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“El Señor nos sostiene, nos ilumina y nos fortalece en aquellos momentos difíciles”, dijo Monseñor Octavio Casaverde, Vicario General de la Arquidiócesis de Lima, durante la Celebración de la Santa Eucaristía correspondiente al Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario.

Perseverar en la Palabra de Dios

Al reflexionar sobre el evangelio de San Lucas (Lc 21.5-19), Mons. Casaverde resaltó que el Señor nos invita a discernir ante los acontecimientos difíciles de nuestra vida: «Perseveren en vuestra convicción personal y en la Palabra de Dios. Pónganse siempre en las manos de Dios porque Él está con ustedes para sostenerlos, para iluminarlos, para fortalecerlos ante las persecuciones. Manténganse firmes, no caigan negando su fe».

“El Señor dice claramente que van a aparecer usurpando mi nombre, van aparecer falsos profetas, y por eso nos recomienda no ir tras ellos, no seguirlos ni dejarse engañar»,comentó.

El Señor también comunica en este momento fuerza, sabiduría, sobre todo mucho amor y les asegura la vida

Ante la crisis que estamos viviendo en la humanidad, Mons. Casaverde hizo un llamado a «escuchar lo que el Señor nos dice» y permanecer firmes en la luz de su Palabra que nos ayuda a discernir:

“Queridos hermanos, Él nos sostiene, Él nos ilumina, nos fortalece en aquellos momentos difíciles ¿Quién no pasa momentos difíciles en la vida? Entramos en desesperaciones, pero en todo esto el Señor garantiza su ayuda, aquí ahora, en el presente, no después de la muerte”, añadió.

Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tránsito

Conmemoración por el Día Mundial en Recuerdo a las Víctimas de Siniestros de Tránsito

Y recordando el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, Mons. Casaverde pidió por todas las personas víctimas de estos lamentables sucesos: «cuánto dolor, cuánta tristeza y desesperaciones, cuántos huérfanos generan los accidentes de tránsito».

«Hay que orar para que nuestras autoridades dicten leyes que puedan evitarse este tipo de tragedias. Ante toda esta desgracia ¿Qué hacer? ¿Qué nos dice el Señor? Mantenernos en la fe, ayudar, socorrer, corregir», subrayó.

Su alma vive, ellos nos están viendo, nos están escuchando y están sumamente agradecidos a todos nosotros que estamos aquí orando por ellos.

III Jornada Mundial de los Pobres

Y por último, también se unió en oración a la III Jornada Mundial de los Pobres convocada por el Papa Francisco: «los pobres son víctimas de esta crisis, víctimas de todas estas injusticias, de las ambiciones del egoísmo».

“Que el Señor nos acompañe y bendiga ante los problemas, ante las dificultades. Permanezcan en su fe, manténganse en el Evangelio, porque quien permanece en el Evangelio se salva aquí y también después de la muerte”, concluyó.

Han pasado 22 años desde la última Confirmación Universitaria en la Catedral de Lima, convocada entonces por el Cardenal Augusto Vargas Alzamora. Hoy, más de 200 jóvenes de las universidades públicas y privadas más representativas del país se hicieron presentes para participar del Sacramento de la Confirmación. Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística junto a los capellanes de cada universidad – «Que al recibir el Espíritu Santo podamos seguir el camino peregrino, el camino evangelizador de vuestra comunidad de la Pastoral Universitaria de Lima», dijo en su homilía.

«Hermanos y hermanas, un día como hoy hace 22 años, el Excelentísimo Cardenal Augusto Vargas Alzamora convocó a un buen grupo de universidades de nuestra ciudad para celebrar el Sacramento de la Confirmación en esta Catedral. Así fue como surgió la Pastoral Universitaria de Lima y ustedes son el fruto más reciente de ese esfuerzo», comentó Mons. Castillo al inicio de la ceremonia.

Los jóvenes presentes llegaron en representación de la Universidad Nacional Federico Villarreal, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad San Ignacio de Loyola, la Universidad Nacional Agraria La Molina, la Universidad Marcelino Champagnat, la Universidad de Piura, la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la Universidad Tecnológica del Perú, y la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Levantarse después de sufrir es también una obra de Dios

¿Dónde está Dios en los momentos de mayor sufrimiento? – se preguntó en algún momento de su vida Álvaro Quispe, estudiante de la Universidad Nacional Agraria La Molina, quien compartió su testimonio con toda la comunidad presente: «Levantarse es también una obra de Dios, que la gente pueda volver a sonreír después de sufrir, que encontremos nuevas oportunidades de ser felices en la vida también es obra de Dios. Salir adelante es el desafío y ahí es donde está Dios para acompañarnos y ayudarnos», expresó.

Este tiempo de preparación me ha servido para reconocer todas mis experiencias y desde esa mirada tomar la decisión de confiarme en Dios

Álvaro Quispe, estudiante de la Universidad Nacional Agraria La Molina

La relación interpersonal con Dios desde la experiencia humana

«Las experiencias que hemos escuchado nos muestran que hay algo en la fe que es sumamente importante: vivir una relación interpersonal con Dios a partir de la experiencia humana», dijo el Arzobispo de Lima después de escuchar los testimonios de los jóvenes confirmantes.

