos tenerlos” (Gonzales de Acuña,)»

«A los 12 años, una vez confirmada por Santo Toribiocomenta el Arzobispo de Lima – Rosa opta: o Dios o el dinero, o el oro de la virtud o el oro de la ganancia y del vicio».

Pero también se refirió a la cadena que usaba Rosa: «¿Quiénes usaban cadenas? – preguntó – los indios y los negros esclavos llevaban cadenas. Por eso, Rosa quería vivir cerca de la gente y quería que su propio cuerpo sienta el dolor de los esclavos, asumiendo el dolor de la gente con ese espíritu místico que existe en las personas sensibles».

Rosa como mujer sensible supo asumir la realidad y convertirla en una expresión de la identidad de los cristos sufrientes del Perú.

Testimonio de la india Mariana

Además de la declaración que hace su madre, encontramos otros elementos interesantes en una declaración que hace la india Mariana, compañera de vida que estuvo en casa de Rosa de Lima por muchos años:

“Dijo que sabe, que era la bendita virgen de grande caridad y amor al prójimo, curaba a todos los que podía y para este efecto, los traía a su casa doliéndose de sus enfermedades, sin reparar que fuesen negros o indios, ni de enfermedades asquerosas.

«Ese nivel de solidaridad de identificación con el sufrimiento humano es lo que necesitamos los peruanos hoy día, considerar en nuestra vida cuánto sufrimiento hay para salir de nosotros mismos», manifestó el Primado del Perú.

La religiosidad profunda de Rosa

En la época de Rosa se pensaba que las personas con experiencias personales «muy intensas» estaban locas, pero Rosa «no se flagelaba para calmar la ira de Dios. Para Rosa Dios es amor, y ella es su esposa, y vive intensamente con amor y ternura, con poesía y alegría»

¿Cuál era entonces la razón? «Ella lo dice de una manera preciosa en una declaración ante las autoridades de la Inquisición»:

«Cuando me siento como fuera de mí en aquel torbellino deshecho de obscuridades y sombras, llorando, me hallo de repente restituida en brazos de mi amado Esposo, como si de ellos nunca hubiera faltado, entre las claras luces de la unión primera. Siento unos impulsos ardientes de amor, como río o arroyo, que corre sin las prisiones del cauce que detiene su curso, con rápida y violenta corriente, buscando su descanso en la mar. Sopla luego apacible y fresca el aura de la gracia y comienza la tormenta gloriosa, adonde se anega el alma en aquel inmenso piélago de bondad y dulzura, y con transformaciones inefables se transforma en el Amado, deshaciéndose de sí y haciéndose una misma con El”

«Rosa sentía siempre que Dios estaba con ella, el Señor es su amado, cuando tiene dificultades, turbulencias, amarguras, inmediatamente se siente restituida en los brazos del Padre. Rosa estaba en el corazón de la ciudad, la ciudad vibraba por su capacidad de estar cerca de la gente y los enfermos».

«Que todos entremos en esa dinámica espiritual y hagamos de esta etapa de nuestra vida, de nuestro país, una manera de rendir culto a través del amor verdadero y total. Que Dios bendiga a la Policía Nacional, a las enfermeras, y que Rosa de Lima siempre nos llene de su inspiración para actuar de forma eficaz y profunda», concluyó.

“Necesitamos una Iglesia fundamentada en la justicia y el amor. Abramos las manos, el corazón, nuestra mente y todo nuestro cuerpo al servicio de quienes viven las situaciones más difíciles y duras”, comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo

En la misa en honor a la Madre Teresa de Jornet, inspiradora de la Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en el distrito de Breña, Monseñor Castillo comentó la lectura del santo evangelio según San Mateo (23,13-22), que dice así:

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis digno del fuego el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga!» ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: «Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga.» ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.»

Al respecto, el Arzobispo de Lima resaltó la importancia de que la acción de la Iglesia se fundamente en la caridad y en el servicio a los pobres, en una Iglesia abierta que resane las heridas y enjuague las lágrimas. En este sentido, destacó el trabajo desplegado por las hermanas a cargo del asilo de Ancianos, quienes entregan su amor para que no haya muertes en desolación ni ancianos que duermen en las calles, sino una casa donde ser acogidos.