La vida universitaria es «un mundo de reflexión y de estudio» que demanda una preparación con cautela y cuidado para «integrar las ciencias, para integrar la filosofía y el pensamiento, para integrar las inquietudes humanas más difíciles». ¿Hacia dónde vamos definitivamente? ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos y qué cosas haremos? – «ésas grandes preguntas humanas también se plantean en la fe y la confirmación junto a la Pastoral Universitaria quiere acompañarlos en este proceso».

La universidad nos desafía a nominar a Dios en forma significativa para los nuevos problemas que estamos enfrentando, los nuevos retos de la humanidad que van a pasar por nuestras manos.

¿Cómo vamos a aportar desde nuestra fe si no reflexionamos esa fe para ponerla a la altura de lo que vivimos? – Éstas preguntas no pueden quedar al margen de una vida universitaria donde la única preocupación es el conocimiento técnico, matemático y cuantitativo: «la humanidad es algo más grande – dijo el Obispo de Lima – y las universidades que están presentes han buscado la integración del pensamiento y de la reflexión».

Construir una comunidad a través de la vida de cada uno

Para Mons. Castillo la experiencia de la relación humana ha sido fundamental en la preparación de los jóvenes universitarios: «ésa experiencia es la del encuentro, el diálogo, la reflexión, la comunicación y la construcción de una pequeña comunidad que nos acompaña y que no tiene pretensiones ni grandezas, como las comunidades de Jesús que sabían compartir su fe con la gente en el camino y que poco a poco irradió con tanta alegría en toda la humanidad».

Ésa experiencia de Iglesia es la transmisión del Espíritu de Dios a través de la vida de cada uno.

«Por eso la Iglesia es tan grande – continuó – porque no depende de que hayan dos o tres curas encargándose de las cosas, sino depende de los laicos que anuncian el Evangelio los unos a los otros».

Caminando juntos para resolver los problemos

Apreciándonos mutuamente y caminando juntos es como la Iglesia contribuye a solucionar los problemas de nuestro país, «sus injusticias y contradicciones». Por eso, la Confirmación Universitaria y la Pastoral Juvenil «no están para despreciar este mundo, para decir que este es un mundo pecador y ateo» – recordó el Arzobispo de Lima.

Dios quiere dar vida a la gente en abundancia, y por lo tanto, no oprime ni maltrata, ni liquida a las personas, sino que las acompaña, las ennoblece, las alienta. Un Dios que bendice a la humanidad, no que la maldice.

«Muchachos, les agradezco haberme invitado para hacer juntos la confirmación, porque ustedes han vertido sus experiencias en lo más neto y claro que tiene la fe cristiana, la evangelización. Ustedes son una Iglesia en salida como la quiere el Papa Francisco, ustedes están en movimiento hacia los ambientes universitarios. Sean así también compresivos, rescatando todo lo bueno que hay para levantarlo, elevarlo y alentarlo», añadió.

«Que Dios los bendiga y que los acompañe, y que al recibir el Espíritu podamos seguir el camino peregrino, el camino evangelizador de vuestra comunidad de la Pastoral Universitaria de Lima», concluyó.

Al término de la Celebración Eucarística, Mons. Castillo junto a las autoridades universitarias y los capellanes visitaron los restos del Cardenal Augusto Vargas Alzamora en la cripta de los arzobispos de la Basílica Catedral de Lima.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística de este domingo XXXII del Tiempo de Ordinario en acción de gracias por la Canonización de la Madre Josefina Vannini, fundadora de la Congregación de las Hijas de San Camilo «la fe cristiana es una respuesta clarividente y profunda a esa esperanza que va más allá de todo» – dijo durante su homilía.

Mons. Castillo comentó que la canonización de Josefina Vannini «ha sido para la Iglesia toda una novedad» porque dedicó su vida para hacer una obra que «manifestara el amor de Dios a través de la vida concreta de los camilos».

Gracias al ejemplo de Josefina Vannini, las hermanas de la Congregación Hijas de San Camilo dan su vida todos los días para ayudar a la gente.

El amor generoso de Jesús que libera

Refiriéndose al Evangelio de Lucas (20,27-38), el Obispo de Lima señaló que resulta «paradójico» que el grupo de sacerdotes saduceos que se consideraba creyente «negara la resurrección como la esperanza más grande que puede tener el ser humano y la negara inclusive en nombre de su religión».

«[Los saduceos] crearon en Israel un sistema religioso que imponía a la gente duras penas». Este sistema basado en holocaustos y sacrificios «no transparentaba que Dios es amor, que Dios no carga, Dios libera».

A pesar de las artimañas y las preguntas «con truco» de los saduceos, Jesús va a responder con la generosidad del amor que inclusive perdona a sus enemigos «para tener esperanza verdadera». Por eso, la fe cristiana es «una respuesta clarividente y profunda a esa esperanza que va más allá de todo».

No olvidar que en este mundo tenemos un destino mayor

Al preguntar sobre la ley del Levirato (una mujer viuda que no ha tenido hijos debe casarse con el hermano del fallecido), los saduceos pretendían burlarse respecto a algo tan profundo como es «esperar contra toda esperanza, esperar más allá de la muerte»:

«Los saduceos estaban tan bien en este mundo que inclusive les parecía un chiste eso de la resurrección, y se burlaban porque cuando se está bien en este mundo a veces se olvida de que tenemos un destino mayor y que estamos en esta tierra de paso», resaltó.

Ir a lo profundo de las cosas para responder con esperanza

«Jesús nos muestra una profunda capacidad de enfrentar este tipo de juegos y provocaciones yendo a lo profundo, y al ir a lo profundo se fija en la esperanza de la gente y en el dolor de la gente. Por eso les dice: en esta vida los hombres y mujeres se casan, pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección entre los muertos no se casarán pues ya no pueden morir, son como ángeles, son hijos de Dios porque participan en la resurrección», indicó.

Dios es un Padre amoroso que crea las cosas y las recrea. Dios está para destinarnos a una vida nueva y para encargarse de que todos nosotros estemos atentos a regenerar la vida de la gente, a curar, a cuidar.

El Señor nos invita a interpelar a todos aquellos que «solamente creen en esta vida porque creen en la riqueza, creen en las ganancias y creen en el egoísmo. Los llamamos a que se animen a participar de la esperanza de la vida eterna, de la vida con Dios, de la vida resucitada».

La santidad es el rostro más bello de la Iglesia

En otro momento se dio lectura a la carta enviada desde Roma por la Madre Superiora General de la Congregación Hijas de San Camilo, Zelia Andrighetti:

«La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Agradecemos a Dios por este don hecho a nuestra querida madre fundadora Josefina Vannini, mujer de fe, de gran caridad, dinámica a pesar de sus problemas de salud, con mirada amplia en el despliegue del carisma de la misericordia hacia los que sufren en el cuerpo y en el alma, el carisma de San Camilo y la espiritualidad que ella vivió y transmitió a la congregación que ahora es presente a través de sus hijas espirituales es de grande actualidad en la Iglesia y en la sociedad, que fortalezca también en la Iglesia de Lima sus pastores y todos sus fieles», dice parte del mensaje.

«Santa Josefina Vannini que en su vida ha caminado por senda de fe, adentrándose con humildad y coraje en las periferias existenciales del mundo, siempre sostenida del espíritu de sacrificio y de oración, nos ayude a ser como ella, luz delicada en la oscuridad del mundo, especialmente de los que sufren enfermedades», fueron sus palabras.

«En estos 100 años celebramos la presencia del Evangelio en las personas, la presencia de Jesucristo a través de las personas que acompañan a los misioneros vicentinos», comentó Monseñor Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar de Lima durante la celebración de los 100 años de la presencia de los misioneros Vicentinos en la Parroquia La Virgen Milagrosa.

Durante la Eucaristía también estuvieron presentes el Superior Provincial Vicentino, P. Francisco Domingo y representantes de las congregaciones Dorotea, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, Celadoras del Sagrado Corazón de Jesús, Las Agustinas.

Cristianos con capacidad de mirar el pasado y hacer memoria

Mons. Rodríguez inició su homilía explicando que «saber dar gracias» es un gesto fundamental que está «dentro de la constitución de cada cristiano. San Pablo siempre nos dice en todo momento den gracias a Dios, no solo cuando les vaya bien», añadió.

Para agradecer también es necesario «mirar atrás» – señaló el Obispo Auxiliar: “vamos a mirar atrás porque tenemos que ser cristianos que sepan mirar atrás, que sepan temporizar sus acciones. Debo mirar atrás porque no soy el primero en este camino, porque no soy el único que lo está recorriendo».

«Mirar atrás» para ser agradecido

Parroquia La Virgen Milagrosa – Miraflores

Mirar atrás es también un gesto de agradecimiento – “mirar atrás, no para llorar, no para comparar sino para recordar que Dios conduce la historia, y por lo tanto, somos agentes que colaboramos y contribuimos en esa historia» – indicó.

Quiero insistir en esta capacidad de hacer memoria, porque solo quien tiene memoria puede ser agradecido

Profundizar la fe en el presente

Además de la gratitud, también debemos trabajar en «vivir el presente»«No podemos estar pensando que el mundo no ha cambiado. Hace 100 años el Perú era distinto, y hay que reconocer que nuestro país tiene otras características ahora, pero hay absolutos que no pueden cambiarse” – explicó.

Tenemos que aprender a vivir el presente pero con claridad. Soy cristiano, tengo mis convicciones bien claras y hoy me toca vivirlas con claridad, con las exigencias de hoy, con las condiciones de hoy, con las expresiones de hoy.

Profundizar nuestras experiencias de fe

“Tenemos que vivir, tenemos que profundizar todas nuestras experiencias de fe, vivir el hoy sin olvidar el pasado – dijo en otro momento – El cristiano se caracteriza por mirar hacia adelante, lo que va a suceder, lo que viene, lo que se espera, por eso dice que tenemos esperanza, porque el cristiano se proyecta a algo diferente, no se queda en el hoy, el hoy lo vive con profundidad.”