En este sentido, el Primado del Perú indicó que uno de los temas prioritarios del Papa Francisco es cambiar la concepción de una Iglesia encerrada en sí misma para dar paso a una Iglesia en salida, un desafío que la Iglesia quiere asumir porque hoy el mundo tiene millones de personas que están en situación de sufrimiento y que requieren de la acción y el compromiso de todos.

Salir de nosotros para acompañar al enfermo

Residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados

Agregó que es necesario que la gente deje de adorar al “becerro de oro”, esa mentalidad de que el dinero lo es todo. Para ello se necesita un corazón abierto tal como lo tuvieron los santos: «Por eso el Papa, cuando vino al Perú, nos propuso que todos los peruanos pensemos en nuestros santos como profetas» y no como santos enyesados, porque son «anunciadores y testigos del evangelio de Dios».

Por esa razón, también Santa Teresa de Jornet nos invita a todos y a todas a ser profetas de nuestro tiempo ¿Cómo? No solo anunciando la palabra, sino “siendo testimonio” vivo de la palabra. Ese testimonio requiere recrear nuevas formas de vivir la vida cristiana, «por eso la Iglesia debe ir y estar presente ahí donde más lo necesita la gente».

El obispo de Lima explicó que el Señor empieza diciendo que, cuando alguien está enfermo, hay que visitarlo, cuando alguien está pasando por problemas, hay que aconsejarlo, y para eso, es necesario «salir de nosotros».

Indicó que “es hora de recapacitar, salir al encuentro del hermano para compartir con él y conversar sobre los problemas del otro”; mirarnos cara a cara para comprendernos con el otro; dejar la indiferencia, dejar de estar pensando solamente en nuestros intereses.

Finalmente agregó que ese cambio de hacerse primero en la Iglesia, como lo hizo Santa Teresa de Jornet, que salió a buscar a quienes más sufrían y necesitaban ayuda: “Necesitamos una Iglesia fundamentada en la justicia y el amor. Abramos las manos, el corazón, nuestra mente y todo nuestro cuerpo al servicio de quienes viven las situaciones más difíciles y duras”.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, presidió la misa de acción de gracias por el aniversario 319 del Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas (INCN), en la Capilla Cristo Pobre:

«Ustedes abren las puertas del reino Dios a todos – comentó durante la homilía – porque el reino de Dios es amor, servicio, promoción humana, y ustedes han venido aquí para cumplir esa tarea desde hace 319 años».

También estuvieron presentes la doctora Pilar Mazzetti, directora general del INCN, Isabel Tagle, directora adjunta, Héctor Núñez director de administración, las hermanas vicentinas, y pacientes del instituto.

La fe no tiene que ser pasiva

Refiriéndose a la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses (1, 1-5b): «Recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe», Monseñor Castillo señaló que a veces «pensamos que la fe tiene que ser pasiva, solamente rezar y nada más», por el contrario, la fe debe ser activa, y por eso Pablo nos recuerda que importa «el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo».

Nosotros estamos llamados a recrear el valor grande que se ha contenido en el corazón de nuestra fe

En las palabras de Pablo estamos implicados todos «ante el misterio del ser humano, y nosotros como cristianos les decimos que por el amor que hemos vivido y se ha manifestado por medio de Jesucristo, alentamos a todo aquel que ayude a comprender ese misterio de la vida para enfrentar juntos la enfermedad y la tragedia humana».

La ambición al poder crea distancias

Tomando el evangelio de Mateo (22, 15-21), el Arzobispo de Lima explicó que las ambiciones por el poder distancian al ser humano, una distancia que «impide ayudar a la gente». Por eso Jesús llama hipócritas a los fariseos, pues además de perpetuarse en el poder, habían establecido ciertas normas y leyes a su conveniencia.