Monseñor Ricardo, subrayó que los cristianos somos hombres que «saben mirar su historia», saben mirar su presente y “se abren a una dimensión distinta mañana” encontrando siempre “una razón para seguir”

La alegría del cristiano se vive con esperanza

Por último, Monseñor Rodríguez invitó a la comunidad de misioneros vicentinos a vivir la alegría del cristiano con esperanza: «La alegría del cristiano no es una suma de alegrías, es una condición permanente, es un estado permanente que el hombre experimenta» –concluyó.

La Iglesia de Lima se reunió masivamente en la Basílica Catedral de Lima para recordar a San Martín de Porres al cumplirse 380 años de su muerte. Mons. Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la Celebración Eucarística junto a toda la comunidad afroperuana: «Somos amados por el Padre de todos, y quienes nacimos marcados por este hermoso color y esta hermosa forma de sentir la vida, somos un hermoso color, un hermoso ritmo, y un hermoso sabor», fueron sus palabras.

También se hicieron presentes el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo; el Obispo Auxiliar de Lima, Mons. Ricardo Rodríguez; Mons. Germano Penemonte, Secretario de la Nunciatura Apostólica en el Perú; el padre Felix Nyamadzi de Ghana, el padre Eliseo de Togo, y el padre Ronald Gogín de Chincha.

«Gracias al testimonio vivo de Martín de Porres hemos venido a celebrar esta fiesta, unidos a todos los hermanos que participan de la descendencia de origen africano, los afroperuanos. Y lo queremos hacer en la alegría de sabernos que no basta que haya un mestizaje diario, tenemos que hacer un mestizaje consciente, que reconozca el valor de cada cultura, de cada pueblo de nuestro país que cultiva en nuestro corazón su historia, sus tradiciones», comentó Mons. Carlos Castillo al inicio.

Martín amaba con profunda caridad

Durante la homilía, Mons. Elías comentó que Martín de Porres, con el ejemplo de su vida, «nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña», amando a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo.

«Martín profundiza en el amor de Dios» – recordó el Obispo Auxiliar de Lima – «él se sabe siervo de Dios porque amó con una profunda caridad nacida de una fe inquebrantable en el corazón al hermano, especialmente al pobre. Los amaba aún más de sí mismo, pues en su humildad juzgaba a todos más justos y mejores que él».

Salir a las periferias inspirados en los gestos de Martín

A través de sus gestos, la vida de San Martín nos inspira a pensar en los demás – «asistir a los enfermos, proporcionar comida, vestido y medicina a los débiles, favorecer a los campesinos, a los negros, a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los oficios más sencillos» – éstas acciones son un ejemplo de vida para encontrar el camino del amor gratuito de Dios.

Mons. Elías explicó que el camino de Martín consistió en salir a las periferias: «se inmoló como una hostia propicia siguiendo la vocación profunda de un corazón encarnado y con una experiencia profunda de Dios.»

Ese santo varón que con su ejemplo de virtud atrajo a tantos a la experiencia de Dios, ahora también después de 380 años de su muerte nos hace elevar el pensamiento a lo profundo, a lo trascendente, a lo que no termina, a lo que no cambia

¿Qué tendríamos entonces que aprender de él? – preguntó Mons. Guillermo – «que nuestra espiritualidad no puede estar desencarnada del contexto de un cambio personal, de un compromiso por ser mejores personas, mejores cristianos de verdad, que nuestro amor no debe limitarse y que nuestra entrega debe ser generosa y constante».

Dios nos propone cambios profundos

«Hoy Dios nos está hablando y proponiendo cambios profundos», dijo en otro momento – «en el amor al otro está la esencia de una auténtica experiencia de fe, una fe que tiene que convertirse en actitudes, en valores, en formas nuevas y concretas en este tiempo que hoy el Señor nos permite vivir».

«Somos amados por el Padre de todos y quienes nacimos marcados por este hermoso color, por esta hermosa forma de sentir la vida, somos un hermoso color, somos un hermoso ritmo, somos un hermoso sabor», agregó.

Desde nuestra propia realidad cultural tenemos que hacer de esta nación y del mundo un lugar más habitable para todos.

«Recordemos quienes nacimos marcados por este hermoso tono de piel que debemos aportar lo grande y lo hermoso que es ser negro, que podemos construir un mundo con otros, unidos a otros, y en esa amalgama que es el Perú, poder hacer una nación grande».

«Debemos reconocer que Martín es de todos, que este ilustre y gran afroperuano nos siga congregando, nos siga inspirando, nos siga impulsando para vivir una auténtica experiencia de fe», concluyó.

Integrar en el Perú a todo el mundo

«Todas las personas que sufrieron la esclavitud en aquellos tiempos del inicio de la colonización, especialmente los angoleños que vinieron a nuestro país, son como un regalo de Dios en medio de tantos sufrimientos y dificultades que nos permite integrar en el Perú a todo el mundo», explicó Mons. Castillo antes de la bendición final.

Pese a que somos un país muy diverso, aún «tenemos mucho que hacer», porque todavía han quedado «una serie de prejuicios que necesitamos resolver, y eso solo se resuelve con la comprensión del amor de Dios».

Por último, el Obispo de Lima recitó la oración que Nicomedes Santa Cruz le dedicó a San Martín de Porres en 1959:

Quien desconoce tu historia puede no creer en ti,
pero yo que la aprehendí glorifico tu memoria.
Fue tu vida expiatoria y de total sumisión.
Por tu conmiseración, por tu humanitario exceso,
a ti consagro mi rezo, santo de mi devoción.

Hermano del oprimido, lenitivo del doliente,
abrigo del indigente, amparo del perseguido,
pese a que hayas elegido llamarte «Perro Mulato»
a tu milagroso trato presto las plantas crecieron
y los muertos revivieron a tu divino mandato.

De tu incansable escobita barrer precisa la Tierra,
barrer… el fusil de guerra y el odio que al mundo agita.
Haz, Martín, que se repita tu famoso triunvirato
y alrededor de ese plato comulguen todas las razas
que son –por sus amenazas– perro, pericote y gato.

¿Milagros? Él hizo tantos como peces tiene el mar,
de empezarles a contar no acabarían mis cantos.
Ese santo entre los santos del Cielo recibió el don.
Y su canonización –que aplaude el mundo cristiano–
mostró que en el Vaticano no hicieron segregación.

Nicomedes Santa Cruz (1959)

Este viernes 1 de noviembre, día de Todos los Santos, el pueblo de Lima se congregó masivamente en el corazón de la capital para caminar junto al Señor de los Milagros en su último recorrido procesional. Llegado el mediodía, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, presidió la Celebración Eucarística.

«Estamos llamados a ser santos por medio de Jesucristo – comentó Mons. Castillo al inicio de su homilía – todos somos potencialmente santos porque tenemos intenciones bondadosas para el otro, porque Dios es amor y cuando amamos somos santos. Jesús hace que nosotros, siendo pecadores, podamos ser santos».

También estuvieron presentes Mons. Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima; Mons. Jorge Carrión, obispo de Puno; y el director espiritual de la Hermandad del Señor de los Milagros, Jaime Calvo.

Jesús se ha hecho nuestro para que seamos felices

El Señor nos llama a ser dichosos y benditos – «nos dice que todos somos llamados a ser felices, felices los pobres de espíritu, felices los que sufren, felices los que lloran. Todas estas expresiones del amor de Dios las podemos vivir nosotros hoy porque Jesús se ha hecho nuestro, nos comunica ese amor y nos da la capacidad de amar a todos y a todas».

El obispo de Lima recordó que Dios quiere la salvación de todos, «no de algunos especiales o de algunos «purísimos» que se separan de la gente» para hacerse llamar «verdaderos cristianos o católicos»:

Todo el pueblo fiel en sus dificultades está llamado a la salvación, y Dios quiere que entre en el camino del amor, de la justicia, de la paz, y de la alegría.

«Dios ha venido no para que estemos tristes sino para que seamos felices y llenemos de felicidad a la humanidad a través de una vida dedicada a cultivar el amor» – subrayó.

Somos apertura de amor, «hechos en salida»

¿Qué significa que todos somos «hechos en salida»? – Cuando nacemos empezamos a abrirnos, nacemos para la apertura: brazos para abrazar, ojos para admirar y ver lo lindo y lo bello del otro – explica el Arzobispo de Lima.

Hay en nosotros una maravilla de apertura para reconocer, para ser amigos, para vivir y construir juntos gracias a la inspiración del Espíritu, la felicidad

«Ser santo es dejarnos llevar por el Espíritu para realizar lo que somos, apertura de amor» – prosiguió –«sabemos que por medio de la fe el Señor hace de nosotros un pueblo nuevo, una tierra nueva, en donde todos amamos al Señor y nos amamos los unos a los otros».

Acompañar el camino de las víctimas de nuestro país

«Dios está, en primer lugar, con la víctima» – dijo en otro momento – «Él, que fue víctima también, acompañaba a las personas que sufren, y nosotros estamos llamados a reparar las heridas y hacer justicia por las víctimas».

Por eso, este camino de peregrinaje por nuestros barrios junto al Señor de los Milagros es una oportunidad para que todos «llevemos en el corazón nuestro compromiso profundo de pedirle al Señor que nos dé fuerzas para ser como Él, y para amar como Él nos ha amado».

Vamos a pedirle al Señor de los Milagros para que podamos acompañar el camino de todos los desvalidos de nuestro país.

Ser un misionero milagroso para el Señor, por lo tanto, no es una cuestión personal, también debe ser comunitaria, institucional y parroquial: «siempre al servicio de los que más necesitan, de las madres maltratadas, de las personas que han sufrido violencia y violación, de las personas que sufren hambre y miseria» – exhortó el Arzobispo de Lima.

«Sigan todos el ejemplo de nuestras madres nazarenas que cuidan de nosotros y nos permiten este encuentro todos los años, y ayudémonos a caminar hacia la dicha y la esperanza de nuestra sociedad», concluyó.