Esta ambición por el poder y los propios intereses también se refleja en la Iglesia y su tendencia por «repetir la historia del pasado»: «Por eso hemos preguntado a la gente qué forma de Iglesia podríamos intentar, para que, inspirados en el Señor, nos permita dialogar entre nosotros, aprender a conocernos y ayudarnos», expresó.

Conociendo nuestras historias también podemos curarnos porque ahí está la fuente de lo que somos

«Lima está para cambiar – insistió – para ser una ciudad y una comunidad que pueda pensar en los que están más allá de la montaña, curándonos como ustedes nos curan, investigando y conociendo con la ciencia las cosas que nos destruyen».

«Le seguimos expresando al Señor nuestro deseo de poder vivir una Iglesia más sencilla y simple como ustedes la viven acá con las hermanas vicentinas para que sea más viable una forma de vivir en el Perú que nos permita mirarnos a los rostros, conocernos y escucharnos», concluyó.

«Dios nos ha llamado a construir el reino con toda la humanidad y a pasar por la puerta estrecha del diálogo con todos los que sufren, solamente así anticiparemos el reino de Dios en esta tierra», comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, durante la misa de acción de gracias por el 56 aniversario de la Parroquia San Francisco de Borja.

La celebración eucarística contó con la participación de toda la comunidad parroquial y fue concelebrada por los presbíteros Máximo Mesía Alarcón, Edgardo Chero, y Wilfredo García.

Refiriéndose a la lectura del profeta Isaías (66,18-21), Monseñor Castillo explicó que siendo Israel un pueblo «diminuto e insignificante» recibió la visita de varios «pueblos bien lejanos» para alabar al Señor: «esta es una imagen linda porque Isaías anuncia que todos los pueblos de la tierra se reunirán en este pueblo chiquito».

Esto es lo que Jesús quiere expresarnos cuando nos dice que para salvarnos «hemos de entrar por la puerta estrecha. A veces creemos que la puerta estrecha es una especie de sacrificio, de prácticas de piedad, alabanzas y flagelaciones para que podamos acceder a la salvación».

¿En qué consiste la pregunta por la salvación?

Por eso, la pregunta por la salvación es muy oportuna, porque en Jerusalén «los sacerdotes de Israel habían implantado la idea de que solamente pocos se salvaban, los que hacían muchos holocaustos y sacrificios, los que daban mucha plata a la Iglesia y eran puros, los que eran cercanos o por influencia».

«A veces creemos que nos vamos a salvar porque nos tomamos una foto con el Obispo – dijo entre risas – en realidad lo único que significa es que vivimos en una sociedad donde hay jerarquías y necesitamos tomarnos fotos con los jerárquicos para ‘ser alguien’.»

Necesitamos vivir con sencillez, honestidad y honradez, caminar con Dios porque él nos acompaña y nos ama. Reconocernos amados, y por tanto, repartir y compartir su amor.

«Vivimos en un país que no reconoce el valor de cada uno. Nosotros no tenemos un Dios que nos asusta y para caerle bien hemos de tomarnos foto con alguien. Nuestro Dios es Padre, es amor, nos ama porque somos sus hijos, y por lo tanto, no tenemos que hacerle muchos holocaustos y sacrificios, muchas procesiones y fiestas para poderlo adorar».

Identificarnos con los más frágiles

«¿Cómo es que el Señor quiere la salvación de todos llamándonos a entrar por la puerta estrecha? ¿De qué puerta estrecha se trata?», preguntó el obispo de Lima. «La puerta estrecha de la casa del pobre, es por esa puerta estrecha que nos invita a todos. Debemos tener la capacidad de ver al otro como un hermano con el cual hay que compartir y ayudarse mutuamente, mucho más cuando es frágil».

Para entrar por la puerta estrecha tenemos que «identificarnos con los que sufren, como lo hizo Rosa de Lima, esa es la única puerta estrecha que nos lleva a la universalidad de la salvación».

«Hoy día eso es urgente en nuestro país, porque todos los niveles, desde los puestos de gobierno hasta la propia Iglesia, vivimos creyendo que la salvación es de una élite especial y todos los demás no valen nada», agregó.