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística en la Basílica y Convento de San Francisco de Lima con motivo de la Fiesta de San Judas Tadeo:«Nos hemos reunido para celebrar la fiesta de San Judas Tadeo, apóstol mártir que entregó su vida a la evangelización y anunció con claridad la Palabra» – comentó al inicio de su homilía.

Dios es amor y nada más que amor

Mons. Castillo explicó que la experiencia de «vivir intensamente» nuestra relación interpersonal con el Padre nos hace «servidores que anuncian a toda la humanidad el mismo sentido universal de la salvación que el Señor quiso entregar cuando murió en la cruz».

Por eso, al entregar su vida y resistirse a la tentación de bajarse de la cruz, Jesús nos enseña que la voluntad de Dios es «anunciar que Dios sólo es amor y nada más que amor», que tenemos un Padre amoroso que envió a su hijo para «darnos aliento» y recordar que «la vida en el amor es la que marca toda la existencia de las personas, y todos los problemas se resuelven si partimos del principio de amor gratuito, generoso, generador de vida y que nos da gracia, no desgracia».

El milagro de ser anunciadores del Evangelio

El obispo de Lima pidió que aprendamos a cuidar el amor gratuito que nos da el Señor y tomemos conciencia de su importancia en nuestras vidas:

«Cuando uno recibe un niño en la casa hay que cuidarlo – subrayó – cuando uno recibe la maravilla de la persona amada hay que cuidarla, especialmente a las mujeres, no hay que maltratarlas. Somos el cuarto país del mundo que mata mujeres, y por eso, los peruanos tenemos que corregirnos, comprender la maravilla del otro, cuidarnos mutuamente, no cuidarnos unos de otros, sino unos a otros, cultivar nuestras relaciones».

Y recordando la profunda devoción del pueblo limeño por el Señor de los Milagros añadió: «No hay mejor milagro que ser anunciador del Evangelio como lo ha sido San Judas Tadeo, y en la misa venimos para alimentarnos del cuerpo y la sangre del Señor para ser testigos, para ser milagro para los demás»

«Nosotros pedimos milagros cuando somos un milagro» – resaltó – «dejemos que el Espíritu nos mueva y verán ustedes cómo se producen millones de milagros que podemos testimoniar».

Necesitamos espacios para expresar lo que somos

Para tomar conciencia del amor generoso del Padre tenemos que apreciar al otro, «organizarnos para que hayan espacios de conversación, para tratarnos unos a otros y expresar lo que somos. Por eso nos damos este espacio de la oración y la devoción para sentir la presencia del Señor, expresarnos, cantar, y así entonces recuperar las fuerzas en el Señor», agregó.

El Papa Francisco siempre dice que la Iglesia está en movimiento, en camino, en salida, y esa Iglesia es la que nos llena de vida porque salimos al encuentro del otro.

«Que Dios los bendiga, llénense de ese espíritu que nos mueve, déjense mover por Él y salgamos a anunciar el Evangelio porque nuestro país necesita la Palabra del Señor para crecer», concluyó.

“La Palabra del Señor viene a levantar a los humildes y a poner de lado a quien cree que puede despreciar a los demás”, comentó Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú durante la  misa de acción de gracias por el 40 aniversario de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús en el Santuario Arquidiocesano Señor de la Divina Misericordia de Surco.

«Es verdad que cuando nosotros leemos el Evangelio debemos leerlo considerando las actitudes que estaban presentes en cada lectura, pero la riqueza de la narrativa que el Señor hace con sus parábolas es para que también interpretemos cómo somos y cómo es la Iglesia. Cuando el Señor nos dice algo, nos trata de hacer pensar sobre cómo hemos de cambiar la manera de pensar y vivir en el mundo, y por eso entonces hay esa dimensión social que está presente», comentó al inicio de su homilía.

La salvación no se negocia con obras y normas

Y refiriéndose a la parábola del fariseo y el publicano en el Evangelio de Lucas (18,9-14), Mons. Castillo resaltó que el texto bíblico nos muestra “dos formas de rezar, dos formas de vivir”:

La primera actitud del fariseo es de agradecimiento – «el asunto central es que los motivos de su agradecimiento son cosas que él ha hecho y le ha costado trabajo hacerlas – explicó – eso corresponde a una forma de vivir la vida cristiana que consiste en «ganarse la salvación» a través de un conjunto de obras, de tal manera que no le pide nada a Dios porque ya construyó un mundo perfecto, y simultáneamente, cree que puede juzgar a los que no están dentro de su sistema de vida».

«Esto expresa muy bien lo que pasaba en el tiempo de Jesús» – agrega el obispo de Lima – la religión se había «construido de manera tan perfecta, con tantos ritos, holocaustos, sacrificios, y un sistema tirano y organizado» que recaía sobre la gente humilde y sencilla.

Nuestros sistemas se han «petrificado»

Esta situación ocurre porque «nos olvidamos de lo principal, que uno crea el sistema para servir, que uno crea el sistema para dar vida, no para la muerte», y la Iglesia tiene que apoyar no solamente a las personas sino a «las relaciones nuevas que deben crearse en su lucha y en sus necesidades».