«Si tenemos que solucionar un problema, nunca lo hablamos con los que son objeto o sujeto del problema, como está sucediendo en muchos casos de conflictos en el país, y por eso, cuando se incendia la selva, ni siquiera nos preguntamos qué cosa piensan los awajún, los shipibos, o los asháninkas, y pensamos que esas personas no tienen derecho de opinar».

La puerta estrecha del diálogo con los que sufren

Monseñor Castillo recordó que «Dios nos ha llamado a construir el reino con toda la humanidad y a pasar por la puerta estrecha del diálogo con todos los que sufren, solamente así anticiparemos el reino de Dios en esta tierra, o nos salvamos juntos o no nos salvamos, o nos salvamos ayudándonos mutuamente y teniendo compasión por las personas que más sufren, o todos perecemos».

Por último, se sumó al llamado del CELAM ante el clamor de salvar la Amazonía que se «está extinguiendo por obra de la irresponsabilidad», haciendo un camino común de «escuchar a todos los débiles del mundo» y «estar atentos a las fragilidades, porque esa es la puerta estrecha por la cual todos podemos entrar».

«Dios nos hace un llamado a no perder de vista la esperanza, pero no la esperanza de nuestro propio bien sino la esperanza en un reino mejor para todos», comentó el R.P Juan José Salaverry Villarreal OP, vicario de la Comisión Episcopal de la Vida Consagrada, quien presidió la misa del domingo XXI del Tiempo Ordinario en la Basílica Catedral de Lima.

«Las lecturas que nos presenta la Iglesia nos hablan de la esperanza, nos hablan del cumplimiento de la esperanza y del esfuerzo que nosotros como pueblo de Dios debemos hacer para ser constructores de la esperanza», comentó en referencia al evangelio de Lucas 13, 22-30.

Cristo es nuestra esperanza. Caminamos nosotros con la esperanza de vivir en Cristo y para Cristo.

«Todos sabemos cuan colmados estamos de problemas» y de circunstancias que «van apagando nuestra esperanza». Por eso, ante cualquier dificultad debemos mantener «viva la esperanza de esta promesa de Dios que nos prepara un reino para todos».

Un mejor futuro con el esfuerzo de todos

«Isaías (66,18-21) nos habla de la esperanza del pueblo de Israel que, habiendo sido expulsado de Jerusalén, regresa después del exilio. El profeta enciende la esperanza del pueblo y el pueblo se enardece y se entusiasma para construir con esperanza esa nueva Jerusalén».

«De igual manera – prosiguió – todos soñamos con reconstruir un futuro mejor para la Iglesia, para el país, para la sociedad». No se trata únicamente de soñar y quedarnos de brazos cruzados, de lo contrario, «la esperanza se construye desde la debilidad». Tenemos que esforzarnos porque esta esperanza «se pueda construir con el esfuerzo de cada uno».

Emprender un camino de conversión personal y social

Citando la Carta a los Hebreos (12,5-7.11-13), el padre Salaverry recordó que para construir el reino de Dios necesitamos dejarnos corregir por Dios: «necesitamos ponernos con humildad delante de Dios para reconocer todas nuestras faltas, nuestras imprudencias, y para que Dios nos corrija con su gracia, con esa gracia que renueva, que recrea y que hace posible ese reino de justicia, de paz y de amor».

«No podemos anhelar el reino que el Señor nos promete si nosotros no emprendemos con compromiso este camino de conversión personal que también es el camino de la conversión social» – insistió – «la esperanza la construimos comunitaria y solidariamente con nuestro compromiso con el evangelio, con la Iglesia y con la sociedad».

Pasar por el camino del Evangelio

El vicario de la Comisión Episcopal de la Vida Consagrada explicó que, cuando Jesús nos pide un esfuerzo para «pasar por la puerta estrecha [pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán]», no se está refiriendo a la puerta del «rigorismo» o el «legalismo», sino a pasar por la «puerta del trabajo, del esfuerzo, de lo que podemos hacer para conseguir que sea una realidad la civilización del amor».