Somos un país diversificado donde tenemos que comprendernos, conocernos, apoyarnos y ser la base para construir un mundo distinto.

«En gran parte no tenemos ese Perú distinto, ni esa Iglesia distinta, porque nuestros sistemas se han petrificado, y de alguna manera cada uno de nosotros se ha petrificado también» – subrayó Mons. Castillo.

Conversión pastoral para abrirse a todos los pueblos

«El corazón de nuestra fe es la celebración de la eucaristía, todo va y viene de la eucaristía, la eucaristía es el centro de la vida cristiana» – recuerda el Arzobispo de Lima. ¿Pero qué pasa con aquellas personas que no pueden venir porque son mayores o tienen un enfermo en casa? –«Pastoralmente tengo que comprender que esa persona si no puede venir a misa puede orar en su casa» – respondió. Por lo tanto, no se trata de hacer prevalecer un principio dogmático, sino de contemplar una actitud pastoral.

Mons. Castillo definió esta actitud de «condena» que no emplea la «misericordia» como una «inflexibilidad» que incluso los propios sacerdotes como organización han «infundido en la gente». Ante esto, tenemos la misión de hacer «una conversión pastoral» porque la Iglesia «se abre a todos los pueblos y habla todos los idiomas».

El Primado del Perú dijo que necesitamos saber y comprender «todo ese camino misterioso del crecimiento de la persona en la diversidad que vivimos para poderlos acoger y hacer que ellos sean sujetos de este mundo».

“Vamos a unirnos a este camino que el Señor propone: [quien se enaltece será humillado y quien se humille será enaltecido] – humillarse significa identificarse con los que sufren, ser amigo de las personas despreciadas, aprender a tratarnos entre nosotros», porque la Palabra del Señor «viene a levantar a los humildes» y a poner de lado a «quien cree que puede despreciar a los demás».

En medio de una gran multitud, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo, presidió la celebración eucarística en los exteriores de la Iglesia Las Nazarenas previo al cuarto recorrido procesional del Señor de los Milagros: «El propio Señor que no tiene pecado, se hizo pecado por nosotros, por eso le damos gracias, porque nos enseñó un camino lindo para aprender a querernos y a comprendernos. Eso nos va a llevar siempre a identificarnos con los que más sufren y a luchar juntos por la justicia, pacíficamente como nos enseña el Señor, pero profundamente como también nos enseña con su propio testimonio», comentó durante su homilía.

También estuvieron presentes como con-celebrantes Mons. Nicola Girasoli, Nuncio Apostólico en el Perú; y los dos obispos auxiliares de Lima; Mons. Ricardo Rodríguez y Mons. Guillermo Elías.

Mons. Castillo recordó el llamado del Papa Francisco en este Mes Misionero Extraordinario: «no sólo se refiere a que hagamos muchas misiones – señaló – sino que toda la Iglesia sea una Iglesia en misión, que todas nuestras comunidades, nuestros grupos, todas nuestras hermandades sean misioneras, y eso significa que estemos siempre en movimiento».

Jesús se inserta en nosotros, se hace uno con nosotros

El pastor de Lima citó las palabras de San Pablo a los Filipenses: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos, y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”

«Ese texto relata cómo Jesús es misionero del Padre – explicó – Él era junto con Dios, desde los orígenes, el hijo, la segunda persona de la Trinidad. Él salió del Padre para venir a nosotros, viene del amor paternal de su Padre para darnos ese amor a toda la humanidad».

No hizo alarde de su categoría de Dios – «no se creyó lo máximo, sino que se anonadó, se hizo nada, se humilló» – subraya Mons. Castillo. Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo – «no dice de hombre, primero es la condición de esclavo. Es solidario con la humanidad que sufre maltratos y esclavitudes, dolores, heridas, y por eso se inserta en nosotros, se hace uno con nosotros, especialmente con todos los que más sufren en esta vida».

«La letra con la palabra entra»

Y refiriéndose a un viejo refrán que los padres utilizaban para educar a sus hijos: ‘La letra con sangre entra’, el obispo de Lima dijo que debemos «habituarnos a cambiar» el modo en que nos educamos y nos entendemos:

«La letra con la palabra entra, con la explicación, con la educación» – comentó – «tiene que haber una reforma educativa, pero nosotros también podemos reformar en nuestras casas la educación si es que sabemos tratar y aclarar las cosas, entender un problema, no resolverlo a patadas. Y por eso, hermanos y hermanas, hoy día el Señor nos invita a hacernos uno con el otro. Para corregir hay que comprender en qué situación está el otro».

La misión de compartir la alegría del Evangelio

«Si hay algo lindo en la misión de Jesús y que debe ser toda la actitud misionera que el Papa hoy día ha recogido, es que cuando se va de misión a dialogar con las personas y anunciarles el Evangelio, ese Evangelio toma un nuevo color» – indicó Mons. Castillo.

«Cuando vamos en misión, vamos al pueblo, el pueblo recibe, ahonda, profundiza y expresa, y por eso hay el Señor de Luren, el Señor de los Temblores. Hemos puesto al Señor en todas nuestras culturas y modos de vivir, en todas nuestras ciudades, en todas nuestras plazas y pueblos, en todas nuestras casas. Por eso, después de que el Señor pasa por nuestras vidas no somos los mismos, algo tiene que cambiar, dejemos que el Señor que se ha metido en nosotros, vaya derritiendo aquello que es duro en nuestras vidas, sobre todo nuestros prejuicios, nuestras posturas a veces un poco salidas del hígado, no del corazón».

Toda la vida es una misión, un diálogo, una apertura

«Toda la vida es una misión y la Iglesia hace lo mismo – dijo en otro momento – la Iglesia sale, se mete en un pueblo, se combina con él, abre el camino del Señor que es la apertura del amor, y ese pueblo cambia y mejora».

«Necesitamos evangelizar para que las cosas cambien, con esa fuerza es posible que el mundo haga cosas nuevas. Hoy todo nuestro continente está en un deseo grande de que haya un cambio, desde nuestros hermanos venezolanos hasta nuestros hermanos chilenos, pasando por los argentinos y los bolivianos y los ecuatorianos».

La única manera de resolver los problemas es «con la inspiración del amor, del diálogo, de la apertura y del reconocimiento de los errores que hemos tenido».

«El propio Señor que no tiene pecado, se hizo pecado por nosotros, por eso le damos gracias, porque nos enseñó un camino lindo para aprender a querernos y a comprendernos. Eso nos va a llevar siempre a identificarnos con los que más sufren y a luchar juntos por la justicia, pacíficamente como nos enseña el Señor, pero profundamente como también nos enseña con su propio testimonio, dispuestos a dar la vida para que las cosas mejoren en la vida de los seres humanos, y así podamos restablecer los lazos que tantos siglos estamos esperando restablecer».

La vida eterna comienza aquí

«El Señor nos ha prometido que nos va a dar la vida eterna que comienza aquí, la vida eterna es amarse, reconocer el valor del otro, respetar su vida y caminar con alegría con nuestro Dios que camina con nosotros».

«Le pedimos al Señor que en el camino que vamos a hacer nos permita seguir caminando en la vida cotidiana, porque esta celebración que hacemos cada año nos conduce a renovar fuerzas para salir adelante en la vida. Y como el Señor acompañó nuestra vida desde su entrega generosa en la cruz hasta el día de hoy en nuestras historias personales y sociales, nosotros también queremos acompañarlo, para que nosotros también seamos acompañados permanentemente con Él en nuestras vidas», añadió.

«Que el Señor los bendiga, les de su paz y que este recorrido nos permita ser misioneros. Sé tú un milagro para tu pueblo, sé tú un misionero que haga milagros para su pueblo porque ha entregado su vida como Jesús le ha manifestado en su corazón», concluyó.

Mons. Ricardo Rodríguez, Obispo Auxiliar de Lima, presidió la celebración eucarística en la Basílica Catedral de Lima este domingo XXX del Tiempo Ordinario – «No hay posibilidad de que alguien esté cerca de Dios y esté lejos del prójimo» – explicó durante su homilía.

«Nos congregamos para celebrar esta eucaristía en el marco de octubre, un mes marcado no solamente por la devoción al Señor de los Milagros, sino por la cercanía, la cercanía hacia el prójimo, hacia el otro», comentó al inicio.

Sentirse justos pero despreciar al prójimo

Refiriéndose al Evangelio de Lucas (18,9-14), Mons. Rodríguez hizo un llamado a «voltear la mirada» por el otro y no «mirar por arriba o los costados»: «no hay posibilidad de que alguien esté cerca de Dios y esté lejos del prójimo ¿Cómo puede decir que amas a Dios, a quien no ves, si no amas al prójimo a quien ves?» – reflexionó.

«¿Debemos de dar gracias a Dios por no ser como el resto? – se preguntó el obispo auxiliar de Lima – ¿Es que nos vamos a pasar la vida tomando como referencia el actuar del otro? La única referencia que debemos de tener es Cristo, no tenemos porque está compitiendo entre nosotros», señaló.

No basta el cumplimiento frío de la Ley

En otro momento explicó que «la gratitud» a Dios no se puede justificar «sólo en el cumplimiento de la norma», porque nuestras actitudes deben «tener alma, una motivación interior» que nos da el Señor.

«¿Podemos decir que la ley está escrita en el corazón del hombre o sigue en piedra? – preguntó en otro momento – nosotros tenemos que pasar de la piedra a la carne, y lo que este fariseo está haciendo es justificar en una ley escrita en piedra».

Por eso es que Cristo «voltea la mirada» en la parábola y nos presenta al personaje que está al final, un publicano de rodillas y con la cabeza baja: «Al fariseo le ganó la soberbia, por eso ora así, y atrás al publicano le ganó la pobreza, se dio cuenta de su iniquidad» – resaltó.

«No duden del amor de Dios, no dudes de que tu oración es escuchada. No dudemos de que la palabra del hombre también llega a Dios, porque le importamos, nos escucha siempre, y nosotros estamos invitados, a hablar con Él y con el prójimo», concluyó.

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