«Pasar por la puerta estrecha es pasar por el camino del Evangelio, el camino de la conversión, la caridad, la reconciliación, el camino del a misericordia de Dios que nos cambia porque nosotros también colaboramos con la gracia para dejar que esa gracia nos cambie».

«Que el Señor nos ayude a conseguir que este reino sea posible y que el Señor nos dé su gracia y nos sostenga para comprometernos más con su evangelio», concluyó.

«¿Por qué es tan importante el asunto de los pobres en nuestra fe? Porque Jesucristo es el Dios hecho pobre, y a través de esa pobreza entregó su vida por nosotros para salvarnos a todos, sin excluir a nadie», comentó el Arzobispo de Lima Carlos Castillo durante la fiesta de San Roque.

Parroquia San Roque de Surco celebró su 58 aniversario junto al párroco Ruben Risco, los alumnos del colegio y toda la comunidad de laicos.

«Hermanos y hermanas, es una alegría venir a saludarlos el día de hoy, especialmente al padre Rubén Risco que tanto ha hecho por esta parroquia, también al padre Juvenal, su vicario, y así todos conformados en una comunidad parroquial que sigue las huellas de este gran santo».

Refiriéndose a la pregunta del joven rico ¿Qué haré para heredar la vida eterna? en el evangelio de San Marcos, Monseñor Castillo indicó que, en realidad, «acá hay una persona que estaba buscando el sentido de la vida. ¿Qué puedo hacer para que mi vida tenga sentido? Para que esta vida que vivimos acá tenga una dimensión de eternidad y de plenitud», agregó.

Salir de sí mismo para ponernos en el camino del otro

«Cuando las personas estamos trajinados por las mezquindades y los intereses inmediatos, nuestra vida muere, estamos muertos en vida porque nos apasionamos por lo que interesa menos», en cambio, cuando dentro de los problemas que vivimos emprendemos la tarea de encontrar el sentido de las cosas, «nuestra vida empieza a cambiar porque obramos de acuerdo a lo que es más adecuado y justo».

El Señor reconoce en esa persona su bondad, «pero Jesús le propone algo mas ¿Por qué razón? Porque quien busca, pregunta qué sentido tiene la vida, quien pregunta siempre más está dispuesto a ir mas allá, y por lo tanto, a dar un paso que es decisivo para ser cristiano».

Monseñor Castillo indicó que uno de los problemas del cristianismo católico es pensar que «amarnos es amar a mi familia, a mi grupo, a mis pensamientos, y a mis ideas», de modo tal que no es posible «abrirnos a qué cosa siente el otro, qué cosas piensa y cómo vive».

Debemos pensar nuestra vida cristiana, descentrar, mirando al otro y mirando cómo podemos dinamizar nuestra vida al servicio de esos otros

«El corazón de la fe cristiana no solamente es amar como Dios nos ama – recuerda – sino amar en la forma específica en que nos enseñó a amar por medio de Jesús. Ser cristiano no solamente es amar, sino amar saliendo de sí mismo y poniéndose en el camino del otro».

San Roque y la opción por los pobres

En otro momento, el obispo de Lima reflexionó sobre la opción de San Roque de servir a los más pobres:

«San Roque vivía en Montpellier cómodamente, era noble y decide hacerse terciario franciscano como laico», lo cual representa una «opción por los pobres, por la pobreza». Con la llegada de la peste bubónica a mediados del siglo XIV en Europa, Roque va a Roma, «se pone su gorrita y vara para caminar, y como peregrino va a ayudar a los infectados por tres años».

San Roque está en medio del dolor de la gente. Salió siendo francés a ser italiano y volvió renovado por el camino hecho con los pobres. Él nos muestra la huella de Jesús

«¿Por qué es tan importante el asunto de los pobres en nuestra fe? – preguntó Monseñor Castillo – porque Jesucristo es el Dios hecho pobre, y a través de esa pobreza entregó su vida por nosotros para salvarnos a todos, sin excluir a nadie.»

El calentamiento global es la nueva peste

«Lo que fue la peste para San Roque, es para nosotros la aceleración. El calentamiento global es la nueva peste, porque de ahí vendrán muchas más pestes si no paramos esto juntos. Si no somos ‘San Roques’ contra esta peste difícilmente vamos a tener vida eterna, y el Señor quiere darnos esa vida plena, nos quiere dar felicidad», recalcó.

Nuestra misión con la Iglesia es enfriar un poco nuestra ciudad por la aceleración de la vida. Tenemos que reconstruir nuestros lazos para que haya una situación nueva de paz

Por eso el Papa nos dice que todos pensemos en la ecología, en la Amazonía, «que repensemos nuestra ciudad, nuestra manera de vivir el cristianismo en las ciudades en función de aquello que está siendo destruido, y de las personas y pueblos que están siendo destruidos por obra de nuestro calentamiento».

«Que Dios los bendiga hermanos y hermanas, y que todos podamos caminar en la actitud de apertura al otro que ha tenido San Roque, que murió contagiado por acompañar a los pobres e intentar curarlos», concluyó.

Créditos fotografía: Luis Alarcón – Comunicadores Decanato 10

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la santa misa del Domingo XX del Tiempo Ordinario en la Basílica Catedral de Lima. La celebración eucarística contó con la participación de los alumnos del Colegio San Roque en su 60 aniversario, así como autoridades de la Municipalidad de Surco, y representantes de la Municipalidad de Lima.

«Hermanos y hermanas, este domingo el Señor nos dice unas palabras muy estremecedoras, muy fuertes y muy exigentes. El Señor emplea eso que todos llamamos figuras, ejemplos, signos, habla del fuego y habla de la división, estas figuras nos ayudan a comprender el sentido más profundo porque siempre una metáfora, una figura, nos ayuda ir a un núcleo principal de lo que nos quiere decir, pero nos deja la libertad para que todos podamos interpretar lo mejor posible y así podamos discutir y entender lo que nos quiere», comentó durante la homilía.

Jesús no imparte normas, suscita inspiraciones

«Eso es lo bonito de la fe cristiana – prosiguió – que el Señor no imparte normas, el Señor suscita en nosotros inspiraciones, nos dice palabras, parábolas, palabras figurativas para que todos imaginemos cada uno según su situación cómo vivir lo que el Señor está diciendo».

«En el antiguo Israel los profetas habían tenido una gran misión: decir la palabra adecuada y justa para transformar las situaciones difíciles, y qué difícil es decir una palabra justa. Cuando alguien viene con un problema no podemos decirle cualquier cosa, de lo contrario, nuestra palabra no tiene ningún sentido y la persona simplemente queda con su problema. Primero tenemos que escucharla y ver qué es lo adecuado para decirle».

«A veces nos pasa a los sacerdotes que, cuando alguien viene con un problema terrible uno le dice: “reza mucho hijita” y se acabó, “reza mucho papacito” y la gente se queda ‘tirando cintura’. Uno necesita siempre la palabra adecuada, y para eso necesita haber escuchado mucho para actuar como el Señor.»

El amor firme y abrasador que nos define

Monseñor Castillo explicó que Jesús quiere «que ejerzamos una actitud de respuesta profética a las situaciones», y cuando habla que el Señor ha venido a traer fuego a la tierra, «está hablando de su muerte, por anunciar fuego en la tierra va a sufrir como consecuencia el martirio, porque él no va a matar a nadie, él va a anunciar el evangelio del amor», y el fuego del que habla es «el fuego del amor que nos trae el Señor».

El amor debe ser verdadero, apasionado, pero sobre todo «tiene que ser responsable». El amor en la tradición de la fe cristiana y que viene de Israel, tiene dos características: cariño y firmeza: «amor tierno o cariñoso con fidelidad o firmeza. Las dos cosas no se pueden separar, de tal manera que tiene que ser un amor fiel y una fidelidad amorosa, cariñosa».

De estas dimensiones del amor, el Señor acentúa hoy una, «la firmeza», que es la necesidad que ese fuego que es el amor se irradie por toda la humanidad «para definir, para hacernos fuertes en ese amor, para hacernos decididos». No es un amor melifluo, no es un fuego mágico o espectacular, es un amor que nos inspira para solucionar problemas, enfrentar la realidad y ser responsable.

Razones profundas para hacer la paz

Cuando el Señor nos dice que no ha venido a traer paz a la tierra «se está refiriendo a ciertos modos de hacer la paz medias melifluas» que solo sirven para resolver las cosas momentáneamente y no con profundidad.

«Eso es lo que está pasando en el país, hay una «dificultad de recapacitar y decir: “tiene razón, cedo en esto porque he pensado mal, he hecho una cosa que está mal, he estado buscando mis propios intereses”. Esas capacidades de ver nuestros propios errores son fundamentales en toda la historia, los grandes momentos de cambio han ocurrido porque al final cedimos y abrimos puertas del corazón para hacer algo interesante y bello».

El Señor quiere que tengamos «razones profundas» para hacer la paz porque realmente hemos de amarnos porque somos hermanos, «no solamente porque aparecemos como hermanos, no es apariencia de paz». El Señor nos pide recapacitar para «entrar a las razones profundas cuando tenemos que solucionar un problema, respondiendo a las necesidades más hondas del ser humano».

«Es una paz en donde debemos buscar permanentemente mejorarla, no quedarnos en una simple solución de contrato, sino ir más allá del contrato legal, aprender a apoyarnos, a querernos, a compartir las cosas y a vivir en amistad largamente, no solamente por un momento».

La Palabra de Dios dice las cosas con claridad

Por esa razón el Señor dice que ha venido a traer división. No está diciendo que va a hacer lío de destrucción dentro de las familias, «sino que el amor verdadero nos obliga a definirnos»

Jesús es el primero en definir con claridad entregándose por amor hasta la muerte. Es el mismo amor que hizo entrar en crisis a Pedro, quien lloró amargamente después de negarlo, porque «el Señor lo define», viviendo con hondura y dando testimonio con su vida. Jesús «nos define a todos y nos obliga a dividirnos internamente.»

Nosotros recibimos de Jesús esa crítica profunda que viene de quien es auténtico en su manera de vivir la fe

El Señor nos dice que «tenemos que definirnos por él, dividir nuestra vida entre lo malo y lo bueno, y optar por lo bueno». En ese sentido, hay una palabra en el evangelio de Mateo que se equilibra con el evangelio de Lucas: “No he venido a traer la paz, sino la espada”, y la palabra espada en el antiguo y nuevo testamento refiere a las armas, pero también refiere a la palabra de Dios: “la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada alguna de doble filo, penetra hasta las junturas entre el alma y el espíritu y todo queda claro ante aquel que debemos dar cuentas».

Por su parte, San Pablo nos dice “empuñen la espada del espíritu que es la palabra de Dios”, y nosotros como católicos nos hemos dormido, «porque somos una religión de los símbolos, de los signos, de los ritos. Nos hemos olvidado de dar peso a la Palabra de Dios que dice las cosas con claridad, que conoce el evangelio, que conoce la biblia».

La palabra de Dios es la espada que entra en nosotros, nos permite profundizar las cosas y decidir en favor del Señor para llenar de amor y de fuego esta tierra

«El Concilio Vaticano II recogió no solamente los ritos preciosos que Jesús nos ha dejado, sino también la Palabra. Por eso está el ambón, por eso lo hemos puesto aquí adelante, junto con la sede y junto con el altar; sacerdotes aquí, reyes allá, profetas aquí, las tres dimensiones del bautismo representadas por los tres instrumentos fundamentales que tenemos en la misa: el sillón representa la legalidad, el gobierno; el altar representa el sacrificio de Jesús, la santificación de Jesús;  y el ambón la profecía».

«Que cada uno pueda situar estas cosas en su vida y podamos juntos responder también a la situación que nos toca a todos juntos como hermanos, como Iglesia peruana y de Lima», concluyó.

